La resurrección de Cristo

viernes, 29 de abril de 2011
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”Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan? ¡Si no hay resurrección, Cristo no resucitó! Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes.

 

                                                                            I  Corintios 15, 12-14

 

 

 Igualmente mas adelante dice Pablo, somos vanos testigos de este misterio.

Nosotros queremos ser testigos reales de la resurrección de Jesús.

Es un punto clave a dicho Benedicto XVI, en Jesús de Nazaret, desde la entrada de Jerusalén hasta la resurrección, el poder trabajar sobre el dato, el acontecimiento de la resurrección. Que Jesús sólo haya existido o que en cambio exista, también ahora depende de poder nosotros concentrar nuestra mirada en la resurrección. En el sí o en el no a esta cuestión, no está en juego un acontecimiento más entre otros sino, la figura de Jesús como tal. Es lo que dice Pablo, si Cristo no ha resucitado, es vana nuestra fe. Es lo que afirma Benedicto, estamos en un punto central del misterio de Cristo de Jesús de Nazaret. Por lo tanto dice el Papa, es necesario escuchar con atención particular los testimonios de la resurrección. Para ello antes debemos dejarnos contagiar por estos testimonios. ¿Qué pasó allí? Es la pregunta que produce en el comienzo de su reflexión en torno al tema, Benedicto XVI.

Para los testigos que había encontrado resucitado, esto no era ciertamente nada fácil de expresar. Se encontraron ante un fenómeno totalmente nuevo para ellos. Superaba el horizonte de su propia experiencia.

 San Marcos nos dice, que los discípulos cuando bajaban del monte de la transfiguración, reflexionaban preocupados sobre aquellas palabras de Jesús según las cuales el hijo del hombre debía resucitar de entre los muertos. Y se preguntaban ellos que qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos y de hecho en qué consiste eso. Los discípulos no lo sabían y debían aprenderlo sólo por el encuentro con la realidad. La resurrección de Jesús, no hubiera sido más que el milagro de un muerto revivido y no tendría para nosotros en última instancia un interés alguno si fuera esto, si fuera que un muerto ha revivido. Porque esa misma experiencia, la palabra nos la relata, en el hijo de la viuda Enaín, en la hija de Lázaro, en la hija de Jairo y en la revivificación de Lázaro. Es mucho más que revivir, es mucho más que volver a la vida, resucitar es una experiencia única que es difícil de ponerle palabras. Primero es difícil de captar y después difícil ponerle palabras. En el texto de Lucas 24, en dónde los discípulos desde verso 1-13 aparecen peregrinando con Jesús hacia Emaús, huyendo de Jerusalén, la palabra al comienzo dice, había algo que impedía en sus ojos que lo podían reconocer. Es decir, la naturaleza humana no estaba capacitada para el encuentro con esta realidad de novedad con la que Jesús se hacía presente, que no resultaba tan sencillo de captar. De algún modo es sólo por el camino de la fe donde se puede introducir sobre este lugar.

La resurrección de Jesús a consistido en romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo. Esto es lo que hace difícil de comprender. A una vida que ya no está sujeta a la ley del devenir, ni de la muerte, sino, está más allá de eso. Una vida que ha inaugurado una nueva dimensión del ser hombre. Por eso la resurrección de Jesús no es un acontecimiento aislado que podríamos pasar por alto, y no pertenece al pasado, sino que es una especie de mutación decisiva también en el presente. En este sentido, resucitar con Cristo, es mucho más que recibir un impulso de vida, es un estado nuevo de vida, es un modo de existencia nuevo a donde Dios nos quiere llevar.

Vale la pena dejarse sorprender en estos ocho días de la octava de Pascua y en los cincuenta días de Pascua, por este don creciente de la resurrección que quiere irnos poniendo en un estado nuevo de vida.

 

En I Corintios 15, 16-20 Pablo dice: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó, pero no, Cristo resucitó entre los muertos, él primero de todos”.

