La Palabra de Dios se hace carne y puso su morada en nosotros

jueves, 10 de enero de 2013
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Venimos de este fin de semana donde la liturgia de la iglesia nos alegro con la celebración de la fiesta de la sagrada familia y seguimos en este tiempo de navidad, en la palabra de Dios de cada día que nos orienta y nos ayuda a meternos en este misterio de Dios hecho hombre. Este misterio que lo vamos desentrañando porque como misterio queremos contemplarlo, y contemplarlo no solamente desde un razonamiento intelectual sino desde nuestro corazón que se abre a esta manifestación del amor de Dios. Hoy la palabra de Dios nos va a hablar de la palabra hecha carne. Pero qué bueno es que al comenzar la catequesis de este día y antes de proclamar el evangelio que hoy vamos a compartir, también nosotros podamos tener una altitud en todo este día de agradecimiento por el año que la providencia de Dios nos regala. Bien sabemos que estamos transitando el último día de un año civil y es cierto que por allí vienen los sentimientos de evaluar todo lo que hemos vivido, sentimientos que a veces uno quiere ser crítico por lo que no pudimos llegar a ser o también por allí duros en aquellas realidades que hemos perdido o quizás no hemos logrado como quisiéramos nosotros.

Recordemos lo que el Papa Juan Pablo II nos dejó como un hito al comenzar el jubileo del año 2000, al celebrar el año de la redención: “Gratitud por el pasado, pasión por el presente, esperanza hacia el futuro”. Decirle a Dios gracias por este año, de pedirle al Espíritu Santo la fuerza para vivir con pasión este presente y pedirle a Jesús la esperanza para poder transitar y comenzar un nuevo año en nuestra vida, donde queremos que la providencia de Dios nos regale su ayuda y su asistencia.

Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron. Apareció un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. Vino como testigo para dar testimonio de la luz para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que al venir a este mundo ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo y el mundo fue hecho por medio de ella y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que reside de padre como hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él al declarar, este es aquel del que yo dije, El que viene después de mi me ha presidido porque existía antes que yo. De su plenitud todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia, porque la ley fue dada por medio de Moisés pero la gracia y la verdad nos ha llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios. El que lo ha revelado es el Dios hijo único, que está en el seno del padre”. Palabra del Señor.

Juan 1, 1-18

 

Amigo quisiera que hoy pudiéramos compartir hoy, como consigna de esta catequesis y a la luz de la palabra que hemos escuchado, es cómo ha sido tu unión con Cristo en este año, cómo puedes evaluar, te puedes expresar de tu unión con Cristo a lo largo de todo lo que te tocó vivir este año, cómo es tu experiencia, para dar gracias y para pedir la fuerza de vivir con pasión en este tiempo presente, cómo fue tu experiencia de unión vital con Cristo, qué aspecto podes destacar o qué consideración quisieras hacer para tener en cuenta y que este testimonio que compartimos nos pueda ayudar a todos.

