Los rostros del Espíritu Santo

martes, 13 de mayo de 2008
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“Yo les enviaré desde el Padre el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre; este intercesor cuando venga, presentará mi defensa y ustedes,  también hablarán en mi favor, han estado conmigo desde el principio“.

Juan 16, 26 – 27

Es la presencia de este Espíritu la que estamos disponiendo el corazón para recibir en este fin de semana al Pentecostés, nos abrimos como lugar de Gracia donde el Señor viene a hacer de verdad nuevas todas las cosas por el Paráclito.

Aquel que llamamos el defensor, el abogado, el que Jesús claramente dice:”El presentará mi defensa”, es el Espíritu de la Verdad también se lo traduce bíblicamente como el Consolador, siendo que Jesús, como dice en 1ª Juan 2,1 es el primer Consolador.

La gracia del consuelo, en realidad, en este tiempo, por extensión de la obra de Jesús el que ha venido a traernos el consuelo”, en el dolor que nos genera la herida que marcó el pecado, el de este tiempo, el que opera “el consuelo”, es el Espíritu Santo.

Espíritu de Verdad, Espíritu Consolador, Espíritu Paráclito, Espíritu abogado…el que está llamado a caminar junto a nosotros,  además de su nombre propio “Espíritu Santo” que es el más empleado en el libro de los Hechos de los Apòstoles, en las cartas Apostólicas Pablo se encuentran en sus decires los siguientes adjetivos del Espíritu o llamándolo “de la promesa”, “de la adopción”, “el Espíritu de Cristo”, “el Espíritu del Señor”, “el Espíritu de Dios”, San Pedro lo llama “el Espíritu de Gloria”.

Hay diversos simbolismos que lo representan en toda la revelación al Espíritu Santo, es el agua, es la unción, es el fuego, es la nube y la luz, es el sello que marca un símbolo, es la mano de Dios, es el dedo de Dios.

Está representado bajo las figuras mas conocidas por nosotros: de una paloma, todas las otras imágenes nos pueden ayudar para acercarnos a cierta representación, a este que nos resulta: “invisible”, sin embargo que está allí.

Este que no se ve tiene modos de hacerse presente , esta para ser contemplado,  por que son sus muchas formas de representarse, la manera de hacerse presente la que nos habla de su “rica existencia”, de su pluriforme modo de dar a conocer “su rostro” y sobre todo, los modos que el Espíritu tiene de hacerse presente a lo largo de la Revelación; donde detenemos nuestra mirada de hoy, siguiendo el Catecismo de la iglesia católica en su Enseñanza como el Espíritu Santo aparece referido en la Revelación bajo estos distintos modos de estar con nosotros.

El Espíritu de Dios, el Espíritu Santo al que queremos seguir como el que guía, al que queremos dejarle lugar como el que acompaña, al que nos abrimos porque nos trae consuelo, al que se hace respuesta a nuestras preguntas, dándonos la Verdad, el que nos habita ahí, donde sentimos vacíos, está El inspirando, guiando, sosteniendo, consolando, respondiendo, es nuestro compañero de camino….

El agua es significativa presencia del Espíritu en la palabra “brotaran de ustedes torrentes de agua viva” dice: Jesús; se refiere al Espíritu cuando del corazón de Cristo brota sangre y agua; ésta es símbolo del Espíritu del Señor, “bautizados en un solo Espíritu” dice: Pablo, “hemos bebido de un solo Espíritu”.

El Espíritu Santo actúa, se hace presente particularmente en la celebración del Bautismo y el simbolismo que esconde el gesto sacramental, era la fuerza que el Espíritu comunica.

El agua da vida, nos sostiene en la vida, sin ella morimos,  pero además tiene la propiedad de purificar, de limpiar, el agua tiene también la posibilidad de aglutinar, cuando uno toma un poco de tierra y le agrega agua,  la tierra se convierte en barro y con ella se puede trabajar, el agua habla de esto que el Espíritu hace en nosotros, nos trae vida.

“Brotarán de ustedes torrentes de agua viva”,  habla de la presencia del Espíritu que se derrama en nosotros, a partir de que se abrió el corazón de Jesús, de El brotó ese torrente de agua.

