La Pena de Muerte

miércoles, 8 de abril de 2009

Este tema surge a partir de la muerte del decorador y amigo de Susana Jiménez  y Susana en un arrebato de bronca de alguien que esta dolida, nerviosa, expresa “el que mata debe morir” y aboga por la pena de muerte. Después ella confirma que piensa eso y que también cree que tiene que volver el servicio militar obligatorio. A raíz de la popularidad de la figura de Susana y también a raíz de la profundo enojo, la ira, la impotencia y el miedo que hay por el tema de la inseguridad, hace que surja un debate acerca del tema de la pena de muerte. Me ha llamado la atención la superficialidad del debate, por eso me gustaría dentro del marco de la radio poder aportar una reflexión al tema. Primero es importante que cada uno se conecte con lo que realmente piensa sobre el tema y no experimente vergüenza de lo que piensa y lo pueda expresar respetuosamente. Es bueno saber que en el mundo hay gente muy seria, responsable, reflexiva que consideran la pena de muerte como una alternativa, es bueno saber que la Iglesia considera la pena de muerte como un recurso extremo o extraordinario para situaciones muy graves, en fin me gustaría instalar el debate a este nivel, un nivel de reflexión que vaya mas allá de los instintos personales de venganza, de las broncas, de las iras o bien de posiciones ideológicas.
La pena de muerte tiene mucha historia, en el siglo XI se comienza a rechazar en la Iglesia la pena capital, en el siglo XVIII  se empieza a plantear si esta pena cumple con una utilidad dentro de la sociedad y entonces la pena de muerte empieza a circular en el contexto social como algo cruel y despiadado.
Defensores de la pena capital han sido Rousseau, Garofalo, Alfonso de Castro, Balmes.  Rousseau en el “Contrato Social” decía lo siguiente:   “Todo malhechor atacando el derecho social conviertese en rebelde y traidor a la patria, la conservación del Estado es incompatible con la suya, es preciso que uno de los dos perezca.” Y por otro lado encontramos a Unamuno, a Peregrino a Voltaire  a Rossi, etc. Rossi distingue  entre el presente y el futuro y afirma que la pena capital cumplía  una función positiva en una época determinada y que tiene que ser abolida cuando deja de cumplir esa función, pero el más destacado de todos los detractores de la pena de muerte sería Becaria en la obra “De los delitos y las penas” donde dice que la pena de muerte es inútil.
Lo que yo experimenté charlando con la gente es: que no tiene nada que ver si la pena de muerte hace descender los niveles de delito o no,  si tiene un efecto intimidatorio para que las personas que van a cometer delitos graves no lo hagan por miedo a la pena de muerte. Las estadísticas son muy complejas, de todas maneras la tendencia generalizada de los analistas del tema es que la pena de muerte no ha intimidado en el descenso del delito. Pero yo no sé si a la gente le interesa que la pena de muerte instalada entre nosotros realmente produzca una respuesta para que no se cometan mas delitos, me di cuenta que lo que las personas estaban diciendo es a tal hecho corresponde tal pena, como un innato sentido del equilibrio, de la justicia, de la proporción. Me di cuenta que la gente piensa hay una alteración entre los deberes y los derechos, hay un desorden, hay mucha gente que siente que lleva muchos deberes en sus espaldas y que tiene pocos derechos, y hay mucha gente que siente que no tiene ningún deber y tiene muchos derechos. Como se lee esto: Deberes: pagar impuestos, trabajar muchas horas, educar mis hijos, llevarlos al colegio, hacerme responsable de las cosas que hago, respetar las pautas, etc. muchos deberes, no puedo vacacionar, y encima vienen y me roban lo poco que tengo…. Muchos deberes pocos derechos… y el que viene y me quita todo lo que he logrado construir, no tiene ningún deber, porque no trabaja, no paga impuestos, no estudia, etc. y cuando lo ponen preso tiene todos los derechos. Esto es lo que la gente está sintiendo, un caos, un desorden, un quiebre entre la causa y la consecuencia, entre los derechos y los deberes. No está pensando si el delito va a bajar o no con la instalación de penas severas, está necesitando el reestablecimiento de un equilibrio porque se les está moviendo el piso y sienten que hay injusticia.

