¿Por qué Dios permite que pase lo que pasa?

martes, 14 de septiembre de 2010

Ante las grandes injusticias, las situaciones de dolor y cuando nos enfrentamos a la muerte surge la pregunta de por qué Dios si todo lo puede permite que ciertas cosas sucedan. El P. Javier Soteras nos acerca algunas palabras en relación al misterio del vinculo entre Dios y el hombre.
El amor como lugar en donde toda situación de dolor cobra sentido.

Tema central: ¿Porque Dios permite que pase lo que pasa?

 


Mili: ¿Porque Dios permite que pase lo que pasa?, es uno de los grandes planteos existenciales que todos en algún momento nos hacemos.

Y para acompañarnos, hoy está con nosotros, el Padre Javier Soteras, director de Radio María en Argentina.

 

Padre Javier Soteras: Buenas noches! Realmente un gusto estar de nuevo  con ustedes compartiendo esto que, como decía Mili, toca las fibras más íntimas de la persona, en el encuentro con el mal, con lo que no se puede explicar.

Vengo justamente de una experiencia de ese tipo. Un amigo me llamó, porque había fallecido un amigo suyo, de 39 años, con tres hijos, el más grande de 17 años. Y uno se pregunta ¿por qué pasó esta muerte? ¿ qué fue lo que hizo que nos encontráramos todos alrededor de Nelson despidiéndolo? Con el dolor de su esposa, de sus hijos adolescentes; el más grande sin consuelo… .

Uno intentando dejar una palabra de esperanza de la Resurrección de Jesús. Y encontrar que no hay palabra que pueda explicar el dolor, que el silencio es lo mejor. Y cuando se hace silencio sólo se escucha el llanto del amor que partió, bue! ….

Ha sido una experiencia de hace unas pocas horas haber acompañado a esa familia. No estaba dentro de lo que tenía previsto hacer, que es igual que nos pasa esto que no esperamos en la vida, cualquiera sea la circunstancia que nos golpea duro, que uno se pregunta: ¿“ por qué nos pasa esto y dónde está Dios?”

 

Mili: A veces es eso justamente lo que se percibe, un gran silencio y no encontrar respuestas.

 

Padre Javier Soteras: Sí. Mi experiencia de esta tarde fue, encontrar un gran silencio y un gran griterío. Me hacía acordar algunos salmos, donde el que reza le cuestiona a Dios, por qué permitió que pasara lo que estaba pasando.

Y también me parece que no hay que “edulcorar” la respuesta. No buscar respuestas razonables  y racionales, sino que la mejor manera de dejar que la pregunta adquiera peso es, dejarla instalada en medio de nosotros. Y en ese sentido el tiempo es un gran aliado del proceso humano, del encuentro con las respuestas de los misterios, ayuda a descubrir el rompecabezas de la historia. Y hoy  en el momento de la partida de Nelson, uno se da cuenta que lo que puede elaborar como respuesta, es como palabra tirada al viento que no encuentra eco en el corazón de los  que están sufriendo.

El silencio que viene colmado, en este caso, del llanto y el griterío, necesita del tiempo, para el duelo, para ver cómo entra esta pieza de desencuentro con la vida, dentro del marco de la vida en su conjunto.

Muchas veces frente al dolor, de la injusticia, del sin sentido,que genera las circunstancias de la vida, en los golpes duros que recibimos, no se puede responder desde la racionalidad  desde un esquema de pensamiento, porque no convence en el corazón. El que sufre y el que clama, no está esperando alguien que le diga qué le pasa.

Si nosotros nos ponemos de cara a cualquiera que hoy  está sufriendo algún sin sentido, seguramente la persona que está sufriendo  en su dolor más profundo nos va a decir: “vos no sabes lo que me pasa, vos no entendes  lo que lo que me pasa”, porque en este sentido, el dolor cuando cala tan hondo y tan profundo, nos clausura en nosotros mismos, de alguna manera. Es decir, no existe la palabra que lo pueda expresar para que en la palabra o en el contenido de lo que decimos, podamos abrazar lo que nos ocurre. En este sentido entramos en al ámbito del misterio que nos trasciende.

Mili: Y a su vez es intransferible. Cuando uno esta en una situación de dolor, por más que uno lo quiera contar, es personal.

Padre Javier Soteras: Pasa, con el dolor,  igual que cuando el amor es grande. Cuando el amor es grande, no existen palabras para expresarlos adecuadamente. Estamos siempre ensayando alguna manera de expresarlo.

