La Perla Escondida

jueves, 28 de agosto de 2008
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Dice Jesús en el Evangelio de Mateo 13, versículo 44: El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el hombre que lo descubre lo vuelve a esconder, y de tanta alegría, vende todo lo que tiene para comprar ese campo. El reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas, si llega a sus manos una perla de gran valor, vende cuanto tiene y la compra. Estos tres versículos nos abren la reflexión de nuestro tema central de hoy.
Uds. saben que por tiempos de Jesús había ya una parábola judía que circulaba en los haberes populares de aquel entonces, y la parábola contaba que un señor tenía una cantidad de chatarra y se la vende a un chacaritero, pero no la había revisado, no la había examinado, al poco tiempo lo ve pasar al comprador con toda una hilera de esclavos, elefantes, había construido un palacio… Resulta que en medio de la chatarra había encontrado un tesoro, y cuenta la fábula que el señor vendedor de toda la chatarra se descompuso de la rabia que le dio ver que había vendido un tesoro por dos mangos. Esta es la parábola que venía rotando de boca en boca en los tiempos de Jesús.
Jesús la toma y la transforma en esto: El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el hombre que lo descubre lo vuelve a esconder y de tanta alegría vende todo lo que tiene para comprar ese campo. Hay acá algunas cosas interesantes que Jesús le pone a este relato. Por empezar le saca lo de la bronca, lo de la envidia, lo de la rabia porque quiere destacar fundamentalmente la alegría que da encontrar un tesoro. No dice que hace ese hombre que encuentra un tesoro escondido con él, no lo dice, no dice si compra un palacio, si compra esclavos, si hace viajes, no dice nada, no importa lo que haga con ese tesoro, el Señor quiere rescatar aquí la enorme alegría que lleva a que este señor venda todo lo que tiene para comprar ese campo, y lo mismo hace para reforzarlo, agregándole esta otra forma de la misma parábola de este comerciante que busca perlas finas y que llega a sus manos una perla de gran valor, vende todo cuanto tiene y la compra. En definitiva el mensaje que nos quiere trasmitir este conocedor de almas humanas, de corazones humanos, es muy claro. Vamos a tratar de vivirlo hoy.
Jesús es un maestro del relato, en tan poquitas palabras nos dice tantas cosas. Jesús nos dice: El reino de los cielos es semejante, primero a un tesoro, y en el segundo caso a un buscador. Hoy están muy de moda en las películas las aventuras de los buscadores de tesoros, quizá podemos hacer alguna analogía. En todos los relatos de buscadores de tesoros atraviesan por grandes pruebas, se corren grandes riesgos, hay enormes desafíos, y sobre todo en todas estas películas hay un mapa, una señal, un indicio, en el que la persona pone toda su fe, a pesar de que en general estos indicios son bastante misteriosos. Indudablemente podríamos identificar estas características que tienen los buscadores de tesoros de los relatos modernos y posmodernos con lo que el Señor quiere decirnos acá. Jesús es un verdadero descubridor de tesoros, Cristo poseía un increíble don de reconocer la presencia del tesoro escondido, podía detectar tesoros escondidos a cientos de metros, podía detectar los tesoros que moraban en un leproso, podía descubrir las perlas que anidaban en el corazón de  un recaudador de impuestos, podía reconocer el tesoro en las prostitutas, en los publicanos, en los pecadores, en los ancianos, en los niños, allí descubría él, el tesoro o la perla del reino de los cielos, podía detectarlos y podía sacarlos a la luz con una sensibilidad que solo él conocía. Los demás no veían esos tesoros, no descubrían esa perla preciosa, Jesús no era hombre de pisotear tesoros escondidos, no era su costumbre y como defendía, y como se resistía a que otros lo hicieran, con cuanto empeño, cuando grita: las prostitutas y los publicanos entrarán primero en el reino de los cielos que ustedes. Es una imagen interesante la  de Jesucristo, buscador y encontrador de tesoros, para trasladarlo a nuestra propia vida también.
Miremos la superficie de nuestro entorno, miremos el terreno – a lo mejor un verdadero campo de basura – como el relato anterior, el relato judío del cual Jesús toma la idea. A lo mejor en tu vida un montón de chacarita, chatarra, desperdicios, desechos, cosas viejas que no sirven, vidas estropeadas, pidámosle al Señor que recorra el campo de nuestra vida y nos ayude a descubrir nuestro tesoro.
Es buena esta temática del volver, pero no al pasado. En realidad se vuelve porque siempre  estuvo allí enterrado, siempre estuvo allí el reino de los cielos, por eso es volver. No es un volver temporal, es un volver a una dimensión que se pierde fácilmente, como la perla, como el tesoro. Es muy interesante en la parábola esto de que esté escondido, de que no esté al alcance de todos. Y acá hay dos interpretaciones, una un tanto esotérica que es interpretar que el reino de los cielos es un saber, un conocimiento que no está al alcance de todos y que por lo tanto hay que hacer un camino iniciático, arduo y prolongado para acceder a él. A juzgar por los relatos del Evangelio, no sería esta la interpretación correcta del escondite de este gran tesoro que es el reino de Dios en la propia vida, en la comunidad y en la civilización, puesto que justamente aquellos que descubren primero la perla no son quienes están en procesos iniciáticos, esotéricos propios de un discipulado estricto de metodologías o de técnicas de conocimientos o de libros, sino todo lo contrario. Quienes toman la delantera en el descubrimiento de esta perla preciosa son los deshonrado y los sufrientes. El mapa de este tesoro escondido viene por lado del sufrimiento, la perla se esconde en el suelo de la deshonra o de la inocencia, o de la ignorancia, el enigma del sufrimiento tiene una clave y esta sí que es difícil de encontrar, pero no porque haya que hacer un camino oculto o esotérico, es difícil de encontrar porque el dolor tiende a cerrarnos, a encogernos, a contraernos, a contracturarnos, cuando en realidad lo que necesitamos es abrirnos, penetrar en las entrañas del dolor, en la cueva del dolor para encontrar allí oculto un tesoro. Al menos estas son las pistas que va dejando Jesús cuando apunta a los sufrientes contemporáneos suyos. Y de los sufrientes, los despojados, los deshonrados, los últimos, los que están en la periferia, es decir en aquellos lugares a donde a nadie se le hubiera ocurrido ir a buscar un tesoro. Es interesante esta clave, muy paradójica para nuestros estilos de vida. El mensaje fundamental de Jesús  es imaginarse al mismo Jesús como un buscador de perlas, que ha encontrado la perla en el calvario y de tanto gozo que ha tenido al encontrarla, de tanta alegría, vendió todo lo que tenía, su sangre, su vida, su juventud, su inteligencia, su existencia, todo para comprar ese campo para todos nosotros.
