Pascua, caminar en la noche

jueves, 21 de abril de 2011
El título de esta charla surge de un hecho que yo conocí recién de grande, hace poco tiempo, cuando empecé a estudiar judaísmo, y es que la Pascua cae siempre en luna llena.

La fecha de la Pascua judía, 14 de nisán, se rige por el calendario lunar (Ex 12,1-8). En este calendario, el 14 de cada mes corresponde a la noche de la luna llena. La Pascua cristiana conserva esta antigua señal, celebrando Semana Santa en la semana que cae la primera luna llena de primavera (del hemisferio norte).

Cuando supe esto, y empecé a prestarle atención a la luna, todas las celebraciones de Semana Santa se me resignificaron: veo a Moisés y al pueblo en medio de la noche, caminando bajo un halo azul; veo a Jesús por las calles de Jerusalén, buscando la casa donde comer el cordero; veo el Calvario donde se hizo oscuro a las tres de la tarde y donde esa noche sólo quedó la luna para iluminar el sepulcro…

 

Este hecho se une a otra circunstancia, y es que soy una mujer de la ciudad. Nací, crecí y vivo en la ciudad. Para quienes vivimos en la ciudad en el siglo XXI, la noche no tiene la densidad de peligro, desconcierto y silencio que tenía antes de que existiera la luz eléctrica. Es cierto que de noche nos sentimos más inseguros, apuramos el paso y trabamos las puertas. Pero seguimos trabajando con luz artificial y hasta podemos planear una charla como ésta cuando ya es de noche, y seguirá habiendo subtes y colectivos por un largo rato cuando salgamos de aquí.  Tengo que recurrir a la memoria de las vacaciones en algún pueblito de la costa sin luz eléctrica o a los fines de semana de campamento entre los ecualiptus de San Miguel del Monte para poder comprender la frase “se nos viene la noche”. Porque el acercarse el fin de la luz marca un tiempo de urgencia, y ya no se podrá hacer de igual modo lo que haya que hacer. Sin luz, los movimientos serán torpes y tal vez errados, el andar más inseguro y las obligaciones más molestas. Y vendrá el miedo, a los enemigos reales o imaginarios, que se esconden en el silencio de la noche.

 

De noche tiene que salir Moisés con el pueblo (Ex 12, 11-14; Ex 14, 19-21). Un acto más de confianza en este Dios que promete la libertad, y para eso exige caminar de noche. Hay que organizarse muy bien y hay que andar juntos, porque la noche puede traer también la dispersión. Así el pueblo cruza el mar y la noche.

El bellísimo poema de las cuatro noches lo recuerda de este modo:

 

EL POEMA DE LAS CUATRO NOCHES
(Targum de Ex 12,42; Un targum es una traducción del texto hebreo al arameo, que incluye su interpretación.)

 

 

Al final de los cuatrocientos años, aquel mismo día, salieron todos los ejércitos de YHWH liberados, del país de Egipto. Es una noche de vigilia, preparada para la liberación en nombre de YHWH, en el mo­mento en que hizo salir a los hijos de Israel, liberados del país de Egipto.

 

Pues bien, hay cuatro noches inscritas en el libro de las Memorias. La primera noche fue cuando YHWH se manifestó en el mundo para crearlo. El mundo estaba informe y vacío y las tinieblas se extendían sobre la superficie del abismo, y la palabra de YHWH era luz y bril­laba. Y la llamó primera noche.

 

La segunda noche, cuando YHWH se le apareció a Abraham anciano de 100 años y a su esposa Sara, de noventa años, a fin de cumplir lo que dice la Escritura: "¿Es que Abraham, a los cien años de edad, va a engendrar y su esposa Sara, de noventa años, va a dar a luz un hijo?" Pues bien, Isaac tenía 37 años cuando fue ofrecido en el altar. Los cielos se inclinaron y bajaron e Isaac vio sus perfecciones. Y la llamó la segunda noche.

 

La tercera noche fue cuando YHWH se apareció a los egipcios en me­dio de la noche; su mano mataba a los primogénitos de Egipto, para que se cumpliera lo que dice la Escritura: "Israel es mi primogénito". Y la llamó la tercera noche.

 

La cuarta noche será cuando el mundo llegue a su fin para ser disuelto. Los yugos de hierro se romperán y las generaciones perver­sas serán aniquiladas. Moisés subirá de en medio del desierto y el rey Mesías vendrá desde lo alto. Uno avanzará a la cabeza del rebaño y su palabra caminará entre los dos y ellos marcharán juntos.