Este texto, mis amigos del evangelio, de este día de la octava de navidad, el lunes 31 de diciembre nos presenta al Dios del eterno silencio que se hace palabra encarnada y es uno de nosotros en plenitud. Es como si a nuestra pobreza le faltara algo para ser rica, allí aparece Dios y se hizo hombre en serio. En nuestra limitación para que pudiéramos tener la fuerza de poder dar sentido a nuestra vida, allí aparece Dios haciéndose hombre para hacernos fuertes. Es como si a nuestra indignidad marcada por el pecado, por la limitación, le hiciera falta algo para poder repuntar, para poder crecer, allí está Dios que se hace hombre, para darnos la dignidad verdadera. El era la luz, el verbo, es esa palabra que ahora es Jesús, la gracia, la verdad, la divinidad se acoge a un niño, cuyo embrión se cría normalmente en la entrañas de María. San Juan en su primera carta, un texto hermosísimo también, sin duda inspirado por esto que también escribe en el evangelio, va a decirnos quien diga que Jesús no es Dios es un anticristo. Para fortalecer esta expresión de la fe, en el niño Jesús, el verbo eterno de Dios se ha hecho hombre, en el niño Jesús la palabra eterna de Dios se ha hecho hombre y por eso las tinieblas, las obras del maligno que pretenden orillar la gracia de la humanidad de Dios en Jesús, nos quiere confundir como desfigurando esta manera en la que Dios se ha querido acercar al hombre haciéndose hombre. Esta expresión del evangelio de altura de Juan 1, precisamente quiere ayudarnos a esto, a preservarnos de desfigurar este modo en el que Dios ha querido acercarse a nuestra vida y manifestar la expresión de la fe donde nosotros sabemos que en el Niño Dios, Dios se ha hecho hombre. La palabra, la luz verdadera, el Dios de Dios, el engendrado, no creado, está al alcance nuestro, se ha hecho cercano. El Niño es el Señor. Con su encarnación y nacimiento nosotros entramos en este nuevo tiempo de la obra de la redención porque es en Cristo donde es recapitulado todo lo que nosotros somos y hacemos. Desde este Niño que ha entrado a formar parte de la historia del hombre, Dios recapitula, vuelve a generar una vida nueva para nosotros, vuelve a darnos esta posibilidad de recrear una expresión nueva de nuestra vida porque la gracia, sigue diciendo San Juan en el evangelio, la gracia nos ha sido dada como un modo en donde la verdad llega a nosotros y hemos recibido gracia sobre gracia. Esta gracia que es el amor de Dios en nosotros, en cada uno de nosotros, nos da la posibilidad de hacer nueva nuestra vida porque en Cristo, en ese bebe, todas las cosas son hechas, todas las cosas son regeneradas, se recapitula la creación en este misterio tan pequeño donde Dios se hace hombre, Él ve desde siempre al Padre y nosotros ahora lo vemos a Él y descubrimos el amor del padre, asique quien ve a un cristiano, también debe ver a Cristo porque si Cristo es el rostro del amor de Dios, es la palabra hecha carne, el cristiano que encarna la vida de Cristo debe manifestar también esta expresión de la gracia. Él nos hace miembros de su cuerpo, nosotros somos pequeños Cristos en Cristo y su carne glorifica nuestra pobre carne de pecado. De allí que por el bautismo nosotros estamos ungidos y consagrados en esta nueva humanidad que el mismo Dios en Cristo nos regala.

Qué más se puede pedir como palabra de fin de año. Toda la riqueza de la fe, pero una fe encarnada. En nuestra vida de hoy, lo que cada uno de nosotros vive, las realidades de dolor, de búsquedas, de alegrías, de gozos, los aciertos, los desaciertos, aquellas realidades que vamos viviendo en el diario caminar, en Cristo tienen una nueva mirada. Ya no es más una piedra demoledora la vida que nos destruye, sino que en Cristo comienza a tener una nueva esperanza que es la gracia, gracia sobre gracia que nos fue dada para que nosotros en Cristo podamos llegar a ser verdaderos hijos de Dios. Y qué lindo es terminar el año con esta mirada, una mirada de esperanza, una mirada de gratitud, una mirada que nos da la fuerza para vivir con pasión este momento presente que nos toca a cada uno y una mirada también que nos permite tener esperanza hacia el futuro.

¿Cómo ha sido tu unión con Cristo en este año, en qué expresiones, en qué modos, en qué experiencias podes descubrir que Cristo te manifestó su amor y que vos pudiste experimentar esa unión con Él?

La palabra se hizo carne, puso su morada en nosotros, esta palabra en esta navidad puso su morada en tu familia, en tu comunidad, en vos. ¿Cómo estás viviendo esta unión con Él?

Amigos estamos compartiendo esta ultima catequesis del año 2012 y es una gracia y un honor que podamos compartir nuestro testimonio, la buena música poniéndole también buena onda en este día, poniéndole mucha alegría, mucha paz porque Dios se ha hecho hombre.

