Los diez mandamientos

miércoles, 22 de agosto de 2012
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Estamos en la tercera parte del catecismo, la vida en Cristo, en la necesidad de dar respuesta a ese llamado de plenitud que Él nos hace. Estamos en la segunda sección de esta tercera parte de la vida en Cristo. Los diez mandamientos, el decálogo de la ley. Comenzamos a recorrer en esta semana una serie de reflexiones en torno a lo que el Catecismo nos trae como propuesta que nos ayude a revalorizar el sentido de la presencia de los diez mandamientos que Dios le entrega al pueblo de Israel, en manos de Moisés y que nosotros como nacidos de ese lugar al que pertenecemos, y renovados en Cristo en el nuevo y único mandamiento, queremos de alguna manera entender aquello que nos propone Dios el Padre en el decálogo de la Ley. En los diez mandamientos.

En el evangelio de San Mateo 19, 16-19, aparece un diálogo de Jesús con un joven que se acerca a hacerle una pregunta. “Maestro, ¿Qué he de hacer para conseguir la vida eterna?”. Quien hace esta pregunta, recibe la respuesta de Jesús invocando la necesidad de reconocer a Dios como el único bueno, como el bien por excelencia y como la fuente de todo bien. Luego Jesús declara, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Incita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor al prójimo, esto es, no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio que sea falso, honra a tu padre y a tu madre. Finalmente Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva, ama a tu prójimo como a ti mismo. A esta primera respuesta se le añade una segunda, “Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, luego ven y sígueme”. Esta respuesta no anula la primera, el seguimiento de Jesús, implica cumplir los mandamientos, la Ley, no ha sido abolida, dice Jesús, sino que el hombre es invitado a encontrarla en la persona del maestro. Él es el que da la plenitud perfecta.

En los evangelios sinópticos, la llamada de Jesús dirigida al joven de seguirle en la obediencia y en observancia de los preceptos, es relacionada con el llamado a la pobreza y el llamado a la castidad. Los concejos evangélicos son inseparables del decálogo de los mandamientos. Este camino que propone Jesús, es un camino ciertamente exigente, que no se lo puede recorrer como lo hemos compartido en días anteriores sin una clara conciencia de lo que supone confrontar con estas exigencias y cuanto de fragilidad despierta en nosotros esta confrontación, al mismo tiempo poner esta misma vulnerabilidad nuestra, en las manos de Dios para que si, por su gracia podamos alcanzar la plenitud a la que somos llamados. Siempre la exigencia evangélica muestra el costado vulnerable de nuestra condición humana y a partir de allí la necesidad que tenemos de ponernos en las manos de Dios.

Insistamos sobre qué de vulnerable aparece en mi vida en este tiempo y qué gracia de Dios necesito para superar esta vulnerabilidad, porque Dios, el Señor, me quiere venciendo, superando, aquello mismo donde me siento vencido y superado.

Les comparto para que se entienda desde donde estamos planteando esta propuesta, mi experiencia por estos días. Sin duda las exigencias de la tarea del servicio en esta, nuestra casa radio mariana, vienen siendo a partir del desarrollo del crecimiento de la obra, cada vez mayores y la pastoralidad en toda la complejidad y la posibilidades que aquí Dios nos invita para el servicio va siendo cada vez más grande. Frente a esto, uno lejos de sentirse más fuerte, se siente más frágil, más débil, con menos herramientas, posibilidades para sortear las dificultades que están planteadas en el camino y para llevar eficazmente la tarea hacia adelante. Es un tiempo donde se declara esta debilidad de muchas maneras y yo siento la necesidad de crecer en la gracia de la confianza, de creerle a Dios que Él va a llevar adelante la obra que Él mismo comenzó y que la va a llevar a término. Son muchas las dificultades que el contexto ofrece para el desarrollo de nuestra obra, de todo tipo y de diversos ámbitos se van mostrando estas dificultades, trabas, circunstancias no deseadas para llevar adelante. Pero allí mismo donde está nuestra fragilidad, está nuestra posibilidad. La expresión de Pablo “Cuando yo soy débil, entonces soy fuerte, porque la gracia de Dios obra en mí”, viene justo para este compartir.

Seguramente vos también podes decir cuáles son los lugares por distintos motivos vos percibís que la gracia de Dios tiene que obrar con eficacia y a qué te invita, a mí me invita particularmente a decir: Amén, que no se haga mi voluntad sino la tuya. Si fuera posible que veamos superar rápidamente estas dificultades, pero no quiero caminar por un lugar que yo elegiría sino, por donde Dios nos quiera conducir. Que se haga Tu voluntad.

