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22/07/2021 – Como en años anteriores, desde los estudios de Radio María Argentina se transmitió la segunda parte del Retiro Radial Arquidiocesano a cargo del arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos Ñáñez y sus obispos auxiliares monseñor Pedro Torres y monseñor Ricardo Seirutti, con estilo brocheriano. Inició Ñañez repasando lo vivido la semana pasada, recordando que la pandemia nos desalienta y nos entristece, debilitando la fe y la esperanza. “Hay que revitalizar la fe y la esperanza con estos “baños del alma” que son los ejercicios espirituales al modo del Cura Brochero. Lo fundamental en un retiro es el encuentro con Jesús. Seguir al Señor no es complicado pero es exigente. Para tener los sentimientos de Jesús es bueno mirar a los santos, porque son modelos y abogados ante el Señor. Hoy miraremos a los santos de nuestra tierra, a los santos cordobeses, que son un regalo del Cielo, una gracia para nosotros. Miremos a José Gabriel del Rosario Brochero. Invito a hacerlo en la fe madurada en su familia, en cómo cultivó sus amistades durante su etapa de seminario y universidad. También en sus búsquedas y decisiones al participar como ejercitante y catequista (se lo llamaba un doctrinero) en los ejercicios espirituales de san Ignacio. De allí nace su elección de ser sacerdote para el pueblo de Dios. En su decisión de ser un discípulo y misionero, adelantándose a lo que la Iglesia nos propone desde el siglo pasado con san Juan Pablo II y desde este con Francisco”.
“Córdoba vive su momento misionero con el impulso del undécimo sínodo arquidiocesano invitándonos a dar testimonio, anunciando el evangelio”, dijo y añadió: “José Gabriel asistió a los heridos de la batalla de Las Playas y en la epidemia del cólera que azotó a la ciudad de Córdoba. También en su servicio pastoral en Traslasierras, acompañando las caravanas de quienes eran los futuros ejercitantes. Y en la construcción de la Casa de Ejercicios en su Villa del Tránsito y cuantas otras obras. Él se puso al frente de distintos proyectos de nuestra patria, logró condiciones de vida más humana y más digna para la gente de Traslasierras. Desde Jesús y su evangelio, Brochero se convirtió en un gigante, un santo. Su relación personal con el Señor fue su secreto, tenía los sentimientos de Cristo. Le correspondió con un amor hecho obras. Tenía una gran devoción a la Eucaristía, estaba enamorado de Jesús”, agregó el pastor cordobés.
Luego monseñor Seirutti destacó que “Jesús contagia con sus palabras, pero sobre todo desde su misma persona, sus sentimientos están a flor de piel, sus discípulos quieren imitar su bondad, querer vivir así. Entregarse a vivir el Reino es mostrar que es Jesús quien vive en ellos. Nuestra Córdoba es rica en personas que han querido hacer presente a Jesucristo. Esta noche nos ayudamos también mirando a las beatas Catalina de María Rodríguez y Tránsito Cabanillas, dos mujeres que, llamadas de corazón, respondieron al Señor. Ambas tienen adhesión nítida al evangelio, buscando superar la pobreza. Son catequistas de alma y verdaderas misioneras. Las dos están presentes en la peste del cólera morbo del siglo 19 que afectó a Córdoba. Son dos mujeres caminos de santidad, con vertiente ignaciana y franciscana. Estas mujeres atienden a las mujeres ayudándolas en su dignidad, especialmente a las más pobres. Catalina y Tránsito son testigos de que los sentimientos de Jesús pueden, en el corazón humano, hacer nuevas todas las cosas. Estaban preocupadas por dar buena educación a los suyos”.
