Perdón no es olvidar, sino recordar con otros ojos

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Entrevista al Padre Leonel Narváez Gómez, colombiano, sociólogo, misionero de la Consolata, Fundador de ES. PE. RE (Escuelas de Perdón y Reconciliación) Ha trabajado cerca de muchos líderes de grupos guerrilleros de la fuerzas armadas revolucionarias de Colombia conocidas como las FARC. Incluso colaboró en las negociaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla, de manera que ha estado en contacto con verdaderas culturas de la guerra, de la violencia



 

Las técnicas de resolución de conflictos, por muy buenas que sean, no bastan si no se desarticulan, no se desarman de alguna manera las rabias, los deseos de venganza, los odios ocultos que están detrás de esos conflictos, no solo los individuales sino también los colectivos.

               

Después que se describe tanta negligencia, tanta irresponsabilidad, tanta falta de estima y de cariño por el ser humano, tanto desvalor, tanto poner el dinero o el poder por encima de la vida de las personas, no solo cuesta entender cómo el alma humana puede llegar a estos niveles de negligencia, sino, mucho más aún, cuesta perdonar. Uno puede quedarse lleno de resentimiento y rencor después de tantas historias como cada uno puede arrastrar por la vida como una mochila pesada.
Cuando tenemos un encuentro con alguna circunstancia, algún personaje o alguna estructura social, el encuentro con este desmanejo de cosas que llevan en juego la vida de tantas personas, el corazón se llena de bronca, de resentimiento, de rabia, a raíz de una falta de responsabilidad, de negligencia, de desprecio a la vida, que nos hacen perder a un ser querido, o queda él mismo discapacitado, o arrastrando un trauma, una carencia, un sufrimiento  de por vida, o se ha quedado sin sueños, sin ilusiones, sin esperanzas
    Se pagan altísimos costos en la convivencia con las personas por errores, pecados: odios, resentimientos… ¿cómo perdonar? Hablaremos de esto con el Padre Leonel Narváez Gomez

GL: Padre Leonel, bienvenido. Ud es colombiano, vive en un país donde hay demasiadas ocasiones para pedir perdón, porque la violencia se ha enseñoreado muchas veces dentro de la sociedad colombiana ¿es así?

LN: Es realidad que hemos convivido estos años con grupos de personas subversivos que creen que las armas o la venganza resuelven los problemas y los conflictos. La venganza deja un hondo vacío en las personas que la ejecutan, y más aún cuando las personas llegan a cometer asesinatos. Tomar venganza es agregar a un dolor que se tiene, otro dolor más grande.

GL: A veces no parece eso. Parece más bien que la venganza fuera como un instinto muy primario, una forma de la agresividad instintiva, y al menos la imagen que se nos transmite a través de historias, de películas, de entrevistas con personas que han llevado a cabo una venganza, es que quedan saciadas, aliviadas, porque según dicen ‘se ha hecho justicia’, ‘se ha equilibrado la balanza’. Durante muchos años, la venganza estuvo hasta institucionalizada bajo la forma de duelo. Ahora tiene más desprestigio la palabra, pero años atrás las personas sentían que al vengarse limpiaban su honor, lo recuperaban, y en muchos casos se la tomaba como un deber social: si yo había sido mancillado en mi honor, tenía la obligación, a través de la venganza, recuperar ese orden inicial que se había perdido. Es decir, veíamos como una ‘parte positiva’ en la venganza. ¿Qué piensa ud. de eso?