Vamos a hablar con Juan Pablo Chirinos y le preguntamos que piensa de este tema, que opinión te ha dejado este debate sobre la pena de muerte?

JP: Creo que el debate público es un reclamo generalizado de seguridad y en ese marco la gente pide en la pena de muerte, creo que la pena de muerte como solución al problema de seguridad no tiene sentido. La pena de muerte no baja ninguna tasa de criminalidad en ningún lugar del mundo, tiene resabios históricos que hace que en ciertos lugares del mundo se siga aplicando.

GLS: quedé impactada  90 de 116 lugares del mapamundi tiene la pena capital.
 
JP: La Argentina tenía hasta hace poco tiempo delitos en que el código de justicia militar preveía la pena de muerte.

GLS: Realmente Latinoamérica sería como el foco abolicionista, se le llama abolicionista a todo aquel que desde el siglo XIX  en adelante ha luchado en contra de la pena de muerte

JP: Te diría que los abolicionistas para los penalistas tienen una connotación mas amplia que es que están en  general en contra de la aplicación de penas por parte del Estado. El abolicionismo es un movimiento nacido en Noruega, Dinamarca que fue muy importante para la criminología porque planteaba de hecho que las penas como las tenemos concebidas no tienen sentido y que habría que buscar la abolición del derecho penal como tal y de las penas en particular.

GLS: Eso sí que es el otro extremo!! Y cómo se plantean la corrección del delito, la justicia…

JP: Hay un profesor noruego humanista, maravilloso Nihl Christie que plantea que hay alternativas a la pena, dice que en nuestras sociedades modernas se ha perdido el contacto entre las personas y ese contacto hace que ciertos mecanismos informales de corrección que antes funcionaban, hoy no funcionen, y lo plantea en distintos niveles. Una de las experiencias reconocidas a nivel mundial es la de Sudáfrica cuando se hicieron los llamados “Juicios de la Verdad”. En Sudáfrica cuando se planteó el tema de cómo se trataba los delitos producidos durante ese apartaid, llegaron a la conclusión que imponer penas a este tipo de delincuentes no reparaba para la sociedad el daño que habían producido, entonces eran juicios donde todas las víctimas contaban su sufrimiento frente al victimario y esa pena social era mucho mayor a cualquier otra pena que se le pudiera imponer. De hecho muchos tuvieron condenas cortas al cabo de estos procesos  pero como proceso de sanación público fue muy efectivo. Christie propone soluciones así, la justicia penal juvenil de Nueva Zelanda tiene también un ejemplo de justicia restaurativa y de falta de imposición de penas que es muy interesante. Ahí se trata de hacer responsable al adolescente que cometió un delito en conjunto con la sociedad donde cometió ese delito, se cita a los padres, a la escuela, a todos los organismos que están atrás, el delito de un adolescente muestra algo más que solamente la conducta de ese adolescente. Mandarlo a un reformatorio no tendría sentido, entonces se busca un proceso de sanación social que lleve a esto. Los abolicionistas proponen este tipo de enfoques frente al delito.

GLS: Me parece fascinante, pero no será que funcionan dentro de una sociedad donde hay mucho orden mucho respeto por las pautas, como Dinamarca o Noruega

JP: Si, pero en Sudáfrica el índice delictivo es muy superior al nuestro. En las discotecas de Sudáfrica tiene guarda ropa para la ropa y otra para las armas, la gente anda armada, y sin embargo en este contexto estos procesos fueron muy buenos

GLS:Vos crees que estos sujetos que no tienen conciencia les puede importar la condena social? Cuando no hay conciencia no hay pena porque no hay sentimiento de culpa

JP: Yo tengo una posición humanista de que el hombre tiene sentimientos y si lo deshumanizamos deja de ser una persona, la pena de muerte deshumaniza la persona y además la pena que aplica el estado es imponer dolor y sufrimiento concientemente a otra persona. Entonces se critica a todas las personas que han hecho crímenes horrorosos de infringir dolor y nosotros como sociedad resolvemos aplicar concientemente ese dolor, porque la pena es sufrimiento, la raíz misma de la palabra lo dice.

GLS: Tiene incluso una base religiosa, que es la expiación, el dolor produce una expiación de la culpa.

