Las Postas de Esquiú: en Córdoba, donde fue Obispo y «campesino» junto a su pueblo

lunes, 28 de julio de 2025

28/07/2025 – Camino a celebrar los 200 años del nacimiento del beato argentino Fray Mamerto Esquiú, continuamos un ciclo de encuentros que repasa su vida, recorriendo los mismos lugares donde vivió el fraile catamarqueño.

La cuarta y última posta nos llevó a Córdoba, donde acude para cumplir con su tarea pastoral, al ser nombrado Obispo. Su tiempo en el ejercicio fue breve, ya que fue consagrado como obispo el 12 de diciembre de 1880 y falleció el 10 de enero de 1883. Sin embargo, en ese corto tiempo dejó una huella importante en la Iglesia cordobesa. Dialogamos sobre este tiempo de su vida con Fray Gastón Domínguez, conocido también como Fray Dody, Hermano de la Orden de Frailes Menores de la Provincia Franciscana de la Asunción.

Tras el fallecimiento del obispo de Córdoba, Manuel Eduardo Álvarez, Fray Mamerto fue propuesto para el cargo. A pesar de sus reiteradas renuncias, finalmente obedeció la voluntad papal de León XIII. Fray Esquiú aceptó el nombramiento, aunque con una profunda humildad y a pesar de su conocido deseo de evitar Buenos Aires, ciudad a la que finalmente llegó para su ordenación. Allí, en un sermón previo a su consagración, el 8 de diciembre de 1880, se dirigió a la élite porteña con un mensaje crítico e incómodo, recordando las dolorosas luchas del país y haciendo un llamado a la humildad y la caridad.

Finalmente, el 1 de enero de 1881, Fray Mamerto Esquiú llegó a Córdoba como obispo. En su primera homilía, expresó su compromiso: «Me gusta la soledad y una vida retirada. Sin embargo, mientras tenga fuerzas, me verán siempre inquieto de una parte a otra, solícito del bien de todos, procurando hacerme todo para todo. Esta promesa la cumplió a cabalidad en sus poco más de dos años de episcopado. Se dedicó incansablemente a los más necesitados, visitando cada rincón de su diócesis y estableciendo un vínculo profundo con la gente. Su legado de humildad, caridad y servicio incondicional perdura, recordándonos que «donde haya pobres en una puerta, allí está el obispo».

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