Liderazgo, un servicio a la vida

lunes, 29 de octubre de 2007
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Se levantó Jesús de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató en la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: ¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí? Jesús le respondió: “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo., pero después lo comprenderás”. “No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!”. Jesús le respondió: “Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”. Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”. El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”.

Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”.

Juan 13, 4 – 15

Hemos participado de una jornada electoral en toda la Nación Argentina detrás de la elección de quien nos va a representar y a quienes nos van a representar en la Cámara Alta, Cámara Baja, en algunos lugares hemos votado también a Gobernadores, Intendentes.

Hemos elegido a la presidenta que ayer salió ungida por todos los argentinos en un porcentaje alto: María Cristina Fernández, para estar delante del pueblo argentino, liderando.

Y ha sido justamente este clima de la elección de líderes lo que me motivó a elegir este tema para salir de aquél lugar común donde caemos a veces en nuestra reflexión y a nuestro compartir en el bar. después de un día de estos, o en el compartir familiar respecto a si era lo mejor o lo peor, si conviene o no, si ya los conocemos, si son todos iguales, pero al liderazgo alguien lo tiene que asumir, y en todo caso, nos hace bien pensarlo en relación a nosotros porque de hecho lo llevamos adelante en más de una instancia de la vida y porque, en lo que tiene que ver en la manera de conducirnos en los que tienen nuestra representación en el gobierno, es bueno saber a qué modelo aspiramos para saber que debemos pedir, qué estilo, según el Evangelio, debemos nosotros aspirar a tener como representantes de quienes marcan el destino de lo común, de nosotros como pueblo. Nos tenemos que preguntar qué podemos esperar de un dirigente, pero no pensemos solamente en estos a los que hemos votado ayer sino en otros niveles, en otros planos de dirigencia.

Pensemos en nosotros mismos como dirigentes, como educador, como educadora, como coordinador o coordinadora de una comunidad, como miembro de una comunidad en la que te toca cumplir un rol, como trabajador en una fábrica, en una oficina, donde tenés personas bajo tu responsabilidad a quienes tenés que guiar y acompañar.

¿Qué es un conductor? Un conductor básicamente es un primero entre pares. Uno que tiene un lugar primero entre gente igual a él. No es uno distinto, distinguido, es uno primero entre iguales y tiene que tener las dos realidades conjugadas dentro suyo, la igualdad como primera condición, y la primacía, que cuando está planteada en términos de igualdad lo pone en una actitud de servicio.

Si no fuera entre pares su primacía, la primacía de quien dirige, de quién conduce, rápidamente se traduce en el ejercicio de la autoridad y cuándo ésta es llevada a términos extremos, el despotismo.

Cuando se es primero entre pares, además de tener el servicio como código de referencia, se tiene a la distancia lo excepcional de lo que debe vivir como privilegio, y las particularidades que se deben tener en cuenta porque es quien es. Quien tiene una autoridad no debe cimentar su labor en el poder que se le confiere y el derecho que recibió con el cargo que se le confía sino en su capacidad de convencimiento, la que surge básicamente del testimonio de vida, es decir, de la autoridad interior, de la autoridad moral. La autoridad se construye desde este lugar de coherencia entre el sentir, el decir, el pensar, el hacer.

En el servicio está el reinado de la autoridad y por eso Jesús, el Maestro, dijo que su primacía en la comunidad se construía desde aquél lugar, y cuándo los discípulos discutían sobre qué lugar ocuparía cada uno de ellos cuando se fuera Jesús, el Señor, una y otra vez, conociendo aquellos pensamientos que estaban en lo oculto en la discusión entre ellos, al margen del diálogo con Jesús, el Señor les salió al cruce diciendo: “El que quiera ser el primero entre ustedes que se haga el último”.