JP: Pero en este contexto la pena de muerte es negar toda posibilidad de expiación  y además  si nos colocamos como sociedades es pensado concientemente de que el hombre tenga posibilidad de recuperación, entonces lo matamos. Soy conciente de que hay muchos delincuentes que tienen que pasar un tiempo apartados de la sociedad como para hacer una reflexión de lo que ha pasado y poder reintegrarse a esta, pero esa es la misión conciente que tenemos nosotros de que la cárcel tiene la misión de resociabilizar al interno. Si lo queremos hacer en términos jurídicos, hoy en día en la Argentina, la pena de muerte es inconstitucional y para poder reimplantarla tendríamos que denunciar un montón de tratados, los países que los adoptaron estaban obligados a no extender esta pena de muerte a otros delitos y si la suprimían como lo hizo la Argentina, no restaurarla.

GLS: También hay que decir que las Naciones Unidas ha hecho pública su rechazo a la pena de muerte y nosotros hemos firmado esta proclama pública.

JP: Esto que vos decías de los 90 países que adhieren a la pena de muerte, hay muchos que la tienen pero lo real  es cuantos países de esos  llevan a cabo ejecuciones. Hay una conciencia mundial de que  si se busca la pena de muerte para disuadir el delito, no funciona. Incluso en Estados Unidos se estudió mucho. La gente que sabe que va a recibir la pena de muerte, el margen de violencia en el delito le interesa poco y nada porque ya sabe que está condenado a muerte y entonces hace lo que quiere, con lo cual tiene el efecto contrario, no tiene efecto disuasorio y además una vez cometido el delito lo habilita para hacer cualquier cosa. Desde el punto de vista humano es perder toda esperanza de que ese  ser humano se recupere. La pena de muerte le hace perder sentido a todo el sistema de justicia porque  el sistema no está enfocado a hacer sufrir a una persona, está enfocado a encontrar un responsable y que esa persona pase por un proceso que lo devuelva a la sociedad como mejor persona. Acá habría que analizar el tema de las cárceles.
Y todo esto sin hablar siquiera del error judicial, la pena de muerte no tiene retorno, si yo me equivoqué cuando impuse una pena  ya no hay posibilidad de volver.

GLS: los que están a favor dicen que el riesgo es mínimo dada la cantidad de garantías jurídicas que tiene el condenado y la revisión obligatoria de las sentencias

JP: Nosotros no tenemos pena de muerte, pero vayamos a Estados Unidos y veamos cuantas penas de muerte se condonaron por errores. Desde que se descubrió el tema del ADN, hay un proyecto público de abogados que litigan especialmente los casos que están en los corredores de la muerte para tratar su inocencia a través del recurso del ADN  y han logrado importantes liberaciones. Siempre los sistemas jurídicos tienen un margen de error y si hay una pena que hace imposible solucionar ese error, una de las dos cosas no debería existir.

GLS: vuelvo al tema que inicio esta conversación, no me parece que las personas tengan su vista puesta en el mas allá, en si es efectivo o no, o en el control de delito; lo que me parece mas fuerte como reclamo es la equivalencia entre el delito y la pena.

JP: El primer principio de equivalencia de justicia es la Ley del Taleón, pero con el ojo por ojo termina todo el mundo tuerto, además no es el principio que hemos adoptado en la Argentina y nos llevaría a situaciones comprometidas. ¿Yo le produzco dolor a una persona, cómo mido ese dolor para aplicárselo al delincuente? Esto es lo que la gente no termina de asumir. En Estados Unidos antes de integrar el jurado las personas deben responder a la pregunta si estarían dispuestos a aplicar la pena de muerte, sino no pueden acceder al caso que tiene prevista la pena de muerte. Estas personas que son favorables a la pena de muerte al momento de decidir, no imponen la pena de muerte porque es muy difícil asumir personalmente uno que va a matar a esa persona.