El agua que nos da el corazón abierto de Jesús, esa agua que vivifica, esa misma que en Ezequiel 47 “sale de debajo de la puerta del templo para cubrir toda la tierra”, es el agua que al mismo tiempo nos limpia, nos purifica, nos lava, el Espíritu Santo tiene esa propiedad de transformar y al mismo tiempo aglutinar, congregar, reunir,  hermanar,  de admitirnos ser uno en las diferencias, es el Espíritu santo el que nos incorpora todos en uno,  en el cuerpo de Jesús. Como agua o a través del simbolismo de ella limpia, da vida y une…

“Dios es el que nos reconforta en Cristo,  a nosotros y a ustedes, el que nos ha ungido…” 2ª Cor 1,21.

La unción es el simbolismo más significativo a través de los cuales se habla del Espíritu Santo, Pablo hace referencia al Espíritu en el que Jesús nos ha ungido.

En la iniciación cristiana,  es el signo sacramental de la Confirmación, llamada en la iglesia de Oriente la Crismaciòn o la unción, pero para poder captar toda la fuerza que tiene este Don del cielo( la unción),  se nos pide que descubramos el valor que el Espíritu con el que somos ungidos,  nos unge en Cristo.

(Cristo, Mesías en Hebreo significa: “ungido del Espíritu de Dios”).

En la antigua Alianza hubo ungidos del Señor, por ejemplo el Rey David  pero Jesús es “el ungido”, la humanidad que el hijo de Dios asume, está totalmente “ungida” por el Espíritu Santo, como es que Jesús ha venido a ser constituido en el Cristo por la unción, la Virgen Maria concibe a Cristo, en el Espíritu Santo que, por medio del ángel,  lo anuncia como Cristo en su nacimiento y es el mismo Espíritu,  el que lo impulsa a Simeón a ir al templo a ver “al Cristo”,  quiere decir al ungido del Señor y cuyo poder emana a favor de todos.

Estamos llamados nosotros a revitalizar este Don de Gracia recibido el día de nuestro Bautismo, este Don de ser Cristo, “ungidos”, no de ser Cristo sin Cristo sino “de ser Cristo en Cristo” por la unción del Espíritu Santo, cuando somos crismados somos ungidos, somos hecho Cristo, esta expresión tan onda, profunda , cierta, concreta con la que Pablo dice: “ha llegado a tal punto el proceso de identificación en él por esta unción del Espíritu con la persona de Jesús, que ya no soy quien vive, es Jesús quien vive en mí.

Ese proceso de transformación “en Cristo” logra el Don del Espíritu Santo, que nos hace uno en Jesús, en ese proceso, vamos nosotros como incorporando en nuestra vida interior los mismos sentires de Cristo, “tengan ustedes los mismos sentimientos de Cristo”, esos sentimientos son básicamente los de: compasión, misericordia, el sentir de justicia, un sentir hondo de amor y particularmente a los mas desposeídos, a los desplazados, a los que están al margen , a las orillas, ese es el lugar donde en la caridad el Espíritu de Dios nos conduce en la medida que, en la unción del Espíritu va ganando nuestro corazón haciéndonos uno con Jesús; nosotros vamos sintiendo al modo como Jesús siente, nuestra vida se va cristianizando, es decir: se va haciendo de Cristo, se va ungiendo.

El otro simbolismo con el que el Espíritu Santo se revela en la palabra,  es con el fuego, mientras que el agua significa el nacimiento, la purificación, la posibilidad de aglutinar la fecundidad de la vida dada por el Espíritu Santo,  el fuego simboliza la energía transformadora de los actos,  donde opera el Espíritu Santo,  donde trabaja el Espíritu Santo; lo que toca lo transforma, lo que toca lo hace distinto…

El profeta Elías que surgió como el fuego y cuyas palabras abrazaban como antorcha, con su oración atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo, ésta es la figura del fuego del Espíritu Santo que “transforma” lo que toca.

