Pan compartido, vida compartida

viernes, 12 de abril de 2024

10/04/2024 – El padre Matías Burgui nos acompañó en la reflexión del evangelio del día donde contemplamos la multiplicación de los panes.


Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”. El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan”. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
“Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?”.
Jesús le respondió: “Háganlos sentar”. Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada”. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: “Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo”. Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.San Juan 6,1-15

Tremendo milagro el que nos relata y compartimos en el evangelio de hoy que es la multiplicación de los panes. Vemos que el señor de estos cinco panes de cebada y de estos dos pescados que le presentan hace un milagro que es justamente que todos coman hasta saciarse o al menos eso parece en un principio. Vamos a ver que el verdadero milagro pasa por otro.

Quiero resaltar en primer lugar que sólo había cinco panes y dos peces y una gran multitud.
¿Qué podés ofrecerle a Jesús hoy para alimentar las necesidades de tus hermanos?

Denles de comer

El evangelio de hoy es clave para entender la buena noticia. Jesús que es maestro, que es verdad, que es vida, nos enseña lo más importante para cualquier comunidad humana que es el misterio de compartir.

El Señor siente compasión por esa muchedumbre que tiene hambre y le pregunta a los discípulos cuánto tienen para darles de comer. Esta conciencia de que hay que alimentar o que hay que estar atentos a las necesidades de los hermanos desconcierta a los discípulos. Ellos que sí tienen garantizado el pan cotidiano se sorprenden frente a este desafío de Jesús porque claro la intención de los discípulos seguramente es la de asegurarse ellos algo para comer y despedir a la multitud como insinuándoles a ellos y también a Jesús que se la tienen que arreglar solos. Por eso el verdadero milagro que Jesús les propone es que a partir de estos panes y de estos peces se haga una multiplicación pero no por arte de magia sino por la conversión de los corazones de esos discípulos que se animan a compartir de esa multitud que se abre para dar de lo que tiene y de lo que no tiene.

Haciendo el bien el cielo se pone más cerca de nosotros. Que hoy te regales y regales a otros un poquito de cielo.

Y lo mucho no se pierde, sino que vuelve a transformarse, a partir de la delicadeza de Jesús de recoger lo que sobraba. Para después, seguramente entregarlo también a otros que necesitarían.

El corazón del Evangelio que estamos compartiendo es, sin duda, la Caridad

En una actitud reverente nueva, distinta, renovada, a la que tenemos o veníamos teniendo en la celebración eucarística, y un custodiar la presencia de Jesús en nosotros como un sagrario viviente.

Mientras en comunión con Jesús hemos participado de la Eucaristía y nos hacemos, de hecho, alimento en lo de todos los días para nuestros hermanos que se alimentan del don eucarístico en nosotros.

De la alegría que hay en nosotros, damos de comer alegría. Del gozo que hay en nosotros, damos de comer gozo. De la esperanza que brota de nuestro corazón, alimentamos en la esperanza. De las mirada que trasciende las apariencias y revela el corazón donde está escondido, en el hermano, que puede ser el más chanta de todos a los ojos de todos pero que a los ojos de Dios nos comparte su mirada, resulta ser uno nuevo que Dios llama, invita a recorrer un camino nuevo.

Damos de comer miradas que trascienden las apariencias. Alimentamos en la palabra de aliento, en el consuelo. Somos alimento de fortaleza para el que siente que le vacilan los tobillos y le temblequean las rodillas.

El alimento eucarístico que se nos propone en este evangelio de Juan, significado por la multiplicación de los panes para nosotros, es una invitación para renovarnos en el encuentro con Él, Jesús eucaristía, y desde ese lugar descubrir con Jesús hoy que nosotros como los discípulos, somos invitados a darle de comer a la multitud.

En las manos de Jesús, lo que tenés es un montón, entregáselo. En vos hay una capacidad de consejo a otro, de escucha atenta, de recibir al otro y al mismo tiempo de poder dar una palabra que alienta, ¿ Por qué no lo compartís?

Seguramente como hizo aquel niño, en el compartir en Dios todo se multiplica. Somos eucaristía para los demás, somos alimento para los demás.

Para saber cuáles son los cinco panes y los dos peces que están en nuestras manos para ofrecerlos en Jesús, y desde allí se multipliquen a favor de nuestros hermanos, tal vez sea bueno mirar alrededor nuestro donde está el hambre. ¿Y hambre de qué hay en el mundo de hoy?

Que no te usen

Fijate que al señor en seguida después de comer lo quieren hacer rey. La palabra de hoy nos enseña que una cosa sea el servicio y otra la conveniencia o la manipulación o el interés. Jesús no les da comida de arriba. Toma de lo que la gente le presenta para hacer el milagro y eso nos orienta. Uno tiene que estar siempre dispuesto a servir, a amar mucho, a estar atento a las necesidades de los demás, a dar sin medida, a convertir el corazón pero también tiene que tener la prudencia, el discernimiento y la discreción para no dejarse usar o manipular por los demás. Eso no significa amar menos, todo lo contrario. Nosotros no creemos en un Dios milagrero que nos beneficia y nos bendice si nos portamos bien y nos maldice si nos portamos mal o hacemos el mal. Dios nos toma en serio, conoce nuestras capacidades, nuestras limitaciones y nos invita a trabajar. Nos da lo que necesitamos para hacer pero tenemos que hacer y a veces el mayor acto de amor que Dios tiene con nosotros es decirnos que no, es poner un límite, es acompañar, es ayudar, es dar herramientas y eso es lo que nosotros también estamos invitados a hacer. ¿Cuándo fue la última vez que te animaste a decirle por amor, por cariño a ese hermano, a esa hermana? Dicho de otro modo, ¿vos ayudas a que el otro se realice o querés tomar el lugar del otro?