No matarás: acompañar la fragilidad de la vida humana

martes, 28 de agosto de 2012
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Ante la fragilidad de la vida humana, vemos la necesidad de velar por ella, sobre todo en el momento de la concepción y en la ancianidad, en la vejez, o cuando parece estar apagada definitivamente, pero late. Esto nos lleva a reflexionar sobre el aborto y la eutanasia.

La vida humana se muestra en muchos momentos tan frágil que merece nuestra atención para salirle al encuentro y abrazarla, sobre todo la vida inocente, en el momento mismo de la concepción. En este sentido, la Iglesia tiene una posisión ante el aborto. Y quienes profesamos la fe católica no podemos en este punto distanciarnos de la perspectiva con la que la Iglesia aborda esta temática compleja para este tiempo.

El aborto es, en muchos lugares del mundo, un crimen legalizado. Cuando decimos no matarás, incluimos y ponemos en primer lugar la vida inocente concebida en el vientre materno. Que, como dice la Palabra, es como la hierba que por la mañana brota y por la tarde se seca.

La fragilidad de la vida requiere de nosotros ternura, compromiso, cuidado, atención, velar por ella. Esta mirada que vamos a tener sobre la vida inocente en el vientre materno, nos invita a su vez a velar sobre la vida frágil de tantas maneras: por ejemplo, al final de la vida, por enfermedad, por el paso de los años; y también en lo de todos los días, donde hay lugares en que se muestra más vulnerable, como por ejemplo en el mundo juvenil y su vínculo con lo que se hace evasivo para el compromiso que los jóvenes están llamados a asumir como protagonistas del nuevo mundo. Entonces la vida se muestra muy frágil cuando el hecho evasivo se vincula a la droga, al alcohol; cuando se manipula políticamente la vida en el mundo juvenil, sin abrir perspectivas distintas para un espíritu crítico en el análisis de la realidad. La vida también se muestra frágil en el ámbito de la familia, cuando ésta es vulnerable ante la sociedad de mercado que exige cada vez más un deber pertenecer al mundo de la moneda y hace que las personas no encuentren tiempo para vincularse a los valores que dan sustento a la convivencia familiar, porque están condicionados por el valor peso ($), que pesa tanto que a veces destruye lo vincular por la preocupación de conseguir lo que hace falta para vivir según lo marca el mercado. También es frágil cuando en el ámbito de la política, lugar donde se construye el bien común, el poder delegado a quienes nos representan se entremezcla con intereses mezquinos. Y entonces velar por ese espacio de la vida política es compromiso que nace del corazón de quien se descubre fuerte en su propia debilidad por el mensaje que lleva dentro suyo.

La herida profunda que la sociedad moderna lleva por el desprecio por la vida, cuando la vida no es tenida en cuenta o en su fragilidad no es abrazada, se repara desde aquel lugar donde San Juan de la Cruz invita a la sanidad. Él dice que hay males de amor que solo se sanan con presencia y figura. Y en este sentido, la denuncia que la Iglesia hace frente al abuso de la sociedad organizada y destructiva respecto a la vida inocente en el vientre materno, tiene que ver con esto: con un modo de estar presente pero que no puede terminar en el hecho de la denuncia, sino que tiene que hacerse compromiso en el abrazar la vida despreciada.

Cuando a Madre Teresa de Calcuta la invitan al Senado de E.E.U.U., ella valora lo que allí se desarrolla como tarea de velar por el bien de los ciudadanos, pero en un momento determinado a todos sorprendió cuando fue crítica ante la falta de cuidado por la vida y dijo no aborten más, dénmelos a mí a los niños. Es decir, si no se sabe qué hacer con la vida frágil en el vientre materno, no hay que terminar con ella, sino que hay que pedirle a otros que nos ayuden a llevarla adelante. Entonces, es la presencia, la figura y el compromiso.

