No hay señales para quien no está dispuesto a recibirlas

lunes, 17 de febrero de 2020
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17/02/2020 – “Vinieron los fariseos y empezaron a discutir con Jesús. Querían ponerlo en apuros, y esperaban de él una señal que viniera del Cielo. Jesús suspiró profundamente y exclamó: «¿Por qué esta gente pide una señal? Yo les digo que a esta gente no se le dará ninguna señal.» Y dejándolos, subió a la barca y se fue al otro lado del lago.”

Marcos 8, 11-13

Aquellos fariseos y escribas viven pendientes de su propia imagen y les gusta ser vistos, ser saludados, hacerse llamar maestros, ocupar los primeros lugares, como que se han hecho de sí mismos el propio Dios, ya no lo necesitan a Dios. Piden algo que supere la grandeza de su ego de su “yo”.

Esta manera de hacerse uno a si mismo, lejos de Dios, es la que nos termina por endiosar y hacer de nosotros mismos un dios con nuestros propios criterio. Es una “mundanidad” de la espiritualidad.

Jesús es duro respecto a esto y por eso dice “a estos no puedo darle ningún signo”, porque no entienden el lenguaje sencillo del evangelio, que es el lenguaje de la caridad, que hace salir del egoísmo, que rompe con el narcisismo, que permite en todo caso, por la crisis de la ruptura de la vida, empezar a encontrar lo nuevo que está delante de nosotros.

Es en un camino de entrega generosa, en medio de la crisis, en Dios es donde vamos a ir pudiendo encontrar lo que buscamos y lo que anhelamos. Dios siempre nos lleva por caminos nuevos, y nos conduce a lugares de mayor gozo y plenitud. Para ello hay que morir a “instalarnos”, como los fariseos de hoy que piden un signo y sin embargo no están dispuestos a recibir nada que los saque de sus lugares ya definidos.

La Pascua: un signo que libera

En la vida de Jesús, de los santos, los momentos más difíciles se convirtieron en el cimiento de lo nuevo, desde donde pudieron construir su vida con bases sólidas. “Solo si el grano de trigo muere, produce mucho fruto” dice Jesús. Cuando damos la vida sin reserva, se nos devuelve el ciento por uno lo ofrecido y lo entregado.

Los momentos mas críticos de la vida, son los que luego recordamos como los más importantes. Cuando los hemos logrado atravesar y los hemos sabido aprovechar, cuando la crisis se nos volvió oportunidad, y el pasar por las oscuras quebradas, nos abría a la nueva luz que nos ofrecía campos nuevos de pastos abundantes. Allí es donde el Dios que conduce la historia nos estaba llevando, a veces muy a pesar nuestro y muchas veces quejándonos nosotros mismos de nuestra propia suerte, porque no hemos entendido la lógica del señorío de Dios, que haciéndonos pasar por los lugares más duros y difíciles, nos conduce siempre a donde Él sabe que nuestra vida está llamada a ser plenitud, gozo, felicidad, canto de alabanza.

¿Cómo afrontar estos tiempos de crisis sino con la grandeza propia que Jesús nos propone en la declaración de amistad que nos hace?

 

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