Los sacramentos, palabras y gestos

domingo, 17 de junio de 2012
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Los sacramentos, palabras y gestos

Buen día a todos los oyentes del Despertar con María. Así queremos llegar con María y su señal radiofónica descubriendo que a pesar de la distancia somos capaces de soñar y de descubrir un mundo nuevo involucrándonos con la realidad para transformarla. La fe que nosotros profesamos y sobre la que estamos reflexionando en estos días es camino de transformación de la realidad.

Esta Radio tiene la posibilidad de estar en todos los lugares donde la Argentina se hace presente en 184 emisoras y vamos a instalar 26 más en los próximos días. 

Que se abra el cielo y que la gracia de Dios nos encuentre unidos en esta señal mariana.

Compartimos hoy la perspectiva de sacramentalidad de Cristo, la Iglesia. El sacramento es Cristo que se comunica de muchas maneras en el ser y en el hacer de la Iglesia.

Siete son los sacramentos de la Iglesia, Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio. En esta mirada sobre la realidad sacramental de la Iglesia queremos descubrir la presencia de Jesús en el corazón mismo de la vida de la Iglesia, su sacramentalidad, porque él es EL SACRAMENTO del Padre.

Cristo es la palabra que Dios tenía que pronunciar, durante toda su vida oculta y su ministerio público ya actuaba la salvación que la continua anunciando Jesús y que permanece en el corazón de la Iglesia de manera sensible y eficaz, en los siete sacramentos Jesús realiza lo que está significado en ese sacramento. Palabras y Acciones van juntas y constituyen la fuerza de gracia de transformación con la que Dios quiere impactar en distintas etapas de la vida de las personas y de la sociedad.

Hay palabras y hay gestos que nos llenan de vida, en el sacramento esto es lo que hace presente el misterio pascual de Jesús en diversas formas. Por ejemplo, el gesto en el Bautismo es el agua puesta sobre la frente del que es incorporado a la familia de Dios por la gracia bautismal y las palabras son "yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". En la Eucaristía el gesto es el pan partido y el vino ofrecido y las palabras son "este es mi cuerpo, esta es mi sangre", en todos y cada uno de los sacramentos hay gestos y hay palabras porque este es el modo que Dios ha obrado la acción de la salvación en medio de nosotros. Ya en el Antiguo Testamento, Dios a través de gestos y de palabras ha venido a mostrar su fuerza redentora y su poder de transformación del pueblo que es sacado por Dios de Egipto – esta es la gran alianza de Dios con su pueblo y a través de los Mandamientos son las palabras que Dios utiliza para comunicarse con su pueblo para mostrarle el rumbo que lo lleve a la tierra prometida.

En nuestra vida también aparecen circunstancias donde los gestos nos resultan profundamente significativos y van cargados de un sentido que son las palabras que acompañan el gesto.

En el modo que Dios tiene de actuar primero va la acción y después la palabra. La palabra dice lo que la acción significa, a veces también la palabra se hace acción por ejemplo en el momento de la creación o en el momento de la encarnación.

 Palabras y gestos cargados de vida en nuestra historia que han significado un cambio, gestos y palabras que vinieron a mostrarnos el poder y la fuerza del amor. Palabras de amor y Gestos de Amor que nos cambiaron la vida.

Los sacramentos son presencias significativas en gestos concretos que en la palabra de Cristo Jesús dicha por el administrador del sacramento operan y hacen aquello mismo que el sacramento trae como sentido, son signos sensibles, gestos concretos que comunican la gracia de Dios que actúa con eficacia en nuestra vida. Por el Espíritu que conduce a la Iglesia a la verdad completa, ella reconoce este tesoro recibido de Jesús y como debe darlo al hombre de hoy y de siempre. La Iglesia va cuneando en su historia la sacramentalidad con los distintos gestos que acompañan al gesto sacramental de Jesús comunicándose y va acompañando a los sacramentos también en su proceso de transformación en la historia.

