“Los valores que mis viejos me enseñaron sentía que en la parroquia los podía vivir”, contó un sacerdote de San Nicolás

sábado, 23 de junio de 2018

23/06/2018 – El sacerdote colonense Damián Vidano, párroco en la comunidad de Fátima, en el sur de la ciudad bonaerense de San Nicolás de los Arroyos, fue el invitado de este sábado al espacio del “salmo actualizado del siglo 21”. Allí, el padre Damián nos contó sobre su infancia en la ciudad de Colón: “Mis padres eran docentes de niños con discapacidad. Tengo el recuerdo de haber ido con mi familia a rezar a la tumba de la beata Crescencia Pérez en Pergamino, que es el lugar donde nací”. El padre Vidano agregó que su vocación sacerdotal “fue entrando por testimonios muy fuertes de un curita y de religiosas de mi pueblo, que eran muy comprometidos y entregados a los demás. Y la parroquia de Colón era mi lugar de pertenencia. Los valores que mis viejos me enseñaron sentía que en la parroquia los podía vivir”.

El sacerdote que forma parte de la pastoral carcelaria de la diócesis de San Nicolás y que además anima a una comunidad que tiene un hogar para jóvenes en situación de vulnerabilidad recordó que, en una ocasión, “me tocó acompañar a una mujer muy santa en una comisaría del Gran Buenos Aires. Esta mujer, por una injusticia humana, terminó presa durante muchos años hasta que llegó el juicio y fue absuelta. Y ahí es donde yo empecé con la pastoral carcelaria. Al final me di cuenta que comencé por ella, pero cuando me di cuenta estaba yendo para acompañar pastoralmente a todos los otros presos”.

El padre Damián, que es un sacerdote polifacético, siendo conocido también por sus travesías a nado del Río Paraná, finamente nos dejó esta oración misionera:

Jesús, Amigo de los pobres y de los pequeños.

Los que el mundo desprecia.

Tengo certeza que ellos son tus preferidos,

danos ojos nuevos para verte y descubrirte en los pequeños,

en los presos, en los enfermos, los ancianos, los que sufren de hambre y soledad.

Danos tu gracia para que descubramos tu presencia viva en todos ellos

y gestes en nosotros el deseo y la fuerza de servirte con amor,

ayudándolos a llevar su cruz.

Danos una mano para poder cambiar, Señor;

para mirar las cosas, el mundo, la vida con tu mirada y desde tus ojos.

Curá nuestras cegueras que nos impiden ver el dolor y el sufrimiento de los que caminan al lado,

de los que viven en nuestro mundo, bajo nuestro mismo sol.

Corré el velo de nuestros ojos para que, viendo,

podamos conmovernos por los otros, y movernos desde lo profundo del corazón,

para acudir a dar una mano, y la vida toda,

a los que están caídos y rotos en las cunetas de los caminos, a los leprosos de hoy.

Ayúdanos Señor a ver, y a cambiar, a verte y a optar,

a utilizar esa mirada maravillosa que nos dejaste

para mirar el mundo, la realidad, la vida: la mirada del Evangelio,

para ver con tus ojos misericordiosos, para sentir con tu corazón compasivo,

para actuar llevados por la fuerza y el fuego comprometido de tu Espíritu.

Que la ternura de María nos asista y sostenga en esta ardua pero hermosa tarea

de servir y ver en los rostros de los hermanos tu mismo rostro, Señor.

Amén.