Qué está diciendo Pablo con esta expresión, que la resurrección de Cristo es un acontecimiento universal. Es esto o no es nada. Esto es lo que está diciendo Pablo. Y sólo si lo entendemos al don de la resurrección como un acontecimiento universal, como inauguración de una nueva dimensión de la existencia humana, estamos en el camino justo para interpretar el testimonio de la resurrección del nuevo testamento. Jesús no ha vuelto a una vida humana normal de este mundo, como Lázaro, como la hija de Jairo, Él ha entrado en una vida distinta, nueva, en la inmensidad de Dios y desde allí, Él se manifiesta a los suyos y Él nos lleva a ese lugar. Esto es lo increíble.

Yo me he encontrado sorpresivamente leyendo el texto de Benedicto XVI, y esta reflexión que estamos compartiendo, con una verdad muy grande para mí, en no porque no haya entendido antes que era mucho más que revivir, pero es como si me hubiera dado cuenta en la lectura que hacía de esto que estamos compartiendo ahora, que es entrar en otra dimensión. O sea, el que diga resucitado en Cristo, está en otro lugar, en otra dimensión, en otro estadio, que no nos hace distinto a los demás, porque seguimos viviendo en este mundo, porque somos gente de carne y hueso, porque tenemos los mismos líos que cualquier hijo de vecino, porque tenemos aún más responsabilidades en algún sentido que otros, porque comprendemos de que se trata la responsabilidad que nos cabe, en correlación al conjunto de la humanidad y los que comparten la vida con nosotros. Esto de estar ven otra dimensión no nos pone como gente especial, sino que toda la humanidad es la que estaría en otra dimensión. Más adelante lo va a decir Benedicto como una semilla de mostaza, tal vez, la semilla de mostaza sea este don de novedad y un estadio nuevo no sólo del hombre sino de toda la creación, que como dice Pablo en Romanos, está expectante a la manifestación gloriosa del don de la vida nueva en Cristo Jesús, en los hijos de Dios, en nosotros.

Están cierto esto de que Cristo está en otra dimensión y que para entrar en la dimensión de Cristo, como resucitado, hace falta un tiempo, que los discípulos les costó ver de qué se trataba. No lo descubren a Jesús rápidamente como el peregrino que va con ellos, sino, sólo cuando parte el pan, no saben que Jesús, el que les dice que si tienen algo de comer, a la orilla del lago, no descubren que el que es pescador es más que un pescador, que es Cristo Jesús que los está invitando a compartir con Él el pan. Cuando tiran la red y recuperan de la pesca infructuosa cientos de peces, uno de ellos se da cuenta por aquel signo que es Jesús. Como también un signo reveló que era Jesús para los discípulos cuando partieron el pan.

Igualmente María Magdalena, no se da cuenta de que es Jesús el que está delante de ella, cree que es uno de los que cuida el jardín. “Dime si te lo has llevado, dónde lo has puesto” y Él, a través de un signo que es su palabra, que la llama por su nombre, la hace reaccionar para darse cuenta que está frente a otra dimensión, María. Solamente con pronunciar su nombre Jesús ha despertado en su corazón o la ha introducido desde adentro de sí misma, a esta dimensión de novedad que es la gracia del resucitado.

¿Te das cuenta?. Tomas sea tal vez el más crudo de todos los discípulos de Jesús. “Si yo no veo, la llaga en sus manos, si no meto mis dedos en el costado, yo no voy a creer”. “No puedo creer lo que me están diciendo”.

En realidad hay en nosotros y en cada uno de ellos, un Tomás. Cómo dice el texto de los discípulos de Emaús, hay un impedimento para darse cuenta. ¿Cómo se supera ese impedimento? Bajo la exposición de este Cristo, bajo la terapia de la resurrección. Hay que hacer terapia de resucitado, es decir, entrar en este proceso de ponernos bajo la influencia de su gracia como resucitado para entender progresivamente y crecientemente este don increíble, maravilloso, bello de la resurrección. Allí nos quiere conducir el Señor.

Vos dirás, no cambió nada mi vida después de la Pascua, mejor, y sin embargo estoy contento, fue un día lindo, compartido en familia, hubo algunos signos que me hicieron pensar que las cosas pueden ser distintas, mejor, ni todo bien, ni todo mal, todo comienza a ser nuevo, para que todo sea mejor y para mejor.

