La tradición de la oración

lunes, 10 de septiembre de 2012
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Con María queremos adentrarnos aún más en el camino de la oración.

 

En la tradición viva de la oración, cada Iglesia propone a sus fieles, según el contexto histórico, social y cultural, el lenguaje de su oración: palabras, melodías, gestos, iconografía. Corresponde al Magisterio discernir la fidelidad de estos caminos de oración a la tradición de la fe apostólica y compete a los pastores y catequistas explicar el sentido de ello, con relación siempre a Jesucristo.

 

La oración está llamada a ser una oración encarnada, en este sentido la piedad popular, las costumbres orantes con las peregrinaciones, las devociones, los gestos en torno a las festividades importantes como la Navidad, la Pascua u otra festividad religiosa, en cada pueblo tiene una connotación muy particular y muy rica.

 

Siendo párroco de la comunidad de Ferreyra, sin duda para nosotros la peregrinación y la festividad en torno a la Virgen del Valle, guardaba y guarda un lugar muy especial en el corazón, y esto que cuento – lo mismo que cuando fui Vicario de la parroquia de San José obrero – la fiesta de San José era todo un acontecimiento popular.

 

Fiestas populares religiosas que marcan el sentido del camino, vividas en familia, vividas en comunidad, pienso en las celebraciones en torno a la Virgen del Valle, la Virgen de Itatí, la Virgen de Luján, la Virgen de San Nicolás, San Cayetano, y en cada una de nuestras comunidades el Santo Patrono o la Patrona tiene un folclore que tiene que ver con la reunión, con lo festivo, con el encuentro de comunidad y el sentido y el valor que esa tradición guarda en la convivencia del pueblo o de la ciudad.

 

Fiestas patronales, memoria de ellas y lo que nos dejan como mensaje, es el compartir de nuestra catequesis en el día de hoy.

Cuál es la devoción de tu pueblo, tu ciudad o tu paraje, y que tradiciones hay allí que te permiten no solo renovar la fe sino tu pertenencia a ese lugar.

Las fiestas populares religiosas nos permiten enraizar nuestro andar en un lugar de pertenencia y elevar al mismo tiempo el alma hasta el cielo.

 

Siempre es la posibilidad del juego, la kermese, una rica comida, un compartir fraterno, una fiesta con baile en el salón de la parroquia o en el salón popular del pueblo con la llegada de la orquesta o del grupo que viene a tocar pero en el centro de toda la festividad está el misterio de Jesús que se mezcla entre nuestras costumbres buenas y sanas para bañarlas de su presencia.

 

No hay otro camino de oración cristiana que Cristo. Sea comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos “en el Nombre” de Jesús. La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre.

 

La oración del pueblo que peregrina a nuestros santuarios en la devoción de nuestros queridos compañeros, los santos, los ángeles. La oración y la devoción cuando está arraigada en nuestra tradición resulta muy familiar, circula entre nosotros como el pan casero, forma parte de nuestras conversaciones y de nuestro brindis y Dios entremezclado en nuestras cosas es capaz de buscarnos por el lado de nuestras costumbres para llevarnos a la costumbre sana de su presencia continua y permanente en medio de nuestras cosas.

Esto es lo rico que tiene la piedad popular, esto es lo hermoso que nos ofrece la oración hecha en pueblo. Es una oración simple en Jesús, es una oración que se muestra sencilla en el peregrinar.

 

La oración de la Iglesia, alimentada por la palabra de Dios y por la celebración de la liturgia, nos enseña a orar al Señor Jesús. Aunque esté dirigida sobre todo al Padre, en todas las tradiciones litúrgicas incluye formas de oración dirigidas a Cristo. Los salmos, las invocaciones de esta oración a Cristo: Hijo de Dios, Verbo de Dios, Señor, Salvador, Cordero de Dios, Rey, Hijo amado, Hijo de la Virgen, Buen Pastor, Vida nuestra, nuestra Luz, nuestra Esperanza, Resurrección nuestra, Amigo de los hombres…, siempre es Jesús el que se mezcla entre nuestras cosas de todos los días y que forma parte de nuestras fiestas populares religiosas.

