Receptividad y vivencia en el encuentro con el Señor en su Palabra

martes, 10 de febrero de 2009
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En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.  Ella estaba en el principio con Dios.  Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.  En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.  Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él.  No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.  La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.  En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.  Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.  Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.  Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.  Juan da testimonio de él y clama:  "Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo." Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.  A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

Juan 1, 1 – 18

El título de nuestro encuentro es: aprender a escuchar con un oído creyente la Palabra de Dios. Aprender el camino de la escucha con un oído creyente es recorrer el camino de la obediencia de la fe de la cual María en el concierto de las voces y de los acontecimientos de la Navidad junto a José son un modelo y un camino pedagógico educativo en el que el Señor nos va formando en éste tiempo navideño.

Obedecer ,ob audire , en la fe es someterse libremente a la Palabra escuchada porque su verdad está garantizada por Dios. Dios es la verdad misma, por lo tanto lo dicho por El es garantía de veracidad. Podemos adherir por el hecho de la autoridad que esconde en si mismo, trae, porta en si mismo, el que nos garantiza lo que está diciendo ¿cómo se aprende a escuchar el querer de Dios?

Por medio de la recepción de la Palabra, pero, ¿donde se expresa la Palabra? Para responder a esto es bueno como presentar los distintos escenarios donde, como dice el mismo texto de la Sagrada Escritura en el Libro del Profeta Isaías, la Palabra aparece corriendo velozmente por el mundo.

Digámoslo así ¿cuales serían los escenarios donde la Palabra se hace presente y corre? La naturaleza, donde la belleza de lo creado habla de Dios de lo cual Francisco de Asís es un testigo privilegiado. Hermanado con la naturaleza nos pone en contacto con la creación en un cántico constante de alabanza a Dios por todo lo creado. En los acontecimientos de la historia Dios se hace presente.

De ahí la invitación que recibimos en estos tiempos de aprender a leer los signos de la historia. Nosotros creemos en un Dios que no puso en marcha el mundo y que éste funcionó con la cuerda que le dio en un principio y cuando se le acaba la cuerda el mundo en un concepto mecanicista de Dios termina de funcionar. Nosotros creemos en un Dios que interviene en la historia y está comprometido con la historia. Israel tiene una clarísima conciencia de esto.

El Dios de Israel es un Dios que comprometido con el pueblo se lo puede reconocer acompañando a Abraham, Isaac, Jacob. Así le dice a Moisés cuando Dios se presenta en la zarza ardiendo: Yo soy un Dios viviente. Soy el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob. Un Dios comprometido con la historia, un Dios que no se desentiende de los acontecimientos históricos por lo tanto a éste Dios hay que aprender a auscultarlo a leerlo a buscarlo y encontrarlo en los aconteceres históricos, en los momentos de la historia. José en ese sentido es un lector de los signos del tiempo guiado por Dios cuando por ejemplo los magos de oriente le dan a conocer que Herodes anda buscando el niño para matarlo.

No se queda de brazos cruzados. Entiende que aquel mensaje del acontecimiento histórico de la furia de Herodes debe ponerlo a el en marcha para buscar un camino de huida hacia Egipto con lo cual se cumple la promesa de Dios. Desde Egipto llamé a mi Hijo, dice el texto de Lucas. También Dios habla en el escenario fraterno. Es un escenario privilegiado donde Dios se manifiesta.

El vínculo fraterno, el vínculo de hermanos es un lugar que debemos cuidar porque ahí Dios ha elegido un lugar donde hacerse eco en su Palabra. Cuidar la relación fraterna, cuidar la relaciones vinculares entre nosotros en clima de reconciliación, de paz, de diálogo, de armonía es dejarle a Dios abierta la puerta para que pueda expresar su Palabra y la Palabra pueda tener eco en ese lugar donde es bienvenida y entonces Dios es capaz de hablar en el hermano.

Nosotros podemos hablar de Dios también al hermano. Un cuarto lugar donde descubrimos éste hablar de Dios, ésta presencia de la Palabra de Dios a la que somos invitados a escuchar es el escenario de la Sagrada Escritura a la que mal llamamos Palabra de Dios porque en realidad la Palabra de Dios trasciende el hecho de la escritura. La escritura es un lugar privilegiado de la Revelación de Dios pero la Palabra de Dios está más allá del hecho escriturítico.

La Palabra de Dios corre veloz tiene escenarios diversos donde presentarse y un lugar privilegiado son las Sagradas Escrituras.

 Describíamos los lugares privilegiados en donde Dios se hace escuchar. Sin embargo ninguno de estos lugares puede ser instrumento de interpelación de Dios en nosotros como Palabra sino encuentra de nuestra parte un eco receptivo. Es decir un lugar donde resuene ésta Palabra y podamos ser capaces nosotros de interactuar con el mensaje que Dios nos envía.