LN: Hay dos cosas que quisiera mencionar al respecto. 1º. La experiencia nuestra con miles y miles de victimarios, personas que han tomado venganza, miles y miles de excombatientes, es que no se sienten mejor ahora. La venganza es como tomar veneno y esperar que se muera el otro, y es uno el que se muere. 2º. Cuando nosotros tomamos venganza, en un gran porcentaje se nos viene afuera esa parte del cerebro arcaico, el animal, el reptil que llevamos dentro. Y sabemos que los seres humanos tenemos una evolución y vocaciones más altas, y es por eso que nos deja más insatisfechos todavía. Experimentamos insatisfacción por esa especie de ‘retroceso’ hacia instancias anteriores.
    Y quiero decir que cuando hablamos de perdón, no negamos el ejercicio de la justicia. La justicia sigue su rumbo. Pero cuando una persona logra entrar en esa onda elevadísima del perdón, la persona saca de sí misma todo lo de dignidad que tiene por ser persona humana. Por eso a quien practica ese ejercicio de perdonar, se le agrega una autoestima, una capacidad elevada de humanidad, de espiritualidad que es muy superior a la insatisfacción que puede dejar una venganza

GL: Esto debe ser parte de un proceso, porque el reptil sigue formando parte de nuestra constitución humana y por eso es que tenemos este impulso tan fuerte hacia la venganza. Quizá muchas personas no concreten la venganza, pero se mantienen toda la vida sin terminar de matar en sí, en su propia alma, ese deseo de venganza. Fantasean, se ilusionan con la venganza, esperan que la vida tome revancha por ellos, aunque logren reprimir el impulso. Reprimen el acto, pero abrigan el sentimiento. No debe ser tan sencillo acallar ese cerebro arcaico, porque muchos en su odio pasan por alto, creen que perdonan, pero después se enferman, somatizan en su cuerpo ¿es correcto esto que digo?

LN: Es interesante todo lo que la novedad de la ciencia en cuanto a avances en conocimientos neurológicos, incluso molecular, llegan a proporcionarnos.  Y eso nos permite ver que una persona que no perdona, que guarda rencor, frena el sistema inmunológico. Un científico solía decir que el perdón es un invento tan importante como el invento de los antibióticos. Hoy, estudios científicos están hablando de “la medicina del perdón”, y lo comparan a los antibióticos en su capacidad de “prevenir y curar la salud humana”

GL: En una de las oficinas centrales de la UNESCO en París, aparece una inscripción que dice “Es en el corazón de las personas donde se origina la guerra, y por lo mismo, es en el corazón de las mismas personas en donde es necesario construir la paz”. Entonces vuelvo a preguntarle : si hay una ‘estructura genética para la guerra’ (una parte primaria de nuestro cerebro que propicia la violencia y con ello también la venganza). ¿Será que hay una ‘ceguera colectiva’ que nos ha afectado a todos los seres humanos y que nos viene forzando a entrenarnos constantemente para la guerra? Y ¿hay también entonces una ‘estructura genética para la paz’? ¿Hay una estructura en nuestro cerebro donde podamos hacer pié para construir la paz, la no violencia?

LN: Todo el entramado humano es un entramado para la paz, para la armonía, para el amor. Desafortunadamente, en este proceso de evolución histórico, en el que también nosotros como tantas otras criaturas, todavía nos hace falta avanzar mucho en multiplicar ese nuevo cerebro, esa nueva capacidad a la que estamos llamados. Una capacidad que yo diría es tan igual como la de Dios. De hecho hay personas que consiguen avanzar siglos de evolución gracias a contenidos espirituales y humanos que esas personas logran, y viven en el 2009 como si estuvieran en el 4009. Es decir, hay personas que han logrado crecimientos importantes en sus vidas.
    El entramado humano da para que podamos decir que los seres humanos somos seres para la paz, para el amor, para la ternura, para el afecto. Lo que pasa es que este cerebro arcaico nos pesa, y uno no hace ejercicio en esa tarea humana de crecer humanamente para la bondad, para la ternura, para la compasión.
    Entonces, yo pienso que sin duda hay parte de ‘natura’, pero también hay parte de ‘esfuerzo personal’ y esa es la tarea favorita que nos corresponde a todos.

GL: Yo podría decir que la Iglesia ha sido la Institución que ha hablado siempre, la que mas ha pregonado acerca del perdón a lo largo de estos últimos 2000 años. Ignoro en oriente, pero en occidente ha sido una especie de monopolio del perdón ¿Lo ha hecho bien? ¿Lo ha hecho mal? ¿Sabe realmente del perdón? ¿Son expresiones teóricas y se desconoce el proceso? ¿O realmente es maestra en perdón y reconciliación a través de sus miembros?

