Perseverar en el camino de la oracion

viernes, 22 de julio de 2011
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Es un gran regalo dice Teresa de Jesús, haber entrado hasta aquí, haber soportado los primeros combates, de haber perseverado en el camino de la oración.

Esto de perseverar en la oración, en los combates, es tal cual como se dice, el camino de la oración es eso, es un combate, es una lucha, que tiene presencia de la gracia de Dios que nos visita con su amor y misericordia para hacernos sentir su amistad y su cercanía, tiene también de nuestra respuesta en fidelidad a esa invitación de Dios, tiene también de nuestras caídas, tiene de levantarnos, tiene la iniciativa de Dios que insiste sobre el encuentro, tiene todo esto, el camino de la oración y por eso Teresa lo redescubre y no los refleja como de hecho ocurre en la vida de todos los que intentamos hacer camino de oración como una lucha. En realidad son muchos los que llegan hasta aquí, dice Teresa. Son todos aquellos que deseen complacer en todo a Dios. Por nada del mundo cometerían una falta grave y tampoco a sabiendas caen en faltas leves, tienen sus ratos diarios de recogimiento interior, se preocupan de los demás, se esmeran en hacer lo mejor posible sus trabajos, en vivir en armonía con la familia, se privan de algunas comodidades para socorrer a los que más necesitan, es decir, buscamos llevar una vida ordenada, una vida puesta en Dios, una vida en fidelidad a Él, en servicio a los demás, en caridad. Cuando estamos en esta etapa de la vida espiritual, se nos puede ocurrir que ya estamos pronto para que el Señor nos admita a su lado, es más, por ahí decimos, que más puedo pedir, y por ahí corremos el riesgo de que la soberbia una vez más nos gane el corazón y nos creamos ya que hemos alcanzado la meta. Pero no sucede nada, da la impresión que hemos dejado todos los atractivos sensibles para nada. Es verdad, a veces pasa así no, uno ha hecho todo lo que tiene que hacer y se siente como el servidor al final del camino, diciendo que todo ha sido hecho para Dios y por Dios y que la única paga que merece es haber cumplido con el servicio que le tocaba. Si nos quedamos en ese estado sin terminar de descubrir que Dios está presente, nos equivocamos. Nos equivocamos al pensar de este modo dice Teresa. No hemos hecho más que lo debido, pero haber hecho más que lo debido no quiere decir que Dios no esté allí. A veces cuando nosotros decimos, hice lo que tenía que hace y nada más, siente que del otro lado frente a lo que uno hizo no hay ningún tipo de reconocimiento. Y esto Dios lo permite dice Teresa para que nuestro corazón vaya siendo como más humilde, más sencillo, más orientado y más firme frente al servicio que Dios nos pide. Hay que seguir por aquí, nuestras oraciones y obras por los otros, no son nada, hay que pasar por encima de nuestras pequeñas obras. Es como disponernos a seguir el camino sabiendo que no hemos llegado a la meta, que no estamos mal, pero que en definitiva todavía nada hemos conseguido que supone esto en mitad de camino una mayor entrega, buscar motivaciones sencillas en el cumplimiento del propio deber con orden y por sobre todas las cosas se requiere de nosotros mucha humildad en el corazón. Recordar que esta es, como dice Teresa, la dama que guía hacia el encuentro con el Señor, es como la maestra que nos guía siempre la humildad, va a aparecer en todas las moradas la humildad, como realmente la actitud básica que debe estar presente en el corazón, esto que es la verdad de sí mismo y la verdad de Dios, para poder ir al encuentro de desposorio interior, es decir de total configuración, diría Pablo, con los sentimientos de Cristo Jesús en lo más profundo de nuestro corazón. Por aquí debemos seguir caminando y dejarnos sorprender por el Señor, dejarnos llevar por el Señor.

 

 

Consigna: ¿Cómo nuestra vida en un momento comenzó a tener un nuevo orden, a partir de la presencia de Dios? ¿Qué es lo que se fue ordenando?, mi familia, mi trabajo, mis tiempo para estar con Dios, pude ordenar el servicio, se fue ordenando mi sexualidad, mi ámbito de relación en la amistad, mi capacidad de dar respuesta fiel a los compromisos asumidos, fui ordenando mi modo de respeto por mí mismo en el cuidado de mi propio cuerpo. ¿Qué es lo que la gracia de Dios fue ordenando en mí?, porque de esto se trata la tercera morada, encontrarnos con que la vida se va ordenando, la naturaleza toda Dios por su gracia la va poniendo en su lugar, queremos seguir avanzando aunque no hemos llegado a la meta y es básico, para que la gracia de Dios pueda actuar en los próximos caminos que nos llevan a la profundad del encuentro en la morada central, es básico tener la naturaleza puesta en orden. La gracia de Dios opera y actúa eficazmente en una naturaleza ordenada. Y esto también es gracia de Dios. ¿Cuando yo me fui convirtiendo, cuando mi vida produjo un cambio y un vuelco, como es que me fui ordenando?

 

 

Ubicarnos en la verdad

 

En la espiritualidad Teresiana, humildad es eso, andar en verdad. Verdad y humildad para ella son casi sinónimos.

Teresa nos lleva sobre la vida de los santos. Los santos nos muestran cómo es que se llega hasta el centro del castillo interior, como ellos intimaron con el Señor y nos sirven como testigo para llevarnos sobre este lugar. Cómo pretendemos pasar de inmediato a gozar de la comunicación de Cristo, cuando apenas hemos hecho una nadita en comparación con lo realizado por los santos y por los mártires, se pregunta Teresa.

