Por María hacia Jesús Fiesta de la Natividad de María

miércoles, 15 de septiembre de 2010
image_pdfimage_print

"Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón. Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías. Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia. Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor. Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".”
Mateo 1,1-16.18-23

Fiesta de la Natividad de María

Origen histórico

    ¿De dónde surge, cuál es el origen de esta fiesta mariana? Los apócrifos aparecen como describiendo, entre leyendas y fábulas, espacios que no han sido dichos en el texto sagrado de los Evangelios. Entre otros evangelios apócrifos, está el evangelio de Santiago, que introdujo una gran cantidad de datos bastante pintorescos en torno al nacimiento e infancia de María (por ej., que Joaquín y Ana eran sus padres). Él cuenta el nacimiento maravilloso de María, cuando los padres de ella eran ancianos y su madre era estéril; también la presentación de María en el templo, su niñez consagrada, el matrimonio con José, la gruta como lugar de nacimiento de Jesús. Este evangelio apócrifo se divulgó por muchos lugares de Oriente y estos datos fueron tomados por la piedad del pueblo (por ejemplo que los padres de María fueron Joaquín y Ana, lo cual no aparece en los textos bíblicos).

    En muchas Iglesias se instituyó esta fiesta de la Natividad de María y así se generó una tradición y una costumbre. Un documento del Papa Galacio I en el año 495 rechazó y ordenó retirar los evangelios apócrifos de la literatura cristiana, entre otros, el de Santiago. Sin embargo, las fiestas originadas en este evangelio persistieron en el calendario litúrgico y muchas de ellas se mantuvieron hasta hoy; entre otras, la de la Natividad de María. Por influencia de dicho evangelio apócrifo, se celebraba (y aún hoy se celebra) en Jerusalén una fiesta que conmemoraba el nacimiento de María el día 8 de septiembre. Al igual que como sucedió con la fiesta de la Asunción, la fiesta de la Natividad de María se fue extendiendo a todo el imperio por orden del Emperador Mauricio en el año 582 y por el Papa Sergio I, que le dio una gran solemnidad en Roma.

    Nosotros, tomando nota de los datos históricos, no queremos desprendernos del acontecimiento de gracia y de vida que supone este nacimiento tan particularmente significativo: María es el lugar donde Dios va a venir a reposar en medio nuestro. Y por eso, el acontecimiento de su nacimiento tiene un valor singular. Siendo ella el lugar donde nace la vida nueva, Cristo, no podemos nosotros sino, junto a Ella, en este día de su nacimiento, pedirle al Señor en el Espíritu que haga renacer aquella primavera de vida que necesitamos para estos tiempos nuevos.

Redemptoris Mater

    En el Jubileo milenario del nacimiento de Jesús que compartíamos en el año 2000, Juan Pablo II decía que nuestra mirada se orientaba a María y que en esos años previos muchas voces se alzaban para exponer la oportunidad de hacer también un Jubileo mariano dedicado a la celebración del nacimiento de María.
En Redemptoris Mater (donde está la más rica -a mi juicio- de las últimas enseñanzas acerca de esta festividad, y de la cual nos vamos a valer en esta catequesis para entrar en el sentido teológico, espiritual), el papa Juan Pablo II dice que todo el misterio mariano hay que entenderlo a la luz del misterio de Jesús: su nacimiento, su concepción inmaculada, su maternidad, están pensadas por Dios el Padre desde siempre en relación a los méritos que llegan a María por el anticipo de la gracia Pascual que Dios el Padre le regala como modo de asociarla al misterio de su Hijo.
La plenitud de los tiempos, o sea el acontecimiento salvífico del Emmanuel, es el que ha estado destinado desde todo la eternidad, pensado para que la Madre, existente ya en la tierra, esté como anticipando de alguna manera el regalo grande que Dios nos hacía. En este sentido, María es como el Adviento, es el preanuncio del gran acontecimiento y mientras se acerca el segundo milenio -decía Juan Pablo II- es plenamente comprensible que en este período nosotros deseemos dirigir de un modo particular a la que la noche de la espera del Adviento, comenzó a resplandecer como una verdadera estrella de la mañana, stella matutina.

Por eso hoy en la catequesis queremos concentrarnos desde nuestra interioridad para descubrir dónde aparece esta estrella de anticipo matinal  que nos anuncia un nuevo nacimiento. En María queremos descubrir a qué nos invita Dios a nacer y renacer.

