29/10/19 – En esta última edición del ciclo Misericordiosos como el Padre, el P. Luis Albóniga nos trae las obras de misericordia espirituales para reflexionar juntos.
Las obras de misericordia espirituales son también siete como las corporales. Son espirituales porque se trata de acciones caritativas, misericordiosas, en las cuales socorremos a nuestro prójimo en sus necesidades espirituales.
Enseñar: Es un gran desafío que nos impone el tiempo de hoy. Compartir un pan que alimenta el espíritu. La ignorancia, la falta de formación genera exclusión y deja en la marginación a muchos hermanos. Por eso, la misericordia, nos mueve a hacer lo posible para aportar un granito de arena en la formación.
Corregir a quien se equivoca: Exige una actitud muy humilde, requiere la prudencia para encontrar el tiempo, el lugar y el modo adecuado. Implica un respeto profundo al otro y la certeza de que lo que buscamos profundamente es el bien del otro. Lo que está en juego en la corrección, es el bien del hermano, su crecimiento. No solo es importante identificar el error, sino también verlo en su propia realidad, en la circunstancia de la persona.
Dar buen consejo: Tiene que ver con el acompañamiento, con la amistad, con la experiencia de vida, con la sabiduría de la fe. Es la obra de los que saben caminar juntos, de los que saben acompañarse en el camino de la vida, el consejo es una parte importante de la virtud de la prudencia. Palabras que iluminen, actitudes que edifiquen, como la palabra de Jesús. Ayudar a que la persona misma tome conciencia de lo que necesita. Un mal consejo puede dañar mucho.
Perdonar las injurias: En uno de los martes anteriores trabajamos la misericordia y el perdón.
Consolar a quien está triste: Es importante pedir a Dios que nos consuele. Jesús nos deja el Espíritu, el paráclito. Paráclito es una palabra griega que significa “el que es llamado para estar junto a…” El verbo estar, es el verbo del amor. Nos consuela saber que Él está, que va a permanecer y no nos va a dejar solos. San Pablo en la segunda carta de los corintios nos dice que ese consuelo que hemos recibido, tenemos que compartirlo. Consolar con el consuelo con que somos consolados.
Sufrir con paciencia los defectos del prójimo: Implica la paciencia, que es como una flor que produce la misericordia. Cargar sobre las propias espaldas al que amamos, soportarlo. Las obras de misericordia no van separadas, sino que forman un organismo. Soportar con paciencia los defectos del prójimo no implica que no haya que corregir, que poner límites. Esta obra de misericordia nos llama a vivir en la dimensión de proceso que nos cuesta mucho. Toda persona, todo vínculo es proceso, y la paciencia es la virtud del acompañamiento y del amor que permite llevar adelante los procesos vinculares. Todo tiene un tiempo, porque todo es proceso.
Rezar por vivos y difuntos: La oración de intercesión, es una obra de amor, un gesto de caridad. Muchas veces es la única herramienta que le queda a la misericordia. Todo lo que hacemos tiene que provenir de la oración y tender hacia ella. El sacrificio que implica cada obra de misericordia es una ofrenda al Señor y es comunión con Él. Toda obra de misericordia implica desear para el hermano el bien mayor que es la comunión con Dios. Con la oración como compañera de todas las obras de misericordia, renunciamos a la omnipotencia, que a veces se nos puede pegar un poquito, ponernos en el lugar de Dios. La oración de intercesión nos recuerda siempre que solo Dios es el Señor y que el completa personalmente la obra que inició o que lleva a cabo a través nuestro.
He aquí que yo hago nuevas todas las cosas, dice Jesús. Lo único que puede hacer nuevas todas las cosas es el amor, la misericordia. La misericordia nos muestra una imagen nueva de nosotros mismos, de lo que somos capaces, la verdadera dimensión que tiene el bien y el amor como fuerza transformadora, es la obra que lleva adelante Jesús a través nuestro a lo largo de la historia, el Reino de Dios que es como una explosión atómica cuyas ondas expansivas nos atraviesan a todos.
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