Esto entonces nos abre a una pregunta ¿ donde se lo escucha a Dios? Es decir Dios tiene lugares desde donde habla. Habla, decíamos, en la naturaleza, en los acontecimientos de la historia, en el vínculo fraterno, en las Escrituras. Pero donde se lo recibe a Dios. Yo me animo a decirte que al instrumento receptivo lo llamamos oído interior que despierta en nosotros un sentir interior.

Ayer hablábamos de intentar descubrir por donde Dios ha pasado a lo largo de éste año 2008 en nuestra historia y decíamos al final de la catequesis de ayer para poder descubrirlo a lo largo de éste año pasando en medio de nosotros como Palabra veloz a éste Dios metido entre nuestras cosas tenemos que aprender a descubrirlo éste Dios y éste es el lugar de receptividad del paso de Dios: el oído interior, la escucha interior. Permanentemente Dios ha estado a lo largo de la historia diciéndole al pueblo de Israel: escucha Israel.

¿Cómo funciona éste oído interior? Para entender su mecanismo de funcionamiento tal vez nos ayude el compararlo con otro sentido interior. La visión interior por ejemplo. La visión interior de una persona o de un grupo de personas es la mirada que se tiene sobre una determinada realidad con la que uno interactúa. Entonces uno visiona, proyecta una mirada que esconde conceptos, análisis de la realidad, sentir afectivo, oportunidad, riesgo, y dice el camino a recorrer en el tiempo que viene es éste. Ahora que nos acercamos al comienzo de un nuevo año todos tenemos de alguna manera una mirada proyectiva sobre el tiempo que vendrá.

Puede ser más optimista, menos optimista, más preocupante, menos preocupante. Puede ser una mirada más esperanzadora o menos esperanzadora, puede ser una mirada certera o en búsqueda pero todos tenemos una mirada, puede ser una mirada expectante o acostumbrada sin motivación pero todos tenemos una mirada proyectiva. Así como tenemos una visión de lo que viene también tenemos una receptividad audible de lo que ocurre.

El oído interior a manera de la visión interior más que a lo que la persona proyecta desde análisis diversos lo que la persona siente. No de lo que siente a flor de piel, lo que siente superficialmente, sino lo que siente profundamente. En el sentir interior está el oído interior y esto ocurre en la persona y en un grupo de personas.

Hay que aprender a decodificar lo que los sentires interiores envían como mensaje para desde ese lugar aprender a agudizar el oído en la receptividad de lo que la Palabra de Dios dice. Esto es muy importante porque la Palabra que corre veloz se va si en el andar de la Palabra nosotros no nos detenemos para recibir la Palabra y decodificar su mensaje.

Los discípulos de Emaús hacen éste ejercicio. La Palabra se ha puesto en camino junto a ellos y ellos han sentido arder su corazón mientras peregrinaban hacia Emaús. En un momento determinado el sentir de los peregrinos no era posible que la Palabra siguiera su paso hacia delante sin detenerse para ser bienvenida en un compartir fraterno que se significara bajo el signo del pan partido fraternalmente.

Entonces surge de adentro del corazón peregrino quédate con nosotros Señor que es como decirle a la Palabra: te damos la bienvenida. La bienvenida en la receptividad que generamos de tu presencia en nosotros. El oído interior es el lugar donde la Palabra se hace receptiva y la receptividad de la Palabra es en el sentir de lo que la Palabra deja en el corazón. Por eso además del ejercicio de la lectio divina como ejercicio oyente discipular de la Palabra nosotros somos invitados a describir lo que la Palabra dice pero también somos invitados en un segundo momento a describir el sentir interior que la Palabra ha dejado en el corazón.

Es decir que percibo yo que me está diciendo adentro la Palabra, como repercute. Ese repercutir de la Palabra en mi tiene que ver con mi historia, con mi aquí y ahora, con mi mirada y sentir del tiempo que vendrá, tiene que ver con mi proceso, con mi crecimiento, tiene que ver con la crisis que estoy atravesando, con el buen momento por el que voy pasando.

Por eso ahora que llegamos al final del año y nos paramos frente al año que vendrá es muy bueno hoy recibir en el 31 de diciembre el testimonio de la Palabra como la representa Juan y preguntarnos desde ella que me dice la Palabra de Dios al final del año. Que siento que me dice Dios de cómo he vivido el año. En que Palabra podría yo encontrar como una síntesis del año que va pasando y al año que se abre. Mi sentir y experiencia personal es: escuchá Javier.

Me invita Dios ha escuchar en hondura la Palabra que es como detenerme frente a todo lo que Dios nos va diciendo en éste tiempo de peregrinar tan veloz de la Palabra en medio de nosotros a través de ésta obra y darle tiempo en ese mismo andar incansable de Dios, en ese mismo peregrinar de Dios que es continuo, que no detiene su marcha, darle tiempo para que en el mismo peregrinar la Palabra cale más hondo y se asiente más profundamente en todas las estructuras de mi persona como Pastor de la obra que el Señor me confía a mi cuidado pastoral.