GLS: Muchas gracias y vamos a profundizar luego el tema de los abolicionistas que me pareció muy interesante

JP: Si, Christie el primer trabajo que hizo fue sobre el personal noruego que había en los campos de concentración y encontró que la diferencia entre vivir o no era tan simple como haberse humanizado frente a los ojos de la persona que estaba a cargo del campo de concentración, y el veía que entre el peor asesino y el hombre común a veces era una cuestión de circunstancias. El dice: Yo porque tenía 13 años cuando empezó la guerra, si hubiera tenido 17, a lo mejor yo era uno de esos guardias del campo de concentración, cunado empieza a hacer entrevistas a los viejos guardias, fue uno de los puntapiés de Christie hacia el abolicionismo, Gutman lo hace desde su sufrimiento personal, el descreer de un sistema de penas que pueda reparar algo, Gutman proponía directamente la muerte del derecho penal y Christie algún resabio deja. Su último libro se llama “Una sensata cantidad de delitos” donde propone cuáles son los delitos que deberíamos legislar, el mínimo posible  y que hay un núcleo de delitos que ofenden a la sociedad y esa persona debería salir del ámbito social y estar en un lugar restringido.

GLS: Yo estuve trabajando en varias oportunidades en la cárcel y tengo esta impresión personal. Hay un tiempo de la pena que es demasiado corto para que la persona reflexione, hay un tiempo de la pena que es óptima porque la persona realmente inicia un proceso de reflexión en la soledad  de su vida y generalmente la pena excede ese tiempo y a partir de un determinado momento, la persona reflexiona y la pena que está de más y el dolor que está de más que se vive como un plus, sólo produce resentimiento y empieza a carcomer el arrepentimiento y la reflexión que la persona hizo.

JP: Yo trabaje organizando el sistema carcelario en Río Negro y cuando mas estudias el tema llegas a la conclusión que  más del 60% de las personas que están en la unidad carcelaria  podrían vivir sin rejas en unidades abiertas con poca vigilancia que no se escaparían, porque saben que han cometido un delito y se quedan adentro. El otro 40% se escaparía, es un derecho humano básico del ser humano querer escaparse, es la aspiración  a la libertad, como guardia cárcel hay que tratar de evitarlo, y de ese 40% esos presos salvajes que matan a otros etc., no llegan al 5% de la población, lo que pasa es que por políticas carcelarias hay veces que ese 5% están concentrados en una unidad entonces esa es muy peligrosa. En general los presos son gente joven, gente pobre… La gente que pide la pena de muerte no se da cuenta de cómo funciona el sistema penal, es un sistema disfuncional, en general al pobre al que no tiene recursos lo termina condenando incluso por delitos tontos. Hay una estadística de las Compañías de Seguro que dice que por cada juicio que la tienen que pagar después de un juicio gastan  la misma plata que arreglando 20 juicios, es una cuestión económica. Cuando en la Justicia extrapolas esta situaciones  carcelarias te das cuenta que si la plata que se invierte en cada detenido dentro del sistema penitenciario se invirtiera  en otras políticas seguramente sería mas redituable.

Ahora vamos a conversar este tema desde el punto de vista espiritual, con el Padre Rafael
Velasco de la Universidad Católica de Córdoba

PV: Buenos días Gabriela,

GLS: Cómo es la relación de la Iglesia con la pena de muerte?

PV: Es una pregunta de larga respuesta, la doctrina de la Iglesia respecto a la pena de muerte ha ido cambiando a lo largo del tiempo. La Iglesia ha sido deudora durante demasiado tiempo de la doctrina de Santo Tomás, donde justifica la pena de muerte con algunos criterios, estamos hablando de la Edad Media (1200), la Iglesia sostuvo esa posición pero con el tiempo se fue avanzando en el pensamiento y en el catecismo se nota ese cambio y Juan Pablo II en el Evangelium Vitae dice que estos casos son inexistentes, es decir no va a negar lo que dice Santo Tomás pero está diciendo no.

GLS: Hay un elemento que le dificulta mucho a la Iglesia y con el a muchos cristianos, que es el tema de la expiación. Tenemos muy metido dentro que el dolor produce expiación de la culpa.  Me podés decir de que se trata esto?

