La Palabra de Dios: cómo se presenta en la celebración litúrgica

viernes, 15 de noviembre de 2024

Junto al padre Mario Sanchez, miembro del Secretariado Nacional de Liturgia (SENALI), compartimos un nuevo encuentro en el espacio titulado “Hablemos de Liturgia”. En esta ocasión nos presentó conceptos desde la teología para comprender el significado de la presencia de la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas.

15/11/2024 – En el inicio, el padre recordó que uno de los dos momentos centrales de la misa es la Liturgia de la Palabra y refirió a la primacía que destaca al Evangelio. Al respecto, citó un fragmento de la constitución Dei Verbum, uno de los Documentos fruto del Concilio Vaticano II: ‘la lectura del Evangelio constituye el punto culminante de la liturgia de la palabra. Las demás lecturas, que según el orden tradicional, hacen la transición del Antiguo al Nuevo Testamento, preparan a la asamblea reunida para esta lectura evangélica. Los evangelios ocupan con razón el lugar preeminente’. “Por eso el Evangelio se proclama y el resto de las escrituras simplemente se leen”, aclaró el padre Mario Sánchez.

Asimismo, explicó que tanto la Palabra de Dios como el leccionario encierran una misma importancia. “La palabra de Dios es el libro que contiene la revelación divina para ser leída y proclamada en la celebración. En efecto, Dios mismo presentó su palabra. (…) Y para la liturgia la tenemos escrita en una selección de textos bíblicos que es el leccionario, cuya importancia es exactamente la misma. Este libro es, por tanto, el signo de la presencia de Dios que se comunica a los hombres mediante su palabra leída y proclamada”.

Posteriormente, se refirió a la historia, para dar a conocer cómo se construyeron los libros litúrgicos en el tiempo y comprender el valor que requiere cada uno. “El leccionario, como lo tenemos hoy, es fruto del Concilio Vaticano II. Antes no había un libro litúrgico. Las primeras comunidades, sobre todo la comunidad apostólica, lo que hizo fue usar la selección de textos que había en las sinagogas, que eran rollos. Y eran hasta ese momento los rollos de la Torá, del Antiguo Testamento que conocemos hoy. (…) Hasta que en el siglo VIII se dieron los primeros indicios de un ordenamiento fijo de lecturas (…). Posteriormente, la reforma entonces, del Concilio Vaticano II, separó el misal y el leccionario. Entonces pasa a tener mayor importancia el libro del altar que es el misal y el libro de ambón que es el leccionario”.

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