Que maravilloso resumen de la fe, estas parábolas, que ahuyentan el miedo y quieren resaltar la alegría del hallazgo. Hay una necesidad de encontrar el equilibrio entre la alegría y el sacrificio, la entrega, la renuncia, porque están relacionados en esta parábola. Jesús a propósito los quiere vincular. El sacrificio se disuelve en la alegría, pero no al revés, la alegría no se disuelve en el sacrificio. El sacrificio es venderlo todo, despojarse de todos los bienes para comprar una perla, es una apuesta muy grande. Jesús quiere rescatar la alegría del encuentro y lo dice claramente: “… de tanta alegría que le da vende todo”, el sacrificio se disuelve en la alegría, son hermanos gemelos, sacrificio y alegría, poda y fruto, morir y revivir, perder para ganar, no conviertan la buena nueva de la alegría en la buena nueva del sufrimiento. Me gustaría que se generara una nueva religión para que quedaran bien claros los que hacen de la buena nueva un mensaje verdaderamente catastrófico. La vida de la fe no es vino espumante y torta, el Señor lo deja claro, es necesario venderlo todo para comprar la perla. No se puede tener la perla sin vender nada. El sacrificio se disuelve en la alegría. Hay una tendencia natural, cultural, filosófica a separarlos, por un lado la alegría se opone al sacrificio, o sacrificio se opone a la alegría, los deberes del derecho, los gozos del dolor, y no solo están unidos en Cristo mismo y en Jesús, sino que están unidos en la misma vida, Jesús buscador de tesoros apunta en circunstancias de la vida exactamente al lugar donde están mas unidos que nunca, en el parto de una mujer, sacrificio, dolor, sufrimiento y gozo. La alegría es más grande que el sufrimiento y del sufrimiento uno no se acuerda. Esta clave del Evangelio tenemos que defender.
Interesante esta parábola para convertirnos nosotros en buscadores de tesoros, a veces como en el comerciante, la perla llega. Y si has pasado por esa alegría, te pediría que recuerdes la desbordante alegría de haberse encontrado con el Señor, la alegría del descubrimiento, la alegría de la presencia de Dios, la alegría como pilar que produce un cambio tan profundo en la vida, y después vendrá el sacrificio, pero es la alegría la que nos moviliza y la que nos mueve. Por eso gastamos todo, vendemos todo, la emoción de poseer esa experiencia, esa apertura al mundo que nos hace vivir la experiencia de la fe, que excede todo límite, que se apodera de nosotros, este entusiasmo de dejarnos llevar por esa alegría que se va infiltrando en rincones que ni siquiera conocíamos de nuestro corazón. Porque la alegría abre puertas que estaban totalmente cerradas, esa alegría que ilumina nuestra mente y nos hace ver todo tan diferente. Esa experiencia de sentir que nada tiene valor en comparación con este valor sin par, ni la propia vida, porque su amor vale más que la vida. No sé si me quiero morir o me quiero quedar, decía Pablo. Me quiero quedar para seguir con ustedes, pero cómo me gustaría irme para estar al lado de Jesús.
No hay precio que no se pague por esta perla preciosa. La renuncia es incondicional, el alma se rinde, te lo doy todo, estoy dispuesto a todo con tal de que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas, esa renuncia incondicional no se siente como tal. Mientras el mundo la va viviendo como un gran esfuerzo como un gran costo, para nosotros es el resultado lógico del descubrimiento que hicimos, lo decisivo no es lo que los hombres dejan, lo que los hombres sufren, lo importante no es lo que queda atrás, lo importante es el motor que nos lleva y nos impulsa a  hacerlo, es la experiencia del esplendor del descubrimiento que hemos hecho, así sucede cuando encontramos el reino de Dios.
El efecto de esta jubilosa noticia es irresistible, es seductor, llena el corazón de gozo, hace que el objetivo de la vida sea la consumación de ese destino recién parido que tenemos en el corazón.
Cuando veamos cosas heroicas en los Santos, en la vida, no pensemos en el sacrificio o en el esfuerzo, pensemos en que grande y que fuerte debe haber sido el motor (un gran amor, un ideal, un gran sueño) que le llevó a hacer tales cosas. No acentuemos el lado oscuro, doloroso o de sacrificio, acentuemos aquello por lo cual las personas son capaces de dejarlo todo, acentuemos la perla, no los bienes vendidos, acentuemos el tesoro no todo lo que se pierde por él, y de esa manera estaremos mas preparados para leer la verdadera brújula que el Señor nos ha dejado.