Los sacramentos tienen un doble sentido, existen por la Iglesia y existen para la Iglesia, porque ella es el sacramento de la acción de Cristo que actúa en ella gracias a la vida del Espíritu y existen para la Iglesia porque los sacramentos constituyen la Iglesia. Esta presencia de Jesús Sacramento en los sacramentos, en palabras y en gestos, nos pone en sintonía con la presencia escondida de Jesús en la vida de todos los días, donde los gestos cotidianos guardan también esta transformación. La sacramentalidad de Jesús está presente en lo cotidiano, en palabras y en gestos fraternos, viene a mostrarnos un camino nuevo, es capaz de cambiarnos la vida.

La Iglesia que obra en la presencia de Cristo Jesús hace los sacramentos porque es Cristo Cuerpo Místico, Cabeza de la Iglesia y actúa en los sacramentos como comunidad sacerdotal orgánicamente estructurada para el servicio, gracias al bautismo y la confirmación, este pueblo se hace capaz de celebrar la liturgia. Otros fieles que han recibido el sacramento del Orden Sagrado estamos instituidos en nombre de Cristo para ser los pastores de la Iglesia con la palabra y con la gracia. Este ser en Cristo es el que nos habilita a estar en el mundo con gestos transformadores y con palabras significativas, ser presencia sacramental en el mundo.

El mundo de hoy necesita de gestos transformadores, cuando vemos su sin sentido, su pérdida de valores, nos distanciamos de el sin dejarnos llevar por los sentimientos de compasión que nos vinculen al mundo de hoy con capacidad de transformación. Ese cambio de la realidad que nos golpea duro en su falta de orientación está esperando estas presencias nuestras significativas, gestos concretos, palabras llenas de sentido de amor que ayuden a encontrar nuevos sentidos y nuevas luces.

El sacramento del bautismo, la confirmación y el orden Sacerdotal confieren además de la gracia un carácter sacramental, un sello, una marca por el cual el cristiano participa del sacerdocio de Cristo y forma parte de la Iglesia en estado diferente y diversos servicios.

Hoy quiero detenerme en esto de imprimir carácter por ser Cristo quien queda en el corazón de quien recibe este don del Espíritu Santo en estos sacramentos, y descubrir como el Señor quiere movernos a marcar la vida de los hermanos con su presencia. Lo podemos hacer bendiciéndolos, acompañándolos, escuchándolos, alentando y consolando, cuántos de estos gestos necesita el mundo desde un corazón cristiano convertido, sobre todo esto de compadecerse que quiere decir padecer con empatía, y desde ese lugar acercarle la mirada, el gesto y el sentir que nos deja Dios en el corazón para el vínculo con el hermano.

Cuando obramos desde este lugar, mostramos y hacemos presente la marca con la que fuimos señalados en la vida y así nos hace ser una presencia significativa para otros. El cristiano está llamado para esto, a dejarse marcar la vida por los gestos de amor y las palabras llenas de sentido con la que Dios nos incita y al mismo tiempo ser un comunicador de esta misma palabra y de estos mismos gestos para que la vida del hermano encuentre un nuevo horizonte y un nuevo sentido. Jesús nos ha marcado con su sello para marcar nosotros con su presencia la vida del mundo que espera de nosotros un nuevo sentido.

Dios nos envió a proclamar a todas las naciones la conversión y el perdón. Una de las marcas que queda más profundamente grabada como huella es cuando hemos sido comprendidos, amados y perdonados.

Cuanto alivio, cuanta paz, cuanta luz, cuanta conmoción interior, cuanta certeza de amor trae la gracia del verdadero perdón y de la reconciliación, cuanta sanidad, cuanta huella de salud deja en el corazón el perdón.

Este servicio del perdón por el que Dios nos ha perdonado en Cristo Jesús, tal vez sea de lo que más necesita hoy nuestra sociedad por parte de nosotros. Esta presencia de un corazón misericordioso, comprensivo, que no condena, que no injuria, que no juzga con dureza, que sencillamente busca mirar con amor para comprender y acerca una mirada reconciliadora a uno consigo mismo, a otro consigo mismo. En el don del perdón dejamos una huella que habilita al mundo de hoy al encuentro con aquel que vino a perdonarnos. Lo nuestro en el corazón de la humanidad como compasivos ministros de la gracia de la misericordia busca ser una presencia de luz que muestre la LUZ que viene en Cristo  Jesús y que trae la gracia de la reconciliación.

