Las lágrimas son el líquido que limpia y lubrica el ojo. Además de las lágrimas causadas por factores externos (basuritas, viento), están las lágrimas provocadas por motivos internos, por las emociones fuertes como dolor, luto, alegría o arrepentimiento. El llanto es la expresión física de un sentimiento, es un modo de comunicación no verbal.
Antiguamente (y aún hoy en algunos países) se contrataban lloronas o plañideras en los entierros de las personas ricas. Este ha sido un factor más que favoreció el estereotipo de “la mujer llorona”, y postuló que los varones debían ser “fuertes” e insensibles: los hombres no lloran.
Contra este estereotipo, Jesús proclama: ¡Felices los que lloran! (Lc 6, 20-21)
Las lágrimas de la mujer pecadora
36 Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. 37 Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. 38 Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.
39 Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!». 40 Pero Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». «Di, Maestro», respondió él. 41 «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. 42 Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?». 43 Simón contestó: «Pienso que aquel a quien perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado bien».
44 Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. 45 Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. 46 Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. 47 Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor». 48 Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados». 49 Los invitados pensaron: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?». 50 Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz». (Lc 7,36-50)
Estas son las citas en que Lucas utiliza el verbo llorar (incluyendo las que son comunes a la tradición):
* Dos veces en el conjunto de las bienaventuranzas/lamentaciones (6,21.25).
* Una vez en la cita del juego de los niños con que Jesús reprocha la actitud de sus contemporáneos (7,32).
* Tres veces en relación al pecado y al arrepentimiento o la falta de éste último: el llanto de la pecadora (7,38, reforzado en 7,44 por la mención de las lágrimas), el llanto de Jesús porque Jerusalén no ha reconocido el tiempo de la salvación (19,41) y el llanto de Pedro después de las negaciones (22,62).
* Cinco veces es mencionado el llanto producido por la muerte: llora la viuda de Naím (7,13), lloran los allegados a Jairo por la muerte de su hija (2 veces el verbo en 8,52), y lloran las mujeres que siguen a Jesús hasta el calvario (dos veces el verbo en 23,28).
Las escenas de la pecadora, la viuda de Naím, las mujeres camino al Calvario y el llanto de Jesús son propias de Lucas. También es propia de Lucas la lamentación por los que ahora ríen y que tendrán aflicción y llanto. La bienaventuranza se dirige a los que lloran, y no a los afligidos como en Mateo.
Así, vemos que los personajes que lloran en el evangelio de Lucas lo hacen por dos motivos: o en relación al pecado o en relación a la muerte. Y es notoria la presencia de mujeres que lloran. Fuera del llanto de Pedro -que no es propio de Lucas- y del llanto de Jesús, en todas las otras escenas lloran mujeres.
La clave para comprender el sentido teológico del llanto en estas escenas, está dado por la única cita donde no se narra que alguien llore, sino en la cual el evangelista nos presenta a Jesús que se dirige a los que lloran: la bienaventuranza y su contrapartida, la lamentación: Lc 6,20-25
Felices los que lloráis ahora, porque reiréis.
¡Ay los que reís ahora, porque os entristeceréis y lloraréis!
Lucas menciona a los que lloran, Mateo en cambio, a los afligidos. Lucas no "espiritualiza" el concepto, sino que, como en el caso de los pobres y los hambrientos, se refiere a la realidad concreta del sufrimiento y la limitación humana.
"Jesús se vuelve al grupo de los agredidos y oprimidos para prometerles un cambio en su condición, una inversión de su situación actual, a saber en el futuro reino de Dios. Es un clamor de salvación para todos los que en este mundo gimen bajo la pobreza, el hambre, el sufrimiento y la persecución. Es la opción de Jesús por todos los hombres que padecen, son despreciados y proscriptos, a los que él quiere liberar y redimir." (R. Schnakenburg, Todo es posible para el que cree, Ed. Paulinas, pág. 43.)
También se observa que la bienaventuranza en Lucas está dirigida en segunda persona, es una palabra dicha directamente a aquellos que están sufriendo. Este aspecto dialogal concuerda con la expresión de Jesús que se repite tres veces en las escenas donde los personajes lloran: "No llores/no lloréis". Esta expresión es exclusiva de Lucas, y sólo puede relacionarse, en su aspecto dialogal, a la pregunta de los ángeles y de Jesús a María Magdalena en el evangelio de Juan: "¿Por qué lloras?" (Jn 20, 13.15).
Las palabras de Jesús "No llores/no lloréis", cobran un sentido desde la bienventuranza que promete a los que lloran que ellos van a reír.
"San Lucas ha mostrado figuras que lloran por el pecado y por la muerte. En cada caso se ve que el llanto debe cesar: los pecadores quedarán perdonados y la muerte será vencida. La tristeza y el llanto con que ésta se expresa son cosas transitorias, que pertenecen a la antigua situación. Con la venida de Jesucristo comienza una nueva época, caracterizada por la alegría, así como el llanto seguirá siendo el compañero inseparable de los que se pierden para siempre (Lc 13,28)." (L. Rivas, Las bienaventuranzas, Ed. Lumen, Bs.As., 1991. Pág. 52.)
Por lo expuesto, en el llanto de esta mujer pecadora podemos interpretar:
Jesús, los profetas, y las lágrimas por el pecado del pueblo
17 Tú les dirás esta palabra:
Que mis ojos se deshagan en lágrimas,
día y noche, sin cesar,
porque la virgen hija de mi pueblo
ha sufrido un gran quebranto,
una llaga incurable.
18 Si salgo al campo abierto,
veo las víctimas de la espada;
si entro en la ciudad,
veo los sufrimientos del hambre.
Sí, hasta el profeta y el sacerdote
recorren el país y no logran comprender.
19 ¿Has rechazado del todo a Judá?
¿Estás disgustado con Sión?
¿Por qué nos has herido sin remedio?
Se esperaba la paz, ¡y no hay nada bueno…!
el tiempo de la curación, ¡y sobrevino el espanto!
20 Reconocemos, Señor, nuestra maldad,
la iniquidad de nuestros padres,
porque hemos pecado contra ti.
21 A causa de tu Nombre, no desprecies,
no envilezcas el trono de tu Gloria:
¡acuérdate, no rompas tu Alianza con nosotros!
22 Entre los ídolos de las naciones,
¿hay alguien que haga llover?
¿Es el cielo el que envía los chaparrones?
¿No eres tú, Señor, nuestro Dios?
Nosotros esperamos en ti,
porque eres tú el que has hecho todo esto. (Jeremías 14,17-22)
41 Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, 42 diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. 43 Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. 44 Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios». (Lc 19, 41-44)
Jesús continúa la línea de la predicación profética: al mismo tiempo que denuncia el pecado de la ciudad, se duele por ella. Es una denuncia que no se hace insensiblemente. El pecado, y las consecuencias de desgracia y de dolor que el pecado trae, son motivo de congoja para el profeta. Su misión es advertir a la ciudad y buscar su conversión. Así como en otras ocasiones los profetas denuncian con duras palabras, en este caso son sus lágrimas y su conmoción el modo de llamar la atención sobre la situación de alejamiento de Dios.