Nuestra gran misión: Hacer la voluntad de Dios

miércoles, 25 de enero de 2012
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Marcos 3, 31-35

“Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: “Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera”. El respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

 

Y ahora vamos a ir mirando este hermoso mensaje que hoy nos da la Palabra de Dios en el estilo de San Marcos que, sin duda, siendo el evangelio más breve, tiene un gran contenido y por eso, aún en esta brevedad, en esta simpleza vamos a ir reconociendo el poder del amor de Dios que hoy nos invita a descubrir en primer término esta búsqueda que la Madre de Jesús, la Virgen María, y sus hermanos, es decir sus parientes más cercanos hacían a cerca de él en este momento. Dice el evangelio que cuando se acercaron lo mandaron a llamar porque una gran multitud lo estaba rodeando. Jesús, sin duda estaba en todo momento anunciando y predicando la Buena Noticia, y es allí en esa circunstancia que María y los parientes más cercanos de Jesús se acercan y lo buscan. Pero el evangelio nos sorprende con esta respuesta del Señor, cuando aprovechando esta circunstancia abre el juego y pregunta: “¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos? Esta es la pregunta central. ¿Quiénes son mi familia, quienes son los que me buscan? Y entonces, también nosotros, tendríamos que descubrir si en verdad nos sentimos parte de esta respuesta. Esta pregunta que el Señor quiere suscitar en nuestro corazón en esta mañana y que nos invita a descubrir si lo buscamos, si tenemos sed del amor de Dios, si en nuestro corazón hemos sabido dirigir nuestros pasos hacia el encuentro del Señor. Dice el evangelio: “lo mandaron a llamar”, lo buscaban, necesitaban estar con él. En esta primera mirada del evangelio queremos también hacernos esta pregunta: ¿sentimos en nuestro corazón esta sed del amor del Señor? ¿Buscamos este encuentro con el Señor como cada mañana en su evangelio? Por eso también sería importante preguntarnos cómo va nuestra vida en el diálogo, en esta amistad cercana con Jesús desde lo personal. ¿Tenemos una búsqueda de su Palabra, queremos escucharlo, o tal vez estamos como esa multitud sedientos y necesitados de su presencia y de su palabra? Muchos estaban junto al Señor. Cuando Jesús hace esta pregunta dice el evangelio: “Dirigió su mirada hacia los que estaban a su alrededor”. Jesús mira a quienes estaban allí. Y recordamos aquel texto del joven rico donde también el evangelio señala la importancia de la mirada de Jesús. En aquel texto dice el evangelista: “Jesús, cuando llegó el joven rico, lo miró y lo amó”. ¡Cuánto significa esa mirada de Jesús para aquél joven! Cuánto encierra esta mirada del Señor Jesús que mira a su alrededor y hace esta pregunta: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”  Esta es la pregunta que el Señor nos invita a considerar en esta mañana. ¿Quiénes son su familia? ¿Quiénes pueden formar parte de su familia? Y en primer lugar descubrimos a aquellos que lo buscan, a aquellos que van a su encuentro, a aquellos que lo siguen con alegría sedientos de su palabra y necesitados de su amor.

Por eso, en este primer bloque le vamos a pedir al Señor que nos ayude a reconocer en nuestro interior, en nuestra sed, en nuestras búsquedas, si en verdad necesitamos de su encuentro, si lo hemos buscado, superando las dificultades que haya que superar, dejando de lado incluso temores humanos, superando incluso aquello del qué dirán si me presento como creyente, si doy a conocer mi deseo de seguir a Jesús, si en mi ámbito de trabajo, en mi familia, o en el barrio, también me animo a decir que sigo a Jesús, que vivo de su Palabra, y que necesito de su amor. Nos hacemos esta pregunta mientras vamos a esta primera pausa musical y decimos juntos al Señor: Queremos ser de los que te buscan, queremos ser de los que necesitamos de tu presencia para escuchar tu palabra y recibir tu amor.

