Los profetas y la historia de Jonás

viernes, 19 de noviembre de 2021
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19/11/2021 – En “Iglesia, Palabra y Misión”, el padre Patricio Etchepareborda, párroco de Nuestra Señora de Luján porteño, del barrio de Parque Avellaneda en Buenos Aires y licenciado en Biblia de la UCA, se refirió a los profetas y puntualmente, a Jonás y su historia. Esta es su presentación:

La importancia de los profetas puede quedar simbolizado en el lugar central que ocupa en la escritura del pueblo hebreo. Para ellos la escritura se llama la Tanak. Que es el conjunto de la Torah, Nebiim (profetas) y Ketubim (escritos). Sin embargo, más allá de esto que es tan sólo una manera de mostrar esa importancia, sabemos que ella radica mucho más allá de esto. Sin duda en la religión de Israel tuvieron un influjo decisivo. Es gracias a los profetas que esta religión no se limitó tan sólo a algo cultual y ritual, fueron ellos los que mostraron la importancia de la vida moral en la religión (Am 8,5-7; Os 6,6) y los que mostraron que la fe de Israel a diferencia de muchos de los pueblos paganos “no se relacionaba con un Olimpo celestial, sino con una realidad social muy concreta”. Por más que ellos no fueron los que dieron origen a esta religión, no hay dudas de que fueron de gran ayuda para intentar mantener siempre su fuerza original.Podemos dividir los profetas en “anteriores” y “posteriores”. Los profetas anteriores son los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Los posteriores los dividimos a su vez en mayores (Isaías, Jeremías y Ezequiel), y menores (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahún, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías)

Es muy difícil determinar cuál es el criterio para definir a los profetas ya que el profetismo fue evolucionando con el tiempo. Por momentos se los relacionaba con un grupo de gente, que muchas veces estaban vinculados a trances extáticos (1 Sam 19, 20) después se fue individualizando éste fenómeno. También se lo relacionaba originalmente con grupos cercanos a los reyes (1 Re 22,6) y que tenían influencia en la corte, posteriormente se fueron independizando e incluso terminaron siendo un palo en la rueda para muchos reyes (1 Re 22,13-18). Y además terminaron predicando para todo el pueblo no sólo para el rey (Jer 42,1-2). Es sobre todo en la monarquía dividida cuando se da el fenómeno de lo que llamamos los profetas posteriores. Como dijimos que no es fácil decir como enmarcar los profetas, ayudémonos de la etimología griega de “profeta”, ya que la etimología hebrea no nos ayuda demasiado. “Pro-pheies” significa “hablar en vez de”, “ser portavoz de” o también “hablar ante alguien”, “hablar en voz alta” según el sentido de la preposición pro”. En hebreo su significado sería algo así como “llamado” o “convocado” y hace referencia a la vocación concreta asignada por Dios. Veamos a continuación las características de los relatos de vocación profética que nos van a ayudar a entender algunos factores comunes de estos personajes y sus funciones:

A través de la manifestación divina vemos que es Dios el que da el paso e irrumpe en la vida del profeta, no es éste el que busca a Dios sino que es Dios quien lo busca a él. La palabra introductoria lo que hace es mostrar una comunicación entre Dios y el profeta. En esta comunicación Dios encarga una tarea concreta al profeta. Siempre a esta tarea le sigue una objeción de parte del profeta que lo que busca es mostrar la desproporción entre la tarea asignada y la persona convocada a dicha tarea, para dejar de manifiesto que quien obra es Dios a través de esa persona. Luego sigue una confirmación y un signo que acompaña dicha confirmación, este signo será simplemente como la credencial del profeta. Un mal entendido que suele haber en cuanto a los profetas es que damos por sentado que la característica preponderante del profeta es saber que pasará en el futuro. Por más que, como vimos en algunos textos, por momentos se los relacionaba con adivinadores, lo principal del profeta es saber interpretar el presente. El futuro entra en juego simplemente en cuanto “juicio temporal del presente: algo parecido a nuestro “si esto sigue así”, “¿adónde vamos a parar?”.

Esto nos da pie a reflexionar sobre la escritura de los libros de los profetas. ¿qué sentido tiene escribir algo que implica sobre todo un reflexión sobre el presente? Mucho de esto sigue hoy en día en debate. Sin embargo está claro que lo primero cronológicamente hablando y en cuanto a la importancia en la vida de los profetas no fue nunca el escribir sino el predicar. Se cree que hubo 3 pasos en cuanto a la vida de las profecías: la tradición oral, la consignación por escrito y finalmente la redacción actual de los libros proféticos. La realidad es que no sabemos demasiado cuales fueron los criterios de los redactores para aunar los textos como lo han hecho, pero no podemos dudar que ha habido manos, a veces muy posteriores al profeta que han recopilado y hecho un trabajo redaccional con los textos. Son muchos los ejemplos pero el más claro es el del libro de Isaías (Protoisaías, Isaías, Deuteroisaías). Si algo muy claro es el carácter testimonial de los textos proféticos. Pretenden testificar que “Dios no está conforme, no acepta ni se resigna con la realidad social, cultual, orense o litúrgica del pueblo. Si no cambian, será culpa suya; Él ya ha manifestado su queja y su juicio. “Su misma Palabra será testigo, “sabrán que ha habido un profeta en medio de ellos” (Ez 2,5)”. Habrá a lo largo de todo el fenómeno profético una gran tensión de discernimiento entre los verdaderos profetas y los falsos profetas. Esto se debe muchas veces a la negligencia, a la mala fe de los profetas pero también muchas veces a debilidades o tensiones en los mismos profetas causadas por: el rey: Ya hemos visto el caso de Miqueas en 1Re 22,13-19 el deseo de éxito: Jer 28, 15; la teología popular: Amós tiene que predicar contra el templo de Betel, lugar de culto del pueblo Am 5, 4-6; la tradición: “Si Dios liberó a Israel de la esclavitud de Egipto, ¿cómo lo va a entregar siglos más tarde en manos de Nabucodonosor’ La predicación de Jeremías tenía que sonar a blasfemia”. E