Más adelante, monseñor Ñañez sostuvo que “también ayudar mirar al beato Enrique Angelelli y sus compañeros mártires, entre ellos Carlos Murias que era cordobés. Longueville era un sacerdote francés y Pedernera que era un laico mendocino pero riojano adoptado. Ellos vivieron en un contexto difícil y doloroso. Y parece que nosotros no aprendemos de lo vivido como argentinos, vivimos al día, repetimos errores de hace 10, 15, 20 o más años. Tal vez lo hacemos porque cedemos al orgullo, nos sentimos los mejores del mundo. Ante esto hace falta humildad, reconocer los límites. Otra causa es el egoísmo que nos lleva al desinterés por el bien común, nos hace insensibles. Angelelli tenía mucho amor por el evangelio y pasión por el Concilio Vaticano II. Fue mi rector en el seminario y era notable el entusiasmo que tenía con el Concilio que se desarrollaba. Veía un momento de la Iglesia esperado y precioso”.
“Además después como obispo, Angelelli buscó hacer realidad el espíritu del Concilio Vaticano II. Es notable cómo ya vivía en la década del 70 la sinodalidad, invitaba y promovía la participación de todos. Angelelli tenía don de gente y una constante alegría. Se acercaba a todos, no solo era simpático. Buscaba testimoniar a Jesús, llevar su evangelio a otros, comunicar la gracia que brota de estar en comunión con Él. Tenía práctica y alma de pastor. Tenía compromiso por la justicia en favor de los menos favorecidos. No era un pastor que favorecía el “pobrismo”, como se dice ahora. Angelelli buscaba realmente la promoción de las personas, hacerlas dignas. No buscaba el enfrentamiento entre distintos grupos, basta leer sus homilías donde nunca se encuentra resentimiento sino búsqueda de diálogo y de auténticas soluciones. Lo que lo animó en todo esto es su gran amor por Jesús, su gran vida de oración”, aseveró el padre Carlos.
En tanto, monseñor Torres dijo: “Tener los sentimientos de Jesús es la raíz de la misión. Dios nos ama desde antes que fuéramos engendrados en el vientre materno. Además estamos invitados a mirar al siervo de Dios, futuro beato, fray Mamerto Esquiú. Será beatificado en el año de san José, en la parroquia que lo vio nacer y que lleva el nombre del padre adoptivo de Jesús. Alguna vez Monseñor Cándido Rubiolo, que era mi confesor cuando era niño, me dijo que fuera amigo de los santos. También me dijo que Jesús es el sol y que cada uno de los santos es un rayo de ese sol. Y cuando tenía 8 años acompañé a mi papá a Catamarca. Y mientras él trabajaba fui a conocer a Esquiú en un museo, hasta toqué su corazón. Luego fui a un colegio franciscano donde se hablaba mucho de Esquiú”.
“Y conocí su sermón patrio en favor de la Constitución Nacional. Cuando era muy joven vio el enfrentamiento entre los argentinos en las guerras civiles y de allí nació ese sermón. Por eso invitó a todos a adherir a un proyecto común. Tuvo dificultades al nacer y recibió el bautismo de socorro. Eso nos recuerda que es muy fuerte este sacramento porque nos incorpora a la vida de Jesús. Su madre le puso el hábito de pequeño y Mamerto no se lo sacó nunca. Fue un fraile santo, casi un autodidacta. Tuvo un testimonio vivo de sencillez y pobreza. Esquiú fue misionero en la ciudad y en el campo, fue un predicador del evangelio iluminando la vida de todo el país. Fue impulsor del respeto a las normas, a las leyes y a la ley suprema: la Constitución Nacional”, agregó el padre Pedro.
Finalmente, monseñor Ñañez expresó que “contemplar los sentimientos de Jesús y desearlos es nuestro gran objetivo de este retiro. Él es el “Santo de Dios”, fuente de toda santidad. Hay que tender a la santidad que glorifica a Dios y que promueve una vida más humana, más digna y más plena. Santidad que es para todos, es comunitaria”. Seirutti manifestó que “la voluntad de Dios es que seamos santos. Nos lo recuerda san Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses. Es caminar salvados, como resucitados. Jesús nos invita a que seamos como Él. Esto no puede ser solo un desafío, tenemos que poner esto en manos del Señor”. Y cerró Torres indicando que “el llamado a la santidad resonó con fuerza en el Concilio Vaticano II. Juan Pablo II nos invitó a vivir la santidad en comunión. Hoy hacen falta comunidades santas. El que busca la santidad vive una mística de ojos abiertos, que provoca la fraternidad y la dignidad”.
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