LN: Jesús es el ‘inventor’ del perdón, el que lo llevó a su altura más grande, más elevada. Nos ha dicho que “hay que perdonar 70 veces 7…hay que perdonar lo imperdonable…” y no solo eso, sino también ha dicho que nos tenemos que volver víctimas, corderos que limpian los pecados de los demás. Esta es la expresión más elevada del cristianismo y del evangelio: tener que limpiar las faltas de los demás. Es lo que hace una mamá con sus hijos: es capaz de perdonarle, de limpiar las faltas de los hijos. Esa es la realidad cotidiana y afortunadamente tenemos ejemplos.
    Pero una de las torpezas que tenemos en nuestra querida Iglesia, es que conocemos muy poco del perdón. Nosotros sabemos de la exigencia de Jesús, pero en estos 20 siglos de cristianismo no hemos logrado diseñar metodologías prácticas, incluso teorías que tienen una riqueza profundísima, en la filosofía, en la teología, en la psicología. Uno llega con los estudiosos a la conclusión de que si no hay perdón la persona no logra niveles de humanidad.
    Entonces, mi queja respetuosa, mi lamento respetuoso, es que la Iglesia ha olvidado desarrollar en teología, en espiritualidad, uno de los fundamentos básicos del evangelio de Jesús que es el perdón. Jesús tiene dos elementos básicos de su mensaje: el cuidado y la justicia por los pobres, y el tema del perdón. Son los dos pies sobre los que caminó Jesús. Pero si miramos: el tema del cuidado y la justicia por los pobres también lo tienen todas las otras religiones. Lo que le da un “plus” al mensaje de Jesús es justamente el perdón, y llevado hasta sus máximas consecuencias.
    Es un pesar que la Iglesia no haya sabido aún desarrollar más este “plus”, esta ventaja comparativa enorme que tenemos frente a otros mensajes de espiritualidad.
    La literatura que hay sobre el perdón, es una literatura vista como “el perdón que yo le pido a Dios”, una relación vertical: Dios y yo. Pero no el perdón en relación horizontal con mi vecino, mi compañero de trabajo, mi esposo/a. Es allí donde nos falta desarrollar teoría y método práctico, para que el perdón sea parte de la cotidianeidad, una tarea doméstica, de todos los días. Y lo peor es que quien hoy en día perdona, va nadando contra corriente. Por todas partes –en las películas, en la música…- no encontramos más que mensajes de venganza. Hay una expresión que me gusta que dice “¡qué dulce es la venganza cuando Dios nos la concede!”

GL: Lo que ud. decía que la Iglesia ha trabajado mucho el perdón de Dios pero no el perdón entre las personas, es un mensaje ambiguo, porque es como si dijéramos que solo Dios puede perdonar. Los hombres no podemos perdonar. Al fijar el perdón como una posibilidad solo de Dios, tan ligada a lo divino…y bueno, pero yo soy humana, entonces es obvio que no puedo perdonar.

LN: Sin embargo yo diría que lo importante del mensaje de Jesús es que El hizo del perdón una exigencia humana, y de hecho: “si antes de ir al altar te acuerdas de que no has perdonado y no te has reconciliado con tu hermano…tu no debes ir al altar…” Y entonces todo lo demás queda subordinado a esto. La Eucaristía no tiene sentido para una persona que no sabe perdonar. Igual todos los otros sacramentos. Todo queda subordinado a nuestra capacidad de amar, de perdonar.

