Madurar en la Fe

lunes, 7 de junio de 2010
image_pdfimage_print




El libro del Padre Francisco Jalixs “Cambios en la fe“ , marcó un hito, porque comenzamos a darnos cuenta de que la fe también tenía un proceso de evolución –cosa obvia- El mérito que tuvo fue el de comparar esta evolución con las distintas etapas evolutivas de la persona. Se comenzó a hablar dentro de la Iglesia y de las comunidades cristianas de una “fe infantil_”, una “fe adolescente”, una “fe adulta”, trasladando al ámbito de la fe las características del niño, adolescente y adulto. Este libro todavía sigue aportando mucho para la comprensión de la madurez eclesial, comunitaria y de la madurez de un cristiano. Y sigue siendo muy sanante en el sentido que nos permite descubrir hasta qué punto a veces crecemos en muchos aspectos y permanecemos infantiles en nuestra vida religiosa o en nuestra vida de fe. A veces hemos crecido profesionalmente, pero en la fe nos hemos quedado con aquella de la catequesis, y pretendemos que esa fe nutra, sostenga la enorme cantidad de desafíos, interrogantes y complejidades que tiene la vida adulta, y más aún en estos tiempos de crisis, donde se nos han caído muchas coordenadas, muchas referencias. Y de pronto nos preguntamos ¿qué se espera de mi? ¿qué espero yo de la vida? ¿Por dónde tengo que transitar? Mas tarde o mas temprano esas preguntas golpean la puerta de nuestra mente y de nuestro corazón. Entonces es muy importante, si queremos vivir una vida de fe, y si realmente queremos también estar a la altura de las circunstancias, con una sociedad donde se han fragmentado las coordenadas que orientaban y cada uno tiene que encontrar su propia brújula –que no siempre coincide con la de los demás-, es fundamental si queremos vivir desde la fe y ser una respuesta nutritiva para el mundo, que nuestra fe madure y esté a la altura de las circunstancias, por cierto, bastante exigentes.

            Vamos a hablar hoy entonces de las distintas etapas de la fe, siguiendo el pensamiento del Padre Yalix.

            La FE DEL NIÑO no es fe infantil. Es fe infantil la de las personas adultas que aún tienen fe de niño. La fe de un niño es más que madura para los desafíos que el niño tiene que enfrentar. En cambio, cuando crecemos y conservamos una sensibilidad religiosa propia de un niño, decimos que estamos ante una fe infantil. O podemos decir también una “fe neurótica”, porque justamente la neurosis es en realidad conservar fuera del tiempo rasgos de nuestra infancia que no son ni deseables ni nos brindan felicidad ni gozo –más bien gozos compensatorios bastante distorsionados- cuando ya somos adultos.

            ¿Cómo es la fe de un niño? El niño muestra una notable sensibilidad por lo religioso. Y en este sentido, tengo que decir que hay matrimonios que eligen no inculcar ninguna clase de fe en sus hijos esperando que cuando sean grandes ellos puedan elegir, y entonces se abstienen de cualquier tipo de educación religiosa. Al respecto, quiero dar mi humilde opinión. Independientemente de rescatar el deseo de amplitud y libertad, tan bien intencionado por parte de los padres, ha sido demostrado ya como ineficiente. Es decir: estamos privando al niño de un alimento con la excusa de que cuando el sea grande va a elegir el alimento que él quiera. Nosotros nos damos cuenta –y creo que de esto puede dar cuenta cualquier persona religiosa de cualquier iglesia- que el niño tiene un instinto religioso y una apetencia espiritual que hay que nutrir, y alimentar, y acompañar en el momento en que ésta se produce. Esperar que el niño sea grande es transferir criterios adultos al niño. Pensar que el niño tiene una problemática de libertad o de elección o de resistencia a cualquier clase de determinación o de condicionamiento de afuera que no tiene nada que ver con lo que el niño está viviendo. El niño muestra una sensibilidad por lo religioso, y lo necesita, y lo pide, y lo demanda de alguna manera, lo inventa de alguna manera. Entonces siempre es mejor nutrir al niño de esta necesidad,  de esta apetencia, sea en una u otra comunidad –siempre hablando de experiencias espirituales sanas y no sectarias-.Es necesaria una catequesis infantil, una apertura a lo trascendente. Yo he dado catequesis en escuelas laicas, donde había que tener mucha prudencia  porque había niños de hogares de lo mas diversos, muchos de los cuales eran ateos. Y ha sido hermosa la posibilidad de palpar, de darme cuenta de que los niños tienen necesidad de trascendencia. Tienen necesidad de vincularse con lo divino. Esto les brinda una experiencia de amparo, de seguridad, y al mismo tiempo les confirma profundos sentimientos religiosos que el niño ya tiene, independientemente de la educación que haya recibido. Con humildad, digo: NO HAY NIÑOS ATEOS, NO HAY NIÑOS AGNÓSTICOS. NO HAY NIÑOS QUE NO CREAN EN NADA. Es cierto que incorporan a su mundo religioso, con la misma frescura y espontaneidad con que incorporan a Jesús o a María o a Dios, o al ‘primer motor’ o al ‘último fin’, con la misma facilidad con la que incorporan a Caperucita Roja o a Blancanieves o a Pinocho. No importa, para ellos es fundamental la relación que se establece con estos personajes al mismo tiempo que esta relación que se establece con lo divino. Es fundamental porque ya la tienen adentro. Ellos son capaces de hacer un pequeño examen de conciencia cuando se relacionan con lo divino. Y son capaces de orar maravillosamente, aún sin haber experimentado la oración en sus propias casas. Entonces LA EDUCACION TIENE QUE SER LAICA PERO NO ATEA. Laica pero llena de valores trascendentes, espirituales. Esto les hace muy bien a los niños.

