18/04/2019 – En la noche del Miércoles Santo, la profesora María Gloria Ladislao se refirió a las mujeres que ungieron a Jesús y cuyas acciones quedaron registradas en el Evangelio. “Es bueno distinguir a las varias mujeres que ungieron al Señor, porque hay confusiones respecto de ellas”, sostuvo y añadió: “En relación a la acción de ungir primero hay que decir que el término griego myron designa a un ungüento fuertemente aromático y de costoso valor. Estos ungüentos se obtenían disolviendo los perfumes sobre una base de aceite. Dado que la característica fundamental de este ungüento es su fuerte aroma, muchas veces se traduce directamente por perfume. Este bálsamo perfumado tenía usos cúlticos y profanos. Se lo utilizaba en los sacrificios ofrecidos a los dioses, en las tareas de embalsamamiento de los muertos, para la belleza del cuerpo y como signo de alegría. Su uso se remonta en el mundo antiguo hasta el 3.000 antes de Cristo”, indicó la especialista quien luego se refirió a la pecadora que se acerca a Jesús en el capítulo 7 del evangelio de Lucas.
“En el evangelio según Marcos, en el capítulo 14, se relata la unción hecha antes de la Pascua por una mujer anónima. Una mujer sin nombre, como tantas otras anónimas que en las casas y alrededor de las mesas están destilando su amor. Una mujer sin grado ni prestigio, intuyendo lo que viene. Son otros, los jefes, los doctos, los que se manejan con otros procedimientos y otros poderes, quienes planean lo que vendrá. Ella ha visto algo, algo ha captado, y por eso llega y se anticipa. Con sus recursos, y sus poderes, y su querer. Lo que puede hacer una mujer sin nombre cuando sabe lo que quiere. Los sacerdotes y los intelectuales usarán la fuerza de las armas y los contactos políticos. Ella trae un frasco de perfume, caro, intenso, del mejor. Un recurso pequeño, que cabe entre las manos de una mujer. La Pascua viene, y por eso ella no va a escatimar, no va a medir. Quiebra el frasco, y así, sobre El, en el perfume, se vuelca toda ella. Rompe el frasco en este gesto irreversible, porque ya no hay vuelta atrás ni posibilidad de arrepentimiento. Todo el perfume se va sobre la cabeza y sobre el cuerpo del Mesías que se encamina a su Pascua, condenado por los jefes y por los doctos, perfumado por la mujer sin nombre”, expresó Ladislao.
La biblista manifestó también, en relación al texto de Marcos que “los que estaban a la mesa no comprendían. Ellos, como tantos otros, aunque no tenían el recurso de las armas ni de los contactos políticos, sí entendían muy bien acerca de otro recurso: el dinero. Y eran rápidos en esto. En seguida pudieron calcular cuánto costaba el perfume. Y en seguida pensaron otra inversión, potencial e hipotética: Se hubiera podido vender. Demasiados verbos, demasiadas suposiciones. Cabe dudar si, en caso de haber tenido en su haber un perfume tan caro, ellos lo hubieran vendido para darlo a los pobres. Y critican el derroche. Critican el derroche los calculadores, los mezquinos, los miedosos, los cortos de intuición para las cosas de Dios. ¿O acaso no es Dios mismo derroche y abundancia que se derrama, más allá de lo merecido, más allá de toda medida? El amor que hace cuentas no es amor. Porque el amor se va en excesos, en besos de más, en caricias de más, en perfume de más. Cuando se calculan las caricias y se cuentan las gotas de perfume no es amor. ¿Qué demostración de afecto puede ser aquella a la que previamente se le calculó el costo? Ella hizo un despilfarro, porque el perfume era caro, porque era del mejor, porque rompió el frasco. Ninguna medición, ningún cálculo, nada para guardarse”.
Ladislao agregó que “el perfume era una mercancía valiosa. El bálsamo era un elemento de costoso valor y así e lo cuenta entre los tesoros del profeta Ezequías. También se lo usaba para el cuidado corporal, como signo de embellecimiento y de alegría”. Y luego agregó en relación a una de estas mujeres, María de Betania: “En aquella cena, pocos días antes de la Pascua, esta mujer quiso darle todo esto a Jesús. Era servicial, lo honró poniéndose a sus pies, dando al Maestro lo mejor, lo más valioso. Con el amor apasionado y sensual de la novia del Cantar de los Cantares, llenó de perfumes a su amado. Con la fe de su corazón reconoció al Ungido. Ella, modelo de discípula, realizó anticipadamente lo que Jesús dejará como mandato a su comunidad en la última cena: ´Lávense los pies unos a otros`. Ella brindó a Jesús, aún vivo, las caricias y los cuidados que el Amigo no podría tener en sus últimas horas y en su muerte. En definitiva, se adelantó a su sepultura”.
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