La sal

martes, 18 de septiembre de 2012
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De primera necesidad para la vida del hombre
es el agua, el fuego, el hierro y la sal,
la flor de harina de trigo, la leche y la miel,
el jugo de uva, el aceite y el vestido.

Todo esto son bienes para los piadosos. (Eclo 39,26-27)

 

La sal común de mesa es cloruro de sodio. Desde tiempos remotos se conocen sus propiedades para sazonar y conservar alimentos.

La etimología de algunas palabras proporciona ejemplos claros de la importancia que tuvo la sal en la antigüedad. Por ejemplo el término salario en castellano, es derivado del latín salarium, que a su vez proviene de “sal” y tiene origen en la cantidad de sal que se le daba a un trabajador (en particular a los legionarios romanos) para poder conservar sus alimentos (salarium argentum).

Con el paso de los siglos, era tal la importancia del mercado de la sal que algunos gobiernos europeos lo convirtieron en un monopolio estatal e incluso cobraron impuestos (por ejemplo la gabelle en Francia).

En América las culturas precolombinas comerciaban igualmente con la sal, y se sabe que los Mayas la empleaban como moneda. Durante la conquista de América, los centros de producción de sal se convirtieron en uno de los objetivos primordiales a dominar.

 

Los usos rituales que involucran la sal son muy comunes en muchas culturas. En la mayoría de los casos el uso de la sal está relacionado en estos rituales con la idea de "pureza" o de "desinfección" o de "barrera contra el mal". Por regla general los espíritus malignos de las diferentes culturas de la tierra "odian" la sal.

 

La sal en la Biblia

 

 

 – La sal para preparación y conservación de alimentos (Eclo 39,26; Jb 6,6)

 – La sal en el culto. Se agregaba a los vegetales (Lev 2,13) y animales de sacrificio (Ezq 43,24 y Mc 9,49).

 – También se mezclaba con incienso (Ex 30, 35).

 – Como "alianza de sal", que permanece, que no se puede anular (Lev 2,13; Nm 18,19;
2 Cr 13,5).

 – Los ejércitos vencedores echaban sal a los campos vencidos para que se volvieran estériles (Jue 9, 45), hablamos de la sal como signo de destrucción (Dt 29,22; Jb 39,6; Sal 107,34; Eclo 39,23; Jer 17,6 y Sof 2,9).

 

La mujer de Lot queda convertida en sal: Gén 19,26

 

El Mar Muerto, al sur del país, se encuentra rodeado de formaciones rocosas y salinas. Una de ellas se identifica con la mujer de Lot. Cuando Dios ordenó a Lot y a su familia que caminaran y no miraran hacia atrás, a Sodoma, la ciudad del pecado, la mujer de Lot se volvió para mirar y quedó convertida en estatua de sal. Este simbolismo quiere significar la inmovilidad, la imposibilidad de desprenderse del pasado para avanzar hacia lo nuevo.

 

El manantial de Jericó: 2Re 2, 19-22

 

 La gente de la ciudad dijo a Eliseo:

– El sitio donde está emplazada la ciudad es bueno, como mi señor puede ver; pero el agua es malsana y la tierra, estéril.

Eliseo dijo:

– Tráiganme una olla nueva y pongan en ella  un poco de sal.

 Cuando se los trajeron, Eliseo se dirigió al manantial y echó allí la sal, diciendo:

– Así habla el Señor: “Yo saneo estas aguas; ya no saldrá de aquí muerte ni esterilidad”. 

Y las aguas quedaron saneadas hasta el día de hoy, conforme a la palabra pronunciada por Eliseo.

 

El segundo libro de los Reyes presenta una serie de relatos que tienen por protagonistas al profeta Eliseo y su comunidad. En estos relatos, Eliseo hace una serie de señales (milagros), en las cuales siempre se hacen presentes elementos indispensables de la vida cotidiana: sal, aceite, panes, verduras, ollas y jarros.

Estos relatos corresponden al género literario “milagros de donación”. En estos milagros, el profeta no actúa sólo, sino que siempre requiere la participación de los beneficiarios, que deben aportar algún elemento sencillo y a mano para hacer posible la transformación y la abundancia.

En este caso, para sanear el manantial, Eliseo pide una olla y sal. Vale notar que este manantial se encuentra en Jericó, una ciudad que es un oasis en la ruta hacia Jerusalén.

 

Los cristianos somos sal

 

La sal es condimento, sazón, sabor, realza el gusto de todo lo que toca, transmite su característica donde se posa. Por algo los españoles dicen que una persona “tiene sal”, cuando alguien se expresa con donaire, donosura, garbo, gracia, chispa, salero.

Así estamos llamados los cristianos a sazonar la vida, transmitiendo a otros el sabor propio que tiene el ser cristiano.

 

Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. (Mt 5,13)

 

Que sus conversaciones sean siempre amenas y sazonadas con sal, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido. (Col 4,6)