 

De eso se trata, en la consigna de hoy hablamos de la Pascua como realidad y de la Pascua como promesa, de la resurrección como realidad de algunos signos que nos hablan de que las cosas han comenzado a ser distintas, y al mismo tiempo la necesidad de ponernos bajo la terapia del resucitado para que en estos cincuentas días y en estos ochos días en particular, recibamos el influjo de su don que nos hace estar en un lugar nuevo.

 

Hoy compartimos: ¿En qué lugares de la vida sentís que la resurrección de Jesús comenzó a transformarte, cómo dispones tu corazón para seguir recibiendo su presencia resucitada, que todo lo transforma?

 

Ellos no podían entender qué es lo que pasaba, caer en la cuenta de qué es lo que estaba ocurriendo, era algo que los dejó atónitos, mudos. La paradoja dice Benedicto XVI, pensando en esto, era indescriptible. Por un lado Él era completamente otro, diferente, no era un cadáver reanimado, sino alguien que vivía desde Dios de un modo nuevo y para siempre y al mismo tiempo precisamente, Él aún sin pertenecer ya a nuestro mundo estaba presente de manera real con su plena identidad.

Es un misterio, se trata de algo absolutamente sin igual, único, que iba más allá de los horizontes usuales de la experiencia y que sin embargo, dice Benedicto, seguía siendo del todo incontestable para los discípulos. Así se explica los testimonios de la resurrección que hablan de algo paradójico, algo que supera toda experiencia y que sin embargo está presente en nuestra realidad más real. En los testimonios sobre la resurrección, se habla de algo que no figura en el mundo de nuestra experiencia, nuevo, único hasta ese momento, se habla de una dimensión nueva de la realidad que se manifiesta ahora concretamente. Y es sobre esa dimensión nueva donde el resucitado quiere conducirnos a todos los que nos disponemos a morir con Él para con Él resucitar. Hay otra dimensión más de la que conocemos hasta ahora, esto está quizás encontrarte con la ciencia, puede darse sólo aquello que siempre ha existido, no puede darse algo inesperado, imaginable, algo nuevo, puede que ocurra algo que sea no comprobable desde lo que los ámbitos de la ciencia establece como criterios para constatación de la realidad, de hecho ocurre, en más de una oportunidad, se ve mucho en la medicina, en la ciencias médicas, cuando se da un milagro de sanación, de curación, los médicos dicen, esto está fuera del marco de la ciencia, es decir, hay una realidad que trasciende el ámbito donde la ciencia puede verificar, constatar, en su lógica determinar y establecer la existencia con las características que tiene tal o cual fenómeno comprobable científicamente.

Estamos frente a una realidad que la ciencia no puede leer, es lo que de alguna forma va como respuesta Tomás, él dice, si yo no compruebo, yo no toco, no creo, es como un agnóstico científico Tomás, y de repente el Señor atraviesa las paredes, porque ellos están encerrados por su miedo, va delante de Tomás y le dice, “Ven Tomás, fíjate soy yo mismo, no soy otro, soy yo mismo, estoy resucitado, las marcas están en mi cuerpo y hay gloria en mi presencia. Felices los que crean sin ver”.

Se entra por el don de la resurrección, por este lugar, que es simple, sencillo, pequeño. En la historia de todo lo que tiene vida, los comienzos de las novedades son pequeñas. Dice ella, estoy embarazada, no se le ve nada, si se sabe que está un poco descompuesta, que su período tiene un retrazo, hay cambios en su cuerpo, algo muy pequeño pero vida en toda su expresión. Vemos una semilla plantada en la tierra, quién diría que esto va a terminar siendo un gran árbol, si es sólo una semilla.

En la vida todo comienza desde lo pequeño, casi como invisible, casi puede pasar inadvertido. El Señor mismo ha dicho que el reino de los cielos, en nuestro mundo es como un grano de mostaza, la más pequeña de todas las semillas, pero lleva en sí, el potencial de una vida infinita, desde el punto de vista de la historia del mundo, la resurrección de Jesús es un poco llamativa, es la semilla más pequeña de la historia, sin embargo en esta semilla está la transformación del cosmos. Por eso hay que estar atento, merece cuidado, por eso hay que alimentar esta experiencia, por eso estos cincuentas días son para estar en contacto con esta gracia.

                 

                                                                                      Padre Javier Soteras