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Nacer del agua y del espíritu
martes, 27 de febrero de 2007
Entre los fariseos había un personaje llamado Nicodemo. Este fue de noche a ver a Jesús y le dijo: “Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie puede hacer señales milagrosas como las que tú haces, a no ser que Dios esté con él.”
Jesús le contestó: “En verdad te digo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo desde arriba.”
Nicodemo le dijo: “¿Cómo renacerá el hombre ya viejo? ¿Quién volverá al seno de su madre? Jesús le contestó: “En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu.
No te extrañes de que te haya dicho: “Necesitan nacer de nuevo desde arriba”. El viento sopla donde quiere, y tú oyes su silbido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo le sucede al que ha nacido del Espíritu.
Juan 1, 1 – 8
Nicodemo es un maestro de la ley que se acerca a Jesús de noche porque se ha sentido profundamente atraído por el mensaje del Maestro de Galilea, pero al mismo tiempo, le da vergüenza exponerse frente a esta enseñanza nueva que ha seducido su corazón, desea encontrarse con Jesús y va al encuentro con Él de noche.
En la noche, en la oscuridad, Jesús pone luz en el corazón de Nicodemo invitándolo a comenzar a recorrer un camino nuevo que supone un nuevo nacimiento, que no es volver al seno materno sino nacer del agua y del Espíritu Santo, sin duda Jesús está hablando del don, de la gracia bautismal, el nuevo nacimiento en nosotros, el renacer, el comenzar de nuevo no depende tanto de un propósito, de un esquema de vida, de una pauta de conducta con la que comenzamos a rehacer nuestra vida sino un cambio, una transformación desde lo hondo. Jesús propone una metanohia, una transformación desde la raíz, un cambio desde el origen de donde hemos sido concebidos.
Dice Jesús que este don, esta transformación nos viene dado por la obra del Espíritu Santo que actúa en nosotros a través de la gracia bautismal. El bautismo tiene una serie de ritos que se suceden unos a otros, que guardan un sentido claro en toda su significación ritual. Como todo sacramento ha sufrido modificaciones en el tiempo, pero lo esencial ha quedado, que es esto que Jesús dice en la Palabra, el agua donde nos viene dada la gracia del Espíritu, el agua que es común, pero con la presencia de Dios que bendice aquella agua y en la cual aquella agua bendita comunica un don, el don del Espíritu Santo.
Cada uno de los gestos del bautismo que ya hemos recibido cuando fuimos bautizados, renovados en el corazón nos mueven a aquello que Jesús nos invita en este tiempo, volver a nacer.
Sería bueno que te preguntes: de volver a nacer cómo quisieras ser, que es como preguntarse qué proyecto de vida está postergado en mi corazón, si yo volviera a nacer cómo quisiera ser.
Quisiera ser mas manso, mas humilde, mas fuerte en mi modo de pararme frente a la vida, quisiera tener mas decisión, mas capacidad para comunicarme con los demás y para entregarme a los demás para amar, en el cómo quisiera ser no nos preguntamos si quisiera ser mas alto, mas rubio, mas delgado, no nos preguntamos por la exterioridad del cómo quisiera ser sino por la interioridad del cómo quisiéramos ser, de volver a nacer cómo quisieras ser, desde dentro, desde el corazón.
Al plantearnos esta pregunta no lo hacemos para soñar con algo imposible sino para que ese de lo que quisiera ser sea justamente desde donde Dios venga a moverme en la renovación de la gracia bautismal, a volver a nacer.
La celebración del bautismo se inicia con la señal de la cruz sobre la frente del que va a ser incorporado a la familia de Dios por la gracia del Espíritu, en el agua que se va a derramar sobre su cabeza o en el sumergirse de todo su cuerpo en la fuente bautismal. Por qué la señal de la cruz, por que los frutos de la vida en Cristo vienen de la cruz, la cruz es el lugar donde el Señor nos regala la vida y también es la llave con la cual entramos a participar de la vida de Dios, la cruz hecha en la frente en este momento de la celebración indica que el bautizado puede comenzar a entrar a formar parte de la familia de Dios, por eso esta señal suele hacerse en la puerta, antes del ingreso al templo, en lo que llamamos atrio, que es ese espacio que precede a la puerta, en el atrio de la iglesia se hace la señal de la cruz con lo cual se le esta entregando al bautizado la llave con la cual abrir la puerta.
La llave que abre la puerta a la riqueza con la cual Dios se va a vincular con nosotros por la gracia bautismal, es la cruz. Toda la abundancia que Dios ofrece a una persona para su vida en dones, en bendiciones, en presencia, en compañía, en fortaleza, en consuelo, en luz, en riqueza, en armonía, en amor, en paz, viene dada por la vida de Dios ofrecida en el misterio pascual en la cruz.
Por eso Jesús va a decir en el Evangelio de San Juan “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo no cae en la tierra, no muere, queda solo, pero si muere da mucho fruto”.