Todos los sacramentos están ordenados a que las personas alcancen plenitud de vida, a edificar la comunidad para que Dios sea reconocido, y también tiene un fin instructivo. El camino que vamos acercando a los demás es el testimonio. Es porque Cristo nos marcó a nosotros y nosotros marcamos el camino de manera distinta para que muchos encuentren huellas que conduzcan a ese lugar de luz, de paz, de gozo, de alegría, de sanidad, de aliento, de la confortante presencia de Cristo Jesús en el corazón de la humanidad.

La sacramentalidad confiere la gracia que significa, es decir, el agua da vida, y la vida del cristiano llega por el don del bautismo. El pan alimenta y el cristiano se alimenta del pan de la Eucaristía, la gracia que está significada está conferida. Si eso lo traducimos en nuestra presencia de mentalidad en el mundo, si nos vemos como sacramento en el mundo, también podríamos decir que aquello cómo Dios quiere actuar a través nuestro eso Dios quiere hacerlo para que las cosas cambien. La confianza en el hacer de Dios a través de nuestro humilde ministerio es clave para vivir en estado de sacramentalidad, conociéndonos como presencia significativa en el mundo capaz de ser transformado por nosotros, involucrándonos como testigos en medio de la humanidad. Para eso Dios nos invita a tener un corazón unificado, reconciliado, integrado, todo nuestro ser personal en Cristo Jesús marcado y ungido por su presencia para que allí donde me toca estar, allí Dios me quiere haciendo presente en el momento justo la palabra oportuna y el gesto adecuado.

La liturgia lo reza, danos la palabra oportuna y el gesto justo para el mundo que necesita de tu presencia, la sacramentalidad nos hace sacramento para que nosotros con los gestos y las palabras comuniquemos la gracia del que es el Sacramento del Padre, Cristo Jesús.

La presencia nuestra supone una capacidad de descubrir el momento oportuno y la palabra justa. Esta actitud debe ser permanente en el cristiano, no es cuestión de decir todo en cualquier momento y de cualquier forma, un buen evangelizador, un buen transformador de la realidad sabe, tomarla, asumirla, amarla, trabajarla y transformarla, por el camino de la oportunidad y la justeza.

A veces lleva tiempo el decir lo que se tiene que decir, o el hacer lo que se tiene que hacer porque no están dadas las condiciones, porque no es el momento adecuado y el más justo, porque uno puede medir que determinadas cosas hechas o dichas en determinados momentos pueden producir el efecto contrario al que uno espera, por mas bueno que sea lo que queremos decir. Es la posibilidad que el otro tiene de recibir lo que se tiene que decir, de darle la bienvenida a lo que se tiene que decir, de allí que lo que nos toca es tener la mirada profunda sobre el momento oportuno, hay que pedir gracia de sabiduría, ese don lo da Dios y corresponde al tiempo suyo. Es cuando Dios a su tiempo hace las cosas y no hay que andar calculando hay que dejarse llevar estando en Dios. A veces un deseo exageradamente ferviente de querer cambiar las cosas nos hace conseguir el efecto absolutamente contrario a lo que buscamos, por el modo, por la forma, por el momento, es un don que tenemos que pedirle a Dios, que ahí donde nos pone venga èl con nosotros. Él, Jesús, el sacramento del Padre, a hacernos presencia en el mundo, es decir palabra y gesto significativo capaz de modificar la historia y de resignificarla.

Dios no solamente nos quiere alimentados, renovados en el sacramento sino que nos quiere como sacramentos en medio del mundo.

Nos encontramos el lunes en el Despertar con María,  buen fin de semana para todos, que Dios te bendiga a vos y a tu familia.