 

Es la noche de la pascua para el nombre de YHWH, noche reservada y fijada para la liberación de todo Israel a lo largo de sus generaciones.

 

* * *

 

¡Noche verdaderamente feliz!

Sólo ella mereció saber el tiempo y la hora
en que Cristo resucitó del abismo de la muerte.
Esta es la noche de la que estaba escrito:

La noche será clara como el día,
la noche ilumina mi alegría.

(Pregón Pascual que se canta en la noche del Sábado Santo)

 

Los cuatro evangelios tienen un largo silencio de tiniebla desde las tres de la tarde del viernes santo hasta el amanecer del domingo (Mc 15,33). Una vez que Jesús es puesto en el sepulcro, baja a la oscuridad y no sabemos nada hasta que aparece, levantado y luminoso, la mañana del domingo de Pascua. Quienes están presentes, desde el oscurecimiento del viernes hasta el clarear del domingo, son las amigas discípulas.

 

Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado. Era el día de la Preparación, y ya empezaba el sábado.

Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes. (Lc 23, 50-56)

 

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro. (Jn 20,1)

 

Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. (…) De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».  (Mt 28,1)

 

Ellas han transitado esa larga noche en espera, preparando los perfumes. Ellas son las primeras que van, cuando todavía era de noche, y se encuentran con Jesús, Resucitado y luminoso.

Y aquí, donde podría parecer que la noche ya pasó, quiero detenerme en el relato de Lucas:

 

 Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. (Lc 24, 9-11)

 

Esto también es la noche. Creo que esta es la noche que seguimos recorriendo los creyentes, en nuestro caminar hasta que llegue definitivamente el día del Señor. ¿Cómo habrán vivido las mujeres esta desconfianza y este descrédito de parte de sus propios compañeros? ¿Qué dolor y qué incertidumbre no las habrá invadido también a ellas al no ser comprendidas, peor aún, ante un juicio que las daba por delirantes?

Yo creo que esta es nuestra noche y nuestra Pascua hasta hoy. Tenemos una experiencia de la luz del Resucitado, de nuestro encuentro con El, pero cuando lo anunciamos, no es luz lo que se produce alrededor. Parece que la noticia es demasiado buena para que sea creíble. Con el Resucitado apostamos por la vida, mientras se palpa alrededor la muerte en tantas formas.

A ellos les pareció que deliraban. Qué creyente no ha pasado por esta situación. Cuántas mujeres no han sido descalificadas en su experiencia de fe. Aún dentro de la iglesia, muchas palabras de resurrección se interpretan como demasiado utópicas, ingenuas, delirantes…

 

* * *

 

Sigue contando Lucas y narra acerca de esos dos discípulos que caminaban hacia Emaús y le dicen a su ocasional compañero de viaje:

 

– Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron. (Lc 24, 19-24)

 

 

Estos discípulos están en la noche, permanecen en la noche. Tristeza, desilusión, ceguera, desconsuelo. Una frustración grande que ni las palabras de las mujeres lograban revertir. Después de los sueños, de las expectativas, después de haber decidido encausar la vida por este y por su reino, no queda nada. Es la tremenda desilusión del militante que abandona, pronuncia un resignado “ya fue…” y se vuelve a su casa.

 

Dice Lucas que, porque estaba anocheciendo, entraron a cenar e invitaron al forastero. Y allí en la cena, reconocieron al Resucitado. Pero entonces El desapareció de su vista.

Cenando anochece, y en la noche se ve poco. Pero sólo en esa noche vieron al Resucitado.

Lo movilizante es lo que viene después. Se había hecho de noche. La prudencia aconseja no salir a los caminos y quedarse en casa. Pero ellos ahora salen. Ahora que ya no ven al Resucitado, algo se aclaró en sus ojos y algo encaminó los pies. Ahora pueden caminar de noche, desandar el trayecto que no es marcha atrás sino encuentro.

 

Esto es la Pascua. No nos asegura que creerán nuestras palabras. No nos quita los peligros del camino. Pero nos hace hablar y caminar.

 

* * *

 

Hoy muchos hablan de un invierno eclesial. Pasada la primavera del Concilio, algunos dicen que la Iglesia está aletargada. En invierno las noches son largas, y todos preferimos el calor y la seguridad.

Moisés y el pueblo caminaron de noche, las mujeres con su amor delirante caminaron de noche, los discípulos de Emaús volvieron a caminar, otra vez, cuando ya era de noche.

Que en esta Pascua, el Espíritu de Jesús Resucitado nos empuje de nuevo a los caminos.

 

Prof. María Gloria Ladislao