“Para los hombres es imposible, pero para Dios todo es posible”

martes, 19 de agosto de 2025

19/08/2025 – Este Evangelio confronta nuestras seguridades: Jesús advierte sobre el peligro del apego a la riqueza, revela la fuerza de la gracia capaz de hacer posible lo que por nosotros es imposible.

Jesús dijo a sus discípulos: «Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos.» Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?» Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible.» Pedro, tomando la palabra, dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?» Jesús les respondió: «Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.» Mateo 19, 23-30

El escándalo del “ojo de la aguja”

Jesús no suaviza su enseñanza: “difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos”. La imagen del camello y el ojo de una aguja es deliberadamente chocante. No se trata de una condena a poseer bienes, sino de una advertencia sobre el apego que puede cerrar el corazón a Dios y al hermano. El Señor desarma la falsa seguridad de la abundancia: cuando el dinero se vuelve medida de todo, la puerta del Reino se angosta hasta volverse impracticable.

¿Quién podrá salvarse? El alcance de la gracia

Los discípulos quedan desconcertados: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. La respuesta de Jesús es la clave del relato: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible”. La conversión del corazón —pasar del “tener” al “seguir”— no es obra de puro esfuerzo voluntarista; es gracia recibida. La salvación no se compra ni se merece: se acoge con un corazón pobre, disponible a la acción de Dios.

Renunciar para recibir: la promesa del ciento por uno

Pedro recuerda que lo han dejado todo. Jesús no banaliza la renuncia: la promete colmada. Habla de la “regeneración del mundo”, cuando el Hijo del Hombre se siente en su gloria, y asegura que quienes lo han seguido participarán de su juicio y herencia. El ciento por uno no es solo futuro: se pregusta ya en la fraternidad, la paz y la misión de la comunidad cristiana. La lógica del Evangelio no empobrece: libera para amar y ensancha la vida.

Una hipérbole que revela el corazón

La expresión del camello y la aguja es una hipérbole: un recurso para subrayar la dificultad de conciliar el seguimiento de Jesús con un corazón atrapado por la riqueza. Algunas notas exegéticas recuerdan que los términos griegos usados aluden a la aguja de coser y que la cultura semítica conocía proverbios similares (“hacer pasar un elefante por el ojo de una aguja”). La intención es clara: imposible por medios humanos, posible con Dios cuando el discípulo se deja desprender y sanar el deseo.

La sabiduría de los Padres de la Iglesia

Los Padres de la Iglesia leyeron este pasaje como un llamado a la libertad interior. San Juan Crisóstomo explica que la dificultad no radica en el dinero en sí, sino en quedar “preso en sus lazos”, incapaz de elevarse hacia Dios. San Agustín advierte que la pobreza exterior —sin pobreza del corazón— es insuficiente. San Gregorio Magno interpreta el “ciento por uno” como bienes espirituales que ya se gozan: comunión, paz, misión compartida.

Magisterio que ilumina

El Papa Francisco insiste en que la pobreza evangélica libera del yugo de la acumulación y de la seguridad falsa. Benedicto XVI recuerda que el desprendimiento abre al amor verdadero: sólo quien no se posee a sí mismo puede darse. San Juan Pablo II enseña que el seguimiento de Cristo comporta renuncias concretas que no mutilan la vida, sino que la ensanchan hasta la plenitud.

Testigos que lo vivieron

La historia de la Iglesia confirma que esta página es camino de fecundidad. Santos y santas —desde Francisco y Clara de Asís hasta pastores que entregaron sus bienes en tiempos de prueba— muestran que la austeridad no es pobrismo, sino elección lúcida de medios al servicio de un fin mayor: Dios y los hermanos. La libertad del corazón se reconoce en la generosidad y en la elegancia de lo simple.

Pobreza evangélica y virtud de la austeridad

La pobreza de espíritu ordena los bienes a su lugar: medios, no fines. La austeridad, lejos de la tacañería, cuida lo que tenemos, evita el descarte, elige lo que dura y se comparte. No consiste en vivir mal, sino en vivir mejor con menos, para que otros vivan. En una cultura de consumo acelerado, recuperar el hábito de reparar, de no duplicar lo innecesario y de resistir la novedad por la novedad, educa el deseo y ensancha la libertad.

Examen del corazón y paso concreto

Este Evangelio nos pide un discernimiento sincero:

¿Dónde pongo mi seguridad cuando tengo miedo o angustia?

¿Qué posesiones, relaciones o prestigios ocupan el lugar de Dios?

¿Qué gesto concreto de desprendimiento y solidaridad puedo dar esta semana?

La buena noticia es que la puerta no la abrimos solos: Dios puede. Allí donde nuestras fuerzas no alcanzan, la gracia hace posible el paso.

Oración final

Señor Jesús, que miraste con amor a tus discípulos desconcertados, mira también nuestro corazón. Desata nuestros apegos, enséñanos la libertad del amor y regálanos la alegría del ciento por uno. Amén.