GL: Dado que ud. dirige “escuelas de perdón”, significa que el perdón es un proceso, que uno tiene que aprender, y en todo aprendizaje hay distintos grados. Me gustaría comenzar por una de las cosas más complejas, que es cuando las agresiones han provenido de nuestros seres más queridos, y por tanto han ingresado en la zona más vulnerable de nuestra alma. Y sobre todo cuando se han producido en estadios de nuestro crecimiento, de nuestra personalidad, donde nosotros éramos más vulnerables. Concretamente, me estoy refiriendo a aquellas carencias, agresiones, heridas muy profundas que se establecen durante la infancia por parte de las personas de las que más hemos esperado protección y cariño. Me parece personalmente una de las tareas más difíciles del perdón, porque las consecuencias de esas heridas a veces se miden en neurosis graves, enfermedades psicológicas serias, en discapacidades morales o espirituales o psicológicas graves también. ¿Por dónde se comienza a perdonar en estas circunstancias?

LN: Lo más difícil del perdón es administrar la memoria, tanto la memoria innata que nos viene de cuando éramos pequeños como las memorias tal vez más ingratas de cuando estamos más adultos. El problema de la memoria es que grava absolutamente todo, y nosotros, sin darnos cuenta, comenzamos a generar una serie de relatos de actitudes, a veces hasta de lenguajes corporales: cuando vemos personas con su frente ceñida, son personas que con esa expresión del rostro nos están diciendo algo: o que tienen rabia, o que están insatisfechos por dentro. O personas que se vuelven agresivas con los seres queridos, y no saben por que. Y es que posiblemente no hemos sabido administrar la memoria del pasado que nos pesa. Manejar la memoria es un ejercicio muy difícil, pero es posible. Solo que hay que entrenarse. Nuestro problema es que tenemos demasiado pequeñito, demasiado débil el ‘músculo del perdón’, y a veces ni la escuela, ni la familia logran estimularlo. ¡Cuantas veces hemos escuchado a madres que cuando su hijo viene de la escuela y le dice ‘fulanito me pegó’, le responden ‘¿no fuiste tú capaz de hacer lo mismo?’! Tenemos muy poco ejercitado el músculo del amor, de la bondad. Y si lo manejáramos debidamente, tendría la capacidad de influenciar positivamente toda la armonía del cuerpo humano. Si tú lo quieres, el perdón se convierte en un ‘ejercicio de acupuntura’ del alma, de las más refinadas y eficientes que puedan existir.

GL: ¿Por dónde se comienza para administrar la memoria? ¿Cuáles serían las indicaciones?

LN: Primero: contar el dolor  pero en un marco apropiado. Tenemos que entender que este no es un tema cognitivo solamente, sino un tema de trabajar, y por eso hay que hacerlo, y trabajarlo en un pequeño grupo de personas donde se garantiza un mínimo de confidencialidad. Porque el grupo permite que yo haga un poco de catarsis: que saque de adentro, que vomite cosas raras que tengo, que pueda contar la historia del dolor de mi vida. Cuando yo logro hacer público mi dolor, comienzo a dominarlo. Entonces la persona comienza a sacar su dolor. Esa catarsis es fundamental: que yo tenga la posibilidad de contar mi historia a alguien que no se ría de mí, alguien que me acoja con bondad, con respeto. Incluso contársela a personas que sepan contener mi dolor. Hay personas que desbordan en su dolor. Hay que lograr “vomitar” toda la toxicidad, el resentimiento, el rencor que obran en el alma. Acá habría que decir que el rencor opera de manera diferente según los recursos que cada persona posee. Hay personas que conviven con el rencor y la violencia como ‘mas saludablemente’ que otros, lo toleran mejor, no se enferman, mientras que en otros ese rencor los ‘desarticula’

    Un segundo paso importante es que las personas ofendidas logren decidir perdonar. Toca hacer una decisión: Yo tengo que perdonar. Y repito: esto no implica que la justicia haga su propio camino: Si alguien mató a mi madre, la justicia seguirá haciendo su ejercicio necesario, pero soy yo el que tengo que hacer algo que la justicia nunca hará por mí: perdonar, transformar la rabia que se metió por dentro. Tengo que decidir si me quedo por dentro con el rencor, la rabia, la venganza por dentro, o si quiero lanzarme a otra perspectiva totalmente nueva: decido perdonar. Me parece que es un empujón que cualquier persona –los sacerdotes, los cristianos- tienen que darle a otra persona que no quiere perdonar, o que tiene rabia por dentro: darle el empujón para que se decida a perdonar.
Que decida hoy o dentro de dos años…pero tiene que decidir. De cierta manera, el hecho de concurrir a un grupo pequeño a hacer catarsis e iniciar un proceso de perdón, aunque no sea una vivencia,  ya implica que se ha decidido perdonar.

