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13/08/2014 – El programa “Entre líneas” busca hacer una integración de la espiritualidad con la literatura, ofreciendo elementos para la vida en clave de discernimiento pastoral y espiritual, desde un saber emocional e interior. El Padre Eduardo Casas comenzó diciendo desde la poesía que “a algunos les gusta escribir poemas, a otros leerlos y a otros escucharlos. Todos podemos lograr -con más o menos arte- cierta belleza para escribir o recitar. No hace falta ser poeta. Sólo es preciso ser sensitivo y perceptivo. Estar abierto a la belleza”.
Mi alma es una página,
a veces en blanco,
otras borroneada.
Guarda trazos de frases e historias
que no empiezan, ni terminan.
Lleva colores y melodías,
vientos y lamentos,
antiguos olvidos
que ya nadie recuerda.
Sólo tiene palabras
que, algún día,
me pronunciarán,
sin que tú lo adivines,
ni lo sepas.
EC
La vida es un texto que nos escribe desde adentro,
un puente entre el silencio y las palabras,
un guión que ensayamos permanentemente,
un relato sin pausas,
una frase que siempre está pronunciándose,
una metáfora inconclusa,
una narración sucesiva,
una redacción sin punto final,
una parábola de Dios con la excusa de nuestra historia.
Hablar a otros mientras estoy callado.
Viajar por distintos lugares cuando permanezco en el mío.
Transitar diversos tiempos
en tanto habito el solo instante de mi presente.
Permanecer cuando ya me ido.
Inmortalizarme más allá de lo que soy,
lo que he dicho y hecho.
Una obra me pronuncia por siempre.
Nació de mí.
Eso es escribir.
La vida es el borrador de un texto nunca acabado:
leído, releído e interpretado.
Tiene la coma de algunas pausas,
los puntos suspensivos de una sucesión de esperas,
los puntos finales de ciertas conclusiones,
los paréntesis de algunas aclaraciones,
los signos de interrogación de muchas preguntas,
los de exclamación de sorpresas y asombros,
las hojas en blanco de los silencios
y las páginas desechas de los errores.
La vida es un texto que se va escribiendo y se va borrando
entre memorias y olvidos,
agonías y esperanzas,
sueños y fracasos,
logros y ensayos.
No somos más que signos de puntuación
en la literatura de la vida.
En ese guion escrito por Dios y por nosotros.
Corazón de papel.
Sangre de tinta.
Hálito de palabras.
Susurros de silencios.
Territorio de sueños.
Reino de la imaginación.
Presente, pasado y futuro.
La sola eternidad de un único instante
-siempre fugaz y permanente-
me ha convertido en un personaje,
uno más,
de mi historia.
Soy la invención de mi fantasía:
mi propia ficción.
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