La virtud cardinal de la prudencia

jueves, 3 de julio de 2008
image_pdfimage_print
En la sabiduría hay un espíritu inteligente, santo, único, multiforme, sutil, ágil, perspicaz, sin mancha, diáfano, inalterable, amante del bien, agudo,  libre, bienhechor, amigo de los hombres, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, lo observa todo y penetra en todos los espíritus: en los inteligentes, los puros y hasta los más sutiles.  La Sabiduría es más ágil que cualquier movimiento; a causa de su pureza, lo atraviesa y penetra todo.  Ella es exhalación del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Todopoderoso:  por eso, nada manchado puede alcanzarla.  Ella es el resplandor de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios y una imagen de su bondad.

Sabiduría 7; 22 – 25

En estos días estamos compartiendo la catequesis en torno a las virtudes cardinales y particularmente nos hemos detenido los días previos a éste de hoy. Hace dos días venimos trabajando la virtud madre de todas las virtudes: la virtud de la sabiduría, la prudencia. En la sabiduría está la medida del obrar humano y un acto virtuoso siempre tiene la justa medida entre los extremos. Entre los dos puntos más extremos del obrar humano está la equidistancia que tiene la virtud y que justamente lo da la buena proporción en el obrar humano que ofrece la sabiduría.

Por ejemplo la humildad pasa entre la soberbia y el pusilánime. La humildad es como la justa medida entre estos dos extremos.

La sabiduría, la prudencia es la que da mesura en el obrar humano. No nos hace que nos bandeemos ni para un lado ni para otro. Nos ubica, nos encarrila por así decirlo. Nos permite en lo de todos los días estar parados donde tenemos que estar parados sin salirnos de la ruta, sin apartarnos del camino. Encontrando en cada paso lo que hace falta para vivir en felicidad y plenitud según aquellos mandatos y valores a los cuales adherimos nuestro comportamiento y para lo que hace falta una elección comprometida en cada momento de nuestro actuar que vaya ajustando, vaya acercando nosotros y quienes queremos ir siendo a lo que estamos llamados a ser.

Yo estoy llamado a ser una persona plenamente feliz que desarrolle sus capacidades intelectuales, afectivas, vinculares, relacionales, laborales. Según éste conocimiento que tengo de mi mismo y a respuesta de ésta llamada que me invita a la felicidad en la plenitud de todo mi ser con todo lo que involucra mi ser personal. Yo puedo ir dando respuesta porque ajusto mi comportamiento o mi forma de ser con lo que tengo y lo que puedo a la llamada infinita de felicidad que hay dentro de mi corazón y entonces el don de la sabiduría me permite ir encontrando los caminos, los modos, las maneras de estar más cerca de ese clamor interior que hay en de mi corazón que me invita al gozo, a la alegría a la plenitud y a la felicidad.

El don de la sabiduría lo decíamos ayer y antes de ayer tiene como dos grandes momentos: el de, por así llamarlo, la deliberación, el pensar, el intentar descubrir inteligentemente y la determinación, el actuar. El moverse como aquello que hemos visto como lo mejor y más saludable para nosotros. Yo puedo entender de que se trata el desarrollar mi capacidad intelectual como un aspecto importante de mi vida, como la lectura inteligente de los acontecimientos me invita a desarrollar esa capacidad de penetrar la realidad con el raciocinio y deliberar sobre todo lo que ocurre con luz para saber como moverme pero resulta que no me doy el tiempo para serenamente ponerme a recorrer los acontecimientos de todo lo que ocurre alrededor mío, de mi historia personal en todo lo que me está ocurriendo y entonces por más que tenga esa potencia, esa capacidad de leer inteligentemente lo que ocurre, no lo hago.

Entonces he deliberado sobre la necesidad de hacerlo, sobre el valor de poder desarrollar mi inteligencia como un aspecto importante del crecimiento de mi persona pero resulta que no me doy el tiempo para el ejercicio de las neuronas y todo queda como en, tiene esa posibilidad uno y no lo hace. Justamente suele ser la vagancia, la pereza una enemiga delicada que tiene la actividad que sigue a la deliberación en el ejercicio de la prudencia. Nos retrae la pereza. Mañana, para mañana volver a decir mañana, decía aquel hermoso soneto que hablaba de esta postergable y permanente manera de afrontar lo mejor que tenemos por delante.