Ayer justamente en el Evangelio, en la liturgia del domingo 30 durante el tiempo ordinario nos presentaba esta máxima, al final del Evangelio, cuando aparecían el publicano y el fariseo y Jesús terminaba diciendo, el primero entre ustedes va a ser el último. “El que se humilla va a ser ensalzado y el que se ensalza va a ser humillado”. Por eso, esto de ser último, no es sencillamente ni básicamente, desaparecer, sino en todo caso, aparecer en el servicio, aparecer arremangándose para estar cerca de aquellos que nos necesitan, de los que se nos han confiado.

Un camino que debemos aprender a recorrer a partir de algunas características que tienen que estar en quienes tenemos la responsabilidad de conducir:

  • Servir.
  • Alentar, de animar. Debe ser un animador en lo comunitario el servidor dirigente. Uno que pone en alto el ánimo de las personas que se le confían porque sabe y entiende que solamente con un ánimo en alto las dificultades, las adversidades propias de la tarea que cada uno debe asumir, va a poder encontrar el respaldo que se necesita para superarlas.
  • Estimular a aquellos que comparten la tarea con él.
  • Promoverlos a crecer. Sabe de cuántas mejoras pueden alcanzar las personas que se le confían, cuántos talentos.
  • Como buen dirigente debe aprender a imitar los buenos talentos y las mejores condiciones que tienen las personas que se le confían.
  • La cordialidad, que es poner el corazón con el otro, junto al otro, en la tarea.
  • La humildad, que es la capacidad por la verdad en actitud de servicio.
Son los valores básicos que trascienden el rol y que le dan verdadero sentido. Un rol dirigencial que no tenga estos valores en el sustrato de su cometido básicamente se vacía de contenido al poco tiempo.

Hay que llenar de un nuevo contenido la vida dirigencial y no está desligada de la técnica, del management en cuanto a la organización y a la capacidad de gestión, pero ésta, sin los contenidos de valor significativo también pierden sentido. Es la trascendencia, básicamente, la que marca el rumbo.

El que es dirigente debe asumir una maternidad, una paternidad espiritual, que no es lo mismo que el maternalismo o paternalismo.

El paternalismo y maternalismo cubren las necesidades de los otros saliéndoles al cruce sin dejar crecer al otro, tienen miedo del crecimiento de los otros por motivos diversos.

En una verdadera conducción debe haber maternidad y paternidad en el sentido de tutoría, de saber estar al lado viéndolo crecer y favoreciendo el crecimiento del otro.

Después de que volvamos de la música, mientras Alejandro nos va ayudando a tener el ánimo en alto en la mañana de hoy, vamos a ver al dirigente como líder y vamos a ver tres aspectos: el líder, el manager, y el padre/madre, y cómo es que uno que dirige, conduce, acompaña el crecimiento, la madurez de los que se le confían debe saber intervenir, debe saber correrse, debe aparecer y saber desaparecer desde una actitud juiciosa que tiene como etapas distintas: la epidérmica, la profunda, la trascendente, y demás.

Tres palabras pueden ayudarnos a definir el perfil de quien dirige.

El que dirige es un líder. Básicamente es uno que sabe administrar, es un manager, pero por sobre todas las cosas y tal vez sintetizando los roles, esta figura es un padre, es una madre en el sentido pleno de gestación de vida y de saber acompañar la vida que nace, la gestión que realiza, que siempre es humana.

Consideramos al líder, sea varón, sea mujer, como la persona capaz de tener visión de futuro. Es algo así como alguien que profetiza, alguien en quién la intuición y la capacidad interpretativa del tiempo que se vive lo tiene como en la mano y sabe decir por dónde hay que ir y cómo hay que ir por donde hay que ir.

El líder es un mensajero, una voz en la noche, capaz de distinguir lo valioso de lo que aparece en principio como valioso pero no lo es tanto. Es un hombre o una mujer sin dilaciones, muy firme, seguro, a veces tiene la condición de la solitariedad en medio de algunas decisiones o de algunas visiones.

También de acuerdo a tres actitudes que puede asumir el líder son los modos como también puede encarnarse su liderazgo. Cuando hacemos análisis de la realidad lo podemos hacer desde una triple atalaya, por así decirlo, desde un triple lugar.

