22/08/2022 – En las repetidas controversias de Jesús suelen acusarla y enfretarlo. Hoy es Jesús quien condena a los fariseos y luego a los legalistas.
“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes! ¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: ‘Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale’! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? Ustedes dicen también: ‘Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda? Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él. Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita. Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.
“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes! ¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: ‘Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale’! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? Ustedes dicen también: ‘Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda? Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él. Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita. Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.
En las frecuentes controversias de Jesús con los responsables judíos son estos los que suelen empezar acusando a Jesús. Pero hoy es El quien toma la iniciativa y condena en primer lugar a los fariseos por tres veces, y seguidamente a los legalistas escribas.
Son esclavos de la vanidad y de la ostentación orgullosa. Les encantan los asientos de honor en las sinagogas y les enloquecen las reverencias de la gente por la calle. Prefieren los honores al servicio.
Son sepulcros blanqueados , por dentro están repletos de hipocresía y crímenes.
Jesús ataca a los legalistas, es decir, a escribas, rabinos y doctores de la ley judía. “¡Ay de ustedes, que abruman a la gente con cargas insoportables, mientras ustedes ni las tocan ni con un dedo!”. Ademas de ser hipócritas que no cumplen lo que enseñan, imponen a la pobre gente un yugo inaguantable. Por el contrario, el yugo de Jesùs es llevadero y su carga ligera.
Los escribas y fariseos, condenados por Jesús, se creen sabios y justos; pero, rechazando la persona y palabra de Cristo demuestran ser necios y estar ciegos de la luz. Por eso caminan perdidos entre minucias casuísticas, descuidando lo más importante.
No es que Jesús niegue la observancia de la letra sino que la coloca en su lugar secundario. La primacía la tienen la justicia y el amor que derivan de Dios al hombre, y que este ha de convertir en norma de conducta respecto de Dios mismo y de las relaciones humanas.
Al igual que los escribas y fariseos que fustiga Jesús, el cristiano encerrado en esquemas legalistas es esclavo de las normas, cánones, y rúbricas, vive vuelto hacia sì mismo y obsesionado por su propia perfección y salvación, se muestra pasivo y conformista y ve peligros en todo y en todos. Es evidente que no vive en el clima filial de libertad que Jesùs ganó para los hijos de Dios.
Antes de pedir nada, Dios comienza ofreciendo su amor, su salvación y su Espiritu de filiación al hombre pecador, pobre y limitado. De ahì debe nacer la respuesta de éste a Dios en libertad que, frente a la tiranìa de la ley, nos ganó Cristo, y en la fidelidad y la confianza de quienes pueden llamar padre a Dios gracias al Espíritu que mora en ellos y cuyas obras siguen.
La verdad nos hace libres, y esa verdad incluye la mìa, mi realidad, mi identidad, mis verdaderos intereses, quién soy y para qué vivo.
Si yo oculto y disfrazo mi verdad y aparento ser lo que no soy, entonces me quedaré en la superficialidad y no podré llegar a lo profundo.
San Agustìn decìa. “Que me conozca Señor para que te conozca”. Ocultando nuestra realidad no podemos encontrarnos tampoco con Dios, porque estaremos presentándole a Dios una apariencia.
¿Porqué no tratar de ser nosotros mismos al menos en la oración? Nada mejor que estar ante Dios tal como somos, con nuestras intenciones reales, nuestras miserias, nuestros deseos, sin pretender engañarlo ni ocultarle nuestra verdad.
Nuestra vida en sociedad está llena de máscaras, barnices, adornos, disimulos. Tanto nos acostumbramos a presentar una imagen que llega un momento que ya no sabemos quiènes somos nosotros mismos en realidad.
Cuando nos descuidamos, comenzamos a fabricar alguna máscara para evitar los cambios más profundos, o porque no nos atrevemos a ser nosotros mismos.
¿Cuáles son las máscaras que tenemos que entregarle al Espíritu Santo para que èl nos libere?
Puede ser la máscara de la fuerza, que nosotros creamos para esconder nuestra fragilidad, en lugar de tratar de fortalecernos por dentro con el poder del Espíritu Santo. Esta máscara nos lleva a mostrarnos agresivos, rebeldes, autoritarios, ambiciosos, pero en realidad, de esa manera solo estamos ocultando nuestros miedos e inseguridades, que siguen haciéndonos daño por dentro.
• Otra máscara Es con otros por eso es estrecha • Es para todos por eso es estrecha. • Una Iglesia que acoge a todos • Es con otros por eso es estrecha • Es para todos por eso es estrecha. • Una Iglesia que acoge a todos puede ser la bondad, porque nos gusta que digan que somos buenos y humildes, no toleramos que piensen que somos egoístas u orgullosos.
Entonces, para aparentar bondad, nunca decimos que no, siempre hacemos lo que los demàs nos piden, nunca discutimos. Pero en el fondo del corazón sufrimos una gran violencia, porque todo eso no es auténtico. En cambio, el Espíritu Santo nos transforma para que nos atrevamos a ser respetuosos y amables, pero autènticos y sinceros, sin pretender dar mas de lo que podemos ni esconder nuestras verdaderas convicciones.
Otra màscara muy comùn es la de la serenidad, como si fuèramos personas imperturbables, que no nos molestamos ni nos enojamos por nada. Pero la procesiòn va por dentro, y esa ira reprimida termina quemàndonos ìntimamente y enfemàndonos. El Espìritu Santo nos enseña a expresar lo que sentimos, sin agredir a los demàs no quejarnos permanentemente, pero sin la vergüenza de manifestar lo que llevamos dentro.
Nunca lograremos el verdadero amor que necesitamos vendièndonos a los demàs, tratando de hacer todo lo que esperan de nosotros para que nos quieran, violentándonos por dentro y tratando de ser lo que no somos.
Si renunciamos a ser nosotros mismos, ellos no amaràn nuestro ser real; amaràn sòlo esa màscara, esa apariencia que hemos fabricado.
No seamos injustos con nosotros mismos y con Dios. Seamos lo que tenemos que ser, nuestro verdadero ser, el que Dios ha creado. Es cierto que tendremos que cultivarnos, pero sin dejar de ser nosotros mismos.
Por eso es mejor dejarnos amar por el Espìritu Santo. Cualquier amor verdadero no es màs que un reflejo del Espìritu Santo, que es amor sin lìmites. Y es un amor que me quiere como soy, y que espera que sea yo mismo. Cuando èl me toca por dentro para embellecerme, lo hace respetando esa identidad que èl ama. Pidàmosle entonces que libere nuestra màscara y haga brillar nuestra realidad más bella.