La virtud de la prudencia en el aspecto deliberativo tiene como tres ingredientes más que importantes que le permiten crecer en su perfeccionamiento, en su mejor uso. Todos tenemos la cabeza para usarla bien y en la medida que mejor la usamos mejor deliberamos y en la medida que mejor deliberamos sobre lo concreto que tenemos en la vida mejor nos movemos en ella. Dicen que la posibilidad de moverse inteligentemente en la realidad es estar bien informado.

Por eso en el esquema de la comunicación social el informativo aparece puesto a la mañana en las radios y televisión, el diario se llama matutino porque el cúmulo de informaciones que nos llegan ofrecidos a través de los espacios de información nos permite saber como ubicarnos. Cuando hay sobre información como ocurre en estos tiempos, como bien ha dicho el director de Le Monde Diplomatique, Ramoné, el problema de la información no es que falte sino es que sobreabunda y hace que en un mundo de palabras uno no sepa como moverse cuando sobra información terminamos estando desinformados.

Sin embargo cuando uno elige inteligentemente sobre quien informarse, donde tomar las fuentes de información, tiene la posibilidad de moverse con mayor claridad en la vida. Cuando uno no toma el dato que necesita no sabe como elegir. Esto es lo que hace el acto deliberativo. Nosotros tomamos información de lo que más nos conviene  y después de pensar tranquilamente elegimos lo ,mejor- La pasión decíamos ayer, la falta de la templanza, la falta que haya pasado agua debajo del puente de años a veces hace que las decisiones que tomamos la tomamos con un apuro que nos hace equivocarnos en la decisión y por eso los más jóvenes necesitan de los buenos consejos que suelen dar las personas que han pasado ya por lugares importantes de la vida. Esto que decía Santo Tomás a los jóvenes: cuando uno tiene una determinada edad para ver entre la multitud necesita subirse arriba de los hombros de un gigante.

Los gigantes son los abuelos, los padres, los amigos que tienen el don del consejo, los que aconsejan bien, un buen cura, un buen laico bien formado que nos permiten como ver a la distancia lo que nosotros a corta vista por no contar con todo lo que hace falta para tomar una buena decisión no sabemos bien sobre que punto a poyarnos. En el acto deliberativo, en esto de ir viendo como y por donde orientar la vida el consejo es un elemento clave, pero junto a éste consejo que también es bueno que lo reciban las personas mayores a pesar que se las saben y muchas a las de la vida hace falta tener una buena memoria: docilitas, dice la doctrina clásica sobre la prudencia y solercia.

Memoria que diremos que no es hacer una regla nemotécnica que sea capaz de defendernos de la amnesia. Docilitas que no es sencillamente ser dóciles. Es algo más que eso y solercia que es la más novedosa de las palabras que tiene una significación particular en torno al tema de la prudencia. Todo esto si lo incorporamos, ésta buena memoria, ésta docilitas y solercia nos van a permitir hacer un mejor acto de elección deliberativa, de por donde orientar la vida. Prestemos atención a que elementos incorporar cuando tengo que tomar una decisión, que elementos sumar cuando tengo que pensar sobre por donde seguir

La memoria es un elemento clave en el ejercicio de la virtud de la prudencia. No es la memoria de la aplicación de una regla nemotécnica. Es la memoria aplicada a las cosas tal como son. No es el ejercicio nemotécnico para combatir el olvido, para superar la amnesia, se trata de una memoria que sería como una memoria de fidelidad al ser de las cosas .para que el actuar esté orientado y ajustado sobre la realidad de la cosa en si misma. El dicho de Ortega y Gasset, argentino a la cosa. Al obrar concreto.

De esto se trata. En el ejercicio de la argentinidad hay como mucho verso solemos decir y entonces un mismo acontecimiento tiene tantas interpretaciones que al final uno no sabe que fue lo que ocurrió, que es lo que está pasando. Esto de la memoria lo vamos a entender si te imaginas a un inspector con una lupa buscando el dato que necesita para reconstruir el hecho.