            Muchos niños, por ejemplo, les preguntan a sus papás por qué no van a misa. En muchos casos, les piden a sus papás que hagan la comunión con ellos una vez que han sido introducidos en la catequesis sacramental. El niño vive su relación con lo divino, sobre todo con Dios, como una analogía –digamos: en paralelo- con el poder de los padres. El tiene su mundo ordenado muy simplemente: arriba están los que tienen poder: papá, mamá, el abuelo,…todos aquellos que cumplen la ‘función paterna’, aquellos de quienes ellos dependen. Y por tanto les resulta totalmente natural concebir a un Dios (o tres o cuatro dioses) todopoderoso. Y van a descubrir entonces, un mundo ordenado, en esta fe infantil, que es muy sana para el niño. Claro: después va a descubrir las limitaciones que tiene papá, y esto va a significar para él, si no es por adelantado, en la etapa de la adolescencia. Si es por adelantado, una crisis muy fuerte. Cuando el niño es muy pequeño, puede significarle un dolor y una herida para la cual no está todavía preparado: cuando va a descubrir las limitaciones de papá, va a tener que re-elaborar su imagen del mundo, tanto de lo religioso como del papá y la mamá, y empieza a relativizar el poder del papá y mamá, a darse cuenta de que no son perfectos ni todopoderosos, ni tan virtuosos y tan hermosos como él creía,y esto va a arrastrar también a la crisis religiosa correspondiente. Y esta crisis es tan angustiosa como la crisis que sufrió el pensamiento moderno cuando tuvo que aceptar que la tierra no era el centro inamovible del universo sino que giraba alrededor del sol. Entonces muchos adultos van a decir: ¿para qué provocar semejante crisis? Mas vale, no introducir contenidos durante la infancia: grave error. Durante la infancia hace falta esta seguridad. Los niños no pueden vivir a la intemperie. Son demasiado vulnerables, indefensos, frágiles, dependientes. Necesitan del amparo, del cuidado, en todos los aspectos. Y Dios es también para ellos realmente una experiencia de amor, de cobijo, de cuidado universal, que a ellos les hace muy bien tener.

            Demás está decir que ya está comprobado de cómo la imagen paterna deja huellas imborrables en la imagen de Dios, de cómo se produce una verdadera analogía entre Dios Padre y el papá (aunque sobre esto hay mucho que hablar: sobre la estructura patriarcal religiosa). Hoy podemos decir que la fe del futuro adulto lleva muchas veces las marcas de su propia relación filial con sus padres. Freud, fundador del psicoanálisis, concluyó que Dios no existía, sino que la imagen de Dios era la imagen paterna proyectada hacia el infinito. Ahora no vamos a entrar en esta situación de que Dios existe o que no existe, pero sí reconocer que hay una profunda Sabiduría que se esconde en el descubrimiento que hay en la relación entre ambas imágenes: la del padre, la de la madre y la de las Personas Divinas, y que cuando la relación con los padres ha sido traumática, dolorosa, o ha sido tal o cual –sea cual fuera- es muy frecuente, -yo diría casi sin excepción aunque las hay- que esa misma vivencia con papá o con mamá se traslade de alguna manera a la experiencia religiosa.

            Estas son mas o menos algunas de las características de la fe del niño. Y es una fe madura, porque es lo que corresponde para su edad.

 

            Pero la fe del niño no es la fe infantil. Fe infantil es aquella fe del adulto que tiene características infantiles. La fe infantil es una fe que no ha madurado, que se ha quedado con características de fe de niño , pero en mentes, inteligencias y cuerpos de personas adultas.

 

            Las características de la fe infantil son: 1° Falta de seguridad en la misma vivencia religiosa. Porque la fe infantil no tiene un centro en la misma persona sino que pone su centro y su seguridad en las normas o en lo que dicen los demás. Es una fe dependiente: dependiente de lo que me dice el cura, la religiosa, el Papa, los demás… o dependiente de ritos, de normas. Es muy frecuente que ante una situación crítica yo vaya y le pregunte a quien considero una autoridad: ‘¿yo, qué tengo que hacer?’. Y en algunos casos, realmente puede ser que uno esté tan embargado de oscuridad que adultamente delega por un tiempo la necesidad de la conducción de la propia vida porque está a punto tal vez de hacer una gran macana –por ejemplo una persona al borde del suicidio, realmente depende de la guía de alguien que lo toma de la mano y lo lleva hasta poder transitar ese túnel estrecho, oscuro y grave-. Pero el hábito de las personas de preguntar continuamente ‘¿qué tengo que hacer? ¿y qué hay con esto? ¿y que me dice la iglesia de esto o de aquello?’ como una normativa que rige todas y cada una de los criterios de discernimiento de mi vida, es una fe infantil. Igualmente es fe infantil aquella fe que busca en las prácticas religiosas la seguridad, o que se relaciona con las personas sin darse cuenta de que deposita en ellas decisiones, discernimientos, reflexiones que la misma persona tiene que hacer. Es entonces una fe: dominada por preceptos, normas, y que consiguientemente engendra mucha rigidez, porque están en las normas o en los ritos o en la palabra del otro mi propia seguridad. El que tiene una fe infantil, suele ‘romperle las Tablas de la Ley en la cabeza’ al otro. Es decir: no le permite al otro –de adentro, del corazón- el ejercicio de la libertad, la búsqueda, el discernimiento, porque la voz personal no tiene validez. La única voz que tiene validez es o la de la Institución, o la voz de Dios, o de lo que sustituya esa inseguridad tremenda. También es muy propio de la fe infantil el sentir mucha culpabilidad por no poder responder del todo a exigencias que vive como impuestas por Dios. Es lógico: Dios sigue siendo todavía un ‘gran papá’, que mira a través de un triángulo con un ojo espión, que envía una serie de preceptos, leyes, normas y mandatos, y que está dispuesto a castigar, o a mandarnos en penitencia, como lo haría también un papá.