Este himno de la palabra que se hace carne, expresión del evangelio de este día que hemos compartido, nos introduce en lo más profundo del misterio de la navidad, porque nosotros podemos a través de estas palabras, mirar más allá de la sencillez del pesebre y también San Juan lo usa como una introducción a todo su evangelio. Pero sobre todo para nosotros, cuando leemos en este tiempo de navidad, el primer capítulo del evangelio de San Juan, tenemos esa posibilidad de ir más allá de lo que el pesebre nos muestra, no porque las imágenes y la expresión de un pesebre no nos sirva, sino porque allí está el significado de la contemplación, a partir de aquello que vemos, llegar a algo más profundo, no quedarnos solamente en la sensiblería o folclórico, sino también tener la oportunidad de poder ir a lo más profundo. Si en el libro del génesis se nos dice, al principio creó Dios el cielo y la tierra, este himno del evangelista San Juan sostiene que la palabra, el hijo de Dios, existía antes de ese principio y sin embargo en el versículo 4, nosotros hemos podido contemplar su gloria porque se hizo carne como nosotros y quiso vivir en medio de nosotros. Ese Jesús, el que caminó por nuestra tierra y fue presentado por Juan el Bautista, en el versículo 15 aparece. El nombre de Palabra, indica que Jesús es el reflejo del padre, de Dios, el que ha venido a manifestarlo, a mostrarlo tal cual es, el que vino a decirle al mundo, la inmensidad de este amor de Dios, en el versículo 18 terminábamos diciendo esto, gracias a Él podemos llegar a conocer los íntimos y preciosos secretos que hay en la intimidad de Dios. Cosa que nuestra pequeña mente humana jamás podría alcanzar con sus propias luces, si Jesús que es la palabra, no nos la dijera. Cuando manifestamos, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, hacemos un acto de fe en el hijo de Dios hecho hombre, pero también asumimos que nuestra pobre humanidad recibe esta fuerza, esta luz, para poder meterse en el misterio de Dios y para poder descubrir que ese misterio no nos tiene que dar miedo, no es algo cerrado, oculto, tenebroso, es un misterio de amor en el que envuelve toda nuestra vida. Es un misterio que da sentido a lo que cada uno de nosotros vivimos cada día, en tu trabajo, tu esfuerzo por superarte, el esfuerzo que hacemos por vivir en la convivencia de la familia, de los amigos, en el desafío de progresar, de buscar la mayor dignidad de la vida del hombre y en la sociedad. En ese esfuerzo, a lo mejor en un dolor, en una enfermedad, en una pérdida que golpea tu corazón, bueno ahí también está el misterio de Dios hecho hombre que abraza esta realidad para planificarla porque hay un para que de esto, y ese para qué no lo inventamos nosotros los hombres o es fruto de la casualidad o es un artilugio del azar, es providencia de Dios que va desentrañándose en una historia que es nuestra historia de salvación.

Jesús nos hace descubrir a un Dios que nadie ha visto jamás, pero que nosotros mirándolo a Él, escuchándolo, se nos manifiesta como es realmente el Dios en quien creemos y Él no los ha manifestado en todo el evangelio. Un Dios Padre que ama, que lo da todo, que busca, que habla con sus criaturas, que dialoga, que quiere decirles lo que más necesitan escuchar. Aunque a veces nosotros por allí no queramos escuchar lo que el Padre Dios quiera decirnos. Sin embargo Él es Padre que en Cristo sale a buscarnos para poder decirnos lo más entrañable de su corazón, que es su amor, que quiere que nuestra vida tenga sentido y que quiere regenerarnos en una vida nueva y en un estilo nuevo. Si Cristo es la palabra, nosotros tendremos que afinar el oído interior para escuchar lo que tiene para decirnos, a veces sin palabras. Eso es lo grandioso de Dios, Él que es la palabra, necesita del silencio para expresarse y a veces se expresa quizás sin palabras. Son esos momentos en nuestra vida donde a veces parece que Jesús se esconde, como sin aparecer, como nosotros quisiéramos y que en un sentir humano nos parece que Dios nos olvidó, que no me tiene en cuenta. Sin embargo es en esos momentos donde a veces Dios más nos habla, donde más contundente su expresión de cercanía con nosotros y donde el misterio de su amor se hace expresión de salvación firme y fuerte en nosotros. Por eso es necesario este silencio interior para liberarnos de las palabras inútiles que distraen nuestro corazón y para aquél que es la palabra reine con toda su potencia.