GL: Conocí personas que dicen “por el momento, decido el ‘im-perdón’ pero solo como un estadio necesario para después poder perdonar”

LN: El tercer paso es entender al ofensor. Una vez que la persona ha perdonado se puede pasar fácilmente a entender al ofensor, y este es otro paso fundamental. Y normalmente, los que tratan de entender al ofensor, se dan cuenta de que el ofensor posiblemente tiene excusas o razones para hacer lo que hizo. No quiero justificar lo que puede hacer un ofensor, pero por ejemplo, hay estadísticas de que grandes porcentajes de violadores han sido violados. Eso no justifica que lo hagan, pero cuando uno comienza a entender que esa persona tal vez no tuvo la posibilidad de transformar su dolor, comienza a entender por qué pasó lo que pasó.
    En pocas palabras: entender al ofensor es un ejercicio poderoso de humanidad.

    El cuarto paso es el de comenzar a ejercitar la compasión, la bondad, el entendimiento de tu ofensor. Este es un ejercicio que genera una gran autoestima. Lo que tú le estás haciendo cuando llegas a este punto es salir del papel de víctima, y comenzar a ser victorioso. Las dos palabras –víctima y victorioso- tienen la misma raíz latina.

Hasta ahí, todo ha sido una decisión personal, individual. Y cuando la persona ha llegado hasta acá, por lo menos eso ya es mucho para frenar violencia, sobre todos violencias societarias e intrafamiliares
Si la persona quiere seguir más todavía, llega el ejercicio de la reconciliación. Puede haber perdón sin reconciliación. Y muchas veces es bueno que no haya reconciliación

GL: ¿Cómo se hace cuando la violencia continúa, no cuando fue un hecho del pasado sino cuando todavía se está experimentando la violencia? Lo difícil es perdonar cuando sé que nada va a cambiar, es decir ¿para qué voy a perdonar si el enemigo, el adversario –que puede ser un familiar, una estructura social, un grupo, una pandilla, etc- me va a seguir agrediendo . Por ejemplo: un miembro de la familia que está siendo golpeado, lastimado, aislado, abandonado por otro. O pienso e en conflictos entre familias, o entre pandillas ¿cómo puedo perdonar si todavía sigo siendo agredido, y encima no hay perspectivas de que pare esa agresión. Lo mismo cuando un pueblo está en guerra ¿cómo puede perdonar cuando la guerra todavía sigue? ¿o cuando sigue la alienación económica?

LN: Cuando una persona perdona, comienza a generar lenguajes diferentes incluso para acercarse a la persona que lo sigue ofendiendo. Esa capacidad de generar lenguajes nuevos, no ya de odio, de rencor, de venganza para enfrentar al ofensor, es fundamental. He tenido la experiencia de vivir entre la guerrilla, y si uno los trata de manera agresiva, el lenguaje no hace sino generar más violencia. Entonces el secreto está en ¿cómo hago yo para generar un lenguaje de encuentro con estas personas en el que incluso se llegue a pactos mínimos? Y les digo que es posible. Esto puede ir desde lo más personal, como por ejemplo la esposa con el esposo borracho, ultrajador, violento: ella puede en un momento de lucidez proponer el pacto: por ejemplo: ‘tu vives en esta pieza, yo aquí, pero no nos sigamos ofendiendo más’. Esto también es posible a nivel comunitario, político: cada uno, adquirir una actitud más allá de la ofensa, de la rabia, para generar un relato, un discurso nuevo en el que pueda involucrar a las personas del pueblo y pueda ir y encontrarme con la guerrilla y decirle: ‘por favor, hagamos un pacto mínimo: ustedes nos respetan, nosotros los respetamos a ustedes’.

