Llamados a madurar

viernes, 13 de diciembre de 2019
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13/12/2019 – Viernes de la segunda semana de Adviento

“¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros:
‘¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!’.
Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: ‘¡Ha perdido la cabeza!’.
Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras”.

San Mateo 11,16-19.

Comienza Jesús preguntando a quien se parecen los hombres de ésta generación. Está hablando de aquellos y estos, los de ésta generación. Esta generación, los contemporáneos de Cristo y ésta generación, nosotros contemporáneos, somos como dice Jesús niños caprichosos. Los judíos de su tiempo especialmente los más preparados y responsables demuestran no tener buena voluntad ante la persona de Jesús, ante el mensaje de Jesús sobre el Reino de Dios. Algo que no fue exclusivo aspecto de Jesús, con Juan el Bautista se comportaron igual. La reacción de quienes no están dispuestos a recibir de buena voluntad la aparición de un nuevo orden es de una cierta actitud caprichosa, irracional, carente de sentido, falta de madurez, una actitud caprichosa.

El capricho es un encierro sobre si mismo, es una incapacidad de vincularse con la realidad de una manera cordial. Y eso enferma, uno está enfermo psicológicamente cuando no es capaz de vincularse con la realidad que le circunda desde su interioridad de una manera cordial, cuando la amenaza por razones internas o por incapacidad de enfrentarlas desde adentro de la que son verdaderamente externas puede más que un entrar y salir sobre la realidad con facilidad.

Hay situaciones en la vida en las que la realidad por su complejidad, por su variabilidad, por su cambio acelerado, profundo, continuo nos deja un poquito como fuera de foco. Sin embargo hay que empezar a buscar el foco. No hay que encerrarse en yo no entiendo, yo no sé, yo no voy aprender más. Es un problema de otro, los que tienen que resolver los que son responsables de esto. Es la mejor forma de permanecer en una actitud dependiente, propia de quien es infante, de quien es niño, de quien no quiere crecer. Jesús lleva por otro camino de hacerse cargo y por eso la centralidad del mensaje del Reino va a ser que aquel que lo quiera alcanzar en el seguimiento de Jesús se va a tener que hacer cargo. No es patear la pelota para otro lado. Es asumir, es hacerse cargo la posibilidad de empezar un camino de madurez por la vía de la sabiduría sacándonos de los encierros donde los determinismos nos han puesto en la situación de capricho que viene de la mano del voluntarismo, de la falta de racionalidad.
No pasa por cerrarnos a la complejidad lo que resuelve las situaciones sino con madurez y adultez buscar los caminos.