La visión del profeta Ezequiel y el Espíritu Santo

miércoles, 17 de mayo de 2023
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17/05/2023 – La hermana Mariana Zossi, religiosa dominica que preside la Asociación Bíblica Argentina, invitó a la comunidad mariana a contemplar el texto el texto de Ezequiel en el capítulo 37 y partir de allí tomó el tema de los huesos y cómo el Espíritu Santo les dio vida en la conocida visión del profeta. “Ezequiel era un sacerdote desterrado a Babilonia en el siglo VI antes de Cristo, junto con otra multitud de gente, principalmente gobernantes, comerciantes y sacerdotes mismos. Él vive la profunda humillación de su pueblo. Él es profeta que acompaña a su pueblo al exilio. Les ayuda a aceptar que justamente han sido castigados, pues no habían vivido como hermanos, sino que unos pocos habían acaparado lo que Dios les había dado para prosperidad de todos. Pero en medio de aquella gran debilidad, la experiencia de Ezequiel es de profunda esperanza: Dios acepta su humillación y está dispuesto a realizar una nueva Alianza con ellos. Era difícil, si no imposible, continuar creyendo en Yahvé en tierra que no fuera Israel. La tierra extraña era tierra de dioses extraños. Ser exiliado era sinónimo de estar abandonado por su Dios. En suelo extranjero e impuro el propio Yahvé permanece como “encubierto”. Un exiliado era, pues, gente sin Dios. El salmo 137 lo expresa con intensidad. Para sus autores no se podía cantar en el exilio, ni mucho menos sacrificar o profetizar. La desesperanza era completa. Y en el horizonte histórico el problema preocupante era el regreso a la patria. ¿Qué significó para el pueblo judío el exilio en Babilonia?: Pérdida de la libertad política, alejamiento de su territorio y la amenaza de su identidad fuera de su tierra”, indicó la religiosa.

“La de Ezequiel es la visión de los huesos, texto de resurrección y pasaje preferido en la liturgia pascual. Dios lleva al profeta a un valle, donde le hace contemplar una multitud de huesos desparramados y calcinados. Luego le manda pronunciar una invocación, y los huesos se ensamblan, se cubren de carne y piel permaneciendo tendidos en tierra. Luego invoca al espíritu, que entra en los huesos, les da vida, y los huesos se ponen en pie como un ejército innumerable. ¿De dónde pudo tomar Ezequiel esta imagen? No aparece un dato semejante en otros textos de religiones comparadas. Sí es frecuente en muchos pueblos considerar el aliento como principio de vida, pero el conjunto de datos que encontramos aquí no delata una fuente de inspiración próxima. Ezequiel construye su visión a partir principalmente del segundo relato de la creación del hombre, en el Génesis. Dios modela una figura de barro, sopla en la nariz su aliento de vida, y la estatua de barro se convierte en un ser viviente. Es la visión del Dios alfarero, bien conocida en otras culturas. En hebreo se asemejan las palabras “hombre” y “tierra”: hombre es Adam, y tierra es adamá: el hombre procede de la tierra, del barro. El dato no es exclusivamente bíblico y se encuentra en algunas religiones africanas, y quizá en otros países”, dijo Zossi.

“Otro dato esencial es que en Ezequiel se trata de pura visión, y el profeta es parte de esa visión, situado dentro de ella. Es algo parecido a lo que sucede en los sueños. El que sueña es siempre elemento protagonizante del sueño, activo o pasivo, hace o padece, va o viene, vuela o es perseguido, pero siempre como personaje principal de esa visión de la fantasía que es el sueño. Ezequiel es en esta visión personaje activo, frente a otros oráculos donde es puro transmisor: “me vino la palabra del Señor… “, y el profeta se limita a hablar, a reproducir la palabra recibida. O frente a otras visiones en las que Dios muestra un suceso y el profeta se limita a contemplar: “¿Qué ves, Jeremías? -Veo por la parte del norte una olla que hierve…”. Pero Jeremías no hace nada. Se le pregunta qué está viendo, y él responde lo que ve desde fuera de la visión, no es parte de ella. Pero Ezequiel es parte activa, protagonista de la visión. Es un dato importante. Porque ese meterse dentro hace que la transformación suceda. Ahora nos interesa subrayar la transformación en el sujeto de la acción. En el Génesis actuaba Dios directamente como artesano; aquí actúa por medio de Ezequiel. En ambos casos hay órdenes que se cumplen. La segunda transformación se refiere al estadio evolutivo de la materia. En Gn 2, es la arcilla. Dios toma en sus manos arcilla y la trabaja hasta modular al hombre. Es un comienzo inicial. En Ezequiel se parte de un estrato más desarrollado, que son los huesos humanos. Los huesos representan un estadio más cercano al mineral que la carne o las venas, son más resistentes; y cuando, como en el caso, están calcinados, se acercan mucho al mineral. Son la estructura más interior que da al cuerpo su figura con capacidad de movimiento; son también lo más duro y árido. Para los pueblos semitas en los huesos radica el ADN de una persona, lo más esencial”, aseveró Mariana.

“A Ezequiel se le ordena pronunciar una invocación, con el efecto de hacer venir el viento cósmico de las cuatro esquinas de la tierra para que se lance sobre esos cadáveres , los invada y vivifique. En lo que se refiere a la creación del hombre encontramos una concepción del viento cósmico como fuente y realidad de vida. Está fuera de duda la grandiosidad de la visión, una de las más poderosas de toda la Biblia, que ha impresionado a todo tipo de lectores. Leída con mentalidad cristiana, es una brillante exposición simbólica del hecho de la resurrección. En esa incomprensible situación de total desesperación, recibe como una gracia, la posibilidad de vida. Las situaciones de vida se ponen en camino por la acción divina, pero respetando instancias y procesos, primero los huesos, luego la carne, más enseguida los músculos y la piel, pero todavía la vida no se experimenta. El pueblo sigue horizontal, no se pone de pie, porque le falta el espíritu. El profeta recalca al pueblo, que vive esta experiencia tan profunda de dolor y desesperación, que el único proceso que le permitirá recuperar su identidad como pueblo, o sea volver a su tierra, con todo lo que implica de realización de la promesa, es disponerse a recibir la presencia de Dios en su vida que se encarna en el respirar de Dios en su cotidianidad. En Israel ese deseo fue volver a su tierra, pero esa vuelta fue un proceso; así también aquellos procesos que posibilita el Espíritu en nosotras, paso a paso, caminando en seguro, recobrando una vida nueva que nos permita ponernos de pie y continuar caminando con una nueva dignidad”, cerró la dominica tucumana.