Un lugar epidérmico, un lugar un poco más profundo y un lugar, el que importa, el que es trascendente, pero convengamos que a veces los análisis que hacemos los que asumimos responsabilidades de liderazgo pasan por uno u otro tamiz.

Claro que para tomar decisiones que tienen trascendencia se puede comprender que una etapa sea epidérmica, una un poco más profunda, más honda, leyendo más entrelíneas todo lo que supone las decisiones a tomar y las consecuencias que se siguen y los escenarios en los que ocurren las decisiones que se asumen y por último el valor de alcance que tienen estos y el valor de la trascendencia en como se encarnan en los tiempos las decisiones que se toman, y en esto tiene sentido saber que la decisión que se toma ocurre y acontece en un ámbito apocalíptico, es decir, a la larga siempre se ubican dentro de un plano de lucha entre las fuerzas ocultas de las que Pablo habla en Efesios 6 entre los espíritus que surcan el aire, es decir trascienden el ámbito de lo perceptible humano, siempre son escatológicas nuestras decisiones, para los que creer o estamos del lado de Dios y el camino que el nos muestra o nos estamos apartando de El, en esto no hay término medio y el liderazgo que asumimos desde la perspectiva cristiana tiene esta dimensión trascendente, o nos encaminamos en Dios y su voluntad o andamos por otro lado según lo que el espíritu del mundo nos indica, nuestra propia concupiscencia carnal o bueno también inspirados, aunque sin terminar de caer en la cuenta, por la fuerza del mal que arrastra nuestras decisiones independientemente del querer y la voluntad de Dios, de allí que cuando el liderazgo se asume de la fe hay que entrar en una gracia que la hemos trabajado ya en más de una oportunidad, que es la gracia del discernimiento, que es capacidad de análisis, capacidad del descubrimiento de los por donde y los como para alcanzar la meta que se descubre por un golpe de vista pero que después se hace análisis y confirmación en lo concreto, en los hechos de lo que Dios muestra como su querer, como su voluntad.

El dirigente, además de tener esta capacidad de mirada analítica, profética, de la mano de los tiempos que vienen, siendo uno que visiona por el hacia donde, tiene que ser un buen manager, un buen organizador. Que tiene la capacidad de hacer compatible dentro de la orquesta a los distintos solistas que suenan en ella. 

Es un constructor de comunión, es un hacedor de fraternidad, que sabe utilizar las herramientas de los obreros con la condición de suelo en el que están las semillas que tienen que sembrar para que produzcan el fruto que tienen que dar, y los acompaña en esa tarea, que no los deja solos.

Para esto hace falta condición humana de trato, no es un ejercicio técnico de trabajo ni la aplicación de unas ciertas reglas técnicas conceptuales; estas, si no se encarnan en un determinado humanismo, al que le llamamos nosotros humanismo cristiano, con los valores del Evangelio hecho carne en uno, se pueden contradecir rápidamente los valores que se sostienen con el modo de aplicarlos y de encarnarlos en la propia vida y el líder rápidamente se transforma en un obstáculo para el proyecto.

Hace falta una cierta pedagogía y esto supone saber manejar los tiempos y una cierta capacidad magisterial, no del magisterio entendido como el que aplica leyes de claridad, de distinción desde lo racional, sino de quién se sabe instrumento capaz de reflejar los valores que se están queriendo proponer.

Las primeras comunidades cristianas contaban con apóstoles, con profetas, con maestros. Los apóstoles eran los fundadores de una comunidad, abrían surcos, mostraban el valor del Evangelio pero tenían una capacidad itinerante fuerte y por eso no se quedaban demasiado tiempo en ellas. San Pablo, concretamente, era el caso más claro del apostolado en este sentido. Cuando un apóstol dejaba la comunidad para ir a sembrar el Evangelio a otra ciudad, consagraba allí a un obispo que además de conducir la comunidad, enseñaba y educaba a los fieles en la fe y las costumbres que debían asumir según los valores que se estaban proponiendo, los del Evangelio. Era un pedagogo, un mistagogo, quiere decir uno que entendía el misterio que se estaba proponiendo, el de la Pascua, era un Padre. Tito y Timoteo eran, por ejemplo, maestros y conductores que Pablo había designado para conducir las comunidades que el fundó.

