La paz esté con ustedes

viernes, 4 de abril de 2008
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Los discípulos que retornaron de Emaús a Jerusalén contaron lo que les había pasado en el camino, como habían reconocido a Jesús al partir el pan. Todavía estaban en su relato hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”.  Atónitos, llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: “¿Por qué están inquietos y se les presentan esas dudas?. miren mis manos, miren mis pies, soy Yo mismo, tóquenme.  Vean, un espíritu no tiene carne ni hueso como ven que Yo tengo”.  Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.  Era tal la alegría y la admiración de los discípulos que se resistían a creer.  Pero Jesús les preguntó: “¿Tienen aquí algo para comer?”.  Ellos le presentaron un trozo de pescado.  Él lo tomó, lo comió delante de todos.  Después les dijo: “Cuando todavía estaba con ustedes, Yo les decía es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la ley, en los profetas y en los salmos”.  Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las escrituras y añadió: “Así estaba escrito el Mesías debía sufrir, resucitar de entre los muertos al tercer día.  Comenzando por Jerusalén en su nombre, debía predicarse a todas las naciones la conversión, para el perdón de los pecados.  Ustedes son testigos de esto.”

Lucas 24, 35- 48

El proceso de la Pascua, el del encuentro con la Gracia de la Resurrección, que despierta gozo y disipa la tristeza, el dolor, la angustia, la depresión, la desolación, el desierto del corazón, lleva sus tiempos, donde el pedagogo, Maestro Jesús, va como ganando progresivamente el corazón de los discípulos. Haciéndolos salir de aquellos lugares de muerte, donde ellos permanecen en sus propios sepulcros, y haciéndoles de a poquito abrir y correr la piedra que impide que vean la luz.

Que descubran la claridad, que se familiaricen con el gozo, como un nuevo estado interior. Ese al que estamos verdaderamente llamados a vivir en alegría, en felicidad, en plenitud. Por eso la reiterada manera en la que el Señor se manifiesta, que se hace presente.

Para cada uno de nosotros el mensaje del gozo, como para cada uno de los discípulos en aquel tiempo, tiene características distintas: en algún caso Jesús se hace pescador, en otro caso se hace peregrino, Jesús se reviste de figura de un jardinero. Aparece él mismo con sus manos, con su costado abierto, con sus pies traspasados. Y siempre el mismo mensaje, como una y otra vez: LA PAZ ESTÉ CON USTEDES.

Cuando uno permanece en un estado interior de tristeza, de desgano, de melancolía, de agobio, de sobrecarga, de angustia, encontrarse con esta otra dimensión, la del gozo, la de la paz, la de la alegría, la de la plenitud, desconcierta, descoloca. Y como no estamos habituados a vincularnos desde este lugar, entonces creemos que lo que ocurre no es real. Porque nuestra realidad ha estado más familiarizada con la desolación, que con el consuelo, ha estado más de la mano del dolor, de la muerte, que de la alegría y la felicidad. Entonces, aun cuando las cosas vayan bien, y vaya nuestra mirada como contemplando que lo nuevo es real delante de nosotros, todavía las dudas nos ganan el corazón. Y con cierta desconfianza, miramos para un lado y para otro para ver si lo que est