GL: Cuando la violencia es como la llamamos hoy en día “violencia blanca”: modos de agredir al otro que tienen que ver con la indiferencia, la manipulación, el aislamiento, con desnutrir afectivamente al otro, a la violencia blanca de las grandes estructuras económicas que barren pueblos enteros con su monopolio, con su imposición, estas violencias que son muy difíciles de demostrar, y cuando la víctima se da cuenta de que ha sido –a veces durante años- privada de cosas que son necesarias para la vida como pueden ser el afecto, o los bienes económicos necesarios para vivir, la seguridad, la higiene, el derecho a la educación, y quiere de alguna manera arreglar las cosas con su agresor –sea el estado, una política económica, un vecino, un familiar- y el ofensor niega porque está bien cubierto, ya sea por la legalidad o por la manipulación, y por tanto no reconoce que él realmente está agrediendo a través de una violencia psicológica o una violencia blanca. ¿Cómo puede hacer la víctima para perdonar cuando el otro no solo no se arrepiente sino que además niega la agresión?

LN: A nivel político o social, nosotros creemos que es necesario un len guaje de relación diferente con el ofensor. Creemos que una teología de la liberación es fundamental en la vida. Pero una teología de liberación sin una teología de reconciliación, es peligrosa, y viceversa. Cuando los pobres logremos generar lenguajes nuevos de relación con los ricos y los opresores, nosotros creemos que es más fácil cambiar la relación opresor-oprimido.
Si en Colombia llevamos 55 años de guerrilla, es porque personas que sintieron la rabia de ser oprimidos creyeron que la solución estaba en las armas. Y hemos entendido cada vez más que ni las armas ni el lenguaje armado sirven para resolver los inevitables conflictos de la humanidad. Tenemos que inventarnos alternativas de lenguajes diferentes. Y acá está el gran reto de que la humanidad salga de ese ‘cerebro arcaico’ y se eleve a niveles superiores.

GL: Perez Esquivel, premio nobel, hablaba sobre el perdón en plena época de la dictadura, y recuerdo cómo fue víctima de la burla, de la ironía. Una persona le preguntaba: ¿y qué hacemos con los torturadores? Y él dijo: “el desafío es recuperar al opresor, no matarlo”. Por supuesto, no fue escuchada en su momento

LN: Pero yo percibo que poco a poco la humanidad está dando un salto de calidad, se está elevando a niveles diferentes, y lo que hace diez años podía tener una calificación de ‘cursi’, hoy en día el perdón comienza a ser visto como una ‘virtud política’

GL: ¿No está asociado a intereses de impunidad?

LN: No. Es que el perdón no es necesariamente un ejercicio que tenga que ver con la justicia. La justicia tiene que seguir su rumbo. Tenemos que entender que el perdón es un ejercicio de limpieza personal. Es estética de la vida.

GL: Me he enterado que ya hay juristas de prestigio internacional que están ya trabajando seriamente en el armado de toda una legalidad, justicia penal, que descarte el castigo (en Holanda). El castigo no tiene sentido, no recupera al delincuente

LN: el estudio sobre la eficiencia de las cárceles, y la pena de muerte demuestran un total fracaso. Son un fracaso para la humanidad, un fracaso de la inteligencia humana. ¿cómo es posible que los seres humanos hayamos sido capaces de diseñar solo para cometer otra injusticia sobre una injusticia con las cárceles?. Incluso el costo

GL: Quiero compartir algo que es del padre Leonel y que me gustó mucho. Dice: “Hay tres grados de pactos entre las personas: el más bajo es el pacto al estilo “perro y gato” que conviven en la misma casa y deciden no ofenderse, no meterse el uno con el otro. Aquí estamos en el nivel de la simple naturaleza. Después hay un grado más alto que es el de la “convivencia”: las personas elaboran un proyecto mínimo de vida para llevarlo a cabo conjuntamente, y aquí estamos en el nivel de la cultura. Y el grado más alto es el grado de “comunidad o comunión”, en el que ya estamos en un nivel de espiritualidad.” Me encantó esto del nivel más bajo, porque cuando se hace un pacto de este tipo ni siquiera se garantiza la sobrevivencia.




