Padre Fares: Lo del coronavirus se discierne mirando a Jesús en la cruz y a los que están dando la vida por los demás

sábado, 28 de marzo de 2020
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27/03/2020 – ¿Estamos ante un “un castigo de Dios”? ¿Cuál es la responsabilidad del hombre en estas pandemias? ¿Qué debemos hacer los cristianos? “El mundo ha cambiado –dice Fares-: de golpe tomamos conciencia de que ‘todo está conectado’ como dice el Papa en el documento Querida Amazonia”. Y habla de actitudes “pre-coronavirus” y “pos-coronavirus”.

Para el padre Fares, en estos momentos de cruz, lo primero es dialogar con Jesús. Las demás palabras y charlas son necesarias (las llamadas y los mensajitos de Whatsapp con los que nos mantenemos cerca de los demás), pero tienen que estar centrados en esta ‘charla honda’ de cada uno con nuestro Señor en Cruz”.

Según el sacerdote jesuita, es necesaria una mirada espiritual, porque “la mirada espiritual simplifica contemplativamente la realidad en un solo juicio: ¿Qué nos ha hecho el coronavirus? ¿Qué podemos hacer nosotros con este virus –y con esta situación- que nos acerque más a Jesús y nos libre de la tentación de alejarnos de su amor?”

Cuando le preguntamos si lo que estaba sucediendo era “un castigo de Dios” como algunos sugieren, el padre Diego respondió: “Una pandemia como esta se ubica en un terreno complejo: el de las cosas ‘mitad naturales, mitad desatadas por el hombre’. Estamos ante cosas que el hombre ‘desata’ y luego no sabe cómo atar (pensemos en la radioactividad de Chernobyl o en estos virus que tienen que ver con nuestro descuido al mezclarnos con otras especies sin la debida atención, como es el caso del mercado de Wuhan, o directamente experimentando con material genético, como también sucede). Entonces, no es fácil decir lo que son, si son un ‘castigo de la naturaleza, que no perdona’ o un ‘autocastigo fruto de nuestra soberbia’, porque tienen algo ‘anónimo’ que es muy peligroso”. En ese sentido, agregó: “Lo importante es que para algunos males como estos no hay soluciones ‘técnicas’. Esto es de lo que nos tenemos que avivar al sentir esta impotencia de que ‘no hay vacuna’, ‘no hay tratamiento’…. y tampoco hay soluciones del todo espirituales”.

Con estos virus, lo que se ve es que hay una mezcla de naturaleza y de soberbia humana. Son una creación nueva que no obedece totalmente a Dios porque tiene un componente de soberbia humana bajo la capa de neutralidad moral con que se reviste la experimentación técnica. No se trata solo de que Dios haga un milagro y detenga a este virus, si vamos a seguir produciendo otros. Se trata de curar la soberbia humana mezclada con los virus, y esto no lo puede hacer Dios solo; requiere la ayuda de todos. Esto es lo que el Papa llama la conciencia de que todos necesitamos una conversión ecológica”.

El mundo ha cambiado

Para el sacerdote jesuita mendocino, que desde hace seis años vive en Roma, “el mundo ha cambiado” con el coronavirus. “Creo que todos nos damos cuenta de que el mundo ha cambiado. El solo hecho de haberse ‘parado’ todo nos muestra cuántas cosas estaban en el aire y se sostenían solo por un movimiento continuo, por puro malabarismo. Como la timba financiera, por ejemplo. ¡Y esta sigue! No se puede creer que haya gente que especula con esto y que gane plata especulando”.

Acerca de cuáles son los cambios, y qué hay que esperar para el futuro, señaló: “Lo que sí es verdad es que los cambios nos pueden hacer mejores o peores. Esto es así porque el progreso moral, el progreso ético y el espiritual, no son acumulativos. La tecnología va siempre para adelante, en cambio la moral personal, la ética social y la espiritualidad, cada día se lo tienen que jugar todo. Se pueden dar un millón de pasos adelante en poco tiempo, como ahora que de golpe tomamos conciencia de que ‘todo está conectado’, como dice Querida Amazonia, y de que mi acción individual de lavarme las manos y quedarme en casa realmente contribuye a salvar el planeta o a contagiarlo. Pero también se pueden dar muchos pasos juntos atrás, como sucede en nuestra sociedad, que para superar una ley de penalización del aborto que se ha revelado como ineficaz, en vez de dar los veinte pasos adelante que se necesitan para articular hoy con justeza el bien particular y el bien común, da solo un paso pragmático y teñido de mucha ideología, reduciendo un tema en el que se conecta toda la vida social a una mera cuestión de salud pública. Esto es un retroceso de conciencia que causa un gran mal al tejido social”.