Pensar la fe desde la música popular

martes, 3 de mayo de 2022
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03/05/2022 – En “Pensar la fe en el cambio de época”, el sacerdote betharramita Gerardo Ramos destacó la importancia de la música popular, en particular como mediación para la comunicación implícita de la fe. “En cada tema musical vamos a buscar claves de lecturas para sacar conclusiones teológicas y también lo haremos en el final con una conclusión. Iniciamos con el cantante Freddie Mercury y su “Rapsodia bohemia” que recapitula en cierto modo la vida de la banda de Queen en general y de Mercury en particular. Hay que contextualizarla en el marco de las significativas transformaciones culturales que en el ámbito musical nórdico-europeo expresaron y afianzaron The Beatles, desinstitucionalizando el amor humano y la familia, y Abba, que acabó imprimiendo un fuerte impulso al feminismo en la cultura postmoderna. En el caso de Freddie, lo que acaba poniéndose en escena es la experiencia conjugada de homosexualidad, alcohol, drogas y sida. Estamos, entonces, ante la fina línea que une y separa el ‘combo’ actual de los derechos sexuales de las minorías y la llamada “cuestión de género”, con la más grosera y literal perversión afectiva. Desde una perspectiva teológica, Bohemian Rhapsody puede ser leída a modo de ‘juicio y combate escatológico”. Comienza con una confesión de realismo hecha por el solista tres veces a “Mama”, donde no hay escapatoria. Sigue con la toma de conciencia de las consecuencias que eso tendrá en su propia vida, el malestar general que le provoca y su resistencia a tener que morir”, dijo el consagrado.

“Sobre todo el temor a un juicio, llevado adelante por un ‘imperfecto’ tribunal en forma de cruz, que es la comunidad devenida jury, en donde prevalece la firme voluntad de no dejarlo ir pese a los ruegos del acusado “bismillah”. Tal vez un tribunal ‘inquisitorial’, que en medio de ‘truenos y relámpagos’ produce terror, incluso de cara a la “monstruosity” que encarna el reo, y que se complementa en el plano personal con la “vergüenza y confusión” que despierta su sentido de culpa y el ‘no poder ser tomado en serio’, sino más bien por “vano y loco”, lo cual viene sugerido por las referencias a “Scaramouche” y “Figaro”, junto al irónico “Magnifico”. Más aún, el jurado parece fogoneado por una acusación bien concreta de un amor herido, expresada tal vez por la voz de su propia conciencia. Sin embargo, de modo imprevisto, un aire final de absolución interior se respira en el viento exterior que sopla: “Nothing really matters”, repetido cinco veces en la canción, pero concentrado tres veces hacia el final. “Any way the wind blows”, también tres veces, la última en un contexto pacificado y conclusivo de música serena. Podría decirse que quien asume el solo recapitula en sí todos los pecados, culpas o crímenes posibles, lo cual le ameritaría la más severa pena del infierno. Pero hay otra voz de misericordia, que si bien en el tribunal humano no prevalece, hacia el final termina teniendo la última palabra (como la voz femenina que canta el miserere en el Requiem de Mozart, hacia el final de su vida). Ante toda posible previsión, Fausto es absuelto por un Dios con rostro materno. El gong final con el que concluye la obra, que en su religioso misterio asiático es comparable a las campanas de templos cristianos, parece insinuarlo dos veces”, indicó el padre Gerardo.

Artísticamente, Freddie Mercury fue ‘perdonado’ por los demás integrantes de la banda: reconciliado después de haberse apartado como solista y disuelto Queen, ‘tentado’ por un contrato de cuatro millones de dólares. Pero también fue ‘absuelto’ por el público y por la misma María de cara a los excesos en su vida privada, tal vez porque “al pequeño se lo perdona por compasión”. En contrapartida, la misericordia de Dios queda expresada en el corazón y recuerdo dolido de su propia madre, convertida en figura mariana. Freddie, elocuente emblema en la vida de muchos jóvenes posmodernos, se transforma de este modo en el hijo menor de la parábola que regresa a casa, es abrazado y da lugar a una verdadera fiesta. Porque después de todo, Dios es más grande que nuestra conciencia”, agregó Ramos.

También escuchamos al catalán Juan Manuel Serrat, cuya música habita entre la exaltación y la nostalgia. Posiblemente, Serrat sea uno de los más talentosos cantores y poetas post sesentistas. Escuchado e imitado en muchos ámbitos de habla hispana, las canciones por él compuestas y/o interpretadas resumen muy bien el ‘espíritu libre’ del mayo francés, como así también el notorio quiebre generacional con la tradición que se irá afirmando desde entonces. Por el influjo que ha tenido en estas últimas décadas en jóvenes y no tan jóvenes, considero que es muy oportuno un diálogo pastoral con el contenido de su arte. No se podría intentar un recorrido por las canciones de Serrat sin hacer referencia a su obra maestra: Mediterráneo. En ella parecen converger todas las anteriores observaciones de un modo condensado, sereno y esperanzado. El cantautor experimenta una especie de simbiosis con el mar que le viera nacer y crecer”, detalló.

“Según Serrat, la misma configuración de su “alma profunda y oscura” se entiende en referencia al mar: “Soy cantor, soy embustero, me gusta el juego y el vino, tengo alma de marinero; que le voy a hacer, si yo, nací en el Mediterráneo”. Éste incide, sobre todo, en su modo de percibir y relacionarse con la mujer, a quien compara casi identificando: “Te acercas y te vas después de besar mi aldea”, “te vas pensando en volver, eres como una mujer perfumadita de brea, que se añora y que se quiere, que se conoce y se teme”. Por último, en el Mediterráneo encontramos el icono recapitulador de su experiencia cosmológico-religiosa, en su carácter fascinante y tremendo, pero sobre todo en la actitud de confianza filial que como Madre le suscita”, sostuvo Gerardo.

“Así, de acuerdo a este texto, y hecha anteriormente la crítica pertinente, posiblemente Serrat nos pueda ayudar a seguir madurando un cristianismo más integrador de los afectos y el cuerpo, de lo femenino y lo poético, de la propia cultura de origen y de la misma naturaleza. Si bien percibimos en sus cantos un oscilante pendular entre la presunción osada y la desesperanza resignada, como así también una impostación quasi-panteísta de su mundo religioso, podríamos decantar en limpio un fuerte estímulo para madurar una fe más integradora y totalizante de las diferentes percepciones y dimensiones de lo humano. Y sin caer en una religiosidad cosmológica, podríamos suponer y confiar en que “el Jesús de la mar” nos conducirá, por medio del inevitable camino de su cruz pascual, al seno trinitario de Dios”, aseveró. Otros artistas que se analizaron fueron Charly García, Enrique Santos Discépolo, Astor Piazzolla, Atahualpa Yupanqui y Mercedes Sosa.