 

“No se extrañen, hermanos, si el mundo los aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y ustedes saben que ningún homicida posee la vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que El entregó su vida por nosotros. Por eso también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos”

OREMOS HERMANOS, PORQUE ORAR ES BUENO Y HACE BIEN

Participan los oyentes
-Una persona ¿puede decir ‘vos tenes la culpa’ y haber negado, no tener remordimiento, no tener conciencia? Yo soy muy conciente de no ser culpable de nada. ¿cómo hace esa persona para negar toda esa culpa? Es decir son personas incapaces de reconocer el daño que hacen afuera, y la víctima siente que si absuelve a esta persona, queda con el miedo de que esa persona siga dañando si no interpone con un acto que se fantasea de venganza una agresión tal hacia ese victimario que frene su proceso de agresión.
LN: Eso es muy frecuente y entiendo que es importante que se entienda que los procesos de perdón y reconciliación son diferentes. La persona no está obligada necesariamente a reconciliarse. Pero por su salud y por su armonía interior está obligada a perdonar. Pero perdonar no necesariamente quiere decir que esas personas deban vivir unidas. Muchas veces hay casos en que las personas tienen que separarse. Por ejemplo: cuando una niña jovencita es violada por su propio padre, o maltratada físicamente, ¿te parece bien que siga estando en la casa? No, porque eso es re-victimizar a la persona. Hay que ayudar a esa persona a quitarse de a poquito –porque es un proceso muy largo- el horror, la basura que le inyectaron por dentro, y cuando pueda, salir de esa casa. En esas cosas hay que ser demasiado realistas. Lo que yo quiero subrayar que el ejercicio del perdón es un ejercicio personal.

GL: la reconciliación implica un ejercicio hacia el victimario, el agresor, el que me ofendió. El perdón es un ejercicio personal de uno con uno mismo, con Dios y con el otro en el interior de la persona.

LN: y mientras que el perdón es una transformación de la memoria, la reconciliación es una transformación de la confianza: es decir, es tratar de ver ¿cómo recuperar la confianza en el que hizo algo?

–    Jesús en la Cruz muere creyendo en el hombre, por eso dice “perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen”. ¿cómo se interpreta eso: es por no saber lo que hacen, interpreto que no tiene nada que perdonarle.
LN: creo que las personas que ofenden es primero que todo porque no saben controlarse, no saben que de pronto hacen mal, o porque tiene historias que los han aporreado en la vida, y ofender es la única forma que encuentran de dar salida a esa rabia acumulada. Creo que Jesús quería decir elo: las personas que ofenden, la gran mayoría, no saben lo que hacen

–    Tengo un hijo que tiene 25 años, vive en pareja, no quiere recibir el sacramento del matrimonio. El tiene mucho resentimiento con su papá, conmigo se enoja porque yo lo defiendo porque mi marido no es una persona como para que él tenga ese dolor con su padre. En realidad no entiendo lo que él tiene adentro. Lo que quisiera saber es si esa falta de perdón es lo que a él lo lleva a vivir la situación que está viviendo. Hace ya más de 4 años que ni siquiera tiene un trabajo seguro. Pasan cosas muy desagradables y a mi me da mucha pena porque sé que está sufriendo mucho.

