15/4/2020 Esta semana, junto al padre Francisco Palacios, continuamos nuestro recorrido sobre la vida del apóstol Pedro, una figura muy presente en este tiempo en que celebramos la Pasión, muerte y Resurrección del Señor.
“Pedro tiene una voz representativa en el grupo de los apóstoles, ha tenido un rol protagónico en las lecturas que relatan la Pasión de nuestro Señor”, comenzó diciendo el padre Palacios.
Cuando Jesús anunció por primera vez lo que iba a padecer, Pedro le respondió: “de ningún modo te sucederá eso”.
“El temperamento de Pedro a veces le jugaba una mala pasada”, dijo el padre Palacios, haciendo referencia a que, por determinados momentos, Pedro se anticipa a los hechos y daba su respuesta de manera impulsiva. A su vez, es transparente con sus dichos hacia Jesús, esto a nuestro Señor, no le molestaba.
“La última Cena fue una celebración intensa por parte de Jesús. Celebramos el Jueves Santo con el espíritu del Viernes Santo”, dijo el padre Palacios.
En el Evangelio de san Mateo, capítulo 22 versículo 14, Jesús dice que con ansías ha deseado comer esa pascua con los apóstoles antes de sufrir su Pasión. Cuando finalizan esa cena, en el Evangelio de san Marcos se relata que, “terminada la cena pascual, salieron hacia el Monte de los Olivos cantando himnos” (Capítulo 14, versículo 26). “La última Cena no fue una tragedia”, agregó el padre Palacios.
El padre Palacios explicó que, en ese momento, todo iba bien hasta que llegó el momento de que Jesús lave los pies del apóstol. Pedro ante esta situación dice: “Señor, no creo que tú debas lavarme los pies (…) ¡Nunca dejaré que me laves los pies!”; a lo cual Jesús le responde: “Si no te lavo los pies, ya no podrás ser mi seguidor” (Evangelio de san Juan, capítulo 13, versículos 1-19). “Luego, Pedro da un giro de 180 grados, y le dice que le lave no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza”, agregó el sacerdote.
El padre Palacios aclaró que Pedro niega ser uno de los discípulos de Jesús. No negó que el Señor fuera el Hijo de Dios ni su persona. Pero, aun así, Pedro fue elegido no por ser un super hombre ni por tener talentos extraordinarios. Fue elegido porque así lo amó Jesús y lo miro con ternura después del canto del gallo.
Esto nos demuestra que, en medio de nuestras debilidades, Jesús nos ama y nos sostiene como hizo con Pedro.
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