 

Ahora, en este segundo bloque, vamos a ir profundizando en este evangelio de San Marcos, capítulo 3, que hoy nos propone mirar cómo hemos buscado, cómo hemos seguido a Jesús en nuestra vida. Decía el texto: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera”. Este fue el anuncio que le proponen a Jesús pero el responde con una pregunta: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Entonces aquí nos vamos a detener en este paso singular, particular, casi diríamos curioso, que Jesús nos propone, el pasar de mi familia a la familia. Es un proceso casi natural, a todos el Señor nos invita a vivir, podríamos pensar por mí familia o gracias a mi familia, la de los lazos de sangre, mi mamá, mi papá, mis hermanos, esa familia, la más cercana, gracias a ella recibí el bautismo, que me injertó en la familia de Jesús, la familia de los Hijos de Dios que es la Iglesia. Este paso, de alguna manera, nos invita a reconocer cómo Dios ha querido elegir esta mi familia, la tuya, la de cada uno, la iglesia doméstica como nos enseña el texto del magisterio, también en esa familia Dios ha querido iniciar este paso de la salvación. Un paso que nos llama a formar parte de esta otra familia mucho más grande, mucho más amplia, con lazos todavía más fuertes e indestructibles que los lazos de sangre. Por eso Jesús pregunta: “¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?” Entonces ahora consideremos y agradezcamos. ¿Hemos sabido agradecer este don de la vida, este don de la gracia del bautismo, de habernos transformados en hijos de Dios para siempre, para toda la eternidad gracias a este paso tan importante de mi familia? Aquellos más cercanos con los que puedo dar gracias a Dios he sido llamado a formar parte de este pueblo de Dios, por eso este paso, que amplifica este horizonte que amplía la mirada de nuestro evangelio también hoy nos invita a abrir nuestro corazón. “Señor, gracias porque me diste mi familia, gracias porque me llamaste a esta pequeña familia en la cuál, junto a mis padres, mis hermanos, a aquellos más cercanos con los que fui aprendiendo a vivir, también en ellos pusiste esta semilla del Reino, la gracia del Bautismo, el don de la Fe”, y por eso hoy queremos mirar agradecidos a nuestra propia familia y decirle al Señor: “Gracias por haberme dado esta familia, la que tengo, la que componen estos miembros que puedo ir repasando en el corazón, poniendo en la presencia de Dios en este momento, agradeciendo por cada uno de ellos porque en ellos el Señor quiso poner su mirada y a partir de esa familia, escenario fundamental, llamarme a la fe y abrirme a esta nueva vida que es la familia cristiana, la de los hijos de Dios. Jesús pregunta: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y dirigiendo la mirada sobre los que estaban a su alrededor, Jesús dijo: Estos son mi madre y mis hermanos, porque el que hace la voluntad de Dios ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Miremos entonces agradecidos el don de la propia familia para que reconociendo en ella la primera vocación a ser hijos de Dios, a formar parte de su pueblo cristiano, podamos tener entonces abierto y dispuesto el corazón para recibir el llamado, esta posibilidad nueva de sentirnos hermanos. Hermanos de esta gran familia que como dice el texto de hoy tiene una particular misión, hacer realidad la voluntad de Dios.

 