¿Cómo ha sido tu unión con Cristo este año? ¿Cómo experimentaste tu unión vital con Él? ¿De qué manera? ¿De qué modo esta palabra, Cristo que se ha hecho hombre ha estado en tu vida?

Nosotros al terminar este año y al pensar cómo ha sido nuestra unión vital con Él, volvemos la mirada a esta palabra de Dios hecho hombre, porque estamos transitando el año de la fe. El Papa Benedicto XVI, nos ha dicho que este año nos tiene que servir a todos los católicos a volver también nuestra mirada hacia la Palabra de Dios. Y así como la manera en la que podemos a acercarnos a esto es a través del Catecismo de la Iglesia Católica, y también en la manifestación del Credo, porque ahí está la síntesis de nuestra fe y de los documentos conciliares, porque está marcado esto dentro de los cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II, uno de los documentos es sobre la palabra de Dios, precisamente el primer documento aprobado.

Podría ser como proyecto para el año que viene, como un compromiso personal, todo el año de la fe, podríamos algún documento del Concilio, leerlo, son de una riqueza muy grande y verdaderamente inspirados por el Espíritu o a lo mejor algún trozo del Catecismo, o recitar el Credo como una forma que nuestra fe se vaya renovado, profundizándose en este contemplar profundamente el misterio del Dios hecho hombre.

En el Documento de Aparecida, los obispos latinoamericanos, en los números 244 en adelante, del encuentro con Jesucristo. Allí es donde surge esta expresión, que la hemos utilizado muchas veces también en la catequesis, donde los obispos dicen citando al Papa Benedicto, no se comienza siendo cristiano por una decisión ética, o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento con una persona que da un nuevo horizonte a la vida y con ello una orientación decisiva. Pero lo clave en lo cristiano es el encuentro con un acontecimiento, con una persona que es Cristo que da un nuevo horizonte en la vida. Inmediatamente luego, el Documento menciona lugares de encuentro con Jesucristo y entre ellos, precisamente el segundo lugar que menciona es el encuentro del cristiano con la Sagrada Escritura, con la palabra hecha carne, dice en el número 247: “Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura leída en la iglesia, la sagrada Escritura escrita por inspiración del Espíritu Santo, es con la tradición, fuente de vida para la iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura, es desconocer a Jesucristo, y renunciar a anunciarlo. Se hace pues necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor, si se presenta la Palabra revelada contenida en la Escritura como fuente de evangelización. Los discípulos de Jesús anhelan nutrirse con el pan de la Palabra, quieren acceder a la interpretación adecuada de los textos bíblicos a emplearlos como mediación de diálogo con Jesucristo y a que sea alma de la propia evangelización y del anuncio de Jesús a todos”.

Quiero destacar la importancia que para nosotros, nuestra fe, tiene que ser el afecto y el amor por la palabra de Dios. Es cierto que de los años posteriores al Concilio hemos crecido en esto, no sé si lo suficiente en nuestro meternos en la palabra de Dios, dejarnos interpelar por ella, iluminar. Porque así como la Eucaristía es la fuerza y el alimento del discípulo, la Palabra de Dios, que se ha hecho hombre en Cristo, y que ha permanecido escrita por inspiración como riqueza en la vida del cristiano, es lo que nos ilumina a nosotros, es lo que nos sigue hablando. Pues Dios a través del Santo Espíritu, cuando leemos el texto de la Palabra de Dios sigue hablándonos y por eso nos puede ocurrir que cuando escuchamos el evangelio en una misa o al sacerdote que predica, por ahí uno sale y dice, “Es como si me lo estaba diciendo a mí” porque la palabra de Dios tiene una fuerza en sí misma que va haciendo eco en nuestro corazón y que en los momentos determinados de la vida que son tuyo solamente, porque sos único e irrepetible, esa palabra de Dios porque es de Dios llega a hacer eso en el alma y en la vida del creyente. Porque es Palabra de Dios, viene a sacudirnos y penetra tan profundo en nuestro corazón. De allí que la palabra que se hace carne en Cristo, según nos decía San Juan en el evangelio, esa Palabra siempre es viva y eficaz, siempre es actual. Pasará los cielos y la tierra pero su Palabra permanece. Cuando San Juan nos dice “Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios”, está haciendo un gesto de acercamiento para que nosotros comprendamos un misterio que nuestra inteligencia no lo abarca, pero que por el amor propio de Dios se ha hecho cercano a nosotros para que nuestra vida pudiera entender lo que Dios no quiere decir, y cómo Dios quiere que vivamos y actuemos porque somos sus hijos. Qué gran riqueza ésta. Así como manifestamos nuestra adoración por el misterio de la Eucaristía, donde Jesús se queda entre nosotros, manifestemos también nuestro misterio de amor, nuestra expresión de adoración y de amor a esta palabra hecha carne en Cristo que hoy quiere hablarte, proponerte un camino, que gracia sobre gracia se nos fue concedida la vida nueva. De su plenitud todos nosotros hemos participado, y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único lleno de gracia y verdad. Y Juan, da testimonio de él, pero también vos podes dar testimonio de Él, porque hemos visto su gloria en esta palabra que cada día nos acompaña y no nos deja solos, en un Dios que nos habla y que vino a hacerse hombre para estar cerca de nuestro.