Como el Señor quiere no detenerse en su andar sino me invita a ahondar y profundizar su presencia en todo su quehacer como meternos más a lo hondo en el vínculo con El como un año que viene de mayor hondura en la receptividad y en la vivencia del encuentro con el Señor y a partir de allí un proceso de afianzamiento de nuestro vivir en El, movernos en El, existir en El como dice el Apóstol Pablo. Se construye solidamente cuando uno construye afianzado en la Palabra de Dios. Dice el texto claramente: el que escucha la Palabra y la pone en práctica es como un buen constructor que construyó su propia casa sobre un cimiento sólido.

Vinieron las tormentas, que se avecinan, el pronóstico del 2009, no el del clima sino el de la orientación de la sociedad mundial y de la nuestra particularmente de la Argentina es un clima tormentoso. Si nosotros afrontamos ese clima de tormenta que aparece ya en el pronóstico del 2009 con un afianzamiento profundo en la Palabra de Dios estaremos construyendo sobre cimientos. Vendrán tormentas, caerán las lluvias pero nuestra casa no se moverá porque estará construida sobre cimientos firmes.

Decíamos que el oído interior es el lugar de receptividad de la Palabra de Dios donde en nuestro sentir interior podemos descubrir que nos dice Dios porque Dios no deja de comunicarse con nosotros. Lo que pasa es que no siempre estamos receptivos al mensaje con el que Dios se comunica en la multiforme manera que Dios tiene de vincularse con nosotros.

Este sentir interior es el que nos permite captar desde el oído interior hacernos receptivos del mensaje que Dios nos manda. Como sabemos si es Dios el que nos está hablando en nuestro sentir interior y no somos nosotros, nuestra proyectividad, nuestra fantasía, sino es también un engaño con el cual el mal espíritu nos puede jugar una mala pasada. Por dos caminos tenemos la posibilidad de diferenciarnos de nosotros del espíritu del mundo o del maligno.

Nuestra propia concuspisencia que puede hacernos caminar por lugares errados del espíritu del mundo que dice Jesús es ese espíritu que niega a Dios o del mismo maligno que es el mentiroso. Para evitar caer en la trampa y verdaderamente encontrarnos con la Palabra de Dios en nuestro sentir interior existe lo que se llama el sentir interior en discernimiento que nos permite no equivocarnos porque cuando es Dios el que habla deja alegría, paz, nos hace salir de nosotros mismos, nos saca del encierro, nos permite encontrar la vida en un sentido positivo y en medio de las dificultades nos trae un gozo increíble Pasamos por una quebrada pero nuestro corazón canta con María las grandezas del Señor y nuestro espíritu se alegra en Dios porque nos redime con su presencia.

Esto no basta porque puede que ahí mismo nosotros podamos engañarnos o ser engañados. Este sentir interior gozoso alegre debe estar confirmado por signos concretos donde lo que Dios me dice se expresa en realidades diversas y esto, realidades diversas y significativas donde Dios nos habla tiene que ser corroborado en la vida comunitaria.

Una experiencia de Madre Teresa de Calcuta: ¿cual era su sentir interior? Era que Dios le decía: serás luz. Ella dice que cuando volvía del tren de aquel retiro que había estado buscando la voluntad de Dios y donde no lo encontró claramente expresado a lo largo de ese mismo tiempo de oración lo encontró cuando volvía, interesante dato, Dios no habla cuando nosotros queremos, hace escuchar su voz cuando El quiere.

Dios le salió al encuentro cuando quiso y la sorprendió volviendo del tren con una moción interior que se llama locución interior, la voz clara de Dios dentro suyo que le decía serás luz. Esto que después se repite en una serie de mensajes interiores fuertes que ella va recibiendo lo va corroborando en el discernimiento que va haciendo con su director espiritual quien va confirmando en el diálogo con ella a través de signos concretos que Dios se hacía camino en medio de ella y desde ella para los más pobres entre los pobres.

Serás mi luz porque era Cristo que era iluminado por el testimonio de amor de ella del Cristo que vivía en los lugares oscuros de la pobreza en Calcuta. Nadie puede dudar de que aquella voz que sonó en el corazón de Madre Teresa de Calcuta no fue verdad. Nosotros podemos dar testimonio de que fue ciertamente así. Que ella fue una luz para la humanidad. Es mejor, decía ella, encender una luz que maldecir las tinieblas. Tanto eco produjo ésta palabra de Dios en su corazón que se determinó a seguirla hasta el final. Cada uno de nosotros puede descubrir en ésta mañana una palabra que le invita a hacer pie firme en el año que comienza.