Juan Bautista que precede al Señor con el Espíritu y el poder de Elías, habla de un Bautismo que “transforma y convierte”, pero en realidad el que va a bautizar en el Espíritu Santo y en el fuego, es aquel que él anuncia, aquel que él proclama, sin embargo, ya su predicación en el fuego de Elías , en el mismo espíritu de Elías, es capaz de encender de tal manera los corazones de los que los escuchan, que dejan un determinado modo de vivir y comienzan a vivir de otra manera, es por este fuego interior, este fuego del corazón, que es energía, que consume parte de lo viejo que debe ser quemado y da luz allí, donde en las sombras, necesitamos de la claridad para caminar.

Cristo es ese fuego que Elías anuncia, y ese fuego en cristo, es el Espíritu que lo habita, ese que aparece al comienzo de su predicación llevado por el Espíritu, Jesús en Nazareth dice:”que la Gracia de la unción que lo habita interiormente que lo lleve a proclamar un año de gracia, un tiempo de liberación, romper las cadenas que oprimen, sacar del lugar de tristeza a los que están encarcelados”, el viene por los mas pobres, por los desposeídos.

Es el fuego de la unción el que lo lleva a ese lugar, “he venido a traer fuego sobre la tierra y cuanto desearía que ya estuviera encendido, he venido a traer el Espíritu que pone claridad, e invita a la opción, mueve a la opción, este Espíritu purifica, este Espíritu de fuego limpia, así como el oro para ser liberado de todas las escorias que impiden el brillo de su metal es puesto en el fuego, así también la vida del cristiano es llevada sobre este lugar , somos llamados a estar “incendiados por el Espíritu Santo” y a comunicar ese fuego que sea capaz de incendiar el corazón del hermano, no para destruir sino para iluminar, para congregar, para dar calor, para dar sentido…

Es la presencia del Amor , el fuego con el que anunciamos lo que determina el modo de poder llegar al otro, que está esperando algo con lo que uno se comunica, cuando falta fuego en el corazón, por mas que digamos cosas bien dichas, no comunicamos.

Aquella manifestación grande del Espíritu en Pentecostés bajo las lenguas de fuego que se posaron sobre el corazón de los Apòstoles, fue la presencia del Amor que se comunico después, donde todos escuchaban y entendían lo que ellos decían, las interpretaciones que han surgido alrededor de esto son varias: yo me quedo con ésta: “en realidad todos entendieron el lenguaje del Amor con el que los discípulos se comunicaban”, de hecho puede pasar lo contrario, nos ocurre lo contrario, hablamos con los mismos códigos , nos comunicamos en la misma lengua, vivimos bajo las mismas costumbres culturales, en el mismo lugar, bajo el mismo techo, sin embargo, nuestros diálogos suelen ser diálogos de sordos, es decir no hay posibilidad de comunicarse porque lo que se ha roto tiene que ver con “la caridad”, con el vinculo, es decir no hay fuego en la relación, se ha perdido la posibilidad de la comunicación en la caridad.

¿Qué cambió en la predicación de Pedro después de Pentecostés?

La convicción el fuego con el que Pedro fue al encuentro de los hermanos para hablarles acerca del misterio central del Kerigma de Jesús y es esto lo que congrega, lo que atrae, el fuego atrae…y te enciende en Dios.

El Espíritu santo bajo el símbolo del fuego tal vez sea lo que más ha quedado después de Pentecostés y la tradición espiritual de la iglesia conserva este simbolismo del fuego como uno de los mas expresivos de la acción del Espíritu Santo, en la noche oscura de la fe , dice : San Juan de la Cruz , “comienza como a aparecer la llama del amor viva que es la presencia del Amor que supera las razones, por las cuales, la inteligencia es iluminada desde la fe.

Y la verdad sea dicha, que el contenido de fe lo da el fuego del amor de Dios. No hay definición mas clara del contenido de la fe que no sea este, lo que le da forma a la fe, es el Espíritu de la caridad, de hecho es de todas las cosas que Jesús deja como enseñanza, esta es la marca que Jesús le deja a los discípulos, Amen! y esta mandado.

No esta sugerido, sino que esta indicado como camino, aún para aquellos que no nos quieren; mas aun para los que nos persiguen o nos hacen daño y desde el Amor van a ver como la cosa cambia, donde no hay Amor pon Amor y sacaras Amor, es una máxima que no podemos dejar de pensarla, reflexionarla y ponerla en practica, obremos con Amor y vamos a sacar Amor donde nos parece que no lo hay.