La tristeza, la acedia, la avaricia y la ira

miércoles, 6 de abril de 2022
image_pdfimage_print

06/04/2022 – En el ciclo “Terapéutica de las enfermedades espirituales”, el padre Juan Ignacio Liébana describió las pasiones espirituales de la tristeza, la acedia, la avaricia y la ira. “Sanidad es otra traducción de la expresión “salvación”. La salud del alma es la liberación integral de todo nuestro ser y no tenemos que esperar a llegar al Cielo. Siguiendo con las pasiones, vemos a la avaricia que designa, de manera general, un apego al dinero y a las diversas formas de riqueza material. Este apego se manifiesta en el goce experimentado al poseerlas, en la preocupación por conservarlas, en la dificultad que se experimenta en separase de ellas, en la pena que se siente al darlos. Y la codicia consiste esencialmente en la voluntad de adquirir nuevos bienes, en el deseo de poseer más”, sintetizó el sacerdote misionero.

“Dios, el Creador, ha dado los bienes de este mundo para compartir entre todos los hombres, sin ninguna excepción, a fin de que ellos gocen todos de igual manera. El hecho de que algunos adquieran y posean más que otros contradice la igualdad querida por Dios en la repartición de los bienes, y se instaura un estado antinatural y anormal. Tal estado no existía en el origen; ha aparecido como consecuencia del pecado ancestral, se ha mantenido y desarrollado gracias a las pasiones y en particular las de avaricia y la codidia. En verdad, las cosas, en cuanto a su uso y a su goce son de todos, pero no son de nadie en cuanto a la propiedad. Ambas destruyen la caridad y pervierten las relaciones con los otros, llevando a los que son habitados por ellas, a ver en su prójimo un obstáculo para la conservación de las riquezas poseídas o un medio para adquirir nuevas. Cuando no engendran la insensibilidad frente al prójimo, engendran la aversión hacia los otros hombres, volviendo a quien es poseído por ellas, implacable y cruel”, dijo el padre Juani. “La tristeza es relativa al estado de decadencia en el que se encuentra el hombre. Y es mala cuando el hombre no llora sus pecados y se aflige de su alejamiento de Dios y de la pérdida de los bienes espirituales, sino que la utiliza para llorar la pérdida de bienes sensibles, se aflige de no haber podido satisfacer tal deseo ni obtener tal placer esperado, o aun de haber sufrido tal disgusto en sus relaciones con sus semejantes. La causa más frecuente de la tristeza es la frustración de uno o varios deseos”, sostuvo.

“La acedia se la suele asociar a la pereza, pero en realidad es vecina de la tristeza. Es un estado de tedio, pero también de disgusto, de aversión, de falta de vigor e igualmente de abatimiento, desánimo, languidez, entorpecimiento, dejadez, embotamiento, somnolencia, de pesadez del cuerpo tanto como del alma, pudiendo la acedia empujar al hombre al sueño sin que esté realmente fatigado. En la acedia hay una insatisfacción vaga y general. Cuando se encuentra bajo el imperio de esta pasión el hombre ya no siente gusto por nada, todas las cosas las encuentra sosas e insípidas, no esperando más nada de nada. La acedia hace al hombre inestable en su alma y en su cuerpo. Sus facultades se hacen inconstantes; su espíritu incapaz de fijarse, va de un objeto a otro. Sobre todo cuando está solo no soporta permanecer en el lugar donde se encuentra: la pasión lo impulsa a salir, desplazarse, ir en una o diversas direcciones. A veces se pone a errar y vagabundear. De manera general, busca a todo precio contactos con otros. Esos contactos no son objetivamente indispensables, pero llevado por la pasión siente la necesidad y se encuentra pretextos para justificarlos. El demonio de la acedia ataca particularmente a los que se entregan a la vida espiritual. La pasión de cólera o la ira procede de la potencia irascible del alma y comprende todas las manifestaciones patológicas de la agresividad. La cólera aparece así como una pasión toda vez que toma al prójimo por objeto. Aquí aparecen el resentimiento; el rencor, el odio y la maldad, el mal humor, la acritud, las formas más o menos desarrolladas de irritación y las manifestaciones de impaciencia. Igualmente se vinculan a ella la indignación y las burlas, el sarcasmo y la ironía respecto de las personas”, finalizó diciendo Liébana.