PV: Yo diría que esto va más allá de la expiación de la culpa. La expiación de la culpa tiene un sentido hasta religioso, creo que estamos con la ley del Taleón, ojo por ojo, diente por diente, esa ley del Taleón de Moisés en el fondo refleja lo que hay en el corazón humano, es una venganza proporcionada. Y en este reclamo de la pena de muerte se juntan muchas cosas, la inseguridad, la frustración, la inoperancia de un Estado  que no está donde tiene que estar, lo cual no justifica el reclamo porque no se tiene en cuenta el problema de fondo.  Es decir nosotros los “decentes” que nos sentimos amenazados por los “indecentes” (los delincuentes) son todos vagos y hay que matarlos.
Creo que hay una cuestión más honda que la expiación, creo que hay venganza, autoprotección, impotencia etc. por eso creo que este reclamo es una cosa muy seria y alarmante.

GLS: también me parece muy serio esto que brota de adentro de las personas víctimas de algún delito: “no puede ser que esta persona esté libre después de todo el daño que me ha hecho”

PV: para eso están las cárceles, hay un sistema penal  que debería ser replanteado de otra manera, que debería rehabilitar a las personas y no ser lo que es, donde las personas que entran salen peores.  Que uno diga que no a la pena de muerte no significa que no debe haber una sanción social, claro que debe haberla, pero sostener que la sanción debe ser la pena de muerte es una cosa de locos.

GLS: Y encima dicen pagar para que el preso viva…

PV: y bueno, si la sociedad no pagó para que el preso se eduque, deberá pagar para que el preso viva. Acá le damos la espalda al problema central que es la exclusión social. ¿Cuántos de los que están en la cárcel tiene educación universitaria, han logrado un secundario etc.? Entonces ¿queremos cortar el hilo por lo más delgado, y los problemas de educación, de exclusión social, de falta de acceso a la salud? ¿La gente no piensa que eso puede ser la causa de tanta violencia? Que gente sin ningún tipo de esperanza se largue a robar, a matar, no se piensa que esa es una de las causas reales de la violencia que estamos sufriendo, que no se soluciona trayendo más policías a las calles, o bajando la imputabilidad?
Me parece que es absurdo, que hay una gran miopía en el planteo, que no se termina de ver la realidad social en su totalidad.
Creo que este tema exorciza muchos demonios, en un contexto tan complicado como en el que estamos, de mucha tensión social, de frustración en mucha gente, es como echarle nafta al fuego, es un catalizador y la gente descarga su rabia con esto, es irracional la argumentación que se suele hacer, uno descarga  el odio, la rabia y la impotencia y la pone allí, hay que matarlos o que se pudran en la cárcel. La cárcel debe ser otra cosa, un lugar donde la gente pueda rehabilitarse, estudiar, las penas deberían ser de efectivo cumplimiento para que haya una sensación de que la ley se cumple.

GLS: En realidad nos quedamos con el problema de la inseguridad sin que se note una política decidida, urgente  y eficaz para combatir la raíz. Estamos realmente desesperados porque vemos una ola tremenda de violencia que engendra más violencia.
Voy a leer en el catecismo  el nº 2266 dice “la preservación del bien común de la sociedad exige  colocar al agresor en estado de no poder causar perjuicio, por este motivo la enseñanza tradicional de la Iglesia ha reconocido el justo reconocimiento de derecho y de deber de la legitima autoridad pública para aplicar temas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir en casos de extrema gravedad  el recurso de la pena de muerte. Las  penas tienen como primer efecto el de compensar el desorden introducido por la falta, cuando la pena es aceptada voluntariamente por el culpable tiene un valor de expiación”

PV: Alguien que expía, es alguien que dice yo lo he hecho y ahora estoy pagando por lo que hice, ese es el sentido expiatorio. Yo haría una reflexión más respecto a esto. Creo que una de nuestros defectos que hemos tenido como Iglesia ha sido que nos hemos tratado de convertir más en una agencia de moral internacional que en promover la experiencia del evangelio de Jesús.
Santo Tomás es un Doctor de la Iglesia y no podemos desdecirlo pero  quizá sea hora de pensar que lo de Santo Tomás en su contexto ha sido valioso pero  hoy nosotros deberíamos decir otra cosa,

GLS: Muchas gracias padre. 
Continuando con el tema y con orgullo digo que es un orgullo que América Latina sea un bastión de resistencia de la pena de muerte, a continuación voy a leer, y con esto terminamos un poema de María Elena Walsh que dice así:

“Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.
Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.
Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.
Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.
Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.
Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.
Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.
A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas”.