La parábola de la higuera

viernes, 30 de noviembre de 2007
image_pdfimage_print
Y Jesús les hizo esta comparación: “Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca. Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”

Lucas. 21, 29 – 33

Jesús en estos días nos fue presentando en los anuncios el fin de Jerusalén. También simbólicamente y, por momentos con tanta realidad, el fin del mundo. Esto que a veces nos suena demasiado pesado. Sus venidas al mundo eran presagios de su venida definitiva y su gran preocupación. Lo escuchamos, reflexionamos y lo descubrimos en todo el capítulo 21 de San Lucas. La preocupación de Jesús es tratar de evitar toda angustia y pánico, a sus apóstoles y a todos aquellos que por medio de éstos crean. “Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza…” (Lc. 21, 28), nos dice el Evangelio. Sigue el discurso con este tono apocalíptico de Jesús, de hablar del final. Conviene ver esta estructura del discurso de Jesús para no perdernos y desorientarnos en aquello que la Palabra quiere decir.

El texto bíblico precedente responde al cuando sucederán estas cosas. Se hace una distinción entre la cercanía del Reino y el día de la venida del Hijo del Hombre. La respuesta es diferente si se trata de la cercanía del Reino del cual vamos a compartir ahora o si se trata del día de la venida del Hijo del Hombre, que hace referencia a la Parusía, a la segunda venida en gloria y majestad de Jesucristo. Esta segunda venida se diferencia de la que vamos a celebrar en Navidad, en la pobreza y en la sencillez de Belén. Lo que para mucha gente aparece como una destrucción y como un juicio terrible, para los creyentes por el contrario, aparece como el comienzo de la salvación.

El futuro no es incierto. Sabemos hacia donde vamos y quien nos espera al final del camino. Meditando la Palabra de Dios, con cuanta alegría se descubre que va tocando el corazón del hombre. En el compartir descubrimos que Dios obra en situaciones históricas y en momentos distintos pero con un mismo sentido: Dios que te ama y que quiere obrar en tu corazón. La redención está cerca. Esta palabra “Redención”, aparece utilizada con más frecuencia por el apóstol San Pablo. Aquellos que estudian y profundizan la Palabra de Dios descubren que en ninguno de los Evangelios aparece esta palabra “Redención”. Este término, que nos habla de cercanía, aparece del griego por “Libercio”. La liberación está cerca, a un paso. Jesús utiliza este lenguaje accesible y cercano para comunicar su mensaje. Un lenguaje que todos pueden entender.

El objetivo de su palabra no es enseñar complejas doctrinas para un grupo. De hecho, del grupo de los apóstoles que estaban tan cerca a Él, ninguno de ellos era tan sobresaliente en esto. Todos sabían de trabajos duros y rudos del común de la gente. Lo que Jesús quiere comunicar e indicar, es donde irrumpía el Reino de Dios y como debía leerse esta realidad. Esta forma de enseñar traía simpatía al pueblo que lo seguía.

Esta multitud, que se olvidaba de que tenía que comer y descansar, y que hasta el mismo Jesús tenía que tomarse su tiempo, se congregaba entorno a Él para escucharlo.

Jesús le puso una comparación “Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano”. Es hermosa esta comparación por la estación que estamos viviendo nosotros. Un poco apurado, el verano se nos está viniendo a nosotros pero todavía estamos en primavera.

Que lindo es ver cuando va llegando la primavera, lo que Jesús nos pone en esta comparación. Nosotros aquí lo podemos contemplar con una doble alegría porque en septiembre cuando comenzamos la primavera, cuando las plantas comienzan a reverdecer también reverdece esta comunidad de Arroyito que tiene como patrona, a la Virgen de la Merced.

Es tal vez por eso, que esta villa se ve con más color.  Que más prometedor que un árbol en primavera. Podemos imaginar a la higuera o a cualquier otro árbol que tengamos cerca de nosotros, cuando comienzan a tener sus brotes tiernos después del invierno. Es la promesa del verano.
Y Jesús dice: “…tengan ánimo y levanten la cabeza…se acerca el verano…sepan que el Reino de Dios está cerca…” (Lc. 21, 28 – 33).  Prácticamente en la Palestina de Jesús no hay primavera, de tal modo, que es rápido el paso del invierno al verano.
Toda la naturaleza florece de una sola vez. Jesús toma esta comparación de la vida de campo para que sus oyentes entiendan la dinámica del tiempo futuro. Cuando la higuera empieza a echar brotes sabemos que el verano está cerca. Así los que estén atentos comprenderán a su tiempo, que está cerca el Reino de Dios. Sabrán interpretar los signos de los tiempo.