Estos dos extremos de la vida, por así decirlo, el amor y el dolor que cala hondo, nos pone siempre de cara frente al misterio. Y ante el misterio, lo más adecuado es: el silencio y el tiempo. Porque el misterio se devela con una actitud que no está en la racionabilidad, que es el modo que nosotros tenemos de explicar las cosas,encontrar una razón. Sino que está más vinculado a la contemplación. Lo mistérico  por así decirlo, que no es lo mismo que lo misterioso, lo mistérico entendido como aquello que trasciende la racionabilidad humana, se lo puede abordar desde este lugar: la contemplación y sobre la aceptación. Y esto es un proceso personal que lleva tiempo y que y supone por pare del que está sufriendo una actitud de no evadir, en este caso.

A veces frente a lo incomprensible de la vida, ante los dolores de pérdidas, sentimientos profundos por crisis personales, de haberse golpeado mucho a sí  mismo… Pienso con esto último que digo, en lo chicos que en el hecho de haberse acercado a un porro o de haber probado algo de droga, después se vieron metidos en una que no sabían como salir y se dieron cuenta que la vida le había dado un arañazo, y después se les metió una piña que los tumbó y después no se pueden poner de pie.

¿Cómo se sale de ahí? Se sale aceptando que las cosas son así como ocurrieron, se sale dejando que otro ponga la mano sobre uno y lo acompañe en el dolor. Se sale de esos lugares también aprendiendo a esperar los lugares en que la vida siempre tiene una respuesta, porque es más grande que la muerte. Esto es propio de la Palabra: el amor es más fuerte que la muerte. Y el amor está en nosotros, sólo que para que se manifieste ante el dolor  necesitamos tiempo para que se manifieste.

 

Leo: Padre, querer explicar el dolor, ¿es una forma de querer explicar a Dios?. Explicar esto que nos es tan incomprensible algunas veces, ante tantas situaciones de injusticia que vivimos diariamente y que nos toca presenciar. Querer explicar a Dios, ¿es una forma de ver si podemos sentirnos seguros?

 

Padre Javier Soteras: Yo diría que, el mismo Dios no le encuentra explicación al dolor. Dios no vino a poner una razón para el dolor, vino a entregar la vida, por la muerte, que es el dolor más grande que la humanidad sufre. La enfrentó. Dios tuvo un combate con la muerte.

Es decir, el dolor que sufre el hombre ante la muerte no tiene comparación con otros tipos de dolores que puede llagara sufrir el hombre. Las injusticias, los desencuentros, las crisis, las dificultades en la economía, las desproporciones en la sociedad.

No hay dolor más grande que la muerte. Y Dios a esto lo sabe. Dios sabe que el gran drama que el hombre tiene es la muerte. De hecho los grandes pensadores en la historia, la pregunta que más profundamente abordaban, era el sentido del morir. Qué sentido tenía la vida y que lugar ocupaba la muerte, en el misterio de la vida.

A eso Dios vino a abordarlo, pero no con razones, sino con la entrega de la vida. Y con amor, que como dice La Palabra: es más fuerte que la muerte. Es decir, en el sufrimiento y el dolor, lo que resulta incomprensible, a la larga y con el tiempo se explica por la presencia de un Amor, que le da sentido.

Yo digo siempre, hablando de la gente que nosotros asistimos en la calle, que vos, Leo también participas, de esta Obra de “Hombre Nuevo”. Nosotros nos encontramos con el drama de una vida perdida, de una vida deshechaza, donde se rompieron todos los límites. Los límites de la contención familiar, de las propias paredes de la casa, de la contención laboral, de los vínculos de los amigos. No hay nadie! Está la persona tirada en una plaza, borracha, delirando. Esta es la gente que vive en la calle, que está en esa situación. Y nosotros sabemos que el primer encuentro que con ellos tiene ese gesto de agresividad, que en el fondo es la ausencia de una razón que explique lo que le está pasando. Pero también sabemos que con la presencia del amor, con el gesto del voluntario que se acerca, que se aguanta una puteada, un salivazo, un “no vengan más”, y en la asistencia del amor, empieza la persona, a encontrar una luz que no estaba en su horizonte, en su capacidad de incluirla en lo que está viviendo. Y el amor empieza a dignificar y en la dignidad la persona empieza a decir “yo quiero salir de acá”, “báñenme”, “quiero ir algún lugar para  estar más seguro”.