Si uno prolonga desde ese lugar de la vida naciente al resto de la vida, se encuentra con que la fragilidad del comienzo a uno lo acompaña durante toda la vida, y un simple resfrío es capaz de tirarte a la cama, y todos tus proyectos se vienen abajo por un malestar de estómago. La existencia humana es un delgado equilibrio y por lo tanto, desde ese lugar, primero debemos vincularnos al todo de la vida, liberándonos de aquellas armaduras de hierro con las que cubrimos nuestra fragilidad. Porque esas son las máscaras que nos ponemos cuando queremos proteger nuestra fragilidad.

El apóstol San Pablo ha encontrado el modo de vincularse saludablemente a la fragilidad humana, tan manifiesta la suya a la percepción de su propia existencia cuando reconoce ser débil y le pide al Señor por tres veces que le quite aquella espina que lleva clavada en su carne, como un aguijón de Satanás que le acusa dentro suyo. Y por tres veces el Señor le dice te basta mi gracia. Éste es nuestro lugar de protección y nuestra fortaleza, nuestra certeza y nuestro arraigo. A eso mismo, Pablo lo expresa elocuentemente: cuando yo me manifiesto débil, entonces obra en mí la fortaleza de Jesús. Él es mi fortaleza. Para poder verdaderamente vincularnos fraternalmente a la vida frágil en todas sus expresiones, hay que darse el permiso para reconocerse frágil, hay que auto-habilitarse para reconocer que aquella frágil vida que brota en el momento de la concepción jamás deja de ser frágil vida, y por lo tanto requiere de la presencia del Señor y su gracia que la hace fuerte, que nos asiste y viene a nuestro encuentro.

 

El abuso de la humanidad en este tiempo contra la vida por nacer tiene que ver con la negación del hombre sobre su propia vulnerabilidad y fragilidad; y por eso hay que anunciarla y proclamarla. Es la manera de salir de esta locura que supone la manipulación de la vida, el abuso sobre el momento de la concepción. Solo cuando tomemos conciencia como sociedad de lo vulnerable y frágil que es nuestra condición, desprendiéndonos del creernos súper hombres y súper mujeres, vamos a poder entender verdaderamente lo que supone la vida frágil en el vientre materno. Allí es donde la vida mejor habla, donde no está contaminada, donde la vida se hace pura.

Resulta que es en los dos extremos cuando es más frágil: en la vida naciente y en la vida que se está yendo, por enfermedad, por vejez. En ningún lugar la vida se proclama de una manera más plena. Por eso, conectarse con la vulnerabilidad de la vida en donde ella nos llama al compromiso es la mejor forma de hablarle al mundo de que no es el poder ni el dinero ni el placer el lugar donde la vida se hace plena, sino que es en la misma vulnerabilidad y fragilidad donde la vida nos habla y debemos aprender su lenguaje y su mensaje. Jesús nos ha invitado a amar a los más débiles y pequeños, porque Él sabe que allí la vida habla como en ningún lugar.

La vida en toda su fragilidad está para ser acompañada. No la podemos eliminar, no la podemos ahogar sobreprotegiéndola. Estamos invitados a acompañar su desarrollo, su crecimiento. Y éste es justamente el lugar más complejo: dónde ubicarnos para acompañar la vida frágil. Para esto, el don de la sabiduría viene a nuestro encuentro y Dios nos muestra los caminos por donde ir desandando el rumbo hacia donde la vida tiende a potenciarse, a crecer, a hacerse más digna.

Acompañar la vida supone desprendernos del paternalismo con el que a veces no permitimos su desarrollo; supone desterrar del corazón el desprecio por la fragilidad que encontramos en nosotros mismos y en los hermanos. Si hay lugar para el aborto y la eutanasia en nuestra sociedad es porque la imperceptibilidad y fragilidad de la vida nos lleva a despreciarla (en el aborto, porque no queremos que aparezca) o a sobreprotegerla (en la eutanasia, porque no queremos que sufra más). La vida humana es para acompañarla.

 

Padre Javier Soteras