De eso se trata, de una mirada ajustada a la realidad. El tratar de descubrir las cosas como son. Suele pasarnos a veces cuando comenzamos una conversación que tiene una multiplicidad de facetas a la que abordar para superarla, hablamos de una relación vincular, de un problema laboral que a la hora de analizar que hacer con esto que tenemos entre las manos a veces perdemos de vista lo primero. Por ejemplo: estamos hablando en una reunión de profesores en el colegio de fulanito de tal y entonces empezamos a ver todos sus antecedentes porque hay que imponerle una sanción. Vemos sus dificultades, sus vínculos, su familia, la implicancia que tiene lo que hay decidir sobre su desarrollo académico, vemos todo lo que vimos pero al final de todo lo que vimos nos olvidamos de fulanito.

Es como la cosa en si misma requiere siempre como una invitación a ver, volvamos sobre lo principal, sobre lo esencial. Esto de ir sobre lo que importa. Esto le llamamos dentro de la virtud de la prudencia: memoria. Memoria de ser, fidelidad a los hechos, a lo que acontece, a la verdad de la cosa en si misma. De ahí que Jesús solo puede vincularse a los que se saben pecadores. Jesús es fiel a lo que el Padre le ha confiado y sabe vincularse con los pecadores. No que alguna vez pecaron sino al que tiene conciencia de esa vida existencial que clama por lo eterno.

Solo cuando tenemos conciencia de esto la realidad se puede transformar. Ser fiel a la realidad es ser fiel a la vulnerabilidad del ser personal. Por eso yo digo que ésta memoria del ser está vinculada a la humildad. Solamente los humildes de corazón son los que pueden recibir el mensaje de Jesús. La humildad es la que nos revela la verdad de las cosas. El que es humilde de corazón ni se agranda ni se achica. Ni se dice más de lo que es ni menos de lo que es. Está ajustado a la cosa, a lo que verdaderamente es. De allí que la virtud de la prudencia, madre de virtudes, está vinculada a la virtud de la humildad, madre de virtudes.

La segunda consideración en torno a la virtud de la prudencia en el acto deliberativo es la docilitas. ¿Qué es la docilitas? Es la capacidad de estar siempre aprendiendo de la realidad. En su polifacética manera de revelarse la realidad delante de nosotros tenemos siempre algo nuevo que aprender. Para esto hace falta después que los tiempos han dejado sus arrugas en el rostro.

Hay que dejar de lado decir: esto no cambia nunca, ya lo sabía. Es como una incapacidad de la sorpresa la que nos gana el corazón cuando la vida nos ha golpeado y entonces no somos viejos sabios. Pasamos a ser viejos rabiosos, viejos cascarrabias como se suele decir, viejos amargados y la verdad que Dios no nos quiere amargados, nos quiere jovialmente viejos.

Cuando va pasando el tiempo no se puede perder la jovialidad de la vida que viene de la mano del estar aprendiendo algo nuevo de ella. Es hermosa la experiencia aquí en Córdoba de la Universidad y su extensión para los adultos. La gente grande de la tercera edad que vuelve al colegio, a la Universidad para aprender. Eso es jovialidad, eso es ser prudente, eso es tener capacidad de entender que la realidad siempre tiene algo nuevo que regalarnos.

Yo digo que en la eternidad también sino sería muy aburrida. En la eternidad no vamos a dejar a penetrar una y otra vez en el misterio del amor de Dios, será inagotable, eternamente inagotable. Siempre seremos discípulos, también en la eternidad que se me permita decirlo de ésta perspectiva. En cuanto que es lo que nos va a mantener con el rostro resplandeciente en el encuentro del amor eterno de Dios.

Esta capacidad de docilitas puede entenderse en dejarse decir algo de lo que uno está observando. Yo estoy leyendo las noticias y leo y digo pero si esto es lo que leí ayer pero fíjate bien porque hay algo nuevo en lo que leíste. Siempre hay un costado y un aspecto nuevo. Es lo que permite en el ámbito de la investigación avanzar.