Por otra parte, además de ser un buen administrador, un buen manager y de tener una clarísima visión, el que tiene una responsabilidad de liderazgo debe ser un dirigente, y hay que pedir esta gracia de liderar, cualquier sea el lugar que nos toca, cualquiera sea el género, masculino, femenino, hay que saber liderar, hay que saber trabajar la tierra que se nos confía, hay que saber liderar hasta adquirir este lugar de padre y madre que es mucho más que gestionar algunos recursos económicos, humanos, comunitarios, es gestar la vida en lo que se nos confía y en eso asumimos el rol de paternidad, de maternidad y en este sentido, para nosotros básicamente, el punto de referencia está en los que entregaron la vida y ofrecieron la vida como único modo de terminar de hacerla aparecer con toda su fuerza según la propuesta evangélica.

Los grandes líderes cristianos murieron mártires y bueno, de hecho, nuestro fundador de la comunidad, Jesús de Nazaret, y María con él, como co-fundadora, mueren, el cruentamente, ella incruentamente al pie de la cruz atravesada por la lanza del soldado, místicamente muriendo a los pies de su Hijo y justamente en esta entrega de la vida donde la vida se multiplica, donde la vida crece, donde la vida aumenta. Por eso el que quiera acercarse a este misterio de liderazgo en clave de Jesús no solamente tiene que guardar algunas cualidades y encarnarlas en sí sino tiene que estar dispuesto a todo, también a dar la vida.

Todos juntos hacemos camino por toda la Argentina extendiendo esta bellísima señal de Radio María que va cubriendo todo nuestro territorio Nacional.

Lo hacemos con la sencillez y la simpleza de los que optan todos los días por iniciar una nueva jornada confiando en que puede ser hoy el gran día para que haya un clima donde elegir como Dios quiere que elijamos, con el corazón y con la vida.

La radio lo que hace es eso: haya sol, haya nubes, caiga nieve, se venga la tormenta, sea lo que sea lo que se venga le ponemos clima para que la vida del espíritu crezca como merece ser crecida, en el mundo en el que vivimos, no alejados de el;  en el contexto de la vida, no en una burbuja, porque sino después es muy difícil conjugar la vida que Dios pone en el corazón con la que los hermanos están esperando recibir, de allí que la Radio María en Argentina adquiere este valor de estar en el espíritu encarnada en la cultura que le toca y por eso el valor de formar y de informar, de ponernos al tanto de lo que ocurre y de lo que vivimos en el espíritu.

La Radio se extiende por todo el país y quiere tener olor a Argentina, con lo que somos, no queriendo ser algo que no somos, asumiendo lo que vamos viviendo en cada una de las regiones donde vamos estando.

Nos quedan para mañana cinco rasgos de un verdadero estilo de conducción:

  • El profético, que básicamente tiene que estar en nosotros; somos hijos de un profeta: Jesús.
  • La capacidad dialogal en el proceso de conducción. Cómo y de qué manera se lleva adelante esta capacidad de diálogo.
  • Nuestro estilo de conducción debe estar fundado en el servicio y a la vida, no de cualquier modo.
  • Autoritativo en principio, pero democrático en la aplicación.
  • ·        Una estrategia providencialista: algo que no está en nosotros y sí está en nuestras actitudes y que debe estar si o si presente en nuestro camino de conducción.
La fuente de parte de estos elementos la podemos encontrar en “Liderazgo, un servicio a la vida” del Padre Guillermo Carmona de los Cuadernos Pedagógicos del Centro Pedagógico José Kentenich.