Las pasiones de la vanidad, el orgullo y el temor

miércoles, 13 de abril de 2022
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13/04/2022 – En “Terapéutica de las enfermedades espirituales”, el padre Juan Ignacio Liébana, desde Campo Gallo, en el norte de Santiago del Estero, habló de las pasiones de temor, la vanidad y y el orgullo. “En esta Semana Santa queremos que muera ese hombre viejo para que renazca lo bueno que trae la Resurrección de Cristo, por eso hoy cerramos con las pasiones que nos faltan. Los Padres de la Iglesia clasifican al temor como una pasión y todos los estados relacionados con él y que constituyen formas o grados, como el miedo, el espanto, el terror, la ansiedad, la angustia o el desamparo. De una manera general, el temor es provocado por el riesgo de una privación o de un sufrimiento, por la idea o el sentimiento de que se lo va a perder o que se podría perder lo que se desea o aquello a lo que se está apegado. La segunda clase de temor, que los Padres consideran como una pasión, es una consecuencia del pecado ancestral. Se manifiesta siempre como una repulsa que experimenta el hombre ante lo que puede corromper y destruir su ser, pero ya no se trata de su ser según Dios, sino de su ser caído al cual está apegado por la filautía. Es siempre, ante todo, el temor de la muerte, pero ya no por la misma razón que precedentemente. Toma entonces las formas más variadas, forma parte de las pasiones debidas a la privación del placer, y se produce cuando la filautía se halla mortificada por un sufrimiento del alma o del cuerpo. El hombre teme perder un objeto sensible cuya posesión le procura un cierto goce sensible. La idea o el sentimiento de esta posible pérdida engendra en su alma un estado de malestar y de turbación y revela un apego a este mundo, a los bienes de este mundo y a su goce sensible, y también a esta vida en cuanto se piensa que debe servir para alcanzar esta clase de goce”, comenzó expresando el sacerdote porteño que misiona en Santiago.

“La vanidad o vanagloria es una pasión particularmente importante y fuente de otras numerosas enfermedades del alma. La primera especie de vanidad es concebida como engreimiento por ventajas carnales y aparentes. El vanidoso puede así gloriarse y desear la admiración de los otros, por los dones que la naturaleza le ha concedido, como la belleza de su cuerpo o de su voz, por ejemplo, pero también por su aspecto, su prestancia, y todo lo que contribuye a darle una bella apariencia. También puede gloriarse y esperar la consideración por su habilidad manual o su destreza en tal o cual ámbito. La segunda especie de vanidad es cuando se infla del deseo de un vano renombre por bienes espirituales y ocultos. En el hombre espiritual todavía sometido a las pasiones puede coexistir con el primer tipo u ocupar su lugar cuando ha superado el apego a los bienes mundanos. Consiste para él en gloriarse en sí mismo o ante los otros hombres, de sus virtudes o de su ascesis y en buscar por medio de ellas la admiración y las alabanzas de otros”, acotó.

El orgullo está muy próximo a la vanagloria, a tal punto que muchos Padres no juzgan útil estudiar por separado estas dos pasiones; así estudian sólo siete pasiones genéricas en lugar de ocho. En efecto, si se considera el orden de las pasiones desde el punto de vista del combate y del progreso ascético, estas van de las pasiones más groseras a las más sutiles y más difíciles de vencer y, entonces, el orgullo aparece después de la vanagloria. Encarado bajo este ángulo, se presenta como la cumbre o el producto de ésta en su más alto grado de desarrollo”, describió Juani.