Quien se detenga mucho en esta desventura y desventurada idea de que ha hecho mucho por Cristo, y en respuesta solo recibe indiferencia, tendrá que examinarse sobre su humildad, dice Teresa. Recordad y volver a recordarse una y otra vez que pequeño es uno al lado de este Dios tan grande. Pensar como podrá pagar en algo lo que Cristo padeció por nosotros. La verdad es que somos más amigos de los gustos que de la cruz. Y hay que afrontar la realidad, aceptar la sequedad interior, es decir, reconocernos como somos y como estamos, son las arenas resecas del desierto puesta por Él para nosotros. Hay que seguir caminando sobre ellas. Ellas qué son, las revelaciones de nuestra propia condición. Lo que ya ordenamos, lo mucho que falta todavía por poner en su lugar. A veces cuando nos encontramos con la verdad más cruda de nosotros mismos y sabemos que tenemos que poner mano a la obra para que las cosas sean distintas y las podamos cambiar, no sentimos que nos atraiga la tarea, más bien nos sentimos como con una cierta repugnancia, es la tendencia que hay en todos nosotros a rechazar lo que no es agradable. De la aridez del camino nos hacemos aprendices por propia experiencia, hasta donde llegan nuestras débiles fuerzas, aprendemos a morder el polvo como decimos, de verdad a ser humildes. Hay en nosotros humildad aunque no nos la de Dios con regalos interiores.

¿Cómo descubrimos que vamos haciendo este camino? En la aridez, recorriendo los caminos de la verdad que son los caminos de la humildad, porque a pesar del esfuerzo y la dedicación que ponemos desde lo más profundo de nuestro ser, de aceptar las cosas como son y al mismo tiempo buscar con sencillez el querer cambiarlas, en el corazón hay paz y hay aceptación, hay como reconocimiento de que las cosas son así, de que pueden cambiar y por eso nos esforzamos. En esto Dios nos regala don de paz, don de aceptación de nosotros mismos.

 

Es importante descubrir en esta tercera morada, cómo la gracia de Dios que nos ha llevado por el combate de la oración a perseverar en medio de luchas por mantenernos fiel a Él, quiere ordenar nuestra naturaleza y por eso nos queremos preguntar ¿Cómo y de qué manera viene Dios obrando en ese sentido, cómo y de qué manera Dios nos viene poniendo, nos viene ayudando y nos viene alentando a poner las cosas en su lugar?

 

Claro uno dice bueno, la vida tiene ir como poniéndose las cosas en su lugar y este Dios que es un Dios armónico, en todo su ser y en todo lo que demuestra en su acto creador, viene justamente a recuperar en nosotros esta armonía y este orden que la fuerza del pecado, del mal ha ido como descoyunturando en todo nuestro ser, desarmando, desordenando. Justamente el proceso de conversión se ve claro cuando la persona ha ido logrando recomponer su vida, articular todo su ser, ordenar su persona y armonizar su convivencia. Cómo cuando uno se encuentra con Dios, verdaderamente puede decir que es Él con quien se encuentra cuando la vida comienza a tomar un rumbo distinto y particularmente a ordenarse.

 

¿Cuánto tiempo uno está en esta tarea de ir ordenando su vida? En esta tercera morada se puede pasar muchos años, dice Teresa. Quizás uno se crea muy adelantado de golpe y el maestro nos muestra que no es como nosotros de alguna manera, nos la creemos. Basta que nos quite un poco de su favor y de inmediato experimentamos nuestra miseria, se vuelve a sentir los atractivos del mundo, la fuerza del egoísmo, la mezquindad, nos apenamos de sentirnos tan ruines y aunque esta misma pena de afligirnos porque no somos lo que deseamos ser, es falta sin embargo, nos hace ver nuestra debilidad dice Teresa.

Puede suceder que nos sintamos con deseo de tener más dinero, más tiempo, más recurso para poder ayudar mejor a los otros, lo importante es buscar conformar nuestros deseos con el Dios viviente.

Si con sosiego y paz interior podemos adquirir más medio para provecho de los otros bien, y sino lo importante es estar en Dios en paz. Puede suceder el también desear para todos una vida también ordenada como la nuestra, y queremos proyectar rápidamente sobre los otros lo que nos toca a nosotros como tarea porque Dios así nos lo mostró. A primera vista parece un buen deseo este, pero basta que los otros no lo tomen en cuenta y hasta nos desprecien, nos presten poca atención, que tengan en poco nuestra vida, nuestro opinar y aunque exteriormente no nos inmutemos, nos queda dentro del corazón como un comezón, como una inquietud prolongada. Esto demuestra que del todo nuestra vida no está puesta en Dios y que no hemos comprendido del todo lo que significa proponer el evangelio, de cómo nos ha sido propuesto y de cómo también debemos proponerlo a los demás. Aquí me parece a mí que está uno de los grandes desafíos de la nueva evangelización, en recuperar la fuerza propositiva del evangelio y a partir de allí, corrernos de todo aspecto que tenga que ver sencillamente con el evangelio como una doctrina o como una ética minimalista o como un compendio de pensamientos que debemos articular, ordenar o como una sencilla manera devota de relacionarnos con lo trascendente. Cuando el evangelio es propositito viene lleno de vida y cuando en lo propositivo del evangelio para nuestra vida hay más vida, uno anhela más y desea más y quiere más. En este camino de ir detrás del Señor poniendo las cosas en su lugar, ordenando nuestra naturaleza, espasmo siempre como empezando, como luchando porque las cosas estén allí puestas en su lugar.

 

¿Cómo y de qué manera cuando el Señor tocó la puerta de tu vida y te llamó a la conversión, te animaste a comenzar a poner las cosas en su lugar y en orden?

¿Qué es lo que se fue ordenando? ¿Cómo es que fuiste cambiando? ¿Cómo notaste que verdaderamente era el Dios vivo que operaba y obraba en vos y a través tuyo?

 

 

                                                                             Padre Javier Soteras