09/04/2023 – El evangelio de hoy nos trae la conversación de Jesús con Nicodemo. Nicodemo había oído hablar de las cosas que Jesús hacía, se había quedado impresionado y quería hablar con Jesús para poder entender mejor. Pensaba saber las cosas de Dios. Vivía en el pasado en la mano para ver si la novedad que Jesús anunciaba era conforme con lo antiguo.
Jesús dijo a Nicodemo: ‘Ustedes tienen que renacer de lo alto’.El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu”.”¿Cómo es posible todo esto?”, le volvió a preguntar Nicodemo.Jesús le respondió: “¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. San Juan 3,7b-15
En la conversación, Jesús dice a Nicodemo que la única manera que él, Nicodemo, tiene de entender las cosas de Dios es ¡nacer de nuevo! Hay veces que somos como Nicodemo: aceptamos solamente aquello que concuerda con nuestras viejas ideas. Otras veces, nos dejamos sorprender por los hechos y no tenemos miedo a decir: “¡Nací de nuevo!”
Cuántas veces hemos pensando o hemos dicho “no me gusta mi vida”, “Me gustaría cambiar esto o aquello, me gustaría ser distinto, me gustaría ser otra persona, me gustaría nacer de nuevo, me gustaría que haya otra realidad”. Sobre todo pensando en que muchas veces no la estamos pasando bien o nos damos cuenta que en nosotros o en nuestra historia hay cosas que no nos gusta. ¡De cambiar se trata! Cuántas veces hemos intentado cambiar, hasta el cansancio, y no lo terminamos de lograr, ¿no? Esto es lo que de alguna manera nos va presentando el Evangelio de hoy, en este día martes, la continuación del dialogo de Jesús con Nicodemo, de un anciano, y ¡no de cualquier anciano! Uno que era jefe, estudiante de la ley, que estaba bien educado. Él se acerca y Jesús le dice sin rodeos que tiene que nacer de nuevo. Vos y yo necesitamos nacer de nuevo también, pero de una manera distinta, no como lo imaginamos sino desde el Espíritu Santo y ¡se puede! Se puede hacer esto, porque para Dios no hay nada imposible. La única condición es dejarnos conducir por Él, acercarnos al Señor y pedir docilidad. Vas a ver como Él (y vos) van a hacer el milagro de poder tener una vida nueva y plena. No tengas miedo porque con Jesús, todo se puede. Simplemente hay que dejarlo actuar y no pretender controlar todo. ¿Cómo se hace eso? ¡Esa es la gran pregunta!
Cuando los evangelistas recuerdan las palabras de Jesús, tienen bien presentes los problemas de las comunidades para quienes escriben. Las preguntas de Nicodemo a Jesús son un espejo de las preguntas de las comunidades de Asia Menor del final del siglo primero. Por esto, las respuestas de Jesús a Nicodemo son, al mismo tiempo, una respuesta para los problemas de aquellas comunidades. Así los cristianos hacían la catequesis en aquel tiempo. Muy probablemente, el relato de la conversación entre Jesús y Nicodemo formaba parte de la catequesis bautismal, pues allí se dice que las personas han de renacer del agua y del espíritu (Jn 3,6).
Eso significa nacer de lo alto, levantar la mirada para poder bajarla de otra manera. Traducido: buscar a Dios y reconocerlo en todo lo que me va pasando en lo cotidiano, en lo del día a día, en lo que me toca vivir. Es tener una mirada sobrenatural, una mirada de fe. Ver la vida de uno y ver la vida de los demás con los ojos de Dios, es poder vivir en este mundo con la mirada desde Dios. No es nada fácil, cuesta, pero acordate que los cristianos estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Preguntate, ¿cómo estás viendo tu vida hoy? ¿cómo estás viendo la de los demás? ¿Cómo estás haciendo para reconocer a Dios en tu hoy? Acordate: los pies en la tierra, la mirada en el cielo. La clave te la da Jesús y en un encuentro con Él. Y el Evangelio de hoy lo vemos claro al final: mirar al que fue levantado, mirarlo a Él, mirar la cruz, incluso en este tiempo de resurrección. No perder la mirada en Jesús, que da su vida para que yo tenga vida, mirarlo a Él y siempre a Él.
Nicodemo tiene miedo y por eso su corazón esta como el momento del día donde va a buscar a Jesús. Nicodemo necesita “pasar” por la experiencia de la tumba, de la muerte. Cuando Jesús le dice: “el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios” le está mostrando que es necesario volver a empezar desde Dios mismo la vida que poseía. La invitación a vivir la Pascua. El paso de Dios por la vida oscura y confusa de Nicodemo le permite vivir de una manera totalmente nueva. Una vida en Dios que lo abre a nuevos horizontes, a nuevas perspectivas, a la Vida del Reino.
Así nos dice a nosotros: “ustedes tienen que renacer de la alto”. Vivir en la Vida que Dios nos alcanzó con su Resurrección. Vivir y “beber” de esta Vida es dejarse trasformar por Dios que, desde el Bautismo que recibimos, quiere compartir con cada uno su presencia. Nacer en la Vida de Dios. Volver a comenzar, empezar de nuevo. Dejarse trasformar. Dejarlo a Dios que me “haga otra vez”.
Una de las peores cosas que nos puede pasar es vivir sin espiritualidad, ser chatos, quedarnos solamente con lo que nos toca vivir sin una mirada trascendente. Y es un peligro grande vivir así, sin una espiritualidad profunda, porque uno puede rezar y no trabajar su espiritualidad. ¿Cómo es esto? Rezar por inercia y solamente por inercia, porque todo rezan o porque “tengo que”. Traducido, no siempre vamos a sentir lindo y frente a eso podemos hacer dos cosas, rezar porque siempre lo hacemos y punto, o ponernos a orar con verdadera fe sabiendo que, aunque nosotros no lo detectemos, Dios está ahí. Podemos hablar mucho de Dios, pero si no hablamos con Dios, nos falta lo esencial. Hace el ejercicio de hablar con Dios y contale tu vida.
El llamado de Jesús es que nos animemos a que las cosas en nuestra vida tengan el tamaño que Dios quiere que tengan. Para eso el Espiritu que Dios derrama sobe nosotros es el de la magnanimiad. La magnanimidad regula nuestra persona en relación con todo lo que es grande y honorable; anima todas las demás virtudes, incitándolas a orientarse preferentemente hacia todo lo que sabe a grandeza. Por lo tanto, la magnanimidad es una virtud humana que nos conduce a todo aquello que significa auténtica grandeza para nuestras vidas.
Por medio de la magnanimidad cultivamos la actitud acertada ante la grandeza de la propia vida, ante las posibilidades que tenemos de conquistar grandes ideales. Es la virtud que nos impulsa a aspirar de modo realista y esforzado a las cosas grandes.
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre (Sal 130).Es decir, un recto conocimiento y aceptación de sí mismo. Humildad es andar en verdad, conocerse y aceptar lo que uno es: ni más, ni menos. Hoy el Señor como a Nicodemo te invita a nacer de lo alto, aunque cueste. Él está con vos, si estás acostumbrado o acostumbrada a tener todo bajo control y que todo dependa de vos, de tus fuerzas, de tus talentos, de tus creencias, de tus esfuerzos, de tus normas, de tu manera de ver y analizar la realidad. Si estás acostumbrado o acostumbrada a marcar el rumbo, a ir donde querés. Tenés que entender que nacer del Espíritu es otra cosa, es estar dispuesto/a a marchar con Jesús a donde no pensabas ir inclusive, mirar con Él, donde antes corrías la mirada, es acercarte y abrazar con Él, todas las realidades, todas las personas que antes rechazabas. Es tener unos oídos abiertos y atentos para percibir el susurro de su voz, un corazón abierto a percibir su presencia, a escuchar su llamada, incluso en y desde tu propia fragilidad. Así que pedile al Señor que te ayude a confiar, a confiar cada vez más, a dejarte llevar por su mano, a abrir el corazón para que el Espíritu te transforme y te haga nacer de lo alto. Tarea para la casa, te propongo rezar hoy con la canción “déjame nacer de nuevo” y poné todo esto en manos del señor.
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