La traición de Judas

miércoles, 8 de abril de 2020
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08/04/2020 – Poder, placer y tener son lo que estructuran el pecado en el mundo, como una tríada donde el mal construye – destruyendo a la humanidad. Judas representa la acción del mal que viene a atacar a Jesús y a su modelo de humanidad en la obediencia, en la pureza y en la pobreza. La traición se prende en la persona de Judas por el dinero, el poder y el placer, como si este fuera lo que da sentido a la vida. Jesús nos invita, a partir de la confrontación con las tinieblas, a considerar el vínculo de amistad y sin en algo hemos traicionado la amistad, porque nos hemos cegado por el dinero, el poder y el placer, nos invita a la conversión.

 

 

Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me darán si se lo entrego?”. Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: “¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?”. El respondió: “Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: ‘El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'”. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: “Les aseguro que uno de ustedes me entregará”. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: “¿Seré yo, Señor?”. El respondió: “El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!”. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: “¿Seré yo, Maestro?”. “Tú lo has dicho”, le respondió Jesús.

 

Mateo 26,14-25

 

 

¿Cómo se llega a la traición? Primero por el deseo desmedido de intereses materiales: el dinero, que lleva al poder y a la vida egoísta, complaciente y sensual. Y en segundo lugar, por la falta de trato con el amigo, que me deja y me mantiene en la ignorancia, y al no conocer bien el valor del amigo: de lo que es, de lo que vale, de lo que tengo con su trato, de lo que me hace vivir, no le hago aprecio y entonces, sin dificultad, lo vendo o lo abandono.

Hoy vemos a Judas vendiendo a Jesús. : « Entonces, uno de los doce, llamado Judas, se fue a los príncipes de los Sacerdotes y les dijo: « ¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego? » Ellos se ajustaron con él en treinta siclos de plata ». ¿Vosotros sabéis la bajeza que esto significa, treinta siclos de plata? ¿Imagináis a dónde llegó Judas en este ajuste de venta?. Mirad lo que dice el libro del Exodo en el capítulo 21, versículo 32: « si el buey cornea, dando muerte, a un siervo, se pagarán 30 siclos de plata al dueño del siervo y el buey morirá apedreado ». Es decir, Judas se convierte por este convenio de venta, en 30 siclos, en el dueño y amo de Jesús y Jesús en su siervo. No le importa que muera por la « cornada » de la crucifixión, por la que recibirá el precio de un siervo muerto, las 30 monedas. La relación de amistad la ha convertido en la relación más baja y humillante para el ser humano: la de dueño y esclavo. Judas, dueño. Jesús, su esclavo.

Y todo debido a la actitud de Judas: deseo desmedido de dinero, como nos lo relataba San Lucas en la escena de Betania, cuando Jesús cenaba con sus amigos y María ungió los pies de Jesús con un perfume caro, a la usanza de la época. Judas comentó: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por 300 denarios para dárselo a los pobres? Esto lo dijo, añade San Lucas, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón: y como tenía la bolsa, llevaba lo que iban echando ».

El dinero y el poder, a Judas le hicieron traición. No lo olvidemos nosotros tampoco: el afán desmedido por el dinero, por el tener con avaricia, el gozar materialmente, sin límites, el prestigio me pueden hacer traición, y quedarme como un despojo de un mundo despiadado, sin amistad, la de verdad, claro, y ver cómo me quedo solo, marginado, olvidado, cuando mi situación es adversa.

Tan sólo se quedó Judas, sin el amigo, que no lo pudo soportar, porque el dinero no es amigo, es tirano… y se ahorcó.

 

Un amor que se da sin esperar nada a cambio

Jesús va hacer suya esta Pascua judía. Será su Pascua. Esta cena no será una cena improvisada. Jesús ha previsto todo hasta en los últimos detalles. Será la nueva Alianza de la Humanidad con Dios. Su liberación del pecado y de la muerte eterna y empezará el hombre a vivir una nueva vida y será eterna.

“Llegada la tarde, se puso a la mesa con los doce discípulos y mientras comía, dijo: “Uno de vosotros me va a entregar”. Muy entristecidos y consternados comenzaron a preguntarle uno tras otro: “¿soy yo acaso, Señor? Jesús respondió: “El que conmigo ha mojado el pan en la misma fuente, ese me va a entregar”. Jesús hace un gesto de comunión, de amistad, al tender la fuente a Judas para que moje el primero su pan. Es un gesto simbólico de reconocimiento, de aprecio, de amistad. Por parte de Jesús no hay ninguna condena, sino el ofrecimiento de su amistad, porque “Él nos amó primero”, como dice San Juan. Y nos ama y nos acoge tal como somos y tal como estamos en cada momento; como nos sentimos: mediocres, débiles, marginados, traidores.

Ponte delante del Señor, en este tiempo privilegiado de esta Semana Santa, como lo hizo María: con sencillez, con humildad, con abandono en sus manos y como María deci: “Hágase en mi según tu palabra”. Déjate perdonar para que empieces a vivir de nuevo, con una mayor realidad y sinceridad la amistad con Jesús, para que experimentes, para que sientas que te quiere como sos y como estás. Basta ya de traiciones grandes o pequeñas, porque la traición nunca es pequeña o grande; la traición es siempre traición.

Es Judas el que se cierra al amor y a la amistad, porque el deseo exagerado de dinero ha endurecido su corazón. Es él, el que se excluye, al rehusar la mano tendida de su amigo Jesús. Jesús estaba habituado a “comer con pecadores”, como se le ha reprochado a menudo. Y en esta noche de la cena Pascual, tampoco ha rechazado a un traidor. Es Judas, quien se separa de Él, porque en realidad de verdad, le conoce poco. Estaba con Él, pero su corazón estaba muy lejos de Él. Trabajaba con el grupo de los discípulos de Jesús, pero estaba con ellos con espíritu y actitud de jornalero, como le ocurría al hijo mayor de la parábola del hijo pródigo.

Judas, si con ellos trabajaba era quizás, porque en el grupo de amigos de Jesús, encontraba comida, protección, techo para dormir, compañía y dinero, porque no dominaba la atracción por el dinero y hasta robaba de la bolsa común del grupo de apóstoles.

No conocía, ni trataba mucho a Jesús. Estaba con Él, pero vivía lejos de Él. Es la segunda causa en su vida y puede ser también en la nuestra, por la que abandonamos o vendemos a Jesús: la falta de trato y conocimiento del amigo, que me mantiene en la ignorancia y en la falta de experiencia vivida, y al no conocer bien el valor de la amistad: de lo que es, de lo que vale, de lo que me enriquezco en el trato con este amigo, de la vida abierta y esplendorosa que me hace vivir, entonces, sin dificultad lo vendo o lo abandono y lo critico.

“¿Soy acaso yo, Maestro?”, le dijo Judas. “Tú lo has dicho”. Eres tú quien lo has dicho…. Eres libre, y eres tú quién decides, porque sin libertad es imposible el amor. Todavía, Judas, tienes tiempo de aceptar esta mano amiga, que le tiende Jesús. Pero Judas, endurecida su mente y su corazón por el dinero y la falta de trato con el amigo, y así sólo, amargado, decepcionado de sí mismo, arrojará más tarde los treinta siclos de plata por el suelo del templo y se ahorcará, desesperado. No conoció al amigo. No supo lo que era la amistad, que es el amor más perfecto.