Llamados a renovar la fe

viernes, 3 de agosto de 2018
image_pdfimage_print

03/08/2018 – Los paisanos del tiempo de Jesús solo alcanzan a ver en el hijo de María y José el carpintero, a un vecino más de ahí. Jesús se extraña de la falta de fe de ellos y citando aquello tan antiguo que solo es en su propia tierra despreciado un profeta da a entender que su peregrinar trasciende el ámbito al que pertenece al vínculo que tiene con ellos de familiaridad vecinal.

 

Catequesis en un minuto

 

“Al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. «¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?». Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Entonces les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.

Mateo 13,54-58

 

Es solo por la fe donde podemos penetrar lo impenetrable que resulta el misterio de Dios entre nosotros si no estamos asistidos por la fe habitando en medio nuestro en la cotidianidad, haciendo que la vida no caiga en la rutina, el don de la fe nos abre al misterio de la presencia de Dios que vino a poner su morada en medio nuestro.  Todo se hace rutinario cuando nos falta el don de la fe y no encontramos sentido ni rumbo. “Las cosas son como son y no pueden ser de otra manera”. La vida del hombre en su dignidad está para ser vivida en plenitud y lo hacemos cuando desde la inteligencia, sin evadirnos, podemos encontrar valor y sentido en el claroscuro de la vida. Eso lo aprendemos cuando desde la fe leemos los signos de los tiempos que Dios va dejando en el camino. Así el camino es de plenitud y no nos enredamos en lo de todos los días. La voluntad de Dios no nos quiere transcurriendo el tiempo sin sentido sino siendo partícipes, protagonistas.

“Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio” (Rom 8, 28).  Nada de lo que acontece escapa de las manos de Dios, todo lo que acontece es para bien de los suyos, que somos todos.  Nada escapa a la mirada de Dios, y somos quizás nosotros los que nos movemos sin Él. Que Él nos de mirada de trascendencia y sentido en medio de las cosas de todos los días.

Nos pasa tantas veces que la realidad nos ahoga, nos achica la mirada, nos deprime el encontrarnos todos los días con la “novela” de la realidad, como para utilizar una imagen que aunque nos hayamos perdidos algunos capítulos no hay mucho que haya cambiado. El sistema lejos de liberar las fuerzas humanas para construir algo nuevo, termina por determinarlo o coartarlo. Cuando nos encontramos repetidamente en ese escenario el alma se nos va acabando y el sentir interior es de sinsentido y vacío. Allí intentamos sumarnos para “pasarla bien” o nos animamos a romper interiormente con una saludable rebeldía buscando nuevas salidas. Nosotros proponemos uno de renovación que es lo que entendemos Dios hizo desde hace tiempo cuando comprometió la gracia de la Salvación.

No se trata de sobresalir por sobresalir sino de llegar a ser lo que estás llamado a ser. Dios mismo a querido involucrar su presencia para que llegues a ser lo que pensó para vos desde siempre.

Para salir de esta rutina aburrida y el sistema tedioso, proponemos 2 puntos que puedan ayudarte a renovar en el camino:

1) El encuentro con la Palabra de Dios desde la lectura orante de la misma
2) Recuperando el diálogo creyente de la oración en clave de amistad.

Catequesis completa