María, Medianera de todas las gracias

En la preparación para la celebración del gran Jubileo, Juan Pablo II decía: María es la mujer del Adviento de estos tiempos nuevos, es la que prepara la llegada del Hijo, es el lugar donde el Hijo va a llegar. Todo nuevo renacer en nosotros la tiene a Ella como protagonista principal. Por eso queremos consagrar nuestro tiempo nuevo de conversión y cambio, de transformación de vida a su figura, a su persona, en misterio de alianza de amor con Ella. Al igual que la estrella de la mañana, junto con la aurora que precede la salida del sol, así María, desde su concepción inmaculada, ha precedido, por gracia anticipada del Padre, la venida del Salvador, la salida del sol de justicia en la historia del género humano para prepararnos a las gracias que nosotros esperamos recibir en Cristo.
Es bueno saber que en este sentido de precedencia nos abrimos al encuentro en la fe con María, que es la Medianera de todas las gracias. Es el lugar que Dios eligió para que el acontecimiento de gracia, Jesús, llegara a nosotros; y toda gracia que nosotros recibimos, la tiene a Ella como protagonista y Medianera. Así Dios, el Padre, lo ha querido, la ha elegido y la ha preparado, para que todo don de gracia encontrara un canal a través del cual llegar a nosotros. María es el canal de gracia por donde el Padre decidió llegar a nosotros con bendiciones de nacimiento nuevo, de vida nueva. Allí donde estamos necesitando renacer, queremos decirle a María que asuma el protagonismo, que necesitamos que Ella tenga a la hora del nuevo alumbramiento, el nuevo parto interior y exterior del proceso de transformación de nuestra vida, en lo personal y en lo social. María en este sentido es mujer de la nueva humanidad. No pensamos solamente en clave del proceso personal, sino también en un proceso de transformación global, comunitario y social. María como protagonista al pie de la cruz de un parto múltiple, al recibir a Juan, el discípulo amado y también a toda la humanidad, lleva a término aquello que Simeón había profetizado cuando el Niño era presentado en el Templo: A ti, mujer, una espada te atravesará el alma. Es un parto y un martirio interior, que la pone a Ella dando a luz a todos y a cada uno de los que renacemos en Ella a la vida de Dios.

María, Puerta del Cielo

Todo don, bendición, comunicación de gracia que Dios nos quiere hacer en la persona de Cristo, la tiene a Ella como la puerta a través de la cual nos llega. Es el camino que Dios eligió, en Jesús y desde Jesús. De allí que, al final de su vida, cuando Jesús nos quiere dejar la puerta abierta para el don de la redención que se ofrece plenamente en el misterio Pascual, nos entrega al pie de la cruz a su Madre: Ahí tienes a tu Madre. Que es como decir: Aquí está la puerta.
Mujer, éstos son tus hijos, te los confío; dales la bienvenida, Vos que estás en la puerta que pone en contacto a la humanidad con la gracia nueva de vida que yo te regalo en Alianza de Amor con Vos.
Entrar por la puerta, por este lugar donde Dios nos comunica toda su gracia, es lo que celebramos en esta Fiesta. Celebramos el nacimiento de este espacio, en la persona de María, la puerta por la que Dios entró en la humanidad y así nos regaló el don maravilloso de la Redención.
Toda gracia de la Iglesia está unida al misterio mariano. Ella como Madre de Cristo está unida de una forma particular a la Iglesia, que el Señor constituyó como su Cuerpo. El texto del Concilio Vaticano II dice: la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, ha sido formada en el seno de María; y como su ser se sigue formando, sigue siendo María la formadora. María es el lugar de gestación de todo eclesialidad y puerta de toda bendición.

María, modelo de nueva humanidad

Siguiendo a Redemptoris Mater, podemos decir que María es un anticipo y un modelo de la plenitud del ser hombre y del ser mujer, en el orden de la fe, la caridad y la perfecta unión con Jesús. Es anticipo de perfección. Este preceder suyo modélico se refiere al misterio íntimo de la Iglesia, la cual realiza su misión uniéndose a María, uniéndose en Ella con Cristo. Ella es Virgen, guarda pura e íntegramente la fe prometida a Jesús; se hace también de Él Madre; engendra Ella misma una vida nueva: la de nosotros, los hijos, concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de la cruz y la resurrección; de la Pascua de Jesús y de la Pascua mariana. Es un misterio de comunión profundo que existe entre María y Jesús dándonos a luz; es un amplio espacio dentro del cual la Bienaventurada Virgen sigue precediendo al pueblo de Dios. Esta peregrinación suya de la fe es la que representa un punto de referencia constante para nosotros como comunidad, para todos los pueblos y naciones, para cada uno en particular, para toda la humanidad. Es difícil abarcar y medir su radio de acción; es amplísima su presencia.
El Concilio Vaticano II subraya que la madre de Dios es ya cumplimiento final del modo de ser de la Iglesia. La Iglesia en María ha alcanzado su perfección. En este sentido, María aparece como el modelo anticipado de humanidad en clave comunitaria y en clave personal: peregrina en la fe, creyente, María mujer unida al misterio trinitario donde se juega la plenitud de la humanidad.

Padre Javier Soteras