Algunas de las cosas que anunciaba Jesús, como las ruinas de Jerusalén, sucedió en el presente de la generación que estaba escuchando, al mismo Lucas. Otras cosas anunciadas llegarán más tarde pero sus palabras no pasarán. Jesús inauguró hace dos mil años, el Reino de Dios que todavía está madurando. No alcanzó la plenitud que será en la eternidad.

El hacer madurar, el hacer florecer nos lo ha encomendado a nosotros, a su Iglesia. Que animada en todo momento por el Espíritu, mantiene, conserva y anima esta misión. Como el árbol tiene la sabia que recibe de la tierra para producir a su tiempo, los brotes, flores o frutos. Nuestra historia fue iniciándose con Jesús y hoy estamos llamados a dar nosotros esos frutos de santidad. No hace falta estar pensando que el fin del mundo es inminente, que ya llega. Porque estamos continuamente creciendo y caminando hacia delante. Cayó Jerusalén, más tarde cayó Roma, la invencible. Más tarde, otros imperios e ideologías, también cayeron.

La comunidad de Jesús, generación tras generación, en medio de luces y sombras, de aciertos y desaciertos, de pecado y de gracia, de marchas y de detenciones, está tratando cada día de transmitir al mundo sus valores. No somos nosotros una burbuja, no somos una isla. Demos gracias por que nosotros continuamos lo que otros comenzaron.

Desde los apóstoles, pasando por tantas generaciones de hombres y mujeres que desde el bautismo fueron luchando para que este Reino llegue hasta hoy. Regaron esta tierra, algunos con su sangre. Todo fue a abonar la higuera florecida. El Reino de Dios que ya está con nosotros. Te invito dar gracias a Dios por todos los que testimoniaron la fe que hoy estás viviendo. Por aquellos que te enseñaron a descubrir estos brotes de salvación. Jesús vino a instaurar el reino. Le dio por decirlo de alguna manera, el punta pie inicial.

Haz un momento de reflexión con música que te ayude a la oración ¿Cuáles son los brotes que estás viendo hoy? ¿Cuáles son esos brotes que hablan de que el reino de Dios avanza y gana su espacio? No pienses en los grandes acontecimientos de la historia. Tampoco en los que te pasaron hace dos, cuatro, diez años atrás. Anímate a pensar en los brotes que estas viendo salir estos días, los pequeños y sencillos, como esa punta verde que asoma en la rama seca de la higuera. Dicen que en Palestina, la higuera en el invierno es una de las plantas que parece estar perdida por lo seca. Sin embargo, aparecen esas muestras y señales de vida.

La primavera habla del agradecimiento a Dios, sobre todo para los que vemos a la vida como un camino hacia ese verano que en Jesús, es el Reino de Dios. Este reino que explota y que viene, que nos trae vida nueva y esperanza. El reino de Dios, es Él en el mundo, en el corazón del hombre, en cada rincón de la sociedad. El Reino de Dios, su amor y su presencia, quiere inundar de verde esperanza como la primavera enciende de verde todo nuestro paisaje.

No olvidemos tampoco, que en esta realidad del Reino de Dios, cuando Jesús habla de cercanía y de liberación está hablando de lo que pronto le pasará. Da un paso y léelo en el capítulo 22 de San Lucas.

Está hablando de que a Él le llega el momento de la pasión. Inmediatamente después de este discurso que había comenzado en el templo ante tanta belleza, ante la majestuosidad de los adornos y cuando Jesús habla de que va ha ser destruido, está molestando a muchos. Por eso en el capítulo 22 comienza a gestarse la pasión.

Buscan la manera de acabar con Él. Es hermoso escuchar, una y otra vez: “enderécense, el Reino de Dios está cerca”. De esta manera, Jesús da una imagen distinta a sus amigos y a nosotros, de que es la muerte y el fin del mundo. A los no creyentes esto hace temblar. A nosotros nos llena de esperanza. Ésta es simbolizada en el verde como los brotes de la higuera. En el pasaje bíblico, Jesús indica de que modo se deben interpretar los signos de los tiempos.

Para ellos usa una metáfora agrícola fácilmente comprensible. Del mismo modo que un árbol anuncia sus frutos por medio de las flores y los retoños, de la misma manera, la realidad muestra los signos de lo que está por venir. No se trata de hacer cábalas para el futuro sino de descubrir en el presente los signos de los acontecimientos que vienen.