 

La consigna de nuestra catequesis es: Hoy te invitamos a compartir que huellas de fe te dejaron en tu camino las fiestas patronales de tu comunidad.

 

En cada uno de nosotros, Jesús en su mensaje cercano ha dejado una huella popular cercana que dice: Esto forma parte de mi familia, esto forma parte de mi pueblo y de nuestras tradiciones y aquí, aquí está Jesús.

 

Es un caminar sencillo el de Jesús en medio de nosotros por el camino de la devoción. Con repetida frecuencia el corazón humildemente atento trae a la memoria aquellas imágenes que forman parte de la tradición más genuina a la que pertenecemos y entre bombas de estruendo, cantos, vivas, nuestro pueblo se va vistiendo de fiesta en el peregrinar junto a Jesús, María y los Santos nos vamos haciendo camino entre las cosas nuestras de todos los días hacia donde Jesús nos lleva, al Padre, al cielo.

 

Les llamamos fiestas patronales y forman parte de la historia rica de nuestros pueblos, y decimos que allí hay alguien que patrocina todo el peregrinar en la búsqueda del sentido que ese pueblo tiene. Ese patrono tiene un patrón mayor que es el que gobierna y el que está presente en medio de las cosas nuestras de todos los días, por eso en las fiestas patronales aparecen las costumbres del pueblo, la rica comida, el baile, el canto, las tradiciones, los cuentos, las historias que forman parte de ese pueblo entre los cuales Jesús se entremezcla trayendo hacia el adentro de la convivencia pueblerina el corazón mismo que le da vida y entonces el pueblo todo se viste de fiesta, y nos invita a soñar con los tiempos mejores que vendrán y por eso es bueno celebrar como pueblo.

 

Las fiestas patronales nos dejan siempre una gran enseñanza, con la presencia de Jesús en medio, llevándonos al encuentro orante con el Padre.

 

En nuestro clamor popular de reconocimiento del señorío de Jesús entre nuestras costumbres y celebraciones, sin duda y de una manera simple, sencilla y casi imperceptible anida la vida del Espíritu que es el que nos mueve.

“Nadie puede decir: “¡Jesús es Señor!” sino por influjo del Espíritu Santo»

Es un clamor interior el que nos suscita el Espíritu en el corazón y en la voz del pueblo que canta y que celebra el nombre del que lo patrocina. Por eso entre nuestras costumbres ha de estar siempre la conciencia de que es el Espíritu Santo quien renueva y hace posible que haya algo nuevo cuando celebramos nuestras fiestas patronales.

 

Decíamos que la vida del Espíritu es el que nos permite en las cosas nuestras de todos los días, vivir de una manera nueva lo de siempre. Si no vamos por este camino la tradición nos apaga el alma y nos ganan las costumbres a los ricos hábitos que supone la vida del Espíritu re significando nuestra fiesta.

 

En muchos lugares se hace lo mismo desde hace mas de cien años y sin embargo todo resulta nuevo porque el Espíritu Santo da esta capacidad de re significar lo de siempre.

 

Es bueno trasladar esto a nuestra propia vida, cuando revisando la agenda nos damos cuenta que lo que vivimos en cada semana es lo mismo que se va a vivir y lo mismo que se vivió, sin embargo cuando el tiempo es tomado por la gracia del Espíritu, todo es nuevo y todo comienza de nuevo.

 

El Espíritu Santo, cuya unción impregna todo nuestro ser, es el Maestro interior de la oración cristiana. Es el artífice de la tradición viva de la oración. Ciertamente hay tantos caminos en la oración como orantes, pero es el mismo Espíritu el que actúa en todos y con todos. En la comunión en el Espíritu Santo la oración cristiana es oración en la Iglesia y más aún cuando lo hacemos en el contexto de nuestras fiestas patronales.

 

Nos despedimos hasta el lunes cuando nos encontremos nuevamente en el Despertar con María. Nos vamos con un espíritu de gozo y alegría al fin de semana, a recuperar fuerzas que queda mucho por caminar.

 

Un abrazo grande y que Dios los bendiga.