De qué manera, vos, en las circunstancias que estás, de algún modo te sentís invitado a descubrir con qué gracia necesitas ser asistido por este tiempo. A mí por una gracia de mayor confianza, de entrega y de abandono en el querer de Dios. ¿En tu caso? A lo mejor la gracia de la misericordia, para encontrarte con el perdón o la gracia de la fraternidad, para superar las dificultades que impide la mano de la gracia una onda reconciliación en algunos vínculos, mejor es la gracia de la alegría, porque hay muchas situaciones que producen una gran angustia, debilidad y una gran tristeza, a lo mejor es una gracia laboral lo que estas buscando frente a la ausencia de trabajo. Hay espacios dentro de nosotros, circunstancias que rodean nuestra vida que invitan a confrontar con las posibilidades que Dios da ahí donde no nos alcanza con nuestra propia fuerza, para vivir los mandamientos, en realidad tampoco alcanza, con la propia fuerza si de verdad confrontamos con ellos descubrimos que estos revelan nuestra fragilidad y al mismo tiempo son toda una invitación a ponernos en las manos de Dios.

Hoy te invitamos a compartir en qué aspectos de tu vida te sentís vulnerable y qué gracia necesitas para que Dios la transforme en fortaleza y oportunidad.

Y así hiso Jesús, recogió los diez mandamientos y los manifestó la fuerza del espíritu operante ya en su letra, predico la justicia que sobrepasa la de los escribas y fariseos, así como la de los paganos, desarrollo todas las exigencias de los mandamientos, han oído que se dijo a los antepasados no mataras pero yo les digo todo aquel que se encolerice con su hermano ese será un rey ante el tribunal. Esta mayor existencia con la que Jesús plantea su vínculo y nuestro vinculo con el decálogo de la ley pone de relieve la gran fragilidad con lo que la humanidad cuenta para llevar adelante la tarea que Dios propone como un lugar de plenitud, en ese sentido la gracia de Dios viene a nuestro auxilio para llevarnos a superar y a vencer las dificultades y en plenitud poner nuestra vida al servicio allí donde Dios nos invita a ser perfectos como el Padre del cielo es perfecto. ¿Cuál es el mandamiento mayor de la ley? Jesús responde: amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a este: amarás a tu prójimo como a ti mismo, de estos dos mandamientos depende la ley y los profetas. El decálogo está llamado a ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento. No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todo demás precepto se resume en amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo, la caridad es por lo tanto la ley en su plenitud, dice romanos en 13, 9-10. La palabra decálogo, los diez mandamientos, significa literalmente diez palabras, estas diez palabras Dios las revelo en la montaña, las escribió con su dedo, a diferencia de otros preceptos escritos por Moisés y constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Son transmitidas en los libros del Éxodo 20, 1-17, en el Deuteronomio 5, 6-22. En el Antiguo Testamento por ejemplo en Jeremías, Oseas, Ezequiel, se habla de estas diez palabras, pero su pleno sentido se va a revelar en el que es la Palabra, que viene a traer la nueva alianza. Estas diez palabras, el decálogo, se comprenden cuando se lee en el texto del Éxodo, que es el gran acontecimiento liberador de Dios en el centro de la Antigua Alianza. Las diez palabras vienen como a sellar el pacto que Dios ha hecho con su pueblo y que supone un comportamiento para que ese pacto pueda ser celebrado siempre, de manera renovada. Dios ha venido a aclararse como Dios de este pueblo y este pueblo ha dicho que quiere ser el pueblo de este Dios. Para que este pacto de amor, iniciativa de Dios, pueda llevarse a su plenitud se establecen estas diez palabras que en el Deuteronomio 30, 16 esta expresado así este pacto, si amas a tu Dios y sigues su camino y guardas sus mandamientos, sus preceptos y sus normas vivirás y te multiplicaras. Este es el sentido de vivir en este decálogo. Esta fuerza liberadora del decálogo aparece en el mandamiento del descanso del sábado, destinado también a los extranjeros y a los esclavos, acuérdate que fuiste esclavo en el país de Egipto y de que tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y con brazo extendido. Las diez palabras resumen y proclaman la ley de Dios. Estas palabras dijo el Señor a toda su asamblea en la montaña, en medio del fuego y la nube, en medio de una densa niebla con voz potente y nada más, luego las escribió en dos tablas de piedra, “me las entregó a mi” dice Moisés, por eso estas dos tablas son llamadas el Testimonio, contienen las clausulas en torno a la cual se pacta esta mutua pertenencia. Dios es el Dios de este pueblo, este pueblo tiene un Dios que se demostró a Moisés y que ha venido a liberarnos de la esclavitud. Las diez palabras son pronunciadas por Dios dentro de una teofanía, es decir de una manifestación de Dios, esto es lo más importante, que Dios ha venido a mostrarse personalmente y que para que haya un vinculo personal con Dios persona hace falta vivir según estos mandatos, solo que para vivir según estos mandatos cuanto es la exigencia ya de ellos en sí mismos y las que plantea Jesús, necesitamos de su gracia. Solo por su gracia podemos alcanzar lo que Dios nos invita a vivir como camino de plenitud a través de estas diez palabras o este decálogo. Por eso la pregunta brota como hiciéramos la semana pasada, también alrededor de esta misma perspectiva.

