Recomendaciones para el discípulo: confianza, sagacidad y secillez

viernes, 11 de julio de 2014
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11/07/2014 – En la Catequesis de hoy, el P. Gabriel Camusso hizo una renovada invitación a reconocer al Espíritu Santo como el gran protagonista en la misión.

 

 

Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.

Mt 10, 16-23

 

En el evangelio de hoy se lee casi un informe policial de las persecuciones que sufrieron los primeros cristianos. Aunque, viéndolo bien, en ningun informe policial aparecen las claves para ser discípulos, que es el Espíritu Santo. “No serán ustedes quien hablarán sino el Espíritu del Padre hablará por ustedes” dice el evangelio. La misión no es cosa nuestra sino que es el Padre el mayor interesado. Es el Espíritu quien lleva el timón de la historia.

Confianza, sagacidad y secillez. La clave: la ayuda del Espíritu.

La confianza es la más más importante y sostiene a las otras dos. Supone creer en que de verdad Dios sostiene a la humanidad. Dios ama a la humanidad y no la abandona a su suerte; ama a sus discípulos y no los deja a la deriva.

La segunda actitud es la sagacidad que nos ayuda a vivir con los ojos abiertos, a distinguir entre el bien y el mal para no dejarnos engañar ni confundir la palabra de Dios con tantas otras palabras que nos inundan. Es la virtud de los inteligentes, de los que no se contentan con las apariencias sino que han aprendido a ver por dentro, a rumiar la realidad.

La sencillez es patrimonio de los humildes y de los buenos, de los que no enmascaran la realidad sino que tienen un corazón sencillo para recibir las cosas de Dios. Es lo que rezábamos el domingo pasado ene l evangelio “te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y se las has revelado a los sencillos”. No estamos llamados a convertirnos en abogados defensores de Dios como si fuéramos sus custodios, porque es el Espíritu quien lleva las riendas de la historia.

Si la clave de comprensión de la lectura de la Palabra de hoy es la ayuda del Espíritu Santo que va a poner palabras en nosotros, te invito a que compartas cómo el Espíritu Santo puso palabras y gestos en algun desafío de tu historia.

 

Sean mansos como palomas y astutos como serpientes

Dios es un Padre que nos ama. Y el seguimiento de Jesús es ruptura y división del orden antiguo viciado, desviado del proyecto del Padre. Jesús es consciente y está preparando el fin del tiempo de la ley, aquella que estaba en el ojo de todo buen judío: el templo. Mientras, va renaciendo este tiempo nuevo donde Jesús con sus palabras, con sus gestos, con sus signos va presentando. El trabajo por la paz encontrará siempre la resistencia a las transformarciones que exige esta tarea. De ahí la condición de los enviados, que siempre hacen ruido hablando del amor que el Padre quiere que vivamos. El discípulo frente a estas sociedades se sitúa como oveja en medio de lobos. Por eso Jesús dejará en claro cuál es la clave: el Espíritu Santo pondrá palabras. El discípulo deberá ser cauteloso, y a la vez mucha confianza en quién lo envía, sencillez y prudencia.

Las dos condiciones con las que tendrán que salir al paso de las dificultades serán la sencillez de las palomas y la astucia de las serpientes. La persecusión como oportunidad de difusión del mensaje deberá estar acompañada de una confianza inquebrantable en Dios. Esa confianza es la que permitirá superar toda angustia, porque es el mismo Dios quien mostrará su fuerza. Cuánta confianza da leer y releer este mensaje cuando se nos plantean dificultades en el anuncio del evangelio. ¿Cómo, de qué manera hablo de Jesús? Es el Espíritu quien conduce.

El mensaje del evangelio generará división hasta llegar al ámbito de la propia familia. El odio será la reacción más comun que encontrarán los discípulos de Jesús porque su mensaje no dejará indiferente a nadie. Por eso ante esta situación se hace un último llamado de atención que a la vez son palabras de consuelo: el que persevere hasta el fin se salvará. Nadie ni nada, ni si quiera la muerte, puede contra el discípulo y el poder de Dios.

La prudencia, el coraje y la confianza absoluta en la obra encomendada deben ser lo propio de los anunciadores del evangelio. Que desde allí podamos ser testigos creíbles, sobretodo a través de los gestos. A las riendas de la historia la llevan el amor del Padre.

El entusiasmo de anunciar el evangelio

Dice el Papa Francisco en la Exhortación apostólica:

265 (…) A veces perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor fraterno. Cuando se logra expresar adecuadamente y con belleza el contenido esencial del Evangelio, seguramente ese mensaje hablará a las búsquedas más hondas de los corazones: “El misionero está convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción del Espíritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre el camino que lleva a la liberación del pecado y de la muerte. El entusiasmo por anunciar a Cristo deriva de la convicción de responder a esta esperanza”.208 El entusiasmo evangelizador se fundamenta en esta convicción. Tenemos un tesoro de vida y de amor que es lo que no puede engañar, el mensaje que no puede manipular ni desilusionar. Es una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que puede sostenerlo y elevarlo. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar. Nuestra tristeza infinita solo se cura con un infinito amor.

266. Pero esa convicción se sostiene con la propia experiencia, constantemente renovada, de gustar su amistad y su mensaje. No se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo solo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo. Por eso evangelizamos. El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie.

 

Padre Gabriel Camusso