Si los investigadores no tuvieran ésta capacidad de lo nuevo que la realidad les está ofreciendo. No tuvieran esa docilitad, no tendríamos nosotros la posibilidad de ir venciendo las enfermedades que golpean y duro a la humanidad. No hubieran aparecido las vacunas que permitieron superar la tuberculosis, no hubiéramos tomado los recaudos en la investigación que nos permitieron superar la enfermedad de la lepra, no pudiéramos estar avanzando fuertemente y muy bien en la enfermedad del cáncer. Porque lo podemos hacer porque hay personas que tienen la capacidad de aprender de la realidad siempre.

Cuando nosotros queremos darle respuesta a lo que está pasando y verdaderamente transformar lo que está pasando hay que dejarse permanentemente enseñar por lo que está ocurriendo. Hay que aprender de la historia y hay que aprender del presente. Se aprende de las nuevas generaciones que tienen una mirada distinta de lo que viene y se aprende también de los enemigos. Decía sabiamente Anselm Grün hablando de cuanto debemos aprender de aquellos aspectos de nuestra vida que resultan más vulnerables.

Te acordás de aquella fábula que hemos compartido en algún momento del diálogo entre el hijo del rey y los perros que cuidaban el tesoro en el castillo. ¿Que lenguaje aprendió el hijo del rey para tomar del tesoro que cuidaban los perros? El lenguaje de los perros. La fábula habla de esto. Aprender del lenguaje de lo desconocido para poder entrar en lo conocido. Aprender nuevos lenguajes que nos permitan captar nuevas realidades. Eso es docilitas. Capacidad de aprendizaje de la realidad permanentemente, es una virtud, es una posibilidad que perfecciona la virtud de la prudencia

El último pasito que damos en la catequesis de hoy tiene que ver con la solercia. La solercia es una capacidad de flexibilidad frente a lo ya conocido porque lo nuevo está exigiendo una respuesta adecuada y nueva.

Esto se nota mucho en los procesos educativos. La persona es la misma y es otra. Tu hijo que hoy tiene diecisiete años es el mismo que llevaste en brazos o lo acompañaste al colegio cuando tenía seis sin embargo es otro y éste que es otro está exigiendo de parte tuya como educador, educadora, respuestas nuevas a los nuevos planteos. Esta posibilidad de guardar relación a la realidad tal como es, igual pero distinta lo da ésta capacidad de flexibilidad que nos saca de esos lugares ya conocidos por nosotros donde nos movemos casi automáticamente y donde a veces somos presa de alguna neurosis. Cuando nos repetimos en alguna fórmula por intentar dar respuesta a la realidad lo único que hacemos es como andar en piñón fijo, sin movernos.

Es cuando la realidad no nos dice nada o nos dice algo que nos da miedo y nos paraliza frente a lo cual no podemos reaccionar con una respuesta adaptable a lo nuevo y entonces o lo repetimos con una fórmula que puede haber servido para otra instancia y que para ésta no sirve o nos quedamos a mitad de camino como así sin saber que hacer. La solercia aparece sobre todo cuando el acontecimiento que tenemos por delante nos sorprende.

Estamos mostrando como sociedad incapacidad de solercia. Hace cien días que estamos paralizados. El escenario nuevo que todo el mundo dice es favorable para la Argentina. No sabemos como borrarlo. Tal vez porque estamos tan acostumbrados que nos vaya mal que cuando nos va bien no sabemos que hacer entonces no sabemos como ubicarnos frente a lo bien que nos va. Es incapacidad de adaptabilidad frente a lo desconocido nuevo y bueno además en éste caso. Estamos más acostumbrados a acomodarnos frente a lo que no sabemos. Los argentinos supimos como salir más rápido del 2001 como crisis porque traíamos alguna experiencia acumulada de lo malo que han sido otros tiempos y supimos sortearlos pero frente a lo nuevo y bueno?. Estamos hablando de repartir no de conseguir. Como hacemos.

La solercia tiene ésta virtud de capacitarnos para dar respuesta de lo desconocido cuando aparece súbitamente, cuando se da así de golpe. Te pasa a vos cuando decís volviendo al ejemplo de la educación de tu hijo. Creció!!! En que momento?. Ya no es más el nene ni la nena. El nene y la nena ya están grandecitos y éste súbito crecimiento le está exigiendo una nueva adaptación a ellos. Nao son más el nene y la nena. Necesitan una mamá y un papá que sean capaces de acompañarlos frente a los nuevos desafíos que la vida les presenta.