La comparación que Jesús propone, advierte al pueblo sobre los peligros que conlleva el asegurarse únicamente las garantías que ofrece un lujoso y majestuoso templo. Centro de la religión y de la economía. Estas seguridades los volvían ciegos ante los signos del Reino que Dios suscitaba en medio de ellos. Esta ceguera no tiene solamente dos mil años de antigüedad. Esta ceguera es, también hoy, un peligro para nosotros. Cuantos están esperando que se apague el sol por unos minutos. Que las estrellas caigan esquivando a la Tierra para decir “aquí esta cerca Jesús”. Están esperando estos signos extraordinarios no lo descubren en la sonrisa de un niño, en el compartir la palabra y un mate, en el escuchar al que sufre, en sentirse comprendido en el dolor.

Cuantos ciegos siguen estando alrededor nuestro. Es que están esperando lo grandioso, lo lujoso y lo majestuoso. Están esperando que este reino se exprese y se manifieste al mejor estilo de las películas de ciencia ficción. Ante la cegueras manifiestas de los líderes oficiales y populares, Jesús trata de mover la conciencia mediante la enseñanza. Su intensión es despertar a la multitud para que perciba los signos de la destrucción en medio de las falsas enseñanzas. A Jesús, el tiempo le dará la razón pero será demasiado tarde.

Si no abrimos los ojos no podremos descubrir como actualmente hay muchos falsos maestros que se presentan y prometen como decimos “el oro y el moro”. Envuelven a multitudes en discursos que parecen pero que no son espirituales. En trabajosas terapias y métodos. Aunque la intensión sea buena, se olvidan de lo fundamental. La realidad no es para ignorarla sino para transformarla. No tenemos que evadirnos, elevarnos o sacarnos del mundo para que se nos vayan los problemas.

Tenemos que transformarlos. No podemos con métodos y formas mágicas, evadirnos así porque si. Es que al mal lo combatimos concretamente con el bien. Por más que lo ocultemos como la tierra debajo de la alfombra sino lo transformamos con el bien, el mal seguirá haciendo su obra.

Deja resonar en tu interior las palabras del salmo 84 (83), 3 – 5; para gozar la dicha de quien mora en la casa de Dios y desea que sea casa de todos. “Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente. Hasta el gorrión encontró una casa, y la golondrina tiene un nido donde poner sus pichones…¡Felices los que habitan en tu casa y te alaban sin cesar!” .

A nosotros nos toca interpretar los signos de la llegada del Reino de Dios. Seguiremos oyendo noticias de terremotos, de tsunamis y de guerras frutos del odio entre los hombres. Jesús nos enseña a fijarnos en los brotes, en lo pequeño, en lo que no se ve en la televisión o en revistas de chismes

¿Te imaginas un Paparazzi fotografiando a un joven ayudando un sábado a la tarde en el hogar de ancianos o a las mujeres de Cáritas tejiendo cuadraditos para hacer colchas? Lo decisivo se juega en lo cotidiano.

De los valores de todos los días depende la profundidad y los aciertos de los frutos ¿A caso pueden nacer los frutos sino nacieran los brotes? Dice Jesús: “Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano”.

No es fácil discernir. El discernimiento pide capacidad de silencio y soledad. Precisamente esto lleva tiempo. Miren y sabrán. Hay que estar atentos a las señales de los tiempos y lugares. Son elocuentes para indicarnos algo de la voluntad de Dios para nuestras vidas. El Concilio Vaticano II retomó con fuerza, el tema de los signos de los tiempos.

Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos. Es necesario comprender el mundo en el que vivimos, nos dice el Concilio Vaticano II. Sus esperanzas y sus aspiraciones. En el fondo no debemos encontrar la fecha de cumplimiento de profecías viejas y premoniciones presuntivas. Es la cercanía o la lejanía del reino, lo que nosotros podemos y debemos discernir entre los signos de los tiempos ¿A caso pueden nacer los frutos sino nacieron los brotes?

Si puedes hacer la experiencia de ponerte frente a alguna planta o un árbol que tengas en tu casa, tal vez puedas ver uno lleno de brotes, de hojas y de flores. Mientras puedas contemplar el reverdecer de la planta y los frutos, haz memoria. Porque el árbol que ves o que te imaginas como recuerdo, ha florecido muchas veces a lo largo de los años, como vos lo hiciste. No dejes que los inviernos entristezcan tu vida. Descubrí brotes, hojas, flores y frutos. Dale gracias a Dios por todo lo que te regaló a vos y a tu familia.