El individualismo comenzará a hacer mecha al final del profetismo (lo veremos desde los libros sapienciales). En sí los profetas seguían mirando al pueblo de Israel como un conjunto. A pesar de que había gente que dejaba mucho que desear muchos profetas miraban tan sólo el grupo de fieles para predicar la salvación. Esto nos ayuda a recordar que el discernimiento es algo constante en la vida de fe de cada uno de nosotros y de la Iglesia misma. Estamos llamados a buscar los caminos que Dios nos plantea en el día a día y en cada época concreta. Un ejercicio de esto a nivel mundial fue el concilio Vaticano II. Discernir los signos de los tiempos. Esto es tarea de toda la comunidad y debemos con humildad ponernos al servicio de la Palabra. Generalmente esto llevó a los profetas a ser incomprendidos y la mayoría de las veces perseguidos. Veamos para ello lo que Jesús mismo dice: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que e son enviados!” (Mt 23,37). En cierto sentido la profecía del A.T. concluye con el profeta Malaquías, aunque en realidad debemos decir que entra en un paréntesis ya que se anuncia el retorno de Elías: “Y yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible” (Mal 2,23). Fue en Juan el bautista en quien el N.T. vio el cumplimiento de esta profecía y por tanto comenzó con él la época mesiánica, la instauración del nuevo Rey.

El libro de Jonás es un libro bastante atípico. Por lo pronto es un profeta pero nunca se utiliza esta palabra ni como sustantivo, ni como verbo, ni nada por el estilo. Todo el mensaje que tiene que dar se resume perfectamente en 3,4: “Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada”. Parecería que Jonás es la figura del anti-profeta. En él vemos todo lo que un profeta no debería hacer. Como ya vimos antes, todos los profetas suelen tener una objeción contra el llamado de Dios. Alguno decía ser muy joven, otro ser tartamudo, etc. Pero a Jonás se le fue la mano, directamente huyó para el lado contrario a dónde se lo mandaba. Leemos Jonás c. 1. También llama la atención la reacción que tiene frente a la conversión de Nínive. Justamente lo que predicaba Jonás era para la conversión de los ninivitas, una vez que ellos se convierten, en vez de alegrarse se enoja contra Dios (leemos Jonás 3,1-4,11). Esto no le pasa a ningún profeta, ya que lo que ellos buscan es que el pueblo se acerque a Dios. Con lo que leímos de este libro nos alcanza también para ver algo central de este libro. Esto es el contraste entre la actitud de los paganos y la de Jonás el supuesto creyente. Repasemos Jonás 1,5; 10; 11-16. La actitud de todos los marineros fue diez veces más creyente que la del mismo Jonás. Lo mismo pasa con la conversión de los ninivitas. Es tan irónico el autor que señala que hasta los animales hicieron ayuno y penitencia 3,7.

¿Quién fue Jonás? 2Re 24,15 cuenta de un Jonás, hijo de Amitay que habría predicho las conquista de Jeroboám II. Pero esa época no tiene nada que ver con los temas ahora tratados. Simplemente se le pone el nombre de un profeta conocido para elevar su enseñanza a principio teológico. Esto pasa seguido, se pone en nombre de una persona, una carta, una profecía, un mensaje, para hacerlo parecer de más autoridad. Cuando lleguemos a las cartas de san Pablo veremos algo de esto. ¿Cuál es entonces el mensaje de este libro? La mayoría de los autores cristianos (no así los judíos) encuentra en este libro una extensión del mensaje a los pueblos gentiles. Pensemos nuevamente en lo dicho anteriormente, la ironía en cuanto a la conversión de los animales, los marineros y los ninivitas (una ciudad que necesitaba de 3 días para recorrerla, se convierte en un solo día). Además del corazón duro de Jonás. Tratemos de ubicar en su contexto todo esto… Se supone que fue escrito poco tiempo después de Joel de la reforma de Esdras. Ya hemos hablado de lo que Esdras y Nehemías buscaban con absoluta insistencia. Volver a instaurar la pureza de la sangre judía hasta el punto de separarse y dividir las familias que se habían casado con mujeres paganas. (Esd 10,3) Algo también característico de los profetas es que en generalmente en la vida del profeta, o en ciertos momentos de ella, Dios manifiesta simbólicamente su voluntad, o desvela la actitud del pueblo. En un momento de la vida de Jeremías vemos con total claridad esto (Jer 27,1ss; 28,12).