31/01/2020 – “En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega». Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado”.
San Marcos 4, 26-34
El Evangelio de Dios hace una pregunta que nos induce a un examen de conciencia: ¿que cosas hay en mi que impiden el desarrollo de dios en nuestras vidas?, ¿que hacemos para el crecimiento de nuestra fe?.
Jesús nos presenta hoy dos parábolas que hacen referencia al “CRECIMIENTO”. Esta es la primera palabra que impacta en nuestro corazón, como la semilla que germina y va creciendo sin que el sembrador sepa como.
Dado que ya hace tiempo que caminamos por la vida acompañados de Cristo Jesús, el que nos ha llamado a seguirle y a predicar su evangelio, sabemos por experiencia que lo nuestro es trabajar con él. Que él tiene su parte y nosotros la nuestra. Que nosotros solos con nuestras propias fuerzas no podemos hacer nada: “Sin mí no podéis hacer nada”. Él sigue siendo el protagonista de nuestra vida y de nuestra actuación.
Las parábolas del evangelio de hoy insisten en el papel de Dios. Es Él el que da el crecimiento, el que hace que la semilla del Reino de Dios vaya germinando después de que el sembrador haya echado la simiente en la tierra.
Hay momentos en que los cristianos tenemos que parar en nuestra actividad evangelizadora, dormir de noche, sabiendo que “la semilla germina y va creciendo sin que el sembrador sepa cómo”. San Pablo nos dice lo mismo: “Pablo plantó, Apolo regó, pero el que da el crecimiento es Dios”. Dejemos a Dios hacer su tarea, que es la principal. Hagamos la nuestra: sembrar, abonar, cuidar la tierra sembrada, acoger a Cristo, cultivar la amistad con Él, seguir sus indicaciones, predicar y ser testigos de su evangelio, dormir, descansar. Además de la colaboración de los hermanos, lo nuestro siempre es cosa de dos…
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar | Incrustar
Suscríbete: RSS