Hoy te invitamos a compartir: ¿Qué aspectos de tu vida, en donde aparece reflejada tu vulnerabilidad, necesita de una gracia de Dios obrando particularmente para alcanzar la plenitud que se propone en este lugar de los mandatos, de los mandamientos en el decálogo?

El don de los mandamientos de la ley forma parte de este pacto de amor, sellada por Dios con los suyos, según el libro del Éxodo, las revelaciones de las diez palabras es conseguida entre la proposición de la Alianza y su ratificación después que el pueblo se comprometió a hacer todo lo que el Señor había dicho y a obedecerlo. El decálogo no es transmitido sino, tras el recuerdo de la Alianza, el Señor nuestro Dios, estableció con nosotros una Alianza en el Orep, no es en el lugar donde en el cumplimiento de un precepto se alcanza a Dios, sino que es el lugar donde Dios que ha venido a establecer un vinculo nuevo con los suyos, elige un camino a través del cual poder encontrarse con su pueblo para celebrar esta mutua pertenencia. Los mandamientos reciben su significación en el interior de la Alianza, se entienden desde este vínculo con Dios. Según la escritura lograr del hombre adquiere todo su sentido en y por este vínculo de alianza, de amor. La primera de las diez palabras recuerda el amor primero de Dios hacia su pueblo. Como había habido en el castigo del pecado paso del paraíso a la libertad a la servidumbre de este mundo, por eso la primera frase del decálogo, la primera palabra de los mandamientos de Dios se refiere a la libertad, yo soy el Señor, tu Dios que te saco de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. En esta declaración de amor que muestra a Dios obrando, está el fundamento de vivir según aquello que Dios pide, Dios pide porque tiene la autoridad que le corresponde como líder de su pueblo, el hombre responde desde este lugar en toda su fragilidad por la gracia de Dios confiando en la autoridad que deviene de este Dios que es el que toma la iniciativa en el vinculo de relación nuevo y de alianza con su pueblo. Este es el lugar donde Dios y su pueblo celebran su mutua pertenencia. Este es el comportamiento que Dios espera de su pueblo para celebrar este pacto de amor en donde Dios tiene la iniciativa y el hombre responde, ¿desde dónde responde? Desde estas diez palabras, desde estos diez mandamientos con los que Dios quiere establecer nueva relación con su pueblo. Por eso queremos nosotros reconocer que a la hora de responderle a Dios no nos alcanza si la vida no es asistida por Dios, por eso como nos muestra particularmente Pablo, la ley tiene la capacidad de mostrarnos el pecado, es decir, como a veces nosotros estamos distanciados de Dios y que si no es por la gracia de Dios no podemos alcanzar lo que Dios manda.

Los diez mandamientos expresa los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia el prójimo, revelan un contenido primordial de obligaciones primeras que nos caben para que este vínculo de pertenencia de Dios y a los hermanos en clave de alianza, podamos básicamente vivirlos.La obediencia a los mandamientos implica obligaciones cuya materia es en sí misma leve. La injuria de palabra está prohibida por el quinto mandamiento pero solo podría ser una falta grave en razón de la circunstancia o de la intención del que la profiere. Lo importante como bien enseña el Catecismo de la Iglesia Católica y hoy queremos particularmente detenernos frente a ello, es la expresión de Jesús como a partir del 2074 lo expresa el Catecismo: “Sin mí no pueden hacer nada”. Este vinculo de amor con Dios en el pacto de Alianza, lo podemos ver desde donde Jesús plantea en el evangelio de Juan en el capítulo 15, la pertenencia mutua de nosotros para con Dios en Cristo, “Yo soy la vid, ustedes son los sarmientos, el que pertenece en mí como yo en él da muchos frutos, sin mí no pueden hacer nada”. El fruto en estas palabras es la santidad de una vida hecha fecunda por la unión con Dios en Cristo. Cuando creemos en Jesucristo, lo que hacemos es participar en su misterio y guardamos sus mandamientos, pertenecemos a Jesús y permanecemos en Jesús cuando cumplimos su mandamiento y ¿Cuál es su mandamiento? Este es mi mandamiento “que se amen los unos a los otros como Yo los he amado”. La posibilidad de amar al estilo de Jesús brota de la gracia de Cristo Jesús obrando en nosotros. Solo por su gracia, solo por su amor podemos vivir como Jesús nos invita a vivir, en plenitud, respondiendo a la llamada que Él nos hace en el pacto de amor que celebramos cuando cumplimos sus mandamientos.

                                                                                                            Padre Javier Soteras