Por  eso la propuesta de Jesús, es una propuesta única. Es para el hombre y apunta al drama del hombre. El drama del hombre es esto: ¿Dónde está la respuesta al sufrimiento? Y Dios dice: está en el Amor. Está en un amor grande. Y Jesús se entrega por amor.

 

Mili: Es todo un camino llegar a eso. No es que mientras se está viviendo la situación dolorosa, uno se da cuenta de todo esto.

 

Padre Javier Soteras: Sí, Mili, pero yo me refiero a esto. Más que hacer uno, el camino, dejar que otros caminen por uno. Es dejarse querer, dejarse amar. Y en eso, es muy difícil! porque cuando uno sufre, volviendo al principio de la reflexión, uno cree que lo que le está pasando nadie lo va a entender y es intransferible. Por lo tanto está diciendo: “nadie entra en este espacio”, y cuando uno se pone en esa situación se auto- victimaza y en la auto-victimización, se impide a sí mismo encontrar el sentido.

Yo pensaba en las situaciones de dolor que la Madre Teresa se encontró. Terrible!!!!

Situaciones donde se encontraba con todo el deshecho humano. Y ayer compartiendo  con los curas en el encuentro que tuvimos acá los sacerdotes de la Radio, recordaba una nota que le hizo a la Madre Teresa de Calcuta, Daniel Adad, en un momento donde en la Argentina esteba el debate sobre tema del uso del preservativo  en enfermos de Sida, y el periodista, buscando alguna pregunta "inteligente", le preguntó: “Madre, usted que piensa de los enfermos de Sida ¿deben usar preservativos o no?”

Y frente al drama del Sida, lo que está en juego es la vida, no la moral sexual, eso también está en juego, eso quizá sea la ocasión más fuerte de la debilidad inmunológica, pero lo que está en juego es la vida y la Madre Teresa le contestó claramente: “yo no le doy clase de moral a los enfermos de Sida, yo los amo”. O sea, la persona que sufre no espera un  consejo.

Pensaba  en esta situación que hace un ratito me tocó vivir. Este velorio del que recién vengo. Yo no sabía que hacer frente a estos chicos que lloraban, me quebré un poco yo también. Me salió darle un abrazo, decirle a la mamá, que si me necesitaba me buscara, que el  amigo que me llevó tenía mi teléfono. Y ahí yo sentí que hubo un vínculo, hubo una relación.

Yo creo que Jesús le encontró la respuesta a  lo que el hombre no tiene como respuesta. Ese ¿por qué? existencial doloroso, abierto a la queja, que a Dios le dice: “¿por qué?!! Dios le sale al encuentro, y le dice: “Yo me sumo a tu dolor, y le vamos a dar respuesta juntos. Entrego a mi Hijo, para que muera y venza el dolor tuyo y todo dolor, desde su entrega por amor”. Yo creo que cuando nosotros nos encontramos con personas que están sufriendo mucho hay que pedir la Gracia de la Sabiduría, para como dice por allí, un hermoso texto de la Liturgia Católica, tener la palabra y el gesto frente al que está solo y desamparado: “la palabra y el gesto oportuno”.

 

Mili: Padre, y a su vez esta situación de dolor, de mucho dolor y de no encontrar respuestas, muchas veces lleva a que la persona se enoje. Se enoje con el mundo, con el que tiene cerca, con las situaciones y hasta también, se enoje con Dios.

 

Padre Javier Soteras: Y sí! Es parte de la situación.

 

Mili: De hecho, Adrián cuando iba recolectando testimonios en la calle, mucho de esto, venía dentro de la narración  del relato Podemos escucharlo:

 

Testimonio 1: Mi nombre es Luciano Galván, tengo 16 años. En muchas ocasiones le he pedido cosas  a Dios, por ejemplo que me ayude en laguna materia y llega el día de la prueba  y no veo resultado positivo. Y uno, a veces le hecha la culpa a Dios, porque no me da el resultado que yo quiero. Y me da bronca

 

Testimonio 2: Soy Germán, tengo 23 años y estoy enojado con Dios, porque por ahí no me entiende lo que yo busco, o lo que yo quiero, porque no sé si por ahí me escucha.

 

Testimonio 3: Soy Noelia. Yo estoy enojada con Dios, porque todas las cosas que me pasan siempre me salen mal. Empezando porque murió mi padre, porque no lo tengo a mi lado. Después mi abuelo, después mi abuela. Y cada cosa que hago siempre me sale mal, y sé que El no está alado mío, alado de mi familia. Tenemos un problema, estamos todos separados y a veces no es justo Dios con nosotros, porque las cosas que queremos hacer nunca nos salen. Él no está alado mío cuando yo lo necesito y cuando mi familia lo necesita.