Continuando con lo que el documento de Aparecida hace referencia a este encuentro con la Palabra de Dios como una manera en la que nosotros nos unimos a este acontecimiento, a una persona que da un nuevo horizonte a la vida y con ello una orientación decisiva, en el 249 del documento de Aparecida, nos da una hermosa manera de podernos encontrar con Cristo vivo en su Palabra Escrita. El evangelio nos dice, “La Palabra puso su morada entre nosotros” Qué lindo es pensar en esto, hay otras traducciones que dicen “Puso su tienda, su carpa entre nuestras carpas, entre nuestras tiendas” es decir está presente en nuestra vida. Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura, hay una privilegiada a la que todos estamos invitados, que es la lexía Divina o ejercicio de la lectura orante de la Sagrada Escritura. Esta lectura orante bien practicada conduce al encuentro con Jesús Maestro, al conocimiento del misterio de Jesús Mesías, a la comunión con Jesús hijo de Dios y al testimonio de Jesús, Señor del universo. La lexía divina tiene cuatro momentos, la lectura, la meditación, la oración y la contemplación. Y allí se nos va recordando algunos pasajes bíblicos donde está este encuentro, a partir de los evangelios con el mismo Jesús, hijo de Dios, el verbo de Dios hecho hombre. Pero quiero destacar esta idea, ya que en muchos grupos, muchas comunidades, ha comenzado este ejercicio de la lexía divina de la lectura orante de la palabra de Dios y el documento de Aparecida lo expresa muy bien, “Ésta práctica conduce al encuentro con Jesús Maestro, con Jesús Mesías, con Jesús hijo de Dios y con Jesús Señor del universo. Por lo tanto la Palabra de Dios que es viva y eficaz tiene que estar presente en nuestra vida de fe y cuanto más nos metamos en el misterio de la Palabra de Dios hecha carne, más amor tiene que surgir a la Palabra de Dios escrita y viceversa, cuanto más abracemos a la Palabra de Dios escrita, leyendo un texto, haciendo silencio, preguntándome qué me dice, y diciendo qué le digo y expresando a qué me compromete esta palabra de Dios, cuanto más esté en la Palabra de Dios, va a crecer más mi amor por este Dios hecho hombre en Cristo. Y aún aquello que humanamente nos parece inexplicable, o no tengamos razones, en la medida que me vaya involucrando en esta Palabra, la Palabra va a tener la luz y va a tener el proceso propio del discernimiento para llegar a un para qué en aquellas cosas en la que humanamente no llegue a comprender nunca. Esta es la clave del Dios con nosotros, este Dios que ha puesto su morada en mi vida, de este Dios que ha llegado hasta mí y de este Dios que, gracia sobre gracia quiere estar presente en tu vida para iluminarte, para ayudarte, para fortalecerte.

Que la Palabra de Dios sea el centro de nuestra vida, nuestras actividades, nuestros grupos.

 

Padre Daniel Cavallo