GL: No podemos arriesgar una interpretación personal si no tenemos su testimonio de lo que él está viviendo. Solo tenemos tu breve relato y además estás involucrada en la situación

LN: Lo que yo quisiera decirle a esta señora es que las personas que no logran perdonar tienen una desarmonía interna terrible que generan actitudes en las personas y que le dificultan la relación interpersonal, laboral, las relaciones cotidianas. Habría necesidad de que alguien lo invitara a repensar estas cosas y reelaborar esas rabias contra su padre

–    Si hay que separarse a veces porque la situación es insostenible, ¿por qué la Iglesia no acepta el divorcio?

LN: Yo trato de ser respetuoso con lo que dice la iglesia, pero me han tocado casos en que he tenido que decir a las personas “sepárense”. Son casos extremos, graves

GL: Pero la Iglesia no está en contra de la separación. Está en contra del divorcio, de la ruptura del vínculo

¿Tiene algo para decirse cuando hay que perdonarse a uno mismo?
LN: El perdón con uno mismo es una decisión fundamental. En todos los procesos de perdón veo la necesidad de ayudar a las personas a entender la necesidad del perdón, es decir, hacerles ver en el caos que vive una persona que no sabe perdonar. Entender ese caos es un paso fundamental. Es como el alcohólico que necesita entender que es alcoholizado y necesita ayuda. En este tema del perdón sucede lo mismo

–    Mi esposo me engañó durante mucho tiempo con una prima hermana. Ya pasaron muchos años y la odié con todo mi corazón, pero pidiendo al Señor y a la virgen, se me fue el odio y ya la perdoné, pero no sé si podría llegar a hablar con ella algún día ¿está mal eso? Con mi esposo está todo más que bien.
LN: me parece maravilloso el ejercicio que hizo esa persona. Ahora se tendrá que proponer acercamientos sucesivos. Esos acercamientos son los que entendemos como reconciliación. Hay que tener en cuenta que quien tiene la llave de la reconciliación es el ofendido. Y eso mismo es la tragedia del ofensor: no tener esa llave. El ofendido tiene el poder de perdonar, y es ese un poder enorme. La reconciliación es un ejercicio de nobleza, de espiritualidad. Si ella quiere crecer más en su espiritualidad le falta pasar a este ejercicio de reconciliación, de limpiar las faltas del otro

–    En el caso de violación ¿cómo se hace para olvidar? ¿se puede perdonar sin olvidar?

LN: no se puede olvidar. Ahí está justamente el ejercicio de transformación de la memoria. Las personas necesitan ayuda para “transformar” las memorias. Por eso, porque necesitan ayuda, el ejercicio del perdón es un ejercicio comunitario del que quiere

–    Yo siento este desorden emocional. Fui abusada por mi padre y por un tío desde chiquita, y no perdono

LN: no perdonar es una decisión personal, pero una decisión mala. Quien no decide perdonar está en el caos

–    ¿Tiene el Padre Leonel algún libro sobre este tema?
LN: Tengo un librito bastante reciente que se llama “Cultura política del perdón y la reconciliación”

GL: Me gustaría su mensaje final

LN: Quisiera decir que el perdón es prácticamente sacar la divinidad que llevamos por dentro. Cuando una persona perdona, es como si esa persona se divinizara, incluso la persona que perdona adquiere el poder creador de Dios, porque recrea, reconstruye al que lo ofendió, por lo menos dentro de sí mismo, y a futuro de pronto también reconciliándose. El ejercicio del perdón es un imperativo categórico de la vida. Una persona que perdona es una persona bonita, que vive sana.
El perdón es una decisión política, porque las personas que perdonan permiten que la sociedad no se quede inmovilizada por las culpas o por la ley, sino que permite que las personas se puedan rehacer.
En definitiva, creo que el perdón es la forma más sublime de ser humano.
Cuando el dolor del pasado vivido petrifica el caminar, se dificulta el porvenir. Es pertinente en la globalización de una memoria universal y que defiende la vida, reinterpretar el pasado con un claro propósito: aprender de las lecciones de la historia superando los peligros de la memoria no inventariada, que invita a la venganza y la muerte. No puede la vida florecer enraizada en los oscuros laberintos del dolor y la tragedia. En otras palabras, sin perdón no hay futuro.