Y otra vez entonces nos reencontramos, agradecemos los mensajes. Nos reencontramos una vez más con este hermoso texto del evangelio de San Marcos de hoy, y en este nuevo bloque vemos juntos lo que el Señor nos invita a vivir con gozo, con alegría, con este corazón ensanchado porque lo hemos buscado, porque nos hemos reconocido parte de esta familia en la cuál el nos invita a participar. Desde el bautismo comenzamos a formar parte del Pueblo de Dios, pero este primer paso que hemos emprendido también necesita de algo fundamental que nos señala el mismo Jesús al final del texto: “Quiénes son mi madre y quiénes son mis hermanos” y dice el mismo Jesús: “El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Entonces ahora nos vamos a detener en esa expresión, hacer la voluntad de Dios, vivir en la voluntad de Dios, este es el distintivo de la gran familia de Jesús, la familia de los Hijos de Dios, cada uno de nosotros entonces, para estar cerca de Jesús, en lo personal y comunitariamente, tenemos que vivir este gran desafío, hacer la voluntad de Dios. ¿Pero cómo conocerla para poder vivirla? Aquí está la enorme posibilidad, si queremos ser parte de su familia más allá de la gracia del Bautismo que todos recibimos, necesitamos hacer la voluntad de Dios, este es el gozo que se nos pone por delante. Tenemos toda la jornada, tenemos toda la semana, tenemos toda nuestra vida para hacerlo realidad. Si hacemos la voluntad de Dios seremos entonces contados como hermanos, parte de la familia del Señor. ¿Qué significa en nuestra vida ser parte de su familia? Hacer la voluntad de Dios. Sin duda, para cada uno de nosotros según la actividad que desarrollamos, según el tiempo que le brindamos al Señor en nuestro corazón, vamos a poder descubrir de más cerca lo que él nos invita a vivir, y entonces, a la voluntad de Dios la vamos reconociendo también y sobre todo desde la oración pero en nuestra vida cotidiana, el Señor se va manifestando en nuestra realidad y entonces, conocer la voluntad de Dios no puede ser un imposible, no puede ser el fruto de un gran laberinto al que solo algunos pueden acceder. La voluntad de Dios se va conociendo cuando le abrimos el corazón y nos dejamos iluminar por la gracia de su Espíritu. Por eso vamos a tratar de invocar juntos, pedir a este don del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, que nos ayuden a hacer realidad esta expresión, digamos juntos: “Que cada día sea caminar en tu voluntad Señor, que nuestro día, hoy, sea caminar en tu voluntad Señor, que podamos hacer realidad este evangelio, que podamos ser capaces también nosotros, de vivir la voluntad de Dios y entonces no solo reconocernos amados por el Señor sino abriendo nuestro corazón, también ofrecernos en esta maravillosa tarea y misión, anunciar con nuestra vida a los demás la presencia de Dios entre nosotros. Hacernos este propósito, que podamos conocer juntos el amor del Señor, que podamos reconocer cómo el nos invita a seguir sus pasos, iluminados por su ejemplo, su Palabra, pero fundamentalmente asistidos por la fuerza de su Espíritu. Digamos juntos: que nuestro día sea caminar en tu voluntad Señor.

 

Y ahora le vamos a ir dando forma a este cierre de la catequesis de esta mañana. Para este último bloque vamos a aprovechar y dar gracias por esta recorrida que el Señor ha querido hacer por nuestra vida a partir del evangelio de San Marcos. Una mirada que incluye primero el llamado al bautismo, ese llamado que el Señor hizo cuando éramos tan pequeños, casi ni nos dimos cuenta, pero sin embargo recibimos este don tan hermoso, ser llamados a vivir para siempre como hijos de Dios, y por eso, mirando esta realidad tan hermosa que el Señor nos ha regalado desde muy pequeños, démosle gracias y miremos en la presencia de Dios a todos aquellos que el Señor sigue llamando hoy a formar parte de su pueblo, de este pueblo de Dios que es la Iglesia, que todos formamos y que podamos hacer realidad lo que hoy nos propone la Palabra, ser capaces de seguir a Jesús en nuestra vida, ser capaces de reconocer su voluntad, y con la gracia y la fuerza de su espíritu, hacer la voluntad de Dios. Ciertamente, desafío que no podemos hacer solos sino de la mano de María, ella nos enseña que la voluntad de Dios se cumple cuando le abrimos el corazón, María es el gran ejemplo y modelo de abrir el corazón a Dios y entonces, este texto de San Marcos parece no hacer referencia, sin embargo nos propone en María la Virgen el modelo de quién hace la voluntad de Dios, quién vive la voluntad de Dios, quién es parte y modelo ejemplar en esta familia de los hijos de Dios. Por eso, tomados de la mano de la Madre, tomados de la mano de María, también pidámosle al Señor en este día por todos aquellos que necesitan conocer más a fondo, y con la fuerza de su Espíritu seguir haciendo y viviendo la voluntad de amor, para que junto a la Madre, junto a la Santísima Virgen, nos descubramos formando parte de la familia de Jesús, esto que tan hermosamente hemos recibido y que al mismo tiempo vamos construyendo día a día. Por eso pidámosle al Señor que en este día nos siga bendiciendo con su Espíritu, siga renovando la fuerza de su presencia, y que nos invite también a construir juntos una presencia renovada del amor de Dios para nuestros hermanos. Si cada uno de nosotros, como dice el evangelio de hoy, hacemos presente la voluntad de Dios, el mismo Dios llegará al corazón de nuestros hermanos. Por eso, pidámosle a María, nuestra madre, y a todos aquellos intercesores, que desde el cielo, como hermanos, los santos y amigos de Dios, también ellos nos acompañen y ayuden para vivir en este día y para siempre haciendo la voluntad de Dios.

 

Padre Daniel Tejeda