23/03/2022 – En “Terapéutica de las enfermedades espirituales”, el padre Juan Ignacio Liébana, rector del Santuario de la Virgen de Huachana y párroco en la comunidad Virgen del Carmen de Campo Gallo (Santiago del Estero), se refirió a las patologías espirituales de la libertad, la memoria, la imaginación y de los sentidos y funciones corporales. “Ya vimos las patologías del conocimiento, del deseo y de la agresividad, tan propias del mundo, es decir, de lo mundano. Y para seguir avanzando hacia lo infinito en el encuentro con Dios seguimos avanzando y vemos la patología de la libertad, que consiste en no dejarse determinar por nada. Es cuando, en el deseo de ser autónomos, no está bueno no elegir el bien, que sería el libertinaje. Aquí vemos como la libertad va de la mano de la responsabilidad. El hombre, a pesar de todos los bienes que Dios le ofrecía en el relato de la Creación, cedió a la tentación diabólica. Utilizó su libre albedrío para apartarse de Él, para tomar parte del mal que le sugería el Maligno, y para introducirlo en él y en la creación. Por el uso perverso de su libertad, el hombre se vuelve esclavo del pecado, cautivo de los deseos y los placeres sensibles hacia los cuales se volvió, sujeto a las falsas divinidades que él se hizo de las criaturas. Esto nos hace alienados, nos lleva a un estado de delirio, desconectados de la realidad. Es una forma de ser esclavos de las propias pasiones o caprichos. No solamente está influenciado, sino incluso dominado y aplastado por la tiranía del Maligno. San Isaac destaca que aquel que no somete a Dios su propia voluntad, se somete a su adversario. Mientras que en Dios y en la virtud el hombre se movía él mismo según su naturaleza y participaba de la soberana voluntad de Dios, al apartarse de él y vivir contra la naturaleza, ya no es verdaderamente él mismo quien obra, sino una naturaleza extraña que ha tomado posesión de él, constituida por las pasiones que, por el pecado, han recubierto su naturaleza verdadera, la tiranizan y viven a expensas de ella”, expresó.
“En la patología de la memoria ya no tenemos a Dios presente y todo el bien que Él ha hecho en nosotros. El pecado busca que nos olvidemos del Creador. Por eso san Marcos el monje insiste particularmente sobre esto: “He aquí lo que debe ser el punto de partida en una conducta provechosa según Dios. Debes repasar siempre en tu memoria y conservar en una meditación incesante el recuerdo de la bondad de Dios que ha organizado el curso de tu vida según su designio, de sus beneficios con miras a la salud de tu alma; no dejes oscurecer tu memoria por el vicio, fuente de indiferencia, ni pierdas el recuerdo de la multitud y de la importancia de sus gracias y pases, en consecuencia, el resto del tiempo sin provecho, en la ingratitud”. Estas palabras resumen lo que ocurre con la memoria”, dijo Juan Ignacio.
“En la patología de la imaginación se ve como esta facultad de conocimiento del hombre, que es la que nos permite representarnos las cosas sensibles, se ve afectada Por el pecado ancestral, la imaginación se vuelve en el hombre un instrumento de separación de Dios. Por estas producciones, en adelante el hombre va a llenar su espíritu vacío de Dios. De este modo el hombre, al volverse ignorante del mundo espiritual, por medio de su inteligencia y su imaginación se construye un mundo fantasmagórico al cual adhiere en la medida en que corresponde a los deseos sensibles y a las pasiones que se han desarrollado en él. Así el hombre caído se encuentra alienado en un mundo irreal, que nada de lo que aparece en la vida no aparece tal cual es, sino que, en nuestra imaginación engañosa, la vida nos muestra unas cosas por otras, burlándose de las esperanzas de sus satisfechos admiradores, camuflándose a sí misma bajo el engaño de las apariencias”, mencionó el padre Liébana.
“En la patología de los sentidos y de las funciones corporales observamos como físicamente comenzamos a optar por el mal. Por eso aquí se busca lograr un estado de sobriedad. Una de las funciones elementales del cuerpo, es servir de instrumento al alma en su relación con la creación material. Por medio de los sentidos corporales conoce los seres sensibles y por los órganos del cuerpo puede entrar concretamente en relación con ellos y obrar sobre ellos. En el estado primero del hombre, todas sus facultades estaban ordenadas hacia Dios: por ellas Adán percibía en Dios todos los seres de la Creación, reconocía por su espíritu, en la percepción de cada uno de ellos, sus logoi o razones espirituales. Al utilizar sus sentidos en subordinación a su espíritu, contemplando las razones espirituales de los seres, Adán tenía de ellos una percepción objetiva, los conocía en su naturaleza verdadera, discernía sin error sus energías y sus cualidades. En resumen, el cuerpo está espiritualmente sano cuando tiende hacia Dios por todas sus actividades y se vuelve así templo del Espíritu Santo”, cerró el sacerdote porteño.
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