 

Mili: Un poco lo dice el último testimonio: “Y por qué a mí, habiendo tantas personas, porque justo me tuvo que tocar a mi. Y encima todas juntas?” Porque si fuese una, a lo mejor, uno se la banca, pero cuando vienen en cadena.

 

 

Padre Javier Soteras: Ignacio de Loyola, solía decir, contando su narración: “Encuentro con la Fuerza del Mal” decía: “a veces tengo la impresión de que todos los demonios se despertaron contra mí”. A veces la vida tiene ese modo de trato con nosotros. Y la verdad que yo a la pregunta, no tengo una respuesta que razonablemente explique

 

Mili: Y tan poco no existe una respuesta acabada, frente a situaciones así.

 

Padre Javier Soteras: Claro. Por ejemplo, que le sale a uno frente a este quebranto de esta chica del último testimonio. Puedo escucharla, sorprenderme, estar alado, acompañarla. Y creo que en ese sentido el silencio puede más que la palabra.

Volviendo a la experiencia de hoy  del velorio, había tanta gente en el lugar, por supuesto que todos esperaban que yo diga algo. Yo mientras que hablaba sentía que no tenía sentido, por más que decía cosas que eran ciertas. Y afirmaba y reafirmaba la fe, nuestra fe o sea no me arrepiento de lo que dije, y posiblemente a muchos les hizo bien, pero a los que les tenía que hacer bien, que eran los que estaban más directamente sufriendo, habrán dicho: “cuando se va a callar este tipo, porque no entiende nada lo que está pasando.” Pensaba en el hijo que decía: “no se le murió el padre a él”.

Es decir, creer que en esto se puede encontrar respuestas o razones, es no respetar el misterio. No entender que es vincularse con un misterio. A las zonas de misterios de la vida, se entra de punta de pie y descalzo. Se entra sigilosamente, con mucha delicadeza, porque uno toca lo más sensible de  la fibra humana, y la verdad que para eso  hace falta pedir la gracia de la Sabiduría, pedir el don de saber ubicarse, de estar a la altura de un acontecimiento donde uno nunca está a la altura.

Sobre  todo pienso, para aquellos pueden estar ahora escuchándonos y pueden estar pasando por lugares como estos. Yo los invito a que se pongan de cara al Padre que entrega al Hijo y por amor. Eso sí que es misterio, o sea que Dios, El  Padre, permita que el Hijo Jesús, se entregue por amor. Y que la entrega esa suponga ir a la muerte más cruenta, es un misterio.

¿Por que invitar a eso? Porque es posible, frente al drama de la vida,  encontrar siempre, en el amor una gran respuesta y La gran respuesta.

En estos días, estando con mi padre, que tiene 81 años, le digo: "viejo, no sabes cuánto te quiero" y él me responde: "no sabes cuanto te quiero yo!, mucho más de lo que vos me queres!" . Y otro día le dije: "te amo viejo"., Y él me dice: "yo también, y más de lo que te mereces".  Fue muy buena la respuesta Y yo pensé: así es Dios con nosotros. Dios nos ama más de lo que nos merecemos y no entendemos cuanto nos quiere!

Yo sinceramente, para que esto no sea simplemente una reflexión bonita la nuestra, en donde intentemos lucubrar “de que se trata la respuesta frente a la fuerza del mal”. Pienso en los que están sufriendo al estilo del último testimonio, el de la chica, o como esta gente que acompañé hoy en el velorio, pensar: ¿“qué sentido tiene mi vida a  partir de este dolor que estoy sufriendo hoy?" Y yo quisiera decirles esto, que sentí que en el fondo, era Dios el que me lo decía, a través de mi padre: “vos no sabes cuanto te quiero, vos no tenes idea de cuanto te amo”. Yo te invito que te abras al Amor de Dios y no de una forma etérea, sino déjate querer por alguien que se acerca, te de un abrazo, te pregunte "¿como andas?",  entiende que en ese gesto sencillo, simple, cotidiano, familiar, amigable, de compañero de camino, de trabajo, de amistad, está escondido el secreto de la respuesta a tu gran pregunta: ¿“por qué a mi”?, ¿por qué me pasa esto?”

 

Mili: Muy bien Padre, muchísimas gracias!

Leo: Muchas gracias!

Padre Javier: A ustedes