Nacer de lo alto, revistiéndonos del hombre nuevo, Cristo

lunes, 29 de abril de 2019
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Catequesis en un minuto

29/04/19.-

Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos. Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: “Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él”. Jesús le respondió:  “Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el reino de Dios”. Nicodemo le preguntó:  “¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?”.  Jesús le respondió:  “Te aseguro que el que no nace del agua y del espíritu no puede entrar en el reino de Dios.  Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu.  No te extrañes de que te haya dicho:  “Ustedes tienen que renacer de lo alto”.  El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu”.

Juan 3, 1-8

Jesús se lo proclama a Nicodemo, necesitas nacer de nuevo y, dicho a él, nos suena cercano a cada uno de nosotros cuando en el derrotero de la vida vamos descubriendo esta búsqueda del corazón humano, en perspectiva constante de renovación y de transformación; como parte de la lógica del ser humano, el proceso permanente de crecimiento, de madurez y de renovación. Él, Nicodemo y nosotros nos preguntamos en qué consiste este renacer, este renovarse, este proceso constante de crecimiento en la madurez.

La respuesta la encontramos en la misma palabra. Nacemos de nuevo, nos renovamos, nos transformamos, nuestra vida madura y crece cuando en nosotros obra y actúa el Espíritu Santo. El Espíritu Santo obra y construye un hombre nuevo en nosotros, nos hace otro Cristo.

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