El grano de trigo que cae en la tierra es el crucificado, cuando Jesús esta hablando de su hora, habla de la hora de la pascua, esa hora Jesús la adelanta en las Bodas de Caná donde el agua se transforma en vino como signo de aquel misterio de boda que se había anticipado proféticamente hablando acerca de los tiempos mesiánicos.
El que va a ser bautizado comienza a participar de ese tiempo de Dios para su vida, le llamamos a esto kairos, que no es cualquier tiempo, no es el tiempo cronológico sino que es presencia de Dios en nuestra historia, el cristiano comienza a participar del tiempo de Dios en su propia historia por el misterio pascual en la medida en que la pascua de Jesús y particularmente su entrega en la cruz lo hace ingresar en la casa de Dios, y en la casa de Dios está habilitado para recibir todo lo que en ese ambiente nos llena de vida, el nacimiento a la vida nueva viene por el misterio pascual que es morir a lo que no nos deja vivir en Dios y nacer a la vida de Dios, por eso la señal de la cruz sobre la frente.
A esta señal de la cruz sobre la frente le sigue la Palabra de Dios que se anuncia, que se proclama, en la celebración litúrgica del bautismo esta Palabra trae anticipadamente en un modo pleno la luz de la que va a ser participe el bautizado incorporado a Jesús y viviendo de la gracia de su resurrección, la Palabra de Dios ilumina trayendo verdad, ilumina al candidato que va a ser bautizado su don, su vocación, suscita en la persona bautizada una respuesta de fe.
El bautismo es un modo particular del sacramento de la fe por ser la entrada sacramental en la vida de la fe, esta vida de la fe nos viene dada por la Palabra anunciada. San Pablo en la Carta a los Romanos cuando habla a cerca del misterio de la fe habla de la fe que debe ser tomada, a la que debemos adherir para nuestra justificación, pero a la cual no podemos acceder si no hay quien predique la Palabra, entramos a formar parte de la familia de Dios por la fe que es don con el que Dios se comunica y respuesta que nosotros damos a esa comunicación que Dios nos hace, en ese sentido la fe después en el sacramento se sigue acrecentando el vínculo con ella que comienza a manifestarse claramente en la Palabra pronunciada, anunciada, debe hacerse respuesta progresiva en proceso por parte del que es bautizado, en distintas etapas de la vida y según sea el camino de cada uno y según sea la vocación a la que cada uno ha sido llamado, para nacer a una vida nueva en el Espíritu es clave vincularnos desde la gracia bautismal a la Palabra que nos da la fe, “cómo creerán si no hay quien les predique” dice el apóstol Pablo, nosotros somos invitados a crecer en la fe bautismal para nacer de nuevo a la vida nueva en un vínculo nuevo, renovado con la Palabra de Dios, que el Concilio Vaticano II la ha puesto en el centro de la espiritualidad de todo cristiano, la Palabra de Dios es mejor que cualquier libro piadoso, en la Palabra de Dios es Dios mismo quien se nos comunica y lo que Dios dice eso viene a actuar, este vínculo con la Palabra comienza a tenerlo el bautizado, el que va a ser bautizado por ese don maravilloso de recibir ya en el comienzo de la celebración la proclamación, el anuncio del misterio de Dios que en la Palabra hace nuevas todas las cosas.
La palabra bautismo significa liberación, liberación del pecado y de su instigador, el diablo, por esto se pronuncian una y varias veces exorcismos sobre el que va a recibir el don bautismal, este es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone las manos y el candidato renuncia explícitamente a Satanás, así uno preparado puede confesar la fe de la iglesia a la que va a ser confiado por la gracia del bautismo, la cruz, la Palabra y decisión de respuesta personal, o de la comunidad por la persona cuando es niño y no puede dar respuesta a este don que Dios nos regala en la persona bautizada, la respuesta rehace, renuncia al espíritu del mal y a todo lo que este deja como consecuencia en el corazón, particularmente la fuerza destructora que el pecado opera en nosotros.