 

– Isaac: repite después de mí:

“guárdame” –guárdame- “como a la niña” –como a la niña- “de tus ojos” –de tus ojos-

                                            “escóndeme” –escóndeme- “bajo tus alas” –bajo tus alas-.      

          Muy bien

 

Me viste a mi cuando nadie me vio, me amaste a mi cuando nadie me amó

Y me diste nombre. Yo soy tu ‘niña’, la niña de tus ojos

Porque me amaste a mí.

 

Te amo más que a mi vida, te amo más que a mi vida.

Te amo mas que a mi vida….¡más!

 

CARA A CARA

Solamente una palabra, solamente una oración cuando llegue a tu presencia, oh Señor

no me importa en que lugar de la mesa me haga sentar, o el color de mi corona si la llego a ganar

 

Solamente una palabra, si es que aun me queda voz y si logro articularla en tu presencia

no te quiero hacer preguntas solo una petición, y si puede ser a solas mucho mejor

 

Solo déjame mirarte cara a cara y perderme como un niño en tu mirada

y que pase mucho tiempo y que nadie diga nada porque estoy viendo al Maestro cara a cara

que se ahogue mi recuerdo en tu mirada, quiero amarte en el silencio y sin palabras

y que pase mucho tiempo y que nadie diga nada. Solo déjame mirarte cara a cara

 

solo déjame mirarte cara a cara aunque caiga derretido en tu mirada

derrotado y desde el suelo, tembloroso y sin aliento aunque seguiré mirando mi Maestro

cuando caigan en tus pies de rodillas déjame llorar pegado tus heridas

y que pase mucho tiempo y que nadie me lo impida

he esperado este momento toda mi vida, que esperado este momento toda mi vida

Alex de Castro

            Una 2° característica de la fe infantil es que tiene una disociación o paralelismo donde no se integran fe y vida. Y dolorosamente para mucha gente –aunque a veces la vida y  Dios se ocupan de que en algún momento estas paralelas se toquen-, a la larga, esto termina produciendo una escisión en el alma cuando se nos va la vida. Esa disociación puede ser de distinta índole. Uno poco porque la fe crea como un mundo maravilloso, sin sufrimiento, de milagros, un mundo sin responsabilidades. Sobre todo un mundo donde la libertad no está en juego.

            La verdad es que la modernidad nos ha traído –y por eso la intemperie que ha generado- la conciencia de nuestra libertad: pensadores, filósofos. La modernidad ha devuelto al hombre la vivencia de sí mismo como enigma. Diría Kovladof: “El hombre es un sujeto que a su vez está sujeto”. El hombre no es el centro del universo, sino una infinitesimal partícula en la inmensidad del cosmos. Entonces, con la modernidad, muchísimas cosas se nos han vuelto interrogantes, enigmas, que además sabemos que no vamos a poder responder en los escasos años que ocupa nuestra vida biológica por muy longeva que esta sea. Y esta vivencia del hombre y del cosmos y del universo como enigma, como pregunta, y esta necesidad de tolerar la no respuesta, es imposible para un hombre de fe infantil. Porque lo vive con una experiencia de desamparo, de falta de seguridad, realmente dolorosa. Se siente solo en el cosmos, como diciendo ¿y ahora para dónde vamos? ¡hemos probado ya tantas cosas! Y hasta las que creíamos eternas se han derrumbado ya: la imagen de familia, de Padre, de Iglesia, de Dios, de la Creación, imágenes del Cosmos. Y la ciencia sigue descubriendo cosas, y estos descubrimientos son para nosotros cada vez más desestabilizantes. Obviamente, se da como una necesidad, una urgencia de buscar en la fe un refugio, algo que me brinde una experiencia de seguridad, de consuelo,  y al mismo tiempo de protección.

            Un ejemplo de esto es lo que es para la fe infantil el mundo de la Biblia: un mundo maravilloso lleno de santos, de ángeles, de demonios, de personajes extraordinarios. En ese mundo maravilloso Dios creó el mundo en 6 días, el 7° descansó. Y no importa que después la ciencia me diga que hubo una evolución de millones de años. Yo hago una disociación y, para sentirme mejor, guardo esta vivencia o este concepto de una interpretación literal de la Biblia, donde todo es muy simple, mágico. Donde todo es infantil Y aunque en tiempos de Galileo se habló de que la tierra no es el centro del universo ni mucho menos, yo todavía sigo mirando el mundo, aunque sea inconcientemente, a través de ese mundo maravilloso que me ofrece la Biblia, y que no tiene por qué armonizarse copn el mundo conocido. Es como si hiciera una disociación en mi mente: con una parte, pienso como un hombre adulto de esta época, y con la otra, experimento lo religioso, lo bíblico como un infante. Y esto no me crea problemas, porque el mundo religioso de alguna manera, está desconectado de nuestro mundo, y no tienen necesidad de integrarse en la vida de todos los días. Para los que tienen una fe infantil, el mundo religioso es un mundo autónomo, independiente. Como el mundo de nuestra existencia terrena es ‘malo, feo, sucio, no tiene esperanza’, nos trasladamos al otro: al mundo religioso de la Biblia. Desean el cielo, pero porque no pueden soportar este ‘valle de lágrimas’.

            La fe madura lee la Biblia con otros ojos: acepta los géneros literarios, la arqueología, el aparato crítico, la exégesis. Busca justamente integrar el mundo de la Biblia con el mundo de la actualidad. Se hace preguntas. Se permite hacerlas. Y está muy bien hacer preguntas. Lo malo es no buscar las respuestas. Hay quienes se las han hecho, y han ido encontrando respuestas. Entonces, por ejemplo, no ven en el Génesis un libro mágico, con pensamiento primitivo para ser aprendido de memoria, sino que se establecen –por ejemplo- las relaciones que hay entre el génesis, entre los pueblos de aquel entonces, entre el escritor y su cultura, cuáles eran los conflictos y los interrogantes, y las búsquedas del escritor de aquel tiempo, qué es lo que Dios quiso decirle en ese tiempo y a esa cultura y a ese hombre a través de la revelación del Génesis. Y nuevamente se integra esto con nuestra vida de hoy, y se busca realmente nutrir la vida espiritual con la Biblia. Entonces la Biblia deja de ser una ‘cáscara’ y se descubre en ella el ‘meollo’ espiritual. Y allí podemos encontrar muchas veces respuesta a innumerables preguntas.
CARA A CARA

Ya no puedo esperar un minuto mas , necesito estar contigo
contarte lo que he vivido , Dios , que sepas cuanto te extraño
mis minutos se hacen años cuando juntos no estamos
necesito estar contigo ahora !!

Y tenerte cara a cara , perderme en tu mirada , sentir que ya no hay prisa, se me enamora el alma
amarte en silencio , llorar sin decir nada, sentirme como un niño cuando tu me abrazas
cuando tu me abrazas …

Se que no voy a encontrar un lugar mejor que estando bajo tus alas envuelto en tu amor
y que el viento sople fuerte , tus manos me sostienen y me da fuerza tu vozz !!!

¿CÓMO NO CREER EN DIOS?

Yo te llevo desde niño muy adentro , te he encontrado en el pájaro y la flor,
en la lluvia, en la tierra y el silencio, y en mis sueños cada noche estabas tú.
Desde entonces, quiero darte siempre gracias porque puedo darme cuenta de tu amor,
beberé de tu Cuerpo y de tu Sangre, y por siempre te daré mi corazón.

¿Como no creer en Dios si me ha dado los hijos y la vida.
¿Como no creer en Dios si me ha dado la mujer querida.
¿Como no creer en Dios si lo siento en mi pecho a cada instante
en la risa de un niño por la calle o en la tierna caricia de una madre.

¿Como no creer en Dios si está en las viñas y en el manso trigo.
¿Como no creer en Dios si me dio la mano abierta de un amigo
¿Como no creer en Dios si me ha dado la tristeza y la alegría
de saber que hay un mañana cada día, por la fe, por la esperanza y el amor.

            En este sentido, si bien en la fe infantil, como decíamos hace un ratito, hay un divorcio entre la fe y la vida, no siempre esto trae como característica la idealización de la vida religiosa. A veces es al revés: lo que se hace es no tener en cuenta para nada la vida de la fe, salvo cuando de pronto ocurre alguna tragedia, enfrento una situación límite, entonces aún siendo una persona muy inteligente, con una mente muy desarrollada, me encuentro con una reacción medio mágica: prendiendo velitas,  buscando estampitas, pidiendo oraciones. Pueden canalizarse a través de la fe cristiana o a través de la práctica medio mágica. Es lamentablemente muy frecuente hoy encontrar una inteligencia y una madurez práctica muy grande para enfrentar la vida y la realidad, conviviendo con restos de pensamientos mágicos, supersticiones y arcaísmos, propios de una vida religiosa infantil. No digo que prender una vela sea síntoma de una experiencia religiosa infantil. Estoy hablando de la vivencia interna, de cómo se deposita una suerte de vivencia supersticiosa. La superstición es otorgarle a alguna cosa (a una velita, a un rosario que llevo colgado en el cuello, a una estampita) un poder que no tiene de suyo. Esas cosas, en todo caso, evocan la experiencia o la vivencia divina. Pero en sí mismo no tienen un poder sobrenatural. En la niñez todo está teñido de magia y no está muy claramente separado el sujeto del objeto.

            EL ADOLESCENTE vive una crisis en esta dependencia. Si no la viviera, no salimos más. ¡Y es un mundo tan lindo! El adolescente vive una crisis y “se le pierde el unicornio azul”. Y se le perdió…y todavía lo estamos llorando che! ¡durante muchos años lo lloramos! Se nos perdió el unicornio azul y todo ese mundo ordenado, fantástico. Con todos los dolores y penas que pueda tener la infancia, los niños siempre se las arreglan para revestir de magia su propia realidad. Creo que si no lo hicieran no podrían sobrevivir –al menos mentalmente- al temor que despierta tomar contacto con los desafíos enormes que tiene la realidad frente a la precariedad de recursos que tienen ellos en todo sentido: físico, psíquico, emocional.

            En la adolescencia se rompe el cascarón de la infancia, y el adolescente empieza a oscilar entre volar y no volar, salir o no salir del niño. Todavía no se siente lo suficientemente seguro de sí mismo como para renunciar a la protección que recibe en el hogar, y al mismo tiempo ya no se siente suficientemente cómodo bajo la autoridad de los padres. Y entonces comienza el ‘tira y afloje’ entre el revelarse por un lado contra la autoridad para sentirse autónomo, y por el otro lado tolerarla para no sentir la angustia de la inseguridad  que surge de esa autonomía.

            Esto corresponde, por ejemplo, a la etapa de liberación del pueblo judío. Cuando el pueblo judío sale de Egipto, sale de la seguridad de los ajos y las cebollas, aunque también sale de la esclavitud de una autoridad superior a ellos que les pautaba lo que tenían que hacer, y una vez en el desierto comienzan a soportar las inclemencias de la libertad, la responsabilidad de la libertad. Y entonces van y le reclaman a  Moisés: ‘¡para qué nos sacaste de allí! ¡volvamos a los ajos y a las cebollas de Egipto! ¡nos trajiste acá para hacernos morir de hambre y de sed!…’

            Todos los reclamos que el pueblo judío le hace a Moisés, son análogos a los que vivimos en sucesivas oleadas de adolescencia en nuestra fe. Esa incertidumbre, esta queja por sentirnos desprotegidos de pronto, este sentir que de pronto los cuidados se han ido de nuestra vida, esta experiencia de que Dios es un Dios remoto, alejado, que no nos brinda seguridad (esta es la palabra clave: seguridad).

            Así como el adolescente necesita hacer un proceso para que la angustia no sea muy fuerte, la autonomía, la independencia, la laibertad también es un camino. Si nos independizamos demasiado temprano –no en tiempo cronológico sino emocional-, si somos demasiado chicos para asumir demasiadas responsabilidades, la angustia de la inseguridad nos puede bloquear. Pero si no nos independizamos en el momento en que ya estamos maduros para hacerlo, empezamos a sentir que la autoridad nos ahoga.

            Y lo mismo ocurre con nuestra fe: si no nos independizamos, si seguimos pensando de una manera infantil –me refiero a la vivencia-, si no nos permitimos entrar en crisis, cuestionarnos, interrogar, descubrir lo que realmente sentimos, lo que nuestro yo adulto nos está pidiendo permiso para pensar, y… no maduramos: nos ahogamos. Y si al mismo tiempo nos sentimos cobijados para no sentir la angustia de la inseguridad en una fe religiosa adolescente o infantil, nunca nos independizamos, y por tanto, nunca somos libres.

            Voy a poner un ejemplo: al adolescente le cuesta levantarse por la mañana temprano, le cuesta ir a la escuela, no entiende por qué tiene que ir a la escuela. Los adultos les respondemos: ‘tenés que ir a la escuela para que en un futuro puedas ser alguien en la vida,etc etc etc’ ¿qué es lo propio de un adolescente? ¿cuándo empieza realmente a madurar?. Cuando cuestiona: ‘¿y por qué tengo que ir a estudiar?’ : la respuesta de los padres ya no le alcanza. Probablemente se responda que lo hace para dejar contentos a los papás. Al cabo de un tiempo, se va a dar cuenta de que esa respuesta tampoco le alcanza, porque van perdiendo fuerza motivos que antes eran suficientes: ‘¿por qué tengo que dejar contentos a mis papás?’ . Un niño no se pregunta demasiado por qué tiene que ir a la escuela. Le basta con que sus papás le digan que es necesario que lo haga. Pero en la adolescencia van perdiendo fuerza esas respuestas.

            De la misma manera, en la adolescencia de nuestra fe, van perdiendo fuerza las respuestas antiguas. Y a veces uno llega a conclusiones transitorias como por ejemplo: ‘tengo que levantarme para estudiar porque quiero ser un hombre adulto responsable y feliz’, y eso a lo mejor nos motiva por un tiempo. Pero después, cuando vuelve a ser demasiado duro levantarse de la cama todos los días, nos volvemos a preguntar ‘¿por qué quiero ser un hombre adulto? ¿por qué tengo que madurar si soy un hijo?’ Y ahí viene la gran pregunta, la pregunta que abre paso a la adultez: ¿Qué SENTIDO TIENE MI VIDA? ¿Por qué QUIERO VIVIR? ¡CUAL ES LA MOTIVACIÓN ULTIMA DE TODOS MIS ACTOS, HASTA DE LOS COMPORTAMIENTOS MAS SIMPLES COMO LEVANTARSE TEMPRANO? Y cuando comenzamos a formularnos estas preguntas, comenzamos a pensar por nosotros mismos, a elegir por nosotros mismos, a padecer la angustia que supone este ejercicio de la libertad, a dejar de depender de las respuestas de los demás y a buscar los propios motivos mentales y emocionales que en sí mismos puedan ser un estímulo suficiente para, por ejemplo, levantarnos de la cama temprano todos los días.

DESPIERTA Alejandro Filio

Despierta, son las siete y media y hay que empezar otra vez la tradición.

Despierta, yo también fui presa de este mal de luchar contra el reloj.

Este milenio acaba y no es sencillo y no lo ha sido para nadie, entérate.

Sólo despierta que Carlitos espera y la mamá de nuevo no durmió.

 

Despierta, Preston y la sala no son nada si no estás alrededor.

Despierta, que encontré en mi almohada para empezar de nuevo una razón.

Sé que no soy el indicado para hablarte de soñar,

no hay nada que agregar, sólo despierta.

 

Cuando dejas tus zapatos pegaditos a los míos, no sé bien, no entiendo bien si estoy

construyéndote un futuro o curándome un pasado, pero sé que este cuento no acabó.

Cuando dejo mis zapatos pegaditos a los tuyos, no sé bien no entiendo bien si estoy

construyéndome un futuro o curándote un pasado, pero sé que este cuento no acabó.

 

Despierta, que el volcán no estalla y Salinas no contó lo que ocurrió.

Despierta, cortas son mis alas pero están dispuestas al amor.

Ese colegio es todo un paraíso y en el camino existen bichos y color.

Sólo despierta, o hazme un lugarcito para soñar y olvidemos el reloj.

                                                                                                                                                                           ¿Lo habrá convencido el padre a que se levante con tantas razones que el niño no entiende?

 

UN LARGO VIAJE Marcela Gándara

Ha sido largo el viaje pero al fin llegué. La luz llegó a mis ojos aunque lo dudé

Fueron muchos valles de inseguridad los que crucé

Fueron muchos días de tanto dudar pero al fin llegue. Y ya entendí que

PARA ESTA HORA HE LLEGADO, PARA ESTE TIEMPO NACÍ. EN SUS PROPÓSITOS ETERNOS YO ME VI

PARA ESTE TIEMPO HE LLEGADO AUNQUE ME HA COSTADO CREER. ENTRE SUS PLANES PARA HOY ME ENCONTRÉ

 

Y nunca imagine que dentro de su amor y dentro de sus planes me encontrara yo

fueron muchas veces que la timidez me lo impidió

Fueron muchos días de tanto dudar pero al fin llegue, Y ya entendí que

PARA ESTA HORA HE LLEGADO, PARA ESTE TIEMPO NACÍ. EN SUS PROPÓSITOS ETERNOS YO ME VI

PARA ESTE TIEMPO HE LLEGADO AUNQUE ME HA COSTADO CREER. ENTRE SUS PLANES PARA HOY ME ENCONTRÉ

 

 

 

      Muy caseramente, muy entre nos, de manera muy domestica, yo, con una frase quiero compartir la crisis que la modernidad ha implicado para la humanidad. Crisis que todavía estamos viviendo y sentimos, como dice Carlos Díaz citando a Nietzche,  que “Dios ha muerto, y yo no me encuentro nada bien”. Esta expresión por un lado graciosa, creo que refleja mucho la experiencia de desprotección de este nuevo tiempo. Ha habido como ‘tres grandes bombazos’ en la seguridad medieval en la que vivíamos: uno, Freud, que de alguna manera le devuelve al hombre esta condición de enigma para sí mismo, al decir que la persona no es esto tan plano, tan limitado y acabado que creíamos que era. Detrás de lo que vemos hay un mundo misterioso, todavía peligroso. Un mundo donde reina el descontrol o donde por lo menos no impactan los controles que nosotros creíamos que podían teñir toda la persona, un mundo donde las disciplinas tienen su contracara.

Después viene Marx, que de alguna manera dice ‘déjense de hablar del Reino y conquístenlo ya de una vez’

Y después viene Nietzche que dice “Dios ha muerto, y ustedes lo han matado”.

      Fueron tres bombazos que sacudieron profundamente las estructuras de la humanidad con todas sus respectivas creencias. Y aquí vamos intentando, fundamentalmente los cristianos, recoger el guante de estos desafíos y brindar con la luz del Espíritu una experiencia de avance hacia delante. No podemos volver hacia atrás. Es una quimera, es una ilusión avanzar hacia delante, retomar estos desafíos que el mundo moderno nos ha propuesto, y no retirarnos del mundo. Es justamente propio de la experiencia adolescente esta vivencia que Nietzche. No es que Nietzche sea adolescente, sino que refleja una experiencia adolescente de la fe: “Dios ha muerto”. Es la experiencia de un Dios que se retira de este mundo y que se va a un mundo muy remoto, que se aleja y que es cada vez más difícil comunicarse con El. Fíjense: no dice “Dios no existe”, sino “Dios ha muerto”, es decir; su sede está muda, en silencio. Esta sensación como de si Dios viviera en otro mundo, como si no conociera nuestras necesidades, como si no nos entendiera, puede ser un signo muy bueno. También es peligroso, como toda crisis es peligrosa. Los adolescentes hoy corren mucho riesgo. Lo corrieron siempre, pero hoy mucho más. Pero si no hay crisis no hay crecimiento. Esto puede ser el fruto de que uno empiece a tomar conciencia de que hasta ahora el mundo de Dios y nuestro mundo habían sido vividos como paralelos, y cuando surge la necesidad de unirlos, se nota la distancia. Se nota que realmente Dios es Dios y la  criatura es la criatura. Se nota la trascendencia.

      La fe infantil se caracterizaba justamente por vivir la religión, la fe y Dios como tan exteriores a la vida cotidiana, como tan alejados pero al mismo tiempo tan próximos que una no ponía en crisis a la otra. Ahora que se van realmente uniendo, entonces comienza a haber esta situación de crisis.

      El libro de Job se puede interpretar como una manifestación muy propia del sentimiento crítico que vive la FE ADOLESCENTE (no solamente la fe del adolescente). La indignación por la injusticia, por la guerra. Esta pregunta “¿dónde estabas, Dios, cuando esto ocurría?”  Esa especie de rebeldía contra Dios, vivido como un Dios injusto, destructor, y con las consecuentes pérdidas de fe. Muchas veces, las personas que se dicen agnósticas o ateas, son saludablemente ateas porque entran en crisis con ese Dios que pone muchas ataduras externas y esclavizantes, ese Dios que exige una actitud infantil frente a la cual el hombre y la mujer maduros ya no están dispuestos a cortarse la cabeza, y quiere asumir la responsabilidad que hasta este momento le vienen transfiriendo a Dios. Y son responsabilidades nuestras, de nuestra civilización, de nuestra humanidad. Y entonces, cuando se dan cuenta de que Dios no está allí donde lo buscaron, que Dios no puede darles lo que le pidieron, y que la imagen que tenían de El no se sostiene más ni con los argumentos más racionales que puedan encontrar, entonces muchas veces –y este es el peligro- se declaran ateos. Y en realidad son ateos de un Dios infantil, de un dios que ya no responde a las necesidades, las preguntas, las exigencias, las demandas de un hombre o de una mujer adultos. Muchas veces somos ateos de una ‘imagen’ de Dios estrechamente ligada a la imagen materna o a la imagen paterna, con rasgos parecidos, pero que ya no va mas. Ya para la humanidad esto no expresa realmente el Dios que está necesitando.

      Y toda esta característica de adolescencia en nuestra fe, está también prefigurada bellamente en muchos libros y relatos. Podríamos simbolizarla en ese bello pasaje en el que Jacob lucha cuerpo a cuerpo con Dios toda una noche. Y entonces Jacob le quiere preguntar el nombre, porque el nombre expresa “voluntad –por parte del hombre- de control”, voluntad de saber quién es este personaje oscuro que en la noche lucha con él.- Y él sabe que es Dios, y no le da el nombre. Y a pesar de que Jacob le vence a Dios, Dios le hace un ‘takle’, y lo deja cojo a Jacob, y con una marca que expresa el haber luchado cuerpo a cuerpo con Dios. Este pasaje tiene un simbolismo muy rico, elocuente, para todos nosotros en estos tiempos de ‘intemperie’, en que muchas veces, cuando nos arrimamos a una experiencia crítica, también ‘luchamos con Dios cuerpo a cuerpo’ y queremos que nos diga ‘el nombre’, ‘la esencia’ de lo que está realmente ocurriendo. Sin embargo El sigue siendo quien es, y nosotros seguimos tratando de descifrar el camino que en este tiempo de la historia nos toca recorrer.

 

      Dejaremos para otro día algunas otras consideraciones sobre las etapas o los cambios en la vida de la fe, y el proceso de evolución y de maduración.

 

       Hay cosas que permanecen toda la vida, personas que maduran espiritualmente, maduran en su fe, y misteriosamente no ha habido muchos quiebres o no ha habido quiebres profundos. Digamos: no ha habido alejamientos. Ha habido sí una serena, suave transmutación permanente. No es lo más común.  Y esto también depende de la personalidad, del apasionamiento de las personas, de la forma en que abrazan sus causas, sus preguntas, sus búsquedas. Hay personas naturalmente mesuradas, prudentes. Y por lo tanto en ellas las crisis no tienen una significación tan fuerte y tan totalizante. Hacen crisis, pero las resuelven simple y sencillamente en un par de semanas y nada más.

      En otros casos las crisis adquieren ribetes más dramáticos. Por eso creo que tenemos que tener fundamentalmente una mirada de mucha confianza. Esta no es una charla ‘deconstructiva’ ni tiene como objetivo tirar abajo los bastiones de la fe ni mucho menos.  Al contrario: es una fe llena de confianza y de amor. Para poder adherir a esa espiritualidad de la infancia, lean la vida de Santa Teresita del Niño Jesús. Para volver a esa espiritualidad de confianza y amor, hay que tener esperanza.

      Yo tengo mucha esperanza. Sé que parece que todo está perdido. Muchas veces ya no sabemos ni lo que es una familia, no sabemos qué tendencia ideológica puede prometer para un futuro una organización social, política, más digna del hombre. No sabemos ni siquiera qué alternativa hay a toda la caída de estos muros y mundos que se han ido derrumbando en sus sucesivos intentos por construir una civilización más justa, más humana, o bueno…más adecuada a los intereses de algunos (como se la quiera ver).

      Yo sé que la sensación de intemperie es muy grande. Por todos lados hay producción teológica sobre ‘el silencio de Dios’. No se ve a la vista nada demasiado claro. No obstante, yo tengo una profunda esperanza. Sé que estamos atravesando las turbulencias de una ‘adolescencia dramática’ en nuestra vida de fe, pero esto es porque nos espera una Tierra Prometida, aún cuando no veamos con claridad en el horizonte de nuestros desiertos, dónde se encuentra ni cuando llegaremos.

Gabriela Lasanta

 

He visto a tanta gente de mi edad que se está yendo Por calles que no llevan a ninguna parte

Detrás de un vuelo que conduce a la locura, buscando algo que jamás encontrarán huyendo de la realidad

Gastando noches que en el vino se han borrado. Dentro de cuartos por pastillas transformados

Por nubes de humo escaparán de un mundo loco de ciudad, en medio de la soledad, nuestra cansada humanidad

ES DIOS QUE HA MUERTO DURMIENDO EN LAS VEREDAS,

 DIOS HA MUERTO COMIENDO EN LA BASURA,

 DIOS HA MUERTO EN DÓLARES Y BANCOS… DIOS HA MUERTO

Me han dicho que mi generación vencida, ya no cree, que enmascarado tras la fe algo se esconde

Como en el mito de la Patria y de los héroes, habrá llegado ya el momento de gritar que todo es una falsedad

La fe está hecha de costumbres y de miedos, y la política ahora es solo una carrera

en donde todo tiene un precio, la vida es lo que menos vale. La dignidad es un paquete que no contiene nada adentro

ES DIOS QUE HA MUERTO EN CAMPOS DE EXTERMINIO

DIOS HA MUERTO CON DESAPARECIDOS

DIOS HA MUERTO EN PUEBLOS SOMETIDOS

DIOS HA MUERTO…

 

En cambio, siento que tu generación está pariendo un mundo nuevo, una esperanza no abortada,

un cambio de conciencia habrá que desde adentro crecerá y nadie lo podrá evitar, porque después de los tres días

RESUCITA EN CUANTO ESTÁS CREYENDO

RESUCITA EN LO QUE MAS QUEREMOS

RESUCITA EN EL MUNDO QUE HAREMOS

DIOS RESUCITA….

 

 

EL MISMO CIELO Marcela Gándara

Aunque sea el mismo cielo y es el mismo sol, son las mismas calles pero yo no soy,  no soy el mismo.

Y como un turista puedo caminar descubriendo cosas nuevas al andar porque estas conmigo,

Porque estas conmigo empiezo a descubrir las cosas sencillas que antes no viví.

 

La voz del mar y las estrellas que hablan tanto de ti

La voz que grita en el silencio que me quieres aquí, cerca de ti.

El beso tuyo en cada gota  que me moja al andar

La luz que fluye en el sonido de un pequeño al llorar

me haces vivir, me haces reír, y respirar

 

Aunque estabas conmigo no pude entender que estaba rodeado de tanto placer, de tantos motivos

Y de mi rutina tuve que salir para detenerme y verte sonreír y sentirme vivo

Porque estas conmigo empiezo a descubrir las cosas sencillas que antes no viví.

 

CRECES Y SOY FELIZ Eduardo Meana

Crece… crece…crece la vida… crece tu vida…Crece tu risa, y me río con vos.

Crece tu sensibilidad. Y se abre un horizonte: sopla un viento en tu mente.

Crece la profundidad del cielo que hay en tus ojos cuando te escucho y me escuchas, y te confías así.

¡CRECES, Y SOY FELIZ!

 

Crece… crece…crece la vida… crece tu canto…¡Tu tono propio… ya cambió tu voz!

¡Ya se oye la canción que Dios compone en ti! Y juegas a soltarte de nuestra tibia mano.

Es necesario un partir, es el “segundo cordón”, que corta uno mismo al crecer.

¡Y Dios está en el crecer!

 

Es “parirte”, y tendrás que llorar. Al hermano ‘dolor’, cara a cara verás.

Paso a paso, tu amor peleará. Pasos que serán Pascuas, y Dios estará…

 (Y yo también estaré, ¡compañeros de viaje!

…Pero es tu propio viaje, hijo, y así debe ser).

 

Crece… crece…crece la vida… crece tu corazón…

¡Tu sed de amor y tu agua de amar!

¡Crece el fueguito del don de tu libertad!

 

Participan los oyentes

-El que no crea y no se haga como niño no entrará en el Reino de Dios.

GL: Muy interesante. Pero cuando Jesús dice esto, no se está refiriendo a un ‘infantil’. Hay una ‘segunda infancia’ que es la vuelta a la simplicidad, a la dependencia, al espíritu de protección, a la ingenuidad. Es una vuelta que se produce después de un largo camino

 

         ¿entendí mal, o llevar el rosario es superstición?

GL: Queridos oyentes: para hablar de superstición, hay que examinar la intención y la vivencia interior del corazón, no el hecho externo. Llevar un rosario puede ser supersticioso o no: depende de si yo le adjudico al rosario poderes que el rosario no tiene (eso está en el Catecismo de la Iglesia católica: busquen allí ‘superstición’) Muchas veces nosotros caemos en superstición o tenemos actitudes supersticiosas por deformación de nuestro propio sentimiento religioso. La palabra superstición está asociada incluso hasta la Inquisición: sentimos que si tenemos un hecho supersticioso nos van a quemar en la hoguera o mas o menos. Son desviaciones del sentimiento religioso, no es tampoco tan grave. Pero tiene que ver no con lo que yo haga sino en el cómo me vinculo con eso: puede ser de manera supersticiosa o saludable.

 

 

          Los extremistas son buenas huellas de aprendizaje

GL: Eso es cierto. Todo nos enseña en esta vida

 

          Después de la ‘fe pueril’ y la ‘fe puberal’ ¿cómo se conjura el riesgo de confundir  la fe adulta con la fe adúltera?

GL: ¿Cuál es la fe adúltera? Desconozco. Adulterar es corromper algo, quitar un contenido propio de algo. No logro entender cual sería una fe adúltera ¿una fe herética en todo caso?

 

          ¿Qué pasa cuando un adulto de edad aún no se conoce a sí mismo porque se dedicó toda su vida a la actividad sin reflexionar en las etapas de la vida?

GL: A veces puede ‘hacerse’ daño, otras puede ‘hacer’ daño. Dice Erick From en “El arte de amar”:  “Las personas nacemos y morimos muchas veces antes de morir definitivamente. Pero es destino cruel de algunas morir sin haber nacido nunca”