Para volver a nacer si yo quiero ser distinto a lo que hoy soy según el proyecto de Dios, además de recibir su Palabra, de meditarla, de confrontarla con mi vida, en un momento determinado tengo que hacer una opción que me supone dejar de lado todo lo que me aparta de Dios y particularmente distanciarme y diferenciarme del pecado, de la tentación, del enemigo, por eso está incluido dentro de la celebración bautismal este gesto de renuncia a todo lo que no es de Dios y particularmente renunciamos al enemigo, al diablo, el que divide, el que genera confusión, el que odia a Dios no pudo contra Él y se ha lanzado contra nosotros, hace falta cerrarle la puerta, decirle en mi vida no, decimos esto cada ves que nos renovamos en la gracia del bautismo, esta decisión y esta determinación del corazón va acompañada de un signo, que es la imposición de manos y oración de liberación que reza el ministro consagrado que bautiza y también es la unción con el óleo de los catecúmenos, por qué con el óleo, por que la Iglesia ha tomado este rito de la cultura en la que en los primeros años de vida se movía para significar que el cristiano en la lucha contra el Espíritu del mal estaba llamado a hacerse resbaladizo, lo tomó del circo romano donde los gladiadores que luchaban en las arenas del circo se untaban con aceite para que el contrincante no pudiera tomarlo, así el bautizado también es ungido con este aceite para que el enemigo no lo tome, no lo agarre, se haga resbaladizo a las acechanzas del mal, cuando nosotros renovamos la gracia bautismal es como si este aceite se hiciera presente de nuevo y nosotros nos hacemos realmente resbaladizos a los arañazos que el mal espíritu nos tira, ungidos, tomados por Dios en el óleo de los catecúmenos.
Después junto con el gesto de renuncia hace que nuestra opción sea por Dios y suponga un apartarnos de todo aquello que no es Dios, cuando nosotros decimos que estamos llamados a nacer de nuevo supone que en un acto de conciencia yo conociéndome y sabiéndome quién soy delante de Dios pueda medir qué es lo que realmente me hace feliz y qué no, dejo de lado todo lo que opaca mi vida, la entristece, la apaga, no le encuentra sentido, son esos pecados, vicios, realidades personales que van como entenebreciendo el corazón, le van quitando brillo, color, por eso es muy bueno hacer en este tiempo cuaresmal exámenes de conciencia que es confrontar desde la Palabra de Dios mi propia vida y a partir de allí decirme lo mío a la luz de la Palabra supone que en esto y en aquello tenga que producirse un cambio, este cambio que yo doy no lo puedo hacer si no digo que esto que no me hace bien no lo quiero mas para mi vida. Por eso la pregunta de cómo quiero ser supone también preguntarme cómo no quiero ser, cómo no quiero ser para nacer de nuevo.
La celebración bautismal es como un ascenso a la montaña, todo lo que va preparando en la celebración el llegar a la cima lo llamamos ritos preparatorios, la señal en la frente, la unción con el óleo de los catecúmenos, el anuncio de la Palabra, todo va preparando ese momento clave que es el central, el que está en la cima de la celebración, en el que se derrama agua bautismal sobre la frente del bautizado, allí somos consagrados mediante una oración.
En el momento en el que somos introducidos en el agua se dice “Yo…”, es Jesús quien utiliza este nombre en boca del ministro que bautiza, “…te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Esta agua tiene el poder de purificar y de dar vida, dice Jesús: “de ustedes brotarán torrentes de agua viva”, en Juan 7 dice “En el último día, el mas solemne de la fiesta, Jesús poniéndose de pie exclamó: El que tenga sed que venga a Mí y beba, el que cree en mí de su seno manará un manantial de agua viva”.
Esta agua que recibimos nos penetra interiormente, esta agua esta en nosotros, la fuerza de la purificación de nuestra vida esta en nuestra interioridad, es el agua que se acrecienta cuando nosotros quitamos los obstáculos que impide que esa agua aparezca, es como cuando uno, frente a una vertiente ve que sale un poquito de agua, le saca los palitos y es como que el agua fluye con mas fuerza, así también la vida del cristiano, cuando nosotros sacamos lo que impide que el agua brote, el agua comienza a brotar y brota con fuerza de purificación, el agua purifica y da vida.
Un torrente de interioridad brotará de ustedes, esta diciendo Jesús, de vida interior, estamos en la cima de la gracia del sacramento, lo que viene después es el descenso de la cima, todos los ritos que siguen explican de algún modo qué es lo que ha ocurrido en el corazón del bautizado. En la cuaresma, cuando el Señor nos convierte, nos hace revivir la gracia bautismal, qué ocurre cuando después de que hemos sido bautizados recibimos el santo crisma, es la unción pos bautismal, es un aceite que el Obispo consagra el Jueves Santo en la Misa Crismal que se utiliza para las celebraciones en donde las personas reciben una gracia que imprime carácter, deja una marca, por eso se usa en el sacramento del bautismo, en el orden sagrado y en la confirmación.
Cuando se pone este crisma, este aceite perfumado en la frente del que es bautizado se lo está marcando con la señal de Cristo, pertenecemos al rebaño de Jesús y somos los testigos de la pascua de Jesús, el crisma como aceite perfumado penetra en el corazón del bautizado para que este comunique el perfume de Jesús, el buen olor de Cristo.
El crisma nos marca, penetra en nuestro corazón dejándonos el aroma de Jesús, el olor de Cristo.
Para nacer de nuevo tenes que renovar la vida en el agua y en el Espíritu, te podes preguntar para esto, además de cómo quiero ser, qué tengo